viernes, 25 de enero de 2013

FÁTIMA FRUTOS [9073]


Fátima Frutos  (San Sebastián, 1972)
Estudió Trabajo Social en la Universidad del País Vasco y realizó estudios de Sociología en la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid. Asimismo, cursó dos diplomas universitarios de postgrado en la Universidad Complutense de Madrid en “Políticas de Igualdad de Género” y “Atención integral a víctimas de la violencia”. 

Inició su andadura en la Poesía formando parte del Grupo Poético “Ángel Urrutia” del Ateneo Navarro-Nafar Ateneoa en el año 2002. Su poesía al principio fue publicada en Revistas especializadas como Río Arga, Una Vez En Pamplona y Constantes Vitales; Revistas de Humanidades como Bitarte y periódicos como el Diario de Navarra y Diario de Noticias de Navarra o la Revista Trabajadores de la UGT. 

En el 2008 escribe su primer poemario “De carne y hambre” y gana la II edición del Premio Internacional de Poesía Erótica-Amorosa del Ateneo Guipuzcoano. Este libro fue publicado en el 2009 por la editorial Huerga y Fierro.

En el 2011 con su segundo libro de poemas “Andrómeda Encadenada” se alza con el prestigioso Premio KUTXA Ciudad de Irún de Poesía. En él se adentra en la Poesía de corte histórico y filosófico sin abandonar el Eros Lírico. Todo el poemario constituye un homenaje a la cultura germánica, a través de sus poetas y filósofos, y una vindicación de la dignidad de grandes mujeres, invisibilizadas injustamente a lo largo de la Historia de la Humanidad. En el caso de esta segunda obra literaria, la editorial que lo publica es Alberdania.

Actualmente la autora colabora habitualmente en prensa escrita como articulista y se encuentra inmersa en una labor de investigación y documentación, previa a la escritura del que será su tercer libro de Poesía.





SU NOMBRE EN LAS MURALLAS

Mientras que te agradaba
y ningún otro joven preferido
rodeaba con sus brazos
tu blanco cuello,
florecí más feliz que el Rey de los Persas.
Horacio


Cometió impiedad contra Eleusis decís,
quienes apuráis la vida hasta las llagas
y con la infamia del patíbulo la queréis agasajar.

Podéis sentenciar el adiós a Afrodita
sobre Friné, la hetaira de Tespias,
que desde sus confines agónicos
ciñe balbuceante su túnica a la cintura
e implorante exhorta desde su silencio
a los que promueven el olvido de la Belleza.

Ahí está Poseidón custodiando sus velos,
en la playa que ahora se contempla cual desierto,
pues fue su desnudo quién inventó las olas,
los verdes líquenes, las imponentes mareas
y toda Atenas prodigó su brillante Historia
en el mar donde otrora ella sumergiera su cuerpo.


Entre la luz, empieza por decir su nombre:
Mnésareté, la que conmemora la Virtud.
Y la Muerte, indómita y fuerte, como el Amor
se fija en el apasionado discurso de Hipérides.
Se escabulle por el reclamo de los espejos,
haciéndola única ante los idolatrados dioses,
que viva y valerosa la precisan.

¡Cómo mostrar sino a los mortales la ardua soledad,
la infinitud de lo bello y la mísera justicia humana!

Una mujer sola y en pie mira a la vasta audiencia.
Siente en el paladar la frescura del aquel sabor
a tierra mojada, prendido en la boca por sus amantes.
Se yergue digna y coloca sus manos tras los cabellos,
las posa en la nuca, donde nacieron demasiadas estrellas
y se hallan los ardientes alientos de los que la amaron.

Eutias aguarda, abandonado a la voluntad del odio,
porque no hay oneroso océano que anegar pueda
la maldición de su ausencia en el lecho,
sin súplica ni mando que revocase su rechazo.

Enmudecen las sombras y los vetustos jueces,
cuando sus manifiestos senos se muestran hermosos
de entre la ansiedad y el alivio, la espera y la memoria.
Y una lucerna detiene el tiempo de Praxíteles,
que sin ella nunca atrevióse a cruzar la puerta de lo eterno.

Salvadla edades futuras: a vosotras lo reclamo,
a las últimas ágoras, a los pelasgos supervivientes.
Tornad la feroz indiferencia
de cuantos están absortos o muertos.
Alcancen inmortalidad las mujeres
ocultas por la corrupción de los siglos.
Y conceded, aun en este ínfimo latir del Tiempo,
que los dedos del Arte renazcan
para esculpir su nombre en las murallas.

“ANDRÓMEDA ENCADENADA” EDITORIAL ALBERDANIA 2011





DECLARACIÓN PÓSTUMA DE HENRIETTE VOGEL AL PRÍNCIPE 
DEL INFINITO O LA ESTÉTICA DEL DOLOR

1Nun, o Unsterblichkeit, bist du ganz mein.
Heinrich Wilhelm von Kleist

Cada vez que un atardecer cenital
nos dicta que es inútil toda esperanza
y de la frente vuestra vena atrapa el vacío,
volvéis a profesar la implacable sentencia.

Cada vez que el orden inexplicable del mundo
doblega la espléndida rebeldía de la inmortalidad
y de vuestro pecho un dios nace despedazado,
volvéis a prescindir del pletórico numen.

