SARA BÚHO
Sara Bueno Hormigo (La línea de la Concepción, Cádiz, 1991). Graduada en Derecho y con un Máster en Marketing Digital y Comercio Electrónico, nunca dejó de lado una de sus grandes pasiones: escribir. Desde los quince años comparte textos en su blog, y más tarde en distintas redes sociales bajo el alias Sara Búho. Ha colaborado con diversas revistas culturales y participado en recitales en diferentes puntos de España. También ha asistido como ponente a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cádiz para hablar sobre poesía en internet y nuevas generaciones.
Ha publicado:
La ataraxia del corazón, (Colección Valparaíso Ediciones de Poesía, 2016).
“Empecé a saber del tiempo
justo en el momento
en el que te eché de menos.
No sé si pasó un segundo,
un minuto
o cien años;
sólo era tiempo".
Tú, yo, nosotros. Esto no va de amor.
Nací en agosto,
estoy libre de bautismo porque mis padres pensaron
que decidiera yo misma en lo que creer una vez supiera hablar.
Crecí en un colegio de curas,
he recitado el avemaría todas las mañanas a las ocho
desde los séis años hasta los dieciséis.
Mentiría si dijera que no echo de menos el uniforme,
las verbenas de fin de curso
y muchos profesores.
Lo de rezar no.
Nunca se me dio bien relacionarme;
el llevar un corsé ortopédico media adolescencia no ayudó.
Nunca fui muy popular,
la verdad,
me gustaba no serlo.
Aun así tuve suerte,
a día de hoy sé que tuve los mejores compañeros que podía tener.
He tenido cinco mejores amigas,
soy hija única aunque una vez juré tener una hermana
dentro de esas cinco.
Hoy me debato en esa creencia firme de que la amistad existe
tal y como yo la siento o como veo que es;
todo iba mejor cuando no nos planteábamos tantas cosas
la verdad.
Me crié en un barrio linense
a base de los potajes, guisos,
pucheros y otras delicias de mi abuela Ani,
bajo la voz callada y mirada atenta y protectora de mi abuelo Juan.
La primera de las nietas,
mimada sí,
pero no consentida.
Mi bisabuelo fue poeta,
escribía desde la cárcel
y mi abuela Tere solía recitarme sus poemas
antes de tan siquiera ser capaz de comprenderlos
mientras yo jugaba con una caja de botones.
Prometí a mi abuelo Pepe leer la Biblia y ya he cumplido la mitad.
Adoro a mi familia,
desde mis padres hasta lo que alcanzo a conocer
y sigo conociendo a día de hoy.
Los disfruto, y aunque los quiero les cuento poco
pero aun así saben mucho más de lo que parece.
Amé el metal a los trece,
el punk a los 14,
y el rap a los 15,
ahora ando enamorada de muchos cantautores
y detesto a aquellos que juzgan a otros por escuchar reggaeton
si ellos mismos se vuelven locos cuando suena
un tema clásico en cualquier discoteca.
Yo los bailo,
qué pasa.
Descubrí el amor a los trece,
lloré por amor por primera vez a los catorce.
Lo he confundido con cariño,
lo he transformado en olvido.
He tenido cuatro novios
y no he besado a muchos más.
Me han juzgado por eso de que según dicen eso no es vivir la vida,
que tengo que experimentar;
yo qué sé,
siempre me ha pesado más el latir del corazón
que el de la entrepierna.
Luego acaban reconociendo que los mejores polvos no son los de una noche.
Pero eso es otro tema.
Me han roto el corazón dos veces
y yo he roto otros dos.
Para qué hablar de platos.
De la primera vez aprendí que tirar la toalla a destiempo
es sólo una excusa para no afrontar
que el amor cuando se quema sigue oliendo bien;
la última descubrí que no había aprendido una mierda,
además de que la mentira como patología existe.
De las veces en las que hice daño aprendí que
que se te vaya el amor es otra forma de arrancarte
el corazón del pecho y no tener a quién dárselo
porque sabes que no es justo.
Que es lo peor porque es una carretera de un solo sentido
y sólo tú tienes el freno.
Estudio derecho para dedicarme a otra cosa,
nunca me he permitido equivocarme
por miedo a ser juzgada,
para con veintidós daños
acabar dándome cuenta de que equivocarse no es un error.
