jueves, 30 de enero de 2014

ISMAEL LARES [10.857]


ISMAEL LARES

Ismael Lares nace en Durango, México en 1979. Obtuvo mención en el Concurso de Ensayo 2002 del Instituto Mexicano de la Juventud. Finalista del Concurso de Poesía Cardo 2006.

Autor de los libros de poesía Otredad (Cardo 2006), La Rebelión del Anónimo (ICED/CONACULTA 2007) y La creación como catarsis (Ensayo). 

Fue antologado en Del silencio hacia la luz: Mapa poético de México. Generación nacida entre 1960 y 1989 (Ediciones Zur 2008). Poemas suyos han sido publicados en revistas como Acequias, Al margen, Espiral y Papeles de la Mancuspia, entre otras.






Man 2 man

Hoy
los hombres
salen a las calles
vestidos de gárgola
plagados de maquillaje
disueltos en almíbar

Salen 
los hombres
desnudos
a las calles desnudas
con sus cuerpos afeitados
promoviendo alguna crema
o cualquier cosmético
que te proteja 
incluso de ti mismo

Y los hombres
aquellas estatuas de semen
aquellas efigies del machismo
aquellas locas de taller
o de oficina o de gimnasio
aquellos aguaceros
que derramó el niño 
aquellas perras disfrazadas 
de general 
patriarca
albañil 
luchador
asaltante 
padrote
monarca
sacerdote
salen desnudas a la calle
sin maquillaje
sin máscara
sin madre 







Caín

Caín, master, afilado puño de piedra
Tú, que hiciste encolerizar a dios
santo, santo y recontrasanto
Cabrón, energúmeno del silencio

Caín, humo en el incendio de Roma
Caín, orfebre de la mentira
ciudadano de sinaloa, chaka,
sicario de la poesía

Quién, Caín, sino tú
hará surgir la noche
ahora que todo ilumina?

Caín, tres veces Caín
Negaré tu nombre 
antes de que toque el gallo
la última sonata
all that fucking jazz

Caín, hermano
qué afán de recrearte!
Mejor muere
Muere mejor

Si regresas, aquí estará este poema
que habría de nombrar
Abel, Abel, Abel. 







Corrido

Alguna vez viví
en una ciudad sin polvo, sin caballos.
Sólo ruinas debajo de más ruinas.

Una nube inmensa, un algodón violeta,
eran todo cielo sobre nuestros hombros.
La ciudad respiraba con esfuerzo
el aire tóxico del nostro pecho.
Árboles en los parques, en las avenidas:
verdes inmigrantes que aún deambulan
sin respiro ni viento, sólo grises aromas.
Árboles en los cementerios de árboles,
lagos en los parques y basura en los parques:
decoración kitsch para la modernidad.

Tuve un lindo apartamento en aquella ciudad.
Recuerdo la Colonia del Valle
con su voz turgente levantando edificios:
uno femenino, mexicana;
el otro más culino que un hotel, wtc.
Ay mi colonia, mis calles esquinadas,
La Morena entrepiernada con Adolfo
y el Prieto apretando sus nalgas con fuerza.
Dos esquinas adelante,
Enriqueta Ochoa me sabía poeta
cada vez que iba en bicicleta
y giraba y giraba y ella nomás reía.

¡Ay, mi ciudad!
Ahora polvo y palmeras y nuevos recuerdos.
Pero aún así me levantaré
con un polvoriento barrer de palabras,
con pasito, banda o norteño
en éste poema-corrido-recuerdo.






Réquiem por un avión de papel

Anoche vi volar un avión de papel.
Volaba tan alto que apenas pude distinguir
que una de sus alas estaba medio rota.
Sentí una pena inmensa entonces,
pero nada pude hacer.
El avión cayó estrepitosamente
simulando la espiral que se forma en los ojos
de una persona que ha perdido la razón.
Corrí al lugar del desastre, y ahí estaba él
con sus alas y su motor regados por doquiera.
Había sangre, mucha sangre iluminando
aquella impresionante escena.
No supe si levantar los restos de papel
o buscar sobrevivientes entre aquél desastre,
lo único que hice fue sentir una profunda pena.
Una mujer asombrada pasó frente a mí,
me reconfortó entre sus brazos.
Me dijo que no me agüitara,
pues toda la zona era un campo de guerra.
Cientos de aviones de papel
comenzaron a surcar los aires desde entonces.






Orbe

Cristal sin fondo ni forma
adentro la imagen sin fin
transparencias elásticas brotan de la profundidad
el cristal se acerca
la distancia en movimiento como una carretera
punto de fuga en el espacio
cristal impenetrable
esqueleto que sostiene los músculos del viento
es lo negro de la mente o la pureza del alma

cascada de tiempo
cuenca en el olvido
agua que incansablemente parpadea
tiempo sin historia en el olvido
naufragio de la noche
páramo de nubes
piedras volcánicas
labradas con otras piedras
quizás es que el horizonte
eructó tanto viento
y en el gran regüeldo
se quedó atrapado el tiempo.







La flor de nuestro encuentro

Tuya y mía, una sola palabra
en sus nubes de zozobra
ocurre sino condena.
Las piernas hasta el cuello,
las manos entrelazadas,
los ojos fijos en el techo,
la verde placidez, un gemido.

Cuando el susurro de tu mano
busca y encuentra mi oído,
bienaventurados los poros:
sobre mi cuerpo tu voz.
Y las olas, en manantiales de pena,
se descomponen lánguidas.
Son sueños que consume la mañana.
Y sin saber si mi olfato
es la flor colocada entre tus dedos,
te di mi vida, flor de nuestro encuentro.







Cuatro historias (del libro La rebelión del anónimo)

1

En éste verso
es de noche,
la noche vive
debajo de las sábanas,
las sábanas roncan
como el sonar de un ferrocarril.

2

En este verso
hay un árbol,
debajo del árbol
un hombre,
el hombre está triste,
su tristeza
bautiza la noche.

3

Estos versos
forman un poema,
el poema es un muchacho,
el muchacho saluda.
Saluda a un público invisible.

4

El poema
está en el horizonte.
Al fondo,
los brazos de un molino,
en el molino hay dos caballeros.
Los caballeros lo miran gigante.






Cronología de posibilidades

Los días navegan un mar de páginas
lejos de la costa (ningún faro se enciende
en el candor de la distancia
ni reconoce la llegada de algún navío).
El capitán registra en la bitácora
una cronología de posibilidades,
ese ir y volver ola tras ola.
Adviértase como embarcación,
la calma y la quietud
que rondan el sueño,
cuyos traqueteos se reconocen
un vaivén noctambulario.


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