Si acaso en las benditas regiones del sosiego
honrado existir pudierais y el lago de nuestras nupcias
testificara sobre el lacerante pathos que nos fue dado;
tal vez entonces, supiera percibiros henchida de estruendo,
amaros como Pentesilea al Príncipe del Infinito;
aprestándome a que la parte incurable de la Naturaleza
de mí se apoderase, y encarnada en devastadora fuerza,
en amazona, presa ante la desmesura, os devorase la entraña
prendida en el Tánatos, desgarrándola del caos eruptivo.
Tal vez entonces, esta muerte fuera la última gran tragedia.
1 Ahora, ¡oh inmortalidad!, eres toda mía.

“ANDRÓMEDA ENCADENADA” EDITORIAL ALBERDANIA 2011






El póquer y tú

Ese plano transparente entre el caos y tus ojos…
Mario Romero


Te vi entrar en aquel garito de paredes húmedas
traspasando la noche con jadeo de fugitivo,
con esos ojos tuyos, achinados por el torbellino de la tiniebla.
Y te seguí hasta la oscura abundancia de whiskys sin tregua,
como sólo lo saben hacer las hetairas de barra improvisada,
zafada por pinturas de guerra; émula y febril.

Me miraste de soslayo, a través de las rotas vidrieras,
precipitándote hacia el indicio de nuestra corta distancia.
Y diluiste la avidez con un primer trago largo,
mientras yo me acercaba, tentándote suave como el peligro.

“I have nothing” en la voz de la Simone arropaba agonías,
que en otro lugar jamás hubiésemos confesado.
Y me invitaste a renegar del mercadeo del placer,
confundiendo mi deseo con negocio y tus ganas con vicio,
para ir a refugiarnos a la fácil guarida del Averno.

El reservado potenció nuestros olores hasta el dolor
e hizo que masticásemos cada hora de la madrugada.
Exhausta juré por Psique y Eros no revelar
que la mujer excesiva de eternos goces no te era ajena,
y esculpí sobre tu cuerpo, sin dejar sitio a las sombras,
todos los instintos proscritos del espacio y el tiempo.

Desprendiste la trágica alegría líquida de tu cincel
sobre mis lubricidades incandescentes, plenas de besos,
por la feroz argucia de la hembra saciada, muerta en vida,
que ante ti se mostraba como una Eva sabedora de su engaño.

Cubriste mi esbeltez sorprendida, con la perspicacia que detentas.
Y tras un intervalo interminable, en que volví a recordarte
en medio de gemidos panteísticos y pupilas llenas de agua,
regresaste para dejar sobre mi vientre el tributo postergado:
póquer de damas y escalera de color en juego rápido.
Tendida sobre la calidez cómplice del caos de tus ojos
supe que la próxima vez no lograríamos silenciar los paroxismos.


De su poemario De carne y hambre publicado por Huerga y Fierro Editores. 







El ático

Triste est omne post coitum, præter mulierum gallumque.
Galeno de Pérgamo

Bajo la inclinada ternura de esta caverna en el cielo de Gran Vía,
donde te doy mi cuerpo envuelto en las muchas tierras que nunca pisé.
Tan silencioso y tan exánime tu rostro; quedo, vencido,
arrebujado entre horas nacientes, tras las que tres veces me negarás,
yo busco aún los despojos de aquella furia cálida e inextinguible
que antaño no reparaba en las vilezas del mundo.

Porque múltiple y lenta es la forma de la muerte lúbrica,
quisiera antes borrar por un instante la condena a serte infiel,
desterrar este ansia imparable de Fedra nueva, perversa,
que mece arrayán en los ocultos pliegues de su piel hambrienta.

Y si el insólito gallo _que juro_ habita las azoteas de Madrid
no golpea las pausas de tu sueño y marcho penitente, desarmada,
acúsame en tus poemas de haberte deseado vivamente,
de rozar la demencia entre el goce y el desatino.
Distíngueme en tus versos como la Dafne rebelde,
que teniendo a donde huir, siguió cantando su vida
para que obtuvieras laureles con los que cubrirte.
O admite, si crees que así se resarce la verdad,
que más que amantes atronando nocturnidad y alevosía,
hemos sido esos insospechados desconocidos,
merodeando, el uno por el cortejo sagrado del éxito,
y la otra, por la agria gangrena de un amor en ruinas.

De su poemario De carne y hambre publicado por Huerga y Fierro Editores.






QUÉ SERÍA MORIR A TU LADO

Je t’aime pour tous les temps où je n’ai pas vécu
Pour l’odeur du grand large et l’odeur du pain chaud
Pour la neige qui fond pour les premières fleurs
Pour les animaux purs que l’homme n’effraie pas
Je t’aime pour aimer

PAUL ELUARD

Qué sería morir a tu lado…
abandonarse al vacío junto a ti,
compartir en vigilia el peso de mis difuntos
y el hondo aullido que aún la vida me pide a gritos.

Qué sería matar al destino con la razón,
portar en las entrañas el agua de las ciencias,
derramarme en ti cual fuente pura, para cubrirte
y salar tu piel, goteándola de sueños impenetrables.

Qué sería ahondar en el alma para pensarte,
arrebatarse con el principio de lo oculto,
estremecer a la muerte con un final imprevisto,
y contener ese olvido que nunca llevará tu nombre.

Qué sería ir ascendiendo de ti a mí misma,
mostrarte la primera luz que hallé,
acariciando ya imperecedero el futuro,
con las yemas encendidas de mis manos,
en tensión todo nuestro Ser
y saber —en el preciso instante de la traslación,
en la efímera búsqueda que concluye llegado a lo alto—
que ambos hemos vivido para esto.

De su poemario De carne y hambre publicado por Huerga y Fierro Editores.





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