JÁN ZAMBOR
(1947) es un poeta eslovaco, científico literario y traductor de poesía. Ha trabajado como redactor en la redacción literaria de la radio de Košice, luego en el Instituto de la Crítica Literaria en Bratislava y como redactor jefe de la revista literaria Toques; desde el año 1991 trabaja como catedrático en la Facultad de Filosofía de la Universidad Comeniana en Bratislava, impartiendo clases de poética general, de poética histórica (la poesía eslovaca del siglo xx), y de poesía española y rusa. Es autor de los poemarios: Una tarde verde (1977), Inaplazable (1980), Un caballo en el barrio (1983), Días plenos (1988), Bajo un árbol envenerado (1995), El soprano de las gotas de lluvia (2000) y El esplendor de la mezcla (2007) y dos selecciones de poesía El potro melancólico (2003) y El corazón de paso (2007). En el año 2014 se publicó La casa llena de invisibles. Selecciones traducidas de su poesía vieron la luz en Bulgaria, Alemania, Bielorrusia y Grecia. Su obra ha sido traducida al español por Justo Jorge Padrón, Alejandro Hermida de Blas y Salustio Alvarado con Renáta Bojničanová.
Traducción de Alejandro Hermida
Desamparada
Tú, mi hierba atribulada
que tiemblas ante nuevas noticias,
muy pesados son los mecanismos de los días
que transitan por ti.
Para aquella aplastada y quemada
hasta el don de la lluvia es muy pesado.
Mi roce ligero es un pinchazo.
En voz baja te convenzo:
No,
abril en las afueras no fue un paisaje
muerto, sino
animado, en las lomas junto a la carretera
brotaban manantiales
de color verde claro,
el cielo tormentoso hacia el que íbamos con el coche
no era gris negruzco, como dices, sino
gris azulado, y la fuerte lluvia que nos obligó a parar
no era incolora ni turbia
como sedimento, sino
con un matiz verdoso…
Reúno todo el silencio
para tu sueño,
que él te devuelva
a ti misma,
y que yo encuentre tu mano perdida.
Qué fácil puede pasar
Una petición de fuerzas
como de boca de Štúr:
Señor, no permitas
que me abandone.
Cuando en este mundo humano tan variado,
hojeando el infinito libro de los rostros,
paso por delante de los que duermen en el suelo del metro,
yo, que ahora, pese al cansancio, floto,
que he venido aquí en avión,
que tengo una habitación que sobrevuela en el piso quince,
que hoy ante mí se han abierto las puertas,
los oídos,
los ojos
(algunos como rosas),
que me espera una madre en casa, achicoria en el borde del camino,
que me agarro a un hilo, al cañón de una pluma,
que aun en momentos sin fondo
me acoges bajo tus alas blancas,
qué fácil puede pasar
que yo desista
de la lucha cotidiana
por mantenerme a flote,
que caiga
en alguno de esos montones
de cajas de cartón,
de trapos,
de hojas de publicidad,
y que no salga de ahí,
y con la cara y las manos
caiga entre los vasos,
entre los vidrios rotos:
el rojo cristal.
Tal vez por cansancio excesivo
y por la excesiva decepción.
Por el excesivo orgullo.
Por un incomprensible cruce de cables.
Cómo os entiendo
a los que os abandonáis,
arrastrando el ala rota detrás de vosotros.
Cómo acercarme a vosotros
La dudosa vestal
de las nueve llamas de las nueve torres
del Templo de Basilio el Bienaventurado
ante los ojos severos de la Madre de Dios de Smolensk
sumergida en la lectura de una novela de quiosco,
su amigo, el guarda, sentado en la iglesia central
con su llama que asciende —y transporta
a lo alto— a lo alto,
hasta la música de las esferas,
los auriculares puestos,
meneando el pie,
tú que te erizas ante mi intento de entablar contacto
(estas líneas las escribo con la púa que aún escuece),
y tú que, además de iconos, ofreces a la venta
matrioshkas con la efigie de estrellas del espectáculo y la política,
la de Stalin también,
y no quieres escuchar que Jesucristo
echó a los mercaderes del templo,
vosotros que no venís de otro planeta,
nuestros hijos.
Que bajáis ante nosotros las persianas
para vuestras cacerías,
escapadas.
¿Con qué palabra
hablaros,
cómo?
Mesa
Una mesa de escritorio, entrevista
en el viejo garaje de una casa abandonada
y silenciosa, reposando
sobre un costado, traída
de algún sitio, hasta ahora
arrumbada,
fuerte como el roble, (todavía)
lisa como una hoja;
el intenso deseo
de quedarse aquí,
de acariciarla con un trapo delicado,
de entrarla solemnemente en la habitación,
de acomodarse en ella, tan amplia,
de dejar en ella un platillo con una taza tintineante,
de lustrarla con los codos, las palmas de las manos y los dedos,
o con el rostro,
de experimentar placeres
de ermitaño.
