sábado, 21 de mayo de 2011

MARIANA BERNÁRDEZ [3.865]


MARIANA BERNÁRDEZ

Mariana Bernárdez, México. Poeta y ensayista, realizó estudios de posgrado en Letras Modernas y en Filosofía por la Universidad Iberoamericana. Sus últimos libros publicados, tanto de ensayo como de poesía, son: Ramón Xirau: Hacia el sentido de la presencia. México: Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Colección El Centauro, 2010; Alguna vez el ciervo, México: Editorial Praxis, 2010; Sendas del olivo, México: Ediciones Coyoacán, Colección Filosofía y Cultura Contemporánea, 2011; Don del recuento, plaquette, Parentalia, 2012; Después de los mares, ganador de la convocatoria abierta en género de ensayo del Instituto Mexiquense de Cultura 2012. Estado de México: Instituto Mexiquense de Cultura, Col. Raíz del hombre, 2012; Escríbeme en los ojos. México: Ediciones Del Lirio, 2013; Nervadura del relámpago. Estado de México: FOEM. Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal. Gobierno del Estado de México. Colección Letras/Poesía, 2013; En el pozo de mis ojos, México: Ediciones Papeles Privados, 2015.


Apuntes para un cuadro de danza

Llévame a lomo de sol
a hundirme en las aguas
a respirar follaje y luna
que quiero morir en las arenas
y mis pies ya no bailan.


Þ

El chillido/relámpago
suspenso del cuerpo
forma un círculo
abrazando nubes

El pico se enfila hacia el mar

El aliento es soplo
que baila hasta extenuar su piel
Los pies
alas
que se acunan
en playa borrada.


Þ

Tirada en el aire
probaba la fuerza
de su imagen
un brazo cargado
en jacarandas
el otro
apuntando hacia el monte.


Þ

El movimiento de la danza
la pausa del cuerpo:
hondo/nada.


Þ

Mis ojos y los suyos
penumbra:
vientre del fuego.


Þ

El cuerpo en lumbre
asciende
La silueta fija
El aire arremolina
la sombra del vuelo.

De: Alba de danza



Tu voz

Tu voz
Vibración de espacio sellado
no me ata a la luz de la noche
Nada dice del viaje
por los siete cielos
ni sobre los círculos del mar
Distante como erupción de diáspora
batalla para unir las puntas de la hora

Los pies no se han desprendido
pero los ojos hace mucho pisaron
las arenas de Odiseo
y en el vuelo las sirenas fueron cómplices
Edipo oráculo
y Delphos sólo rastro de «lirio»

Tensas la cuerda
para elevarte en canto
y en un fragmento de aire
te echas a cuesta los montes
Desgastadas tus sandalias
me preguntas si el amor
fue algún día nuestro

Entonces recuerdo los ojos de Helena
y el oro de una manzana
convertido en moneda de cobre
con la cual compraste la muralla de Troya.

De: Sombras del fuego



En la mesa de tres patas

En la mesa de tres patas 
enfilaban los "tintos" 
La muerte giraba 
con ojos de lechuza 
y yo bailaba al compás de palmas 
que rasgaban el espacio 

Esa vida no era la nuestra 

Sumergidos en papeles 
o en números contables 
se nos iban los meses 
vagones cruzando las calles 
de una ciudad en llamas 

Cerraba los ojos 
porque la vida corría más rápida 
que el líquido que envenenaba tu sangre 

Eras tantos que nunca conocí 

Al llegar la noche 
la navaja ácida 
atravesaba la vigilia 
y el horror del pulso 
el crujido de las paredes 
me envejecían hasta el sopor de las sábanas 

En el torrente
hablar con ese polvo 
que se hacina en la boca 
y paraliza el silbo 
Sólo el latido en relámpago 
tratando de salirse del tiempo 

Qué larga diástole 
Qué lento suspiro 

Dentro del compás 
punta / tacón "braceo en alto" 
el cuerpo se arquea 
para perderse en el trasvase 
de la tierra al aire 

Tu mirada detiene mis pies 
la madera de los crótalos me astilla 

Tu mirada aún me bebe 
ajenjo que nubla tu sueño.

de Sombras del fuego



Liturgia de águilas (fragmento)

Sueño de noche casa de jacarandas 
verde zapote y almizcle de guayaba 
sueño amate cayendo hacia el río
y gritos a lo lejos de campanas marcando día de resurrección 

Calle de polvo y piedra
círculo donde la luz estalla espejo 
agua y sol dorando los limoneros 
luego el kiosko donde abuelo jugaba dominó 
abuelo que nunca conocí y mi madre de luto blanco 
mosquitero para no escuchar el zumbido 
y afuera trueno en lluvias de verano 

