lunes, 28 de noviembre de 2016

JÁN ZAMBOR [19.658]


JÁN ZAMBOR

(1947) es un poeta eslovaco, científico literario y traductor de poesía. Ha trabajado como redactor en la redacción literaria de la radio de Košice, luego en el Instituto de la Crítica Literaria en Bratislava y como redactor jefe de la revista literaria Toques; desde el año 1991 trabaja como catedrático en la Facultad de Filosofía de la Universidad Comeniana en Bratislava, impartiendo clases de poética general, de poética histórica (la poesía eslovaca del siglo xx), y de poesía española y rusa. Es autor de los poemarios: Una tarde verde (1977), Inaplazable (1980), Un caballo en el barrio (1983), Días plenos (1988), Bajo un árbol envenerado (1995), El soprano de las gotas de lluvia (2000) y El esplendor de la mezcla (2007) y dos selecciones de poesía El potro melancólico (2003) y El corazón de paso (2007). En el año 2014 se publicó La casa llena de invisibles. Selecciones traducidas de su poesía vieron la luz en Bulgaria, Alemania, Bielorrusia y Grecia. Su obra ha sido traducida al español por Justo Jorge Padrón, Alejandro Hermida de Blas y Salustio Alvarado con Renáta Bojničanová.



Traducción de Alejandro Hermida


Desamparada 

Tú, mi hierba atribulada 
que tiemblas ante nuevas noticias, 
muy pesados son los mecanismos de los días 
que transitan por ti. 

Para aquella aplastada y quemada 
hasta el don de la lluvia es muy pesado. 

Mi roce ligero es un pinchazo. 

En voz baja te convenzo: 

No, 
abril en las afueras no fue un paisaje 
muerto, sino 
animado, en las lomas junto a la carretera 
brotaban manantiales 
de color verde claro, 
el cielo tormentoso hacia el que íbamos con el coche 
no era gris negruzco, como dices, sino 
gris azulado, y la fuerte lluvia que nos obligó a parar 
no era incolora ni turbia 
como sedimento, sino 
con un matiz verdoso… 

Reúno todo el silencio 
para tu sueño, 
que él te devuelva 
a ti misma, 
y que yo encuentre tu mano perdida.




Qué fácil puede pasar

Una petición de fuerzas 
como de boca de Štúr: 
Señor, no permitas 
que me abandone.

Cuando en este mundo humano tan variado, 
hojeando el infinito libro de los rostros, 
paso por delante de los que duermen en el suelo del metro,
yo, que ahora, pese al cansancio, floto, 
que he venido aquí en avión, 
que tengo una habitación que sobrevuela en el piso quince, 
que hoy ante mí se han abierto las puertas, 
los oídos, 
los ojos 
(algunos como rosas), 

que me espera una madre en casa, achicoria en el borde del camino, 

que me agarro a un hilo, al cañón de una pluma, 
que aun en momentos sin fondo 
me acoges bajo tus alas blancas, 

qué fácil puede pasar 
que yo desista 
de la lucha cotidiana 
por mantenerme a flote, 

que caiga 
en alguno de esos montones 
de cajas de cartón, 
de trapos, 
de hojas de publicidad, 

y que no salga de ahí, 

y con la cara y las manos 
caiga entre los vasos, 
entre los vidrios rotos: 

el rojo cristal. 

Tal vez por cansancio excesivo
y por la excesiva decepción. 

Por el excesivo orgullo. 
Por un incomprensible cruce de cables.

Cómo os entiendo 
a los que os abandonáis, 
arrastrando el ala rota detrás de vosotros.




Cómo acercarme a vosotros 

La dudosa vestal 
de las nueve llamas de las nueve torres 
del Templo de Basilio el Bienaventurado 
ante los ojos severos de la Madre de Dios de Smolensk 
sumergida en la lectura de una novela de quiosco, 

su amigo, el guarda, sentado en la iglesia central 
con su llama que asciende —y transporta 
a lo alto— a lo alto, 
hasta la música de las esferas, 
los auriculares puestos, 
meneando el pie, 

tú que te erizas ante mi intento de entablar contacto 
(estas líneas las escribo con la púa que aún escuece), 

y tú que, además de iconos, ofreces a la venta 
matrioshkas con la efigie de estrellas del espectáculo y la política,
la de Stalin también, 
y no quieres escuchar que Jesucristo 
echó a los mercaderes del templo, 

vosotros que no venís de otro planeta, 
nuestros hijos. 

Que bajáis ante nosotros las persianas 
para vuestras cacerías, 
escapadas.

¿Con qué palabra 
hablaros, 
cómo?



Mesa 

Una mesa de escritorio, entrevista 
en el viejo garaje de una casa abandonada 
y silenciosa, reposando 
sobre un costado, traída 
de algún sitio, hasta ahora 
arrumbada, 
fuerte como el roble, (todavía) 
lisa como una hoja; 

el intenso deseo 
de quedarse aquí, 
de acariciarla con un trapo delicado, 
de entrarla solemnemente en la habitación, 
de acomodarse en ella, tan amplia, 
de dejar en ella un platillo con una taza tintineante, 

de lustrarla con los codos, las palmas de las manos y los dedos, 

o con el rostro, 

de experimentar placeres 
de ermitaño. 