Seguramente florecería, daría hojas,
frutos.
Buey de los ancestros,
tiraría de una carga pesada,
sacaría del fango un carro atascado.
Buen caballo fiel de los ancestros,
me llevaría
galopando por el paisaje,
nuestras cabezas al viento. 1
Stratenkyňa
Ty moja utrápená tráva,
zachvievajúca sa pri nových správach,
priťažké sú mechanizmy dní,
čo tebou prechádzajú.
Ubitej, spálenej
aj dar dažďa je priťažký.
Môj ľahký dotyk je ti bodnutím.
Tlmene ťa presviedčam:
Nie,
apríl za mestom nebol mŕtvou
krajinou, ale
oživenou, vedľa diaľnice na kopcoch
vyvierali svetlozelené
pramene, búrková obloha, ku ktorej sme sa autom blížili,
nebola čiernosivá, ako vravíš, ale
modrosivá, aj silný dážď, pre ktorý sme museli zastať,
nebol bezfarebný ani
ako múľ, ale
dozelena —
Všetko ticho zhŕňam
pre tvoj spánok,
aby ťa vrátil
sebe,
aby som našiel tvoju stratenú ruku.
Ako ľahko sa môže stať
V prosbe o dostatok síl
ako zo Štúrových úst:
Pane, len to nedopusť,
aby som sa opustil.
Keď v tomto pestrom ľudskom svete,
listujúc v nekonečnej knihe tvárí,
míňam tých, čo spia v metre na dlažbe,
ja, ktorý sa teraz napriek únave vznášam,
priletel som sem lietadlom,
mám plachtiacu izbu na pätnástom poschodí,
pred ktorým sa dnes roztvárali dvere,
uši,
oči
(aj ako ruže),
ktorý mám doma mamu, čakanku na okraji cesty,
ktorý sa držím nitky, kostrnky pierka,
že ma v bezodnej chvíli
ešte prichýliš pod svoje biele krídla,
ako ľahko sa môže stať,
že vzdám
ten každodenný zápas
byť nad vodou,
že zapadnem
do nejakej z tých hŕb
papierových škatúľ,
handier,
reklamných letákov,
a že sa odtiaľ nevyhrabem
a rukami a tvárou
zapadnem do pohárov,
do rozbitého skla —
červené slnko.
Možno z priveľkej únavy
a z priveľkého sklamania.
Z priveľkej hrdosti.
Z nepochopiteľného skratu.
Ako vám rozumiem,
opúšťajúci sa, ťahajúci za
sebou zlomené krídlo.
čím sa vám priblížim
Pochybná vestálka
deviatich plameňov deviatich veží
Chrámu Vasilija Blaženého
pred prísnymi očami Smolenskej Matky Božej
zabratá do čítania bulvárneho románu,
jej kamoš, strážca, sediaci v hlavnej cerkvi
s plameňom stúpajúcim — unášajúcim
vysoko — vysoko,
až k hudbe sfér,
slúchadlá na ušiach,
pokyvkávajúci nohou,
ty, čo sa na môj pokus o kontakt ježíš
(pálčivým ostňom píšem tieto riadky),
i ty, čo s ikonkami ponúkaš na predaj
matriošky s podobizňou hviezd šoubiznisu a politiky,
Stalina
a nechceš počuť, že Ježiš
vyháňal kupcov z chrámu,
vy, čo ste sem nepadli z Mesiaca,
naše deti.
Pre svoje záťahy,
úlety
zaťahujúce pred nami rolety.
Akým slovom
sa vám prihovoriť,
čím?
Stôl
Písací stôl, zazretý
v bývalej garáži v opustenom tichom
dome, oddychujúci
na boku, odniekiaľ
privezený, zatiaľ
odložený,
mocný ako dub, (ešte)
hladký ako list,
silná túžba
tu ostať,
pohladiť ho jemnou handričkou,
vniesť slávnostne do izby,
rozložiť sa na ňom, rozložitom,
položiť naň tanierik so zvoniacou šálkou,
leštiť ho lakťami, dlaňami a prstami,
tvárou,
zakúšať pustovnícke
rozkoše.
Určite by rozkvitol, vydal listy,
zarodil.
Predkov vôl,
by ťahal ťažký náklad,
vyslobodzoval z bahna zapadnutý voz.
Predkov dobrý verný kôň,
by ma niesol,
cválal krajinou,
okolo našich hláv vietor.
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