Dolor de oler intensamente la tierra 
desprendimiento de imágenes que tejen la somnolencia 
fogatas crepitando las hojas de plátano 
y Tetela coronando la cima del volcán 

Días de sosiego con libro en la mano
las nubes derraman naranjas 
Quietud y vértigo
sobresalto de perder los colores 
Los sentidos se alertan 
por el derroche de frutas y verduras en día de mercado 
Intensidad de otros tiempos 
la hormiga acarrea un grano de azúcar 
y las paredes escriben dentro de sí todas las palabras proferidas 
¿podrán escuchar otros las líneas 
descifrar las huellas sobre la hierba? 

Sueño polvo donde cada instante se hace profundo 
tan hondo que no cabe la muerte 
tan ancho 
que no hay atrás ni adelante 
y acude a mí el domingo aquél
cuando el olor de incienso invadió mi cuerpo 
liturgia donde el Cristo sangrante
custodiaba cada cuarto
¿qué es el infierno?
y Pablo anarquista sonreía "la ausencia de Dios". 

Jacarandas hay tres
sus raíces levantan los cimientos de la casa 
viejas 
grandes como la inmensidad de la pequeñez 
Mis ojos detienen los lilas en el pasto 
recorren su corteza hasta no alcanzar la última rama
Está aquí en el néctar
Rodeo su tronco en abrazo 
y lo veo en el agua, en el mar… 

Mis brazos 
siguen sin poder rodear los troncos 
bailan al discurrir de mi incredulidad 
hasta que llega el ramalazo seco de la muerte 
que lacera dentro lo más dentro 
tanta oquedad ante esa furia que no se entiende
y que reduce los brazos 
a un insignificante grano.


*



El aire simple no divide los cuerpos
no hay espacio de dos sino un único ciclo
donde el crepúsculo se trasmina
entre cortes de hilo
y tardes que alguna vez
fueron bienaventuranza

¿quién habría de rasgar tanto resuello
sino las palabras en navaja acertada?
¿y luego no era inevitable
desbocarse en viento
y huirse hacia donde fuera?

Allá

y no sabía dónde quedaba allá
aun de imaginar monte y nube
nada era tan distante
para arrancarse
desde dentro
y abrevar luces
a pesar de tanto y tan poco

¿dónde queda lejos sino
en el afuera de tu cuerpo
cuando polvo eres
más que en mí?

Qué poco es sernos
cuando sólo somos cuerpo
que se va desconociendo
de tanto romper el vuelo de los dedos
y así te miro
y nos miramos
siendo los mismos desde antes
tal vez ahora
un poco más herida
un poco más latido.



*


El árbol seco
mora a seis pasos de la puerta
todavía blanca

aún si miras desde el patio
puedes vernos diciéndonos adiós
fría mañana de domingo
cuando detrás dejaste vestido y velo

mañana donde supe que para mí

no habría quien cerrara puertas
y asegurara la posibilidad de habitar un regreso

y fui quitando recuerdos
vaciando cuartos y apilando muebles
revisé papeles
quemé fotografías
quise aligerar el peso de lo vivido
alegre en la inocencia que da la esperanza
salir rayo en silbo hacia lo inusitado

y ya ves ni la velocidad mora donde debe
ni la vida vence quieta
testimonio es la risa queda
de tu cuerpo pariendo
o el recuento de suturas en la piel de mi amado
o por qué negarlo el mío tan lleno de alforzas

Quién pudiera amar con el corazón limpio...

pero estamos aquí

escucho el chirriar de las puertas
que se niegan
a pesar de las llaves
a ser abiertas
y suena el mundo en su inacabable moverse

¿y la vida?
y la vida estalla
en una hermosura inconmensurable
que rebasa cualquier entendimiento.



Renacer en la sinuosidad de los labios

que abren su profundidad a lo insondable
anverso de tu pupila diluyéndose

Perder sin saberlo
la posibilidad de estar allá
donde lejos queda más lejos

pero estamos aquí
sujetos a un cuerpo
que no nos requiere
como quisiéramos
o quizá sea al contrario

poco es lo cierto
a pesar del horizonte
a pesar de tanto

y te acaricio de noche mientras escucho
el ajetreo de los coches
los juegos de algún niño

y te huelo en lo primigenio del tacto
y te reconozco.




En el pozo de mis ojos

Duermo al cobijo de Melville
¿será el trance la búsqueda del Leviatán
o eras tú el capitán Ahab?

