viernes, 8 de octubre de 2010

1416.- LEONARDO SINISGALLI


Leonardo Sinisgalli (Montemurro, Lucania, 1908-Roma, 1981)

Ganó el premio Viareggio con una colección de poemas "Las moscas en una botella".

Ha publicado:
18 Poesie
Campi Elisi
Il cacciatore indifferente
Vidi le Muse
Fiori pari fiori dispari
L'indovino
I Nuovi Campi Elisi
Belliboschi
La vigna vecchia
La musa decrepita
Cirenaccio
Mosche in bottiglia
L'età della luna


Conjuro para el mal de la mano

Tú no la envilezcas
No la abandones
Tú la debes cultivar
Para que no muera.
La mano tanto dista
Del corazón, de la oreja, de la vista.




Post scriptum

Alguno goza en el huerto
Su hora de delicia,
Algún arrebatado
Escribe versos entre las cestas de nueces
Alguno rasca el tártaro* de los toneles
Bien abajo. A media edad
El poeta sobrevive. Su fortuna
Duró un suspiro. Un relámpago
Su gracia.

*: “Tartaro” es también fondo de una tinaja y el propio sarro que se forma allí. Desde luego que también es nuestro Tártaro, forma de llamar al Hades pagano en donde habitan los muertos.

Leonardo Sinisgalli (Montemurro, Lucania, 1908-Roma, 1981)
Versiones y nota de Angel Faretta


DE LA WEB OTRA IGLESIA ES IMPOSIBLE
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LOS PERROS RELAJAN EL PASO

Los perros relajan el paso
Entre las ramas quemadas de viñas.
Tan bajo está Orión
Estas tardes afables de fines del año.
Oscila el Auriga al tomar la curva.
Miras la luna rojiza que se alza
En el olivar, remece el cerro.
el sonido de una máquina trituradora.
Maicillo fresco bajo tus zapatos:
Donde la rueda no muele.
A tus espaldas se pierde la infancia
Se aleja, vuelta sombra
Cegada en el polvo.







UNA LLUVIA DE CENIZAS, EL RESPLANDOR

Una lluvia de cenizas, el resplandor
De los faros sobre las siemprevivas
Esta tarde. Más tierna te estrecha
La acusación de palabras perdidas
A un brazo amado, a una sombra
Que te ciñe. En la oscuridad
Te cuesta encontrar la traza
De una calle sumergida, y una pervinca
En el humo de la niebla, a ras de
Tierra una luz punzante
Despunta al borde de la boya.





TAL VEZ TAMBIÉN ESTE RECUERDO ES EN VANO

Tal vez también este recuerdo es en vano
Apenas vivo en un silbido
Del muchacho que desapareció
Tras las murallas del pueblo
Una mañana de escarcha.
Tenías vendada la cabeza
Ángel rojo pendenciero,
Despuntaba una húmeda rosa
De sangre bajo la gasa.
Yo te perdí por las rampas
De los muros. Ahora no veo
Sino tu sombra en la nieve
Azul, la luz de tus piernas.






TRES POEMAS DE AMOR

1.

Quien no ama no reconoce, no recuerda,
encuentra oscuro todo pensamiento,
toda ocurrencia extranjera.
Me he dado cuenta años más tarde
de que el aire en las colinas es más leve,
la hierba está tibia, fermenta.
Debía llegar tan tarde
a ya no sentir temores,
pisar áridos rastrojos, raspar
murallas secas, cubrir el tedio
como un espejo que el aliento empaña.
Soy un pájaro prisionero
en una jaula de oro. La selva
variopinta es para mí incolora.
El alma encontró su pieza
en torno a ti.

2.

Nos gusta el aire deshecho
la quietud abandonada sobre la region
el vuelo de los pájaros migrando
entre las matas de algas, andrajosos
despojos de veleros.
Más allá de la caduca
tarde aquí están los amantes errantes,
donde cada atardecer una esperanza
ínfima los arrastra desde allá
desde los puentes hasta el borde del agua estancada,
pasajeros presurosos sin descanso
sobre arenas impasibles.

