Carlos Dariel
Nació en Capital Federal de Argentina el 1 de agosto de 1956. En 2003 obtuvo el Tercer premio en el Certamen de poesía de la Editorial Baobab auspiciado por la subsecretaría de cultura de la provincia de Buenos Aires.
Ese mismo año co-dirigió el ciclo de poesía “El Boquete” en la localidad de Morón. Actualmente co-dirige el ciclo de poesía “Farandol” y coordina un taller literario en la localidad de Haedo.
Carlos Dariel tiene publicados tres libros de poemas: Según el fuego, Nostromo editores (2004).Cuestión de lugar, de la misma editorial (2007). Donde la sed, Macedonia Ediciones (2010).
Poemas suyos fueron publicados en revistas gráficas y virtuales de Argentina, Brasil, Colombia, Italia y Rusia, algunos de ellos traducidos al portugués, italiano y ruso.
También poemas suyos integran la primer Antología de poetas de Morón, compilador Luis Alberto Ponzo (Dirección de Arte y Cultura del Municipio de Morón, 2007), y la Antología Sin Fronteras, editada por la Universidad del Estado de Hidalgo, México, en 2011, que reúne a poetas de Argentina, Chile, Colombia, Cuba y México.
De “Según el fuego”, Nostromo editores (2004)
LA LLAMA QUE NACE
II
vengo desde mí
con un sesgo improvisado
no tengo rostro
ni piel
sólo el silencio me delata
V
abro los ojos
penetro falsías y honduras
opongo a los objetos
la dimisión de sus formas
ensayo el orden de las traiciones
intuyo cuánto de luz
se nutre en los velos
CANTO ÍGNEO
III
la casa donde guarece el deseo
protege el sello de tu nombre
y es un desatino
ahora que la noche
cierra sus fosas
ceder a la intemperie
de todos los albures
prefiero aquellos
que detienen tu clausura
VII
todo semeja a flores perforadas
a estampida de voces
a dientes eclipsados
mi sangre se concluye
de todo cuanto existe
y mis ojos estallan
como un mármol trémulo
que latiera por última vez
X
ser una sola huella
pero en todas las direcciones
ser el amor
el buen vino
la copa siempre llena
ser el resumen de toda ternura
y la suma de todas las entregas
vivir resuelto a ejercer el día
hasta agotarlo
vivir asido a la gloria de la mano
fingiendo que lo efímero
no lastima
vivir en llamas
tejiendo la trama diaria del asombro
blandiendo en alto la esperanza
Del libro “Cuestión de lugar” (2007)
Desde el lago
he visto una flor
sobre el perfil de una roca
era pequeña y blanca
la vi desde un bote
y fijé la mirada sobre ella
hasta que no pude verla más
una flor recortada
sobre un fondo de tiempo detenido
¿era temor o deseo
lo que la hacía permanecer
pequeña y blanca
aferrada a esa roca?
Árbol inclinado
se podría decir que ese árbol
inclinado
vulnera la tarde y el río
se podría atribuir a esa inclinación
deseo
o impulso de otredad
entonces
no ya árbol
sino su después
y por qué
me pregunto
por qué esta urgencia de imitarlo
Tránsito
a orillas del camino veo una piedra
esa piedra tiene
mucho de mí
camino y mientras avanzo
voy de abandono en abandono
estallo en esos fragmentos de mí
que dejo en las piedras
de sangre y hueso
asteroide
la luz atraviesa
un costado de cada herida
polvo
viento
contraluz en el albor del día
tránsito en piedra y polvo
vuelta sobre sí
y el aire
el aire que borra la huella
el surco escrito en el camino
hecho de piedra y sangre
traza de un fragmento
en caída libre
hacia lo alto
El viejo y la arena
en el bar quedamos pocos
cerca de mí
un viejo inclinado sobre la mesa
tiene los ojos demasiado lejos
adivino en su mirada
una pala que se clava en el tiempo
socavando su base
tomo un sorbo de café
mientras miro ese cuerpo inerme
igual que una piedra sin memoria
las arrugas de sus manos
son como esos dibujos que la bajamar
deja sobre la arena
una mosca se posa en su mesa
y recorre en zigzag uno de sus bordes
la mosca tiene
parece tener
la edad de la arena
el viejo no revela ningún cambio
a juzgar por los resabios de la bajamar
en su piel delgada
ahora mira la mosca
posada en su mano
la mira
como a ese niño que pudo ser
cuando era apenas un viejo de seis años
y sus ojos dos moscas
hurgando en el desierto
ese viejo ha capturado mi mirada
me atrapa esa luz
anclada en su barba
mientras la noche avanza sobre la arena
y alcanza el estado de mosca
Del libro “Donde la sed”, Primer Premio de Poesía, 2009, Fondo Nacional de las Artes, Argentina.