Seguramente florecería, daría hojas, 
frutos. 

Buey de los ancestros, 
tiraría de una carga pesada, 
sacaría del fango un carro atascado. 

Buen caballo fiel de los ancestros, 
me llevaría 
galopando por el paisaje, 
nuestras cabezas al viento. 1



Stratenkyňa 

Ty moja utrápená tráva, 
zachvievajúca sa pri nových správach, 
priťažké sú mechanizmy dní, 
čo tebou prechádzajú. 

Ubitej, spálenej 
aj dar dažďa je priťažký. 

Môj ľahký dotyk je ti bodnutím. 

Tlmene ťa presviedčam: 

Nie, 
apríl za mestom nebol mŕtvou 
krajinou, ale 
oživenou, vedľa diaľnice na kopcoch 
vyvierali svetlozelené 
pramene, búrková obloha, ku ktorej sme sa autom blížili, 
nebola čiernosivá, ako vravíš, ale 
modrosivá, aj silný dážď, pre ktorý sme museli zastať, 
nebol bezfarebný ani 
ako múľ, ale 
dozelena — 

Všetko ticho zhŕňam 
pre tvoj spánok, 
aby ťa vrátil 
sebe, 
aby som našiel tvoju stratenú ruku.



Ako ľahko sa môže stať 

V prosbe o dostatok síl 
ako zo Štúrových úst: 
Pane, len to nedopusť, 
aby som sa opustil.

Keď v tomto pestrom ľudskom svete, 
listujúc v nekonečnej knihe tvárí, 
míňam tých, čo spia v metre na dlažbe,
ja, ktorý sa teraz napriek únave vznášam, 
priletel som sem lietadlom, 
mám plachtiacu izbu na pätnástom poschodí, 
pred ktorým sa dnes roztvárali dvere, 
uši, 
oči 
(aj ako ruže), 

ktorý mám doma mamu, čakanku na okraji cesty, 

ktorý sa držím nitky, kostrnky pierka, 
že ma v bezodnej chvíli 
ešte prichýliš pod svoje biele krídla, 

ako ľahko sa môže stať, 
že vzdám 
ten každodenný zápas 
byť nad vodou, 

že zapadnem 
do nejakej z tých hŕb 
papierových škatúľ, 
handier, 
reklamných letákov, 

a že sa odtiaľ nevyhrabem 

a rukami a tvárou 
zapadnem do pohárov, 
do rozbitého skla — 

červené slnko. 

Možno z priveľkej únavy 
a z priveľkého sklamania. 

Z priveľkej hrdosti. 

Z nepochopiteľného skratu.

Ako vám rozumiem, 
opúšťajúci sa, ťahajúci za 
sebou zlomené krídlo.



čím sa vám priblížim 

Pochybná vestálka 
deviatich plameňov deviatich veží 
Chrámu Vasilija Blaženého 
pred prísnymi očami Smolenskej Matky Božej 
zabratá do čítania bulvárneho románu, 

jej kamoš, strážca, sediaci v hlavnej cerkvi 
s plameňom stúpajúcim — unášajúcim 
vysoko — vysoko, 
až k hudbe sfér, 
slúchadlá na ušiach, 
pokyvkávajúci nohou, 

ty, čo sa na môj pokus o kontakt ježíš 

(pálčivým ostňom píšem tieto riadky), 

i ty, čo s ikonkami ponúkaš na predaj 
matriošky s podobizňou hviezd šoubiznisu a politiky, 
Stalina 
a nechceš počuť, že Ježiš 
vyháňal kupcov z chrámu, 

vy, čo ste sem nepadli z Mesiaca, 
naše deti. 

Pre svoje záťahy, 
úlety 
zaťahujúce pred nami rolety. 

Akým slovom 
sa vám prihovoriť, 
čím?



Stôl 

Písací stôl, zazretý 
v bývalej garáži v opustenom tichom 
dome, oddychujúci 
na boku, odniekiaľ 
privezený, zatiaľ 
odložený, 
mocný ako dub, (ešte) 
hladký ako list, 

silná túžba 
tu ostať, 
pohladiť ho jemnou handričkou, 
vniesť slávnostne do izby, 
rozložiť sa na ňom, rozložitom, 
položiť naň tanierik so zvoniacou šálkou, 

leštiť ho lakťami, dlaňami a prstami, 

tvárou, 

zakúšať pustovnícke 
rozkoše. 

Určite by rozkvitol, vydal listy, 
zarodil. 

Predkov vôl, 
by ťahal ťažký náklad, 
vyslobodzoval z bahna zapadnutý voz. 

Predkov dobrý verný kôň, 
by ma niesol, 
cválal krajinou, 
okolo našich hláv vietor. 















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