Y todo esto para acabar diciendo
que somos los únicos jueces sin oposición que perdemos el juicio contra nosotros mismos
cuando somos todos los que creamos lo “socialmente establecido”,
y aun así inventamos la palabra prejuicio sólo para excusarnos cuando la cagamos.
Constelaciones.
No tengo nada que decirte,
hablar entorpece cada pulso acelerado
y mirarte es gritarte a frenazos.
Parpadeo como si pudiera escapar
de tu imagen,
suspiro como si fuera capaz de desalojarte
de mi estómago
y río como si pudiera engañar a la tristeza.
Desde que no pasó nada,
por el papel pasa de todo menos el tiempo;
por mi piel sólo pasas para que recuerde las huellas que no dejaste.
Desde que no pasó nada
mis dedos cuando escriben tienen más memoria que el tiempo,
y me señalan culpable de todas esas huellas que no dejaste.
Te veo sonriendo,
cambiando a tu antojo las constelaciones de pecas que adornan tus ojos
con solo una mueca de felicidad incierta
ante mi incierto modo de mirarte cada peca.
Eres un boca a boca sin distorsionar
y yo una supernova clavada en tu pupila.
Comparto una mirada al cielo sólo con aquellos
que son capaces de encontrar el universo en tus ojos.
Comparto una mirada al cielo sólo con aquellos
que son capaces de encontrar el universo.
Comparto una mirada al cielo sólo con aquellos
que son capaces de encontrar.
Comparto una mirada al cielo sólo con aquellos
que son capaces.
Comparto una mirada al cielo sólo con aquellos.
Comparto una mirada al cielo.
Comparto una mirada.
Comparto.
No tengo nada que decirte,
hablar entorpece cada pulso acelerado
y mirarte es gritarte a frenazos.
DE OLAS QUE SE ROMPEN
He salido a hablar con las olas
sólo porque sabía que ellas iban a romperse
antes que yo.
Las rocas se han limitado a dejarse abrazar
aplacando la violencia
y reteniendo restos de cada impacto.
Las rocas están perdidamente enamoradas;
es el secreto que guardan todas las costas.
Se van desgastando,
dejando al agua ir con la certeza de que volverá
con más fuerza.
Que volverá,
y volverá para romperse
donde "como siempre" y "hasta nunca"
se hacen equivalentes.
Yo he sido impacto.
Encerré el desamor en una jaula cuando se puso violento;
le observé,
sufrí su agonía,
la escribí;
sentí sus golpes contra sí mismo,
contra él, contra mí
y contra un nosotros que ya no era.
Confundí las rocas con la arena.
Arena que me dejaba ir prometiendo quedarse,
y yo volvía,
pero ya no estaba allí.
Y llegas.
Te miro a los ojos y es como darle la espalda al mar,
sola y únicamente para cerrarlos y dejarse caer después.
Prometí no volver a reconocerme en palabras,
y lo último que he acabado comprendiendo
es que las únicas promesas que rompo
son las que hago conmigo misma;
lo penúltimo,
que la verdadera felicidad es la que se siente por otros
pero nace en el propio estómago;
lo antepenúltimo,
que sé que no podría ser taxista porque todos los caminos
acabarían en tu casa: y todo sin hablar de Roma
y mucho menos del amor.
Eres esa afirmación tajante que a veces abruma
y otras da ganas de vivir sola y únicamente
por y para demostrar su culpabilidad mientras sonríes.
Y sí, la vida da vueltas y yo bailo contigo,
pero es ella la que me pisa los pies:
no le eches la culpa a los tuyos
que sin saber cómo te han traído hasta aquí.
Que toda la redundancia cabe en un beso,
mientras nos callamos un "que se joda el amor",
y no pediré disculpas porque no lo siento.
No estoy muerta.
De pronto llega alguien que quiere quedarse a sabiendas de que estás rota.
Llega alguien que no pretende repararte
porque sabe que la vida y tú ya tenéis un trato y no tiene nada que hacer.
Que a lo que llamas poemario lo llama experiencia.
Que es capaz de bailar cada uno de tus latidos sin importar el ritmo.
Que no coarta el amor, que lo deja fluir y hace que lo dejes fluir salvaje porque no puede ser de otra manera.
