JOSÉ ENRIQUE CARDONA CHAPAS
Honduras, 1972. Poeta.
La poesía de Cardona Chapas indaga la trascendencia humana ante el silencio, el hastío, la imposibilidad y la muerte. De manera silenciosa, el escritor ha trazado su mapa personal en estos últimos veinte años. [Salvador Madrid, ensayista y poeta]
LA CIUDAD QUE HABITAS
Miras la ciudad
al borde del paraíso
es una sombra deslumbrante en tus ojos.
Llevas su máscara.
Conoces las madrigueras de los lobos,
el harem donde remojan su corazón de ternura
y la hora exacta del escándalo.
La limpidez de los escaparates,
la calma engañosa de los parques públicos
y el insomnio de las estatuas.
Los días no tienen fin ni comienzo
sólo existe el vacío enorme
de un tiempo ahogado en cenizas
y el deseo
de abandonar esta ciudad por otra ciudad
como una ausencia en otra ausencia.
HASTÍO
Los huesos del alma triturados.
La vida sin su espejo
y el mundo visto sin espectador
semeja otra vez el vacío
cuyo oro no me sirve
mientras acuno la morbidez del perezoso,
del cadáver falto de ternura
buscando erguirse como una exhalación,
con su frío desdén
y esta manera de respirar
y morir con los ojos abiertos.
III
El joven príncipe Hamlet
ve que el destino es un bufón,
una seria calavera
con una seria sonrisa eterna.
Inventa la locura
para burlar los designios
y saborear la venganza
si es que la venganza
se puede saborear.
El juego de dados:
el azar nos es coraza
y el veneno, frío, espeso, inevitable,
entraña en la sangre
y su muerta memoria,
no escuchará al fin las honras y las glorias
del príncipe extraño.
OTOÑO
Se desprenden hojas secas de tu cuerpo.
Basta ponerse debajo para clamar
tu asfixia.
Entonces amo tu desnudez
esa transparencia única tras la cortina
que adopta formas deleitosas.
Algo estalla como un mar furioso
dentro de tu vestido falso.
Advierto perfumes que conducen
con ojos ciegos a ese monte vertiginoso.
Eres tú, mía
abierta
para ahogarme en esa morada
lejos de las bestias.
AYER EN LA TARDE
En los huecos de los barrancos
escuchaba risas llantos confusiones
y vi las serpientes encantadas.
Las dulces mesas fueron de pájaros alegres
y me preguntaba por qué borran las imágenes
sudadas en las vidrieras.
Gritaba mi nombre en lo alto y no había eco.
Recordé una niña que iba sonriendo por las calles
y al ver mi rostro sus ojos se volvieron tristes.
Ayer en la tarde en un canto decía:
¿Qué estoy haciendo aquí?
POEMA PARA RECORDAR UN DÍA
Amaneció.
Un fantasma ronda cerca como un ángel.
Los perros llenaron la oscuridad de lamentos
después de husmear los demonios.
A través de un cristal polvoso,
miro el mundo donde nací
una mañana de cometas fugaces.
Entro al umbral de una mansión
donde no hay habitantes
sino candelabros de un fuego íntimo y desaparecido.
Escucho las campanas
mientras, muere la tarde
en vertiginosos instantes
y se hunde el sol
y se borran las cosas queridas
las cosas que por su nombre llevan mi rostro.
LOS VAGABUNDOS
En esta hora
ardiendo en la punta del día
los vagabundos duermen en el centro de la ciudad.
Bajo la mirada impasible de los transeúntes
se desperezan como serpientes
y huyen hacia otros lugares
en busca de los caminos no andados
para luego desaparecer
en las fauces de la noche.
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