Lo cierto es que en el techo de la habitación
se leía Call me Ishmael
y detrás de su reverberación afloraba el ámbar
de la fotografía familiar intocada por la guerra
de rostros aún no arañados por la inmisericordia

y ahora sólo queda en el pozo de mis ojos
la sal de su nombre
y un golpe seco
en el diafragma
a mitad de la noche
que me alerta del azar y sus maniobras
santo y seña de un ángel encumbrado
en el contrafuerte de un hotel de Praga
figura que habrá de desgranarse en destello
en un museo de Buda
en el pretil de un edificio de Pest
en el sol incandescente de Mérida y Cádiz
en el olor a jazmín del barrio de la Santa Cruz
y ante la anchura de Cacela Velha

vestigios de una nostalgia incapaz de hilar
salvo la isla del escorzo insaciable
en la audacia feroz del sobreviviente

—Huimos en los vagones de carbón
—Papá era médico del barco Príncipe de Asturias
que naufragó cerca de las costas de Brasil
su título estaba firmado por Alfonso XIII

Tengo miedo de que se me quiebre la memoria
de que por la rajadura se escape su río
y se deslave lo vivido y se vaya en canturreo
por los adoquines de las calles de la Medina

Te conté que en la Plaza de las Cruces
cantaba una mujer por bulerías

¿Eras tú quien deambulaba entre las ruinas de Al-zahra?

Se me deshilan los pronombres en el nocturno de la letra
en la nitidez de la Selva Lacandona y los Montes Azules

Sólo el silencio lava la luz del olvido
Y las cuentas del komboloi corren como chinillas
acicateadas por los cascos de caballos en galope de viento.

Del libro En el pozo de mis ojos



Padre tiene la cabeza llena de estrellas

Padre tiene la cabeza llena de estrellas
poco dice en enigmas de su visión oracular
pero mide el pálpito del día
al seguir los caprichos de la luz
trazando el contorno de la niebla
Despacio bebe a sorbos el elixir del olvido
como si en sus aguas bautismales encontrara al fin la clave para desvelar el misterio
como si importara certeza alguna
cuando sus labios faltan a la promesa de ser
Y ya siendo silencio
lejana debe parecerle
esta otra orilla
desde la cual
lo miro alejarse
en resplandor.

Del libro  Nervadura del relámpago




Escríbeme en los ojos

Escríbeme en los ojos
el tiro certero de lo inquebrantable
todo ausencia en el revés de lo ido
para saber que sólo en la penumbra
se comprende el juego del resplandor
diafragma que descompone en su gravitar
                un prisma que rebasa la desmesura
                gravidez en reclamo
                                               de un vientre para alumbrarse
                pero apenas es un leve balbuceo
               de quien derrotado apura el cáliz del Leteo
                               en bálsamo para lo maltrecho
                denuncia del tatuaje en cuerpo luminoso

Del libro  Escríbeme en los ojos




A veces quisiera que el mar se ahogara 
dentro de mí

A veces quisiera que el mar se ahogara dentro de mí
porque cansada tengo la entraña de inllorar
y las aguas se agolpan en las noches de domingo
sin atisbar siquiera ante las luces de la ciudad
si hay o no un sentido en las palabras
que se me enarbolan en cielo sin nubes

De querer tanto luego no sé cuál querer quisiera
si el que siempre fuera sábado
o mirar desde la ventana el pasar de la gente
y trato de que los pies no se me hagan jirones
y que cada movimiento atestigüe mi adentro
pero sé que no hay certeza en mi cuerpo

Míos han sido los días de antes
los recuerdos de una fuerza ingenua
que creyó beberse la inmensidad
cuando la desnudez fue otra
¿cómo saber la fragilidad
habitándome desde tan profundo?
y ahora pareciera que sólo mío puedo llamar
el cristal que se ha ido rompiendo
para ser lo que ha sido
sal
y con un poco de suerte algo de espuma

Mío entonces el mar
Mía la tarde sin lluvia
y el bosque y los jardines
y el sol rozando los techos
Mía la palabra
aunque sea un momento
y este domingo
donde las manos
se me llenan de arena.

Del libro Trazos de esgrima



Me devuelves el mar

Me devuelves el mar
uno distinto al que acompañó la infancia
¿vivir será sólo ese alcance?
Queda en mí tu risa
la marisma en la piel
lo inmemorial de ese golpe de agua que mece
y la luminosidad de su transparencia
el pájaro picoteando en la arena
o la bruma sin levante
Reconocerse en la desposesión de ser
para ser otra siendo la misma
y me arrodillo ante lo inmenso
en una plegaria que inicia ajena a mi labio
como si pudiera
de tan perdida
hallarme aquí
en un rostro cifrado por la sal.

Del libro Don del recuento





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