Que no busca las palabras exactas, pero las tiene.
Que no ve el naufragio, sólo el mar.
Que cuando sonríe se convierte en la auténtica metáfora de la vida y no tiene ni idea.
De pronto llega alguien.
De pronto llegas.
Llegas y te coronas con todas las espinas que voy escupiendo,
paseas por mi habitación y la conviertes en un laberinto de sueños,
acampas en mi mente y la creatividad se congela un segundo antes de empezar a derretirse;
edificas cada vacío, y ahora encuentro el mar hecho sonrisa al volver cada esquina.
Llegas y te plantas de frente para que no pueda mirar a otro lugar
y me doy cuenta de que nunca llega tarde algo que no se espera.
Llegas y me haces caer en la cuenta de que el amor es como las hadas de Peter Pan,
que sólo mueren cuando no crees en ellas.
Conectando tu herida con la mía llegas y te conviertes en la primera persona
capaz de hablar de paz sin mencionar la guerra.
Llegas y no prometes quedarte, pero te quedas.
Llegas y no prometo quedarme, pero me quedo.
De pronto llegas
con tu ejército de silencios,
pero esta vez no vienen para luchar;
como un trébol de cuatro hojas en medio del desierto,
no salvas
pero das esperanza.
Siendo poeta.
Cuando más pasional he sido ha sido siendo poeta.
Cuando más retorcida he sido ha sido siendo poeta.
Cuando más histérica he sido ha sido siendo poeta.
Cuando más dramática he sido ha sido siendo poeta.
Cuando más triste me he sentido ha sido siendo poeta.
Cuando más feliz he sido ha sido siendo poeta.
Cuando más inconformista he sido ha sido siendo poeta.
Cuando más odio he sentido ha sido siendo poeta.
Cuando más hundida he estado ha sido siendo poeta.
Cuando más reconfortada me he sentido ha sido siendo poeta.
Cuando más he echado de menos ha sido siendo poeta.
Cuando más dañina he sido ha sido siendo poeta.
Cuando más libre me he sentido ha sido siendo poeta.
Cuando más perdida me he sentido ha sido siendo poeta.
Cuando más motivada me he sentido ha sido siendo poeta.
Cuando más rencorosa he sido ha sido siendo poeta.
Cuando más decepcionada he estado ha sido siendo poeta.
Cuando más orgullosa me he sentido ha sido siendo poeta.
Cuando peor lo he pasado ha sido siendo poeta.
Y cuando mejor.
Es intensidad.
Por eso confundo herramienta y fin.
Dudo que el fin
en mi caso
sea la poesía misma.
Por eso nunca me llamaré poeta sino superviviente.
Podría escribir.
Podría escribir de las heridas,
del amor a amarte,
de las despedidas,
del sabor de tu corazón en mi boca,
de las faldas al vuelo,
de los tupidos velos,
de lo que se tarda en olvidar
cuando no se olvida,
de la primavera y su polen,
del invierno y su infiel frío,
del calor y su infiel verano,
de ser
estar
parecer
y resultar no ser,
ni estar,
ni parecer;
podría escribir de mí,
hacer otro poema
donde echarme a dormir
y que veáis en qué o con quién sueño,
donde volver a destriparme
y que sepáis lo que fui,
lo que sentí,
donde descubra que quitarle las alas a las moscas
es cosa de adultos,
y las mariposas se van por el retrete
cuando tiras de las cadenas.
Podría escribir eso de que la vida no es fácil,
jugar con las palabras,
jugar con el olvido para recordar
cuánto he querido,
cuánto habéis querido;
sobre cuánto me duelo,
sobre piedras del camino,
sobre besarlas,
apilarlas,
tirarlas y esconder la mano
para volver a recogerlas,
besarlas,
besarnos.
Besos,
puedo escribir sobre besos,
sobre sexo,
sudor,
magia,
hormonas
sábanas vacías,
lados de la cama,
desayunos fríos,
la vida en el roce,
en las rozaduras de las rodillas,
moder,
acariciar.
Desamor, amor, follar,
sobre follarse cosas como la primavera,
más recuerdos,
noches,
más y más recuerdos,
más y más noches;
soñar,
sueños,
pesadillas,
unir palabras porque sí,
porque nos da por ahí.
