sábado, 14 de mayo de 2011

3848.- CARLOS OLIVA VALENZUELA


CARLOS OLIVA. Lima, 1960-1994
Estudió Matemática Pura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y, hasta antes de su muerte, estudiaba Literatura en la UNMSM. Fue editor de la revista de poesía «Ínsulas Urbanas» (1991). Ganador del Concurso Nacional «Casa del Poeta Peruano» (1992). En 1995 fue editado póstumamente su libro de poesía Lima o el largo camino de la desesperación.
Fundador en 1990 del grupo Neón y editor de la revista de poesía Ínsulas Urbanas(1991).
Carlos Oliva es el primer rostro nítido de la generación de los años 90, el primero en tomarse una leyenda en vida (poeta “maldito” entregado a los excesos, incluidos los de la droga, siempre “en busca de lo desconocido” y en oposición al orden capitalista existente) y en su temprana muerte, arrollado por un microbús. Espíritu neovanguardista en la ruta abierta por Hora Zero y Kloaka, habitante de los barrios populares y marginales pero no impulsado por Eros ( motor de Pimentel, Ramírez Ruiz, Verástegui, Santiváñez, etc.) sino por Tánatos, es decir, por un impulso de muerte y autodestrucción.
“Escribo como alucinado, (...) Cada vez que busco con desesperación una cosa que termino por encontrar comprendo que eso no basta. Entonces, preso de una fuerza extraña, busco otra cosa hasta conseguirla sabiendo de antemano que no me satisfacerá; es por ello que disfruto con el dolor y deseo la muerte”.
TEXTO: Ricardo González Vigil





Anarquía

A Leo Zelada

Sobre estas calles donde el amor es una palabra que no se ve
por ningún lado
descubrí un estado de ánimo tan bello
como una flor amarilla en la noche: Anarquía
tuve que elevarme sobre ese amanecer
y dar pasos tan bellos como un triunfal Nureyev
tuve que desgarrar mi corazón sobre el asfalto
beber alcohol en la noche
gemir sobre un cuerpo que también gemía
mi conciencia fue el diamante que cortó las olas
de un mar infernal dibujado en la memoria:
demonios como ángeles esculpidos en piedras preciosas
fuego tallado en rubíes sangrientos
cuadros extraídos de alguna desvariación de Dalí:
yo tengo la voz de los años perdidos
la poesía es una actitud integral y en primavera nacen versos
como niños precoces de esta época velocísima
tus espacios servirán para contener los desbordes
de mi imaginación que fluye a borbotones en la sangre
de mi herida abierta a tu eternidad ¡oh poesía! eres cordillera de frutos
tecnología de una estética burilada en la memoria
pasión
desvelo cólera
tiempo
pues cada verso tiene su pasado su presente y su futuro
cada verso trae recuerdos emoción ilusiones que agobian
mis huesos robados como una fruta al pasado
y el pasado es el recuerdo de una muchacha a la que amé
con desequilibrio
con lucidez psicótica en las noches que Atenea
cuando se desnudaba
inteligencia y sabiduría de un cuerpo amado como un poema
que aún no he escrito.
Iré pues en busca de ese verso infinito
iré como una radiación sobre esta noche tan agitada
como un burdel para ricos donde se inician bellas adolescentes:
hay que destruir todo
yo sólo puedo enunciar estos versos sobre el silencio
porque el recital perfecto lo encuentro en soledad
sin más auditorio que mis imágenes aferrándose al presente
donde los años aciagos resisten los impulsos de las aguas
de estos océanos procelosos de los cuales emerjo yo tan puro
como un dinosaurio que sobrevive al pasado.






S/T

Tu tesoro, Carlos Oliva, es el amor que perdiste
en tus manos de navegante ebrio,
de náufrago sobre un tronco a la deriva,
de marino agotado de tanto nadar contra la corriente,
para llegar tenuemente hacia la resaca.
Mi poesía en sí no tiene nada que ver con la poesía:
es un clamor de condenado.
Es una protesta, pero esta protesta es principalmente
contra mí mismo.
El canto por el canto en sí no existe (ni siquiera en los pájaros).
El objeto de mi canto –lo que sea– es liberarme de mí mismo,
negarme a mí mismo, es decir, salvarme de mí mismo.
De mi propia autodestrucción que está a punto de desintegrar mi vida.
Es una protesta contra mi condición humana, narcisista y sórdida
y decadente.

Lima o el largo camino de la desesperación, 1995.






LA NOCHE ES COMO UN HOMBRE QUE ESCRIBE POESÍA

Estos versos son mi cuerpo y mi alma
Tomad y comed de ellos
No son noticias televisivas
ni llamadas telefónicas
Son el delirio que clamé.
Estos versos son míos, son tuyos, son de ellos
y van más allá de todo
Son el azul de la noche en cualquier calle
Son el reflejo dorado del silencio,
en los valles, si es que los hay,
en los bosques, si es que aún existen.
Hombres de la vida y de la muerte
que van esquivando las piedras del camino,
las arenas movedizas de la retórica.
No sean necios, no se corrompan
en el tráfico vano o en el vacío pleno de la palabra.

De la revista La tortuga ecuestre XXIV. 142 (Lima,
enero 1997): 1-5. Selección de Paolo de Lima.

Oliva, Carlos. Lima o el largo camino de la desesperación,
Lima, Grita ediciones, 2006.






Poema sin límites de velocidad

He visto una ciudad
una avenida
una calle inundada de cantos
De poemas sonando como bocinas de carros
Y autopistas sin guardias de tránsito
Poemas a 200 Km. P/H
Libres
raudos
veloces por llegar
a los oídos del mundo
donde la ansiedad
la droga
y los atropellos
inventan colores siniestros
Y en medio de todo
Yo con mi bocina
Yo con mi voz levantada
Entre tantos accidentes
Risueño
Ilusionado
Y sin más palabras
Que estos versos sin frenos por las avenidas.




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