Berónica Palacios Rojas
Nació en Chapala, Jalisco, México en 1973. Licenciada en Letras Hispánicas. Ha publicado en los periódicos El Informador Guadalajara, Jalisco, El Financiero del D. F. y colabora en El Charal Ajijic Jalisco, además en los semanarios de la Ribera de Chapala en La Página que sí se lee, Redes. Y en las siguiente revistas literarias: La partera, El Canto del Ahuehuete, Psicoactivo y Clarimonda,; Bitácora, Estepa de nazas, Plan de Pájaros, Tuxtepec, Oaxaca. Y en Guadalajara en las siguientes revistas: Orfeo, Reverso, Humanidades, Rémora y Arsbélico. Actualmente es Directora de la revista y Editorial Papalotzi desde 2004 hasta la fecha. Es cofundadora del Encuentro Francisco González León del 2013 y 2014.
Ganadora del tercer lugar en del concurso de poesía y cuento Adalberto Navarro Sánchez organizado por el STAUdG, 2014. Ganadora del primer lugar en el Torneo de poesía y cuento en conmemoración de los 20 años del Aniversario del Concurso creadores Literarios FIL JOVEN organizado por el Sistema de Educación Media Superior y Editorial Verso Destierro. (2014).
Luz desde el Inframundo. Revista electrónica de Poesía alcanza el máximo esplendor con la Poesía de Berónica Palacios Rojas.
Petición última al hombre mar
Cuando muera viste de azul (como siempre)
acompáñate del viento que guarda su maullido de noche / murmura un
Ten miedo de mí / y que tus versos rodantes / fluyan con la cresta plateada alrededor de mis cenizas.
Cuando muera / cuida a los hijos / al limón y a los gatos
/ escribe y pinta poesía /
emborráchate con mis amigos / recuerda mi barroca estela / escucha mi carcajada que resguardan las paredes / las arenas / los viajes.
Porta la sencilla complicidad que nos distinguía /
la quietud de contemplarnos / de tocarnos los espacios infinitos
Regala todos los libros / los suvenir / las perlas:
Las colecciones de nuestras entregas /
diviértete / y busca la sirena que cuide de tus versos.
La lluvia y La llovizna
La llovizna es mujer suave
y la lluvia, mujer independiente
que se entrega a todas horas.
La llovizna de noche
es serenata arrulladora de almas.
La llovizna empalaga
y molesta todo el tiempo.
Es mujer suave, paciente piedad
y dulzura chinga quedito.
No quiere pasar desapercibida.
Despide un orden minúsculo
es esposa sumisa
que siempre está lloriqueando.
La lluvia, amante imperativa
despide besos
que acribillan el cuello,
la piel,
el suelo.
Siente celos de saberse la segunda
en ocupar el mismo cuerpo,
el mismo espacio
el mismo sexo.
Y llora fuerte
derriba árboles, casas
y hace zanjas en los recuerdos.
La llovizna es mujer atemorizada
que baja
y bebe sólo un sorbo de agua
mientras que la lluvia baja
bebe bastante
y se da entera.
Empapa todo
-con paso preciso, rápido, oscilante-
y se viene ansiosa en temporal.
Despide un brebaje erótico
que el amante bebe satisfecho.
Embriaga como torrente cada escena,
Impregna su olor afrodisíaco de humedad
y seduce al huésped cotidiano
hastiado de un solo cuerpo.
La llovizna barniza de letanías
canciones de cuna
consuela y arrulla nidos
con su sinfonía melódica.
Cuando amanece, la lluvia dejó su huella
-entre piernas con olor a sexo-,
en los techos, en las zanjas
y pasó por el caño del oxidado
que respira
por su único ojo ciego.
Cuando el alba descubre su vuelo.
Ambas escamparon dejándolo temblar
con sus recuerdos.
Escenas de mi vida
I
Mi niñez es un eco lejano
de las más amadas voces.
El sabor de la fruta madura
Y el no recuerdo de la verdura fresca.
El frío que dulce que jalaba mis cabellos
y mi padre con olor a bonzo.
Eso encontré en el pueril cofre
de mi memoria incendiada de recuerdos.
Un campo pleno de agüilotes, ciruelas y guayabas
que caían despidiendo su esencia.