Te vas,
vuelve,
vete,
fue bonito mientras inspiró,
mientras suspiró,
mientras expiró.
Sobre lo que sabemos del amor
otra vez,
y otra,
poetas, poesía,
paso.
Hoy podría escribir versos manidos,
me dejé la caja abierta al tiempo.
Y la vida pasa pero...
pero disculpa,
me estás tapando el sol.
Qué putada sería
De entre todo lo inanimado del mundo,
lo más triste es ser una ventana.
Concretamente la tuya.
El contemplarte a ti y que tú
jamás te fijes en ella.
Me explico.
Me imagino,
desnaturalizada, hecha cristal y forja,
congelada o incandescente
pero siempre impasible;
observándote en cada respiro
cuando es suspiro y cuando me abres
únicamente porque te falta el aire.
Presente en tus buenos días,
en tus malas noches,
cubriéndote de la lluvia
y a la vez queriendo lloverte.
Cubriéndote del calor
y a la vez queriendo hacerte arder.
Siendo un mero narrador en tercera
sin siquiera tener opción a contarte.
Que veas a través de mí,
y sólo te fijes en lo de fuera
porque no tiene sentido que te muestre lo de dentro;
que cuando me mires sólo veas tu reflejo,
dibujes con el vapor,
o recorras con los dedos el sendero aleatorio de las gotas de agua
que han querido quedarse a verte,
pero jamás sea porque soy yo.
Que lo del polvo sea solo limpieza.
Querría inventarme cada día un paisaje nuevo
para que despiertes siempre con la ilusión
que le falta al mundo.
Y que le den a las leyes de la física
si le doy la vuelta a la tierra y mañana te sonríe un arcoiris.
No sé,
en estos tiempos jugar a decir verdades
es más emocionante que jugar a decir mentiras
y chico,
qué gran putada sería ser tu ventana;
que sólo me eches en falta
porque no esté.
La ataraxia del corazón, (Colección Valparaíso Ediciones de Poesía, 2016).
DECLARACIÓN DE UNA MUSA
Lo que lees no es una dedicatoria, es un aviso;
No pienso parar hasta que cada palabra que escribas
pierda totalmente su sentido.
Pienso reinventar cada uno de los versos y los besos
que has ido regalando por ahí durante años.
Voy a colarme entre tus oraciones así como
entre tus sábanas.
Voy a dormir en tus horas vivas y en tus horas muertas.
Voy a esconderme en el sabor de cada sorbo de cerveza
que saboreen tus labios.
Voy a ser tan parte de ti, que tus poemas van a ser
puro narcisismo.
“Sara presenta en su primer poemario todas las palabras que la habitan. Lo hace desde la serenidad que da lo ya vivido, desde el aprendizaje vital que acompaña a los errores y a los finales. No tiene miedo a bucear dentro de sí misma para dar respuesta a las preguntas que se hace en voz alta, y lo hace sabiendo que el resto también necesitamos escucharla. En uno de sus poemas, Sara escribe: «te conviertes en la primera persona capaz de hablar de paz sin mencionar la guerra». En este libro, Sara habla de la guerra enseñando sus heri-das, que no son más que la cicatriz de la victoria. Y nosotros nos convertimos, así, en los testigos de su triunfo”.
por Elvira Sastre
Conocí a Sara Búho por los versos que subía a Facebook, pero no me llamó la atención especialmente, me gustaban, me parecía muy auténtica pero no me llamé la atención, porque en realidad nadie me llama la atención de esa forma. No obstante, me gustaba así que la comencé a seguir y me gustó mucho lo que escribía, pero ya os digo, sin resaltar. Esos son los motivos por lo que cuando vi que había sacado un libro con Valparaiso me dio miedo y curiosidad. Curiosidad porque como digo en todas las entradas en las que aparece esta editorial, es una editorial que me encanta y que tienen mucha personalidad. Miedo porque estoy acostumbrada a que otra editoriales se vendan a los "boon" de las redes sociales y publiquen textos de mala calidad pero que venden.
El libro llegó a mis manos en forma de regaló, pero como justamente había acabado los exámenes finales no me puse a leerlo de momento aunque lo miré por encima por la curiosidad que tenía y lo que vi me hizo perder el miedo con el que iba, pero no leí mucho más.