La Higuera
la tarde rodea con su abrazo
las calles angostas
y la escuelita
emplazada en el pequeño pueblo
cercano a la selva
los rayos de sol que dan en la pared
dejan ver el deterioro
con furia estremecida
todo el lugar a la redonda
está enmarcado
por un silencio
nauseabundo y líquido
una puerta entreabierta
deja ver manchas de oscuridad
atravesadas por un hilo de luz
y más adentro
un catre
donde la presencia del hombre
reposa
ChuangTzu
de un sueño a otro
ondula
como si un péndulo
como si no importara quién
Hijo
estoy ocupado en quehaceres domésticos
él va y viene
ocupado también
en sus domésticos afanes
de pronto
un beso en la mejilla
es un momento
apenas
un gesto del día
Niño en la ventana
detrás de la ventana un niño crece
al pulso de sus ojos
sus manos sobre el vidrio
no pueden sofrenar la sed
afuera la materia despliega su desfile
toda su fanfarria de colores y formas
sombras que tornan menos definidos los contornos
retazos del mundo
que abrevan esa boca abierta
detrás de la ventana
letra a letra
un caos ajeno
llega a sus ojos y reclama un orden
tal vez también
ajeno
el niño nombra vidrio mediante
lo que reciba el ojo
será devuelto por la boca
un sentido adviene al mundo
a través de una ventana
en el niño del ojo
agua que crea su recipiente
a expensas de una mano
contra el vidrio
Retrato
esa mano
que se arruga sobre la mesa
es también
una historia de la alegría
que ya nadie lee
Deja vu
no sé de qué manera
ni bajo qué propósito
estás de regreso
y tan precisa
tan abrupta tu presencia
vuelve a dar en mi pecho
entonces yo también vuelvo
y es inevitable
como agua me acomodo al recipiente
y reposo
o recuerdo
no hay diferencia en esto
a no ser
por esa cicatriz que disimulo
cuando gana la intemperie
regresaste y vuelve mi mano sobre la tuya
un día sobre otro
y letra sobre letra
vuelve a las cosas que tocamos
su primer nombre
advierto que hasta entonces
no supe de qué se trataba el retorno
Puzzle
“Sí, es entrando en todo como voy saliendo de todo”
Antonio Porchia.
frente al espejo
y a solas
así nacemos y transcurrimos
salvo las apariencias
pieza tocada
pieza movida
modelo para desarmar
En la montaña
terminado el ascenso
recostado sobre un peñasco
se detiene a observar
la declinación de la montaña hacia el valle
y más allá
la línea que se une al cielo
como una mano que tocase
por primera vez
la barrida de su mirada
alcanza a rozar
no sin temblor
el cabello de agua
que rodea el caserío
y entre saltos de luz y sombras
adivina un parloteo de piedra y polvo
en toda le extensión de su mirar
es entonces cuando se pregunta
si la materia será ese misterio de dar
que se le implora a un dios súbdito
para constituir una fe posible
una forma de salvación
más deseada que real
se pregunta
mientras declina
él también
como la montaña
hacia un darse
sin reparo
Señales
comienza otro día
y mientras desayuno
una mancha en la pared
desvía la mirada y la captura para sí
ahora soy esa mancha que miro
para reconocerme en ella
para confirmar la sospecha
de que sólo somos
lo que resta de cada acto
la borra de lo bebido
cierto calorcito
en la memoria de alguien
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