domingo, 24 de julio de 2011

4233.- JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ OJEDA


JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ OJEDA (Carmona, Sevilla, 1957), es autor de los libros de poemas Consecuencia de andar (Equipo 28, Sevilla, 1994), A Gazel, Poemas del Cante (Bienal de Flamenco, Sevilla, 2000) y Canción del camino (Ángaro, Sevilla, 2003). Con el poemario Por una mirada (Sevilla, Ediciones el Desembarco, 2005) obtuvo el primer accésit del Premio de Poesía "Luis Cernuda" del año 2003.




LA NIÑA

Se enrareció el ambiente de aquel día.
Mis hermanos y yo fuimos llevados
a casa de mi abuela.

Por inquieto y curioso
quise salvar tan relajada guardia
y volver a mi casa. Entré al tiempo
que lo hacían dos hombres muy extraños,
con ropa blanca y negra; algo así
como una larga bata hasta los pies.

Susurraron palabras ante una caja blanca
donde, también de blanco,
dormida estaba mi hermanita nueva.

Entre varias personas,
familiares y amigos de mucha confianza,
mi madre, húmedos ojos, llamándome a sus brazos
me dijo: «se la llevan a Dios, derecha al cielo».

Todavía al pensarlo
en esas ocasiones de profunda tristeza
que en la vida nos vienen, viene a mí la visión
del llanto de aquel niño con tres años
por su hermana recién nacida, recién muerta.



PROMOCIÓN DEL 75

Era el último día de instituto.
Al despedirnos nos intercambiamos
direcciones, teléfonos y abrazos.

Quedaban por vivir
los años del «¿estudias o trabajas?»,
el proceso de ajuste y engranaje
en la cacareada clase media;
milímetros arriba, milímetros abajo.

Algunos con los que mantengo aún contacto
rememoran anécdotas o apodos
y proclaman aquello como época
dorada de felices bachilleres;

lo que demuestra que necesitamos
mitificar lugares, tiempo, gente...;
sentir que fue más dulce cierta etapa en la vida
que cada cual sitúa (yo, en la infancia)
donde puede creer
que la tristeza no existía.



«CONMIGO VAIS»

Los conocí en un bar
de los de última copa,
cuando a casa volvía
después de una derrota
amorosa. Vivimos
con amistad rumbosa
esa noche casual,
que terminó en alcohólica.

Pensé, ya con el día
-que contrasta las sombras
y pone con su luz
en su sitio las cosas-,
que ellos en la risa,
en charlas ruidosas
ocupaban ociosos
lo mejor de sus horas
mientras que yo, en los versos,
en tardes melancólicas...
Concluí: «Fue una noche
pasajera, anecdótica».

Pero me equivoqué.
Sucedió de otra forma.
La amistad fue creciendo.
Yo me adapté a sus locas
noches de discoteca
y de «llena otra ronda»;
ellos, a mis sensibles
parrafadas de coña.

Lo mucho que les debo
tal vez ellos lo ignoran.
A veces me salvaron
de una apretada soga
de hastío, del peligro
que lleva la zozobra.

Aunque apenas nos vemos,
la amistad sigue ahora.
Yo sé que estáis conmigo,
mi corazón os nota.



INÉS, JORGE, NACHO, ANGELA, MIGUELÓN...

Estos nombres que trae mi hijo cada tarde
en sus atropelladas narraciones
sobre juegos y risas y llantos y peleas,
los mismos para amigos que enemigos
según soplen los ánimos del día...

Estos nombres, que saltan de su boca
sin concierto (a Inés puse primera
por ser a quien primera llama novia),
yo anoto por si acaso,
al repasar el tiempo, su memoria
quisiera levantar, hacer más viva
su imagen con tres años: el colegio,
la fuente y los naranjos de su patio
(que él recordará ya siempre enorme).

Estos nombres yo anoto
porque así tendrá algo que despeje
levemente la niebla de sus primeros años.



ABRIL

Tiene razón la lluvia.
Abril no es sólo luz,
es contraluz, engaño. Y es penumbra.

Abril es alborozo.
Y es tristeza -en el húmedo cristal-
que viene de estos ojos.



VECINDAD

Acostumbrarse, ya desde los juegos,
a la sombra almenada de un castillo;
a escuchar en la voz de sus mayores
que si romanos, moros o judíos...

Crecer sabiendo que su pueblo es viejo,
aunque no tenga claro lo de antiguo.
(Barbacana, mosaico, aljibe, ánfora,
arco de puerta, puerta con rastrillo...
son palabras de cosas muy corrientes
para él, porque siempre las ha visto).

Bajar, joven curioso, a la Necrópolis,
casi intacta después de veinte siglos.
Comprender cómo el hombre estuvo, está
tras el arte, debajo del vestigio.

Costumbre de los años. Ya estos ojos
ven, a veces, la muerte en todos sitios.



POR UNA MIRADA

Lejos ya la primavera,
lejos mi primer amor,
tú me has devuelto el sabor
de su sensación primera.
Y ha sido de tal manera
que vuelvo a entender por qué
por un mirar tan profundo
puede regalarse un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por acariciar tu pelo...

Por lo demás... yo qué sé.



DE CORAZÓN

Entre el debo y entre el quiero
estás luchando conmigo.
La lucha ha de ser contigo.
Tu enemigo verdadero

sólo eres tú. Yo te quiero
bien (de corazón lo digo).
Considérame tu amigo
pues para mí lo primero

es que la vida te vaya
como pinta tu deseo
(si cabe, mucho mejor).
Porque yo en igual batalla
luchando también me veo;
contra mí, por este amor.



CRUZADA

Me dispongo a luchar contra el infiel
pensamiento que me hace tu cautivo.

Consigo -imaginando- convertir tus palabras
en palabras vacías, sin sentido;
tus sueños, en sonoras pesadillas;
tus mañanas, en despertar sombrío...
Pero no llego a imaginar tus ojos
sin su color de almendra ni su brillo.
Larga será la lucha. No sé cómo
podré apagar tus ojos en mi olvido.



PARA QUÉ

Para qué tu mirada. Para qué
si los dos ya tenemos muy marcada
la vida. Para qué -di- tu mirada.
Para qué... Tú lo sabes. Yo lo sé.

Con mirarnos tan sólo damos fe
de un sentimiento que no lleva a nada
conveniente. Toquemos retirada
de lo que hubiera sido y nunca fue.

Si esto no puede ser -nunca será-,
hagamos ya que el tiempo lo diluya
para que pronto olvides. Ojalá.

Y en lo que a mí respecta, igual me da.
No me importa que esta mirada tuya
siempre esté en mis recuerdos. Estará.



REO

Ya no te puedo olvidar.
Pero yo no te creé,
tú existías de verdad.





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