3.

Uno se esfuerza por años
por desamarrar los nudos,
por conferirle una imagen
fabulosa a un manojo
de signos extraviados.







LA CAMPANA CLAMA AL FINAL DE LA LÍNEA

La campana clama al final de la línea.
El viento norte barre contra el río
El polvo de las casas arruinadas.
Te encuentras sola, y la plaza te deja
En una encrucijada, ya no sabes
Ni vivir ni olvidar.
Era verde el saúco aquella tarde,
Frescos los montículos de tierra
Fuera de la ciudad, por la pendiente
Que baja de Santa Sabina
Hasta la Bocca della Verità.
Ay, ay, perdida (hoy el año nos pilla
Tan separados, en calles aparte)
Caminas, te llamo. La lluvia
Golpea oblicuamente las ventanas.
Tú te levantas el pelo abundante
Por sobre las orejas, sacudiendo
Recuerdos perdidos: una nube
De cuervos de mi cielo
Se te posó esta tarde en el espejo.

VERSIONES
por Fernando Pérez:

Leí por primera vez a Leonardo Sinisgalli (1908-1981) en una de las intraducciones de Augusto de Campos, basada en el último poema que traduje en esta pequeña selección, y luego supe algo más de él gracias al texto crítico que le dedicó, a su muerte, en À margem da margem. Me impresionó, en sus poemas, cierta reticencia no necesariamente hermética ni enteramente refractaria, sino que cercana a la transparencia en su calculada exactitud, cierto tono nostálgico que no se traduce en lamento ni añoranza, la tensión de lo completamente abierto que se expone al tiempo que se retrotrae a regiones recónditas y que, por lo mismo, hace que sobre casi todo comentario o dato biográfico.

DE WEB LETRAS EN LÍNEA

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LA MÁS PRECIOSA BRISA

La más preciosa brisa del año
en el lugar más bello, entre la hierba
que otra vez ciñen los Elíseos.
Por visitar a los muertos
se ha puesto en marcha nuestra tribu:
hermanas sarracenas, sobrinos pelirrojos.
Arrastramos a gatos y cebollas
a la capilla donde que yacen
los restos de mi madre. Luego
nos recostamos, como para una cena,
alrededor del cuerpo disecado.
Rezan unos, los otros comen, y aquellos te lloran
madre. Otros ciñen con flores frescas
tu lecho de cenizas.




POETA EN LA CIUDAD

Qué vergüenza para vosotros
amigos victoriosos, esplendentes,
qué escarnio para vuestra jactancia
la desdicha y miseria de aquel hombre
ingenuo y torpe. Lorenzo Colagero
de Melicucá vino
a pediros misericordia
en nombre de la Poesía.
Arañó vuestra puerta
como un perro con sarna,
pero nadie le abrió.
Oh, los mezquinos y desconsolados
por el laurel que se marchita
en los áridos templos.
Son más avispados que sus pulgas.
Cuidan más sus palabras
perdidas, insensatas, olientes,
flores escogidas con guante,
que a las estrellas enojosas.





EN LA TABERNA DE TITO MAGRI
(A LA MEMORIA DE VINCENZO CARDARELLI)

Desciendo en el bochorno vespertino
por la cornisa estrecha de la sombra
de la Porta Pinciana y sus viviendas.
Brinco del sol a tu guarida.
Descansabas tus brazos sarmentosos
en la mesa de mármol,
sentado frente a un vaso,
el último bebido.
Inmóvil, mudo,
mirabas en los yesos de la calle
las sombras rápidas, los rayos
de la gracia fugaz y su líquida danza.
Cercado por las penas espiabas,
sin esperanza, el día,
o escuchabas la risa,
el sórdido trapiche del rufián.
Aquí, al fondo de esta gruta,
hablaste en serio a los amigos
como se habla a los muertos.

[Versiones de Francisco León]
WEB: EL ÁBACO Y LOS DÍAS

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