jueves, 31 de enero de 2013

AGUSTÍN LINUESA CÁCERES [9124]





Agustín Linuesa Cáceres nace en Valencia en 1986. En Valencia también estudia, come y duerme, trabaja y escribe, no siempre en este orden. Algunos de sus poemas fueron publicados en Estaciones Desnudas (Cocó, 2007). Cuatro años más tarde ve la luz La ciudad de los gatos, su primer poemario, que aparece abriendo un nuevo camino en su particular contribución al espacio de la poesía.





LA VERDAD es un tigre hambriento de la tierra y de las manos

que ha de perseguirnos infinito
y devolvernos el amor de los antiguos druidas
que destroce los templos y manzanas

Un amor como un demonio que nos detenga el alma de nuevo.

(La Ciudad de los Gatos, Editorial Cocó)







Coloque aquí su fotografía…

amábamos a dios y a los policías en aquel entonces
en la séptima caricia te volvías hemorragia y
venías y
me decías ardor en el estómago y
me entregabas la carne de los ciervos tan tierna y
esparcías la ciencia que yo más odiaba sobre la cerveza helada todavía

amábamos a dios y a América porque no era bella

y vomitábamos café con las piernas abiertas
nos estallaban los ojos de luz roja, yo
me sentía vivo en las tormentas, conducía entre la nieve, 
me tomaba fotografías en la cascada, follábamos también al norte,
que era pálido como un cuerpo seco, amábamos

a dios y / a los policías porque / amábamos
también a los miserables sin pan, como al Rock & Roll

como a los peces y las esquinas
los ascensores los cementerios las autoescuelas las comisarias
los parques los insectos la facultad los grandes almacenes
los incendios
las escaleras amé
incluso a los que jamás aparecen en poemas,
a todos esos, a los asesinos, a los violadores, a los diputados
amé hasta por los dientes

pero ahora
te regalan bicicletas
tienes palabras hermosas, genitales aplastados, tienes tu nombre
en un cuerpo ajeno
ahora ceniza sobre la carne

yo que tan solo sé destripar mariposas, que no aprendí jamás
ningún oficio que no fuera el de roca, o el de trigo de ciento, merodeador o
tierra prometida
que masturbé tu cuerpo rosado tantas veces como pude, yo
que tuve miedo de Inglaterra / amé y sin embargo
me mantengo con vida”







Muerte del Niño-Serpiente

Yo sé que van a matarte

Y no habrá salud o cisne rojo que
te vuelva los párpados.
Ni madre que cante, o te retire la muerte del resto del cuerpo

Yo sé que van a matarte.

Por querer regresar ahí, donde estuviste en la muerte de todas las cosas,
los que arrancan la carcajada del pecho triste.
De tu pecho pequeño y estallado en esfera, sembrado
en los cementerios del país.

Llovieron
En tu sonrisa de conflicto, cuando el mar se hizo roca o plomo

Con tus dedos pequeños de tiza / jugabas con balas entre los dedos mordidos /
Jugabas con tizas pequeñas

Yo sé que van a matarte y
Nadie
Te cubrirá cuando el bombardeo,
Cuando

hermosa la nana de tu muerte de niño-serpiente, en el lugar elegido
desde el que observan armados
la sangre, los otros

Yo sé que van a matarte y no habrá nadie que te despida
o te nombre

Y no habrá madre / No
No habrá madre y
las libélulas calladas te besaran la boca.






“de amor y otras sustancias”

--fragmento--


“la que alimenta tu boca y cercena tu voz, la que impide el canto del marinero, el nacimiento del dragón, el ala de avestruz
como una infección es la serpiente
la espiral que ha de resumir el proyecto de nuestras calaveras, el horror de nuestros hijos
la que colmó de óbito los sueños
y permite el asco en cualquier episodio de amor”








Poema I

Lo más hermoso fue su llanto
y sus ojos después del llanto, ahora
los errores de la máquina nefasta del hombre
devoran sus comisuras como una legión
de ratas hambrientas
Su delito no es mayor que el de los lobos
que se alimentan y tienen frío.




Poema II

Luego el cristal y las manos lentas,
apenas el sexo lamido me despertaba era un hombre bueno
y repartía mis habas a los mocosos
y dibujaba con frío figuras en la mañana con unos dedos
inventando acertijos,
preguntándonos si quizás una escalera bajo la nieve
Alguien amable que yaciera por
colocar semillas buenas entre su boca redonda
y ver crecer a los muchachos
que hubieran nacido como dientes
esperando el plomo de la bala.




Poema III

Piano, los gatos
empapados que comprenden,
que gritan en el autobús de vuelta a casa,
en las escuelas y hospitales gritan
con hambre de peces amarillos
Recorren eléctricos el esqueleto de asfalto
Atraviesan el himen, aspiran sexos rizados
Las mañanas cerradas en un puño de río
Descalzos ante las multitudes, desvistiéndose en el rumor del hombre
nuevo
Sacudiéndose bandera y organismo
Piano,
Licántropo licor de la tierra
Tierno, como mi amor por las esdrújulas
Rostro de pájaros, estirpe fragmentándose
como una rama seca
Latiendo tierno de petróleo, piano
En el tiempo de Caín
alimentándose de moscas.






Acontecimiento(s)

La gente
se agolpaba sobre el asfalto
mirando al cielo,
donde se libraba
la asombrosa persecución

mirábamos también nosotros
tú /
yo / y unos cuantos
indignados por la barbarie
que ante nosotros se aplaudía

la figura sobrevolaba nuestras cabezas
realizando cabriolas
y movimientos
bellos y arriesgados

tras él, varias decenas de
aviones de guerra y helicópteros militares
imitaban a duras penas el vuelo
de la figura para darle caza

desde el suelo, a escasos metros
de nosotros de ti /
de mi /
y de unos cuantos
las armas de algunos agentes de la ley
escupían con furia sobre aquel ser
que sin duda
parecía venir de otro mundo

finalmente el macabro espectáculo terminó

El alborotado gentío
Se sobrecogió cuando uno de los misiles lanzados
por uno de los aviones
Impactó
sobre el perseguido,
que no tardó demasiado
en chocar contra el suelo

me pareció que mientras caía
durante algunos instantes
había mirado hacia nosotros
hacia ti /
hacia mi /
(y hacia unos cuantos)

todos aplaudieron a la vez que exclamaban

“hemos
derribado
a un Ángel”







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