Este verano estaba en mi lista de pendientes, pero por envío de editoriales, y creo que por prever que me haría falta después lo fui dejando, hasta ahora.
¿Conocéis esa sensación de estar tan rota que no os apetece ni leer, por qué sabéis que os va a desgarrar más los pocos sentimientos que albergáis? Así me sentía antes de leer La ataraxia del corazón, pero aún así lo leí porque hay libros que vienen a tus manos cuando es el momentos ideal, ni antes ni después, vienen y no eres capaz de dejarlo en la estantería una vez que los has empezado.
Este libro me ha hecho llorar, me ha terminado de romper para luego coserme verso a verso.
El único monstruo que hay en esta habitación es la soledad que me envuelve cuando miro frente al espejo
Os vais a encontrar la historia de una vida, contada con unos poemas sinceros que desprenden delicadeza y fuerza.
Normalmente, los libros que solo tratan de amor me terminan cansando pero no me ha pasado con este, porque la única razón por la que dejaba de leerlo era porque me dolían demasiado las palabras y tenía que parar. Puede que esto influya el momento en el que lo he leído, que como veis no es muy bueno, pero dudo que este libro pueda cansar a alguien, porque es la vida en verso. Es un diario cómplice que te cuenta de una forma bonita los desastres de la tormenta. Porque creo que eso es este libro, una tormenta.
Para ti la distancia siempre fue un impedimento, para mi solo era la falta de ganas
Es una tormenta porque después de ella viene la calma, la serenidad, la reconstrucción de los daños que ha provocado, y el olvido.
Ya no es solo que los poemas te cuenten una historia, un momento, sino que el libro en si también lo hace. Sigue un hilo de poemas cronológicos en sentimientos que hacen que veamos el mundo desde los ojos de alguien que se vuelve a enamorar pero ya todo ha cambiado.
Llega alguien que no pretende reparte porque sabe que la vida y tú tenéis un trato
y no tiene nada que hacer.
Para mi el libro se divide en tres partes. La primera de ellas, la cual es la más corta sería de amor, de lo que se puede llamar calma antes de la tempestad., con un par de poemas, a continuación empieza la tormenta. Esta es la parte más profunda, más larga y con la que más me he sentido identificada y creo que todo el mundo se va a sentir identificado, porque todos hemos tenido esa lluvia que nos manchaba la cara y no nos dejaba ver con claridad lo que pasaba a nuestro alrededor. La última parte es un grito a la esperanza, la parte en la que no he parado de llorar, sobre todo con el poema No estoy muerta, y ha sido la parte que más me ha hecho llorar porque quiero sentir la esperanza, porque quiero sentirme identificada, pero no puedo.
Una mañana me miré al espejo
y con la venda de los ojos me hice un lazo en el pelo;
ahora estoy más guapa y menos ciega
Creo que con todo lo dicho, no os puedo decir nada que no diga el propio título, La ataraxia del corazón, en eso se resumen los poemas que vais a encontrar, en llegar a la ataraxia poco a poco, pero al final todo está en calma y el camino a merecido la pena.
Como podéis ver en esta reseña me he implicado sentimentalmente, algo que no me gusta hacer pero es que creo que este libro es perfecto los sentimientos. No tiene un lenguaje complicado, no es buscar la belleza en la poesía por buscarla, es usar la poesía para hablar, para hablar de tú a tú, sin palabras que sobran en mitad de la frase. Este libro me hace hablar con el corazón en la mano porque el libro tiene sentimiento y creo que la belleza de transmitir los sentimientos de un escritor a un lector es lo que hace al libro verdaderamente poesía. En él Sara ha hecho de su vida la de los demás, porque si no es sentís identificados con todos, o con algún poema no sabría deciros que estáis haciendo mal, pero os aseguro que algo.
No puedo añadir mucho más, solo que cada vez tengo menos miedo a ciertos libros y me hubiera arrepentido sino llego a leer este libro y dar las gracias por leerlo justamente ahora, en mi tormenta porque quizá tenga un significado más especial por el momento.
Ahora, solo quiero conocer a Sara para preguntarle como se vuelve a poder confiar cuando estas rota.
Leed este libro porque es la mejor lectura del verano con diferencia.
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