Una ansiedad por encontrar hilos y tejer anhelos.
II
En la familia no se hablaba de nada, de nadie,
de ningún tiempo
sólo en sueños.
A veces por cartas
para preguntar sobre amantes cobardes,
triunfos fallidos, decepciones rancias.
Preguntar por muertos que viven
en mi libro inédito.
Discutir cosas efímeras y compartir
gustos elementales como el sexo
-que sólo revelábamos con los ojos-
o la flojera de querer enderezar
el andar de nuestros hijos.
III
Recuerdo sordas goteras
que musicalizaban el sueño,
las verdes matas a la orilla del río Bravo
y el hielo,
gota cristalina
que fallidos, decepciones rancias.
Preguntar por muertos que viven
en mi libro inédito.
Discutir cosas efímeras y compartir
gustos elementales como el sexo
-que sólo revelábamos con los ojos-
o la flojera de querer enderezar
el andar de nuestros hijos.
III
Recuerdo sordas goteras
que musicalizaban el sueño,
las verdes matas a la orilla del río Bravo
y el hielo,
gota cristalina
que con afecto, rencor y lejanía.
Así, nos amábamos.
Camaleón
Me gustan tus espacios infinitos
Agridulce lagartijo de antiguos rituales.
Al contemplarte renazco
convertida en sombra /
en flor /
en verso.
Embriagados de aromas inquietos /
derivamos en inconcluso atrapa sueño.
Florezco en cascada
al estacionarme en tu misterio /
Juré albergar en tus ojos limpios /
camaleón de corazón perfecto.
Ritual de mil páginas /
humedad de siempre.
Acaríciame sin pretensiones /
mapa viviente que coleccionas abriles de invierno /
expande tus bondades
y bebamos un trago de noche.
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Letanía
Para Ciudad Juárez
Hoy amanecí con tu nombre atravesado en mi garganta,
me nacieron alas para escribirte Ciudad olvidada de Dios.
A la sombra de un naranjo, las hojas dictan y el aire me traslada
al pasado que duele y se encona.
Una niña platica con la muñeca sin brazo al ras de la banqueta
mientras una cascada a muerte
nubla humana cociencia.
Emergen recuerdos en hilos de tiempo:
diminuto cuarto, un calentón,
sostener la respiración ante un aparato caja,
calles de tierra, dólares fáciles y un río de miedo.
Ciudad Juárez en mi memoria
Aún respiro la humedad y bravura de tu Río
escucho el chicotear de tules que adornan sus orillas,
y entre sueños,
vislumbro una sonrisa fantasma que me heredó inteligencia y apellido.
Fui una niña con sueños azules,
jugué con pedazos de juguetes, trompos y canicas que encontraba en la calle
del basurero recogí hilos y tejí sueños.
Nací de un óvulo joven y un esperma inteligente.
Disfrutaba la buena comida que veía en la tele
y soñaba con refinados gustos que simplemente, no existieron.
Me divertía con mi hermana cuando pescábamos a las orillas del Río Bravo
y nos paseábamos por el desierto.
Sin embargo, si no hubiera sido por la prudencia y arrebato de mi madre,
fuera una más de ellas, de las muertas de Juárez. No tuviera críos, ni esposo, ni la preñez de estos versos.
II
Las hojas de los naranjos murmuran reclamos
de princesas sacrificadas por grandes sátiros, de todos los tiempos.
En cada reclamo se ahoga una voz aguda,
en cada suspiro un padre sediento de venganza a un animal-perverso
que asaltó la comisura de 500 clítoris ajenos
y merece ser decapitado.
Hoy mi voz quiere una plegaria para el murmullo de los naranjos,
para las encarnadas voces que despiertan a esta sociedad
que está perdiendo la sensibilidad del valor a la vida.
Mentira, no hay poemas de amor, concientizadores o ecológicos que reanuden un concierto de amor y paz.
Ni existen poemas con fórmula mágica
para encontrar a la persona amada.
No existe un tormento que se olvide ni un amigo que resista indiferencia.
Hay días que las voces de los muertos tocan mi sueño
y entre las tres y tres y media,
una inquietud oprime mi garganta sin deseos perversos y, reanudo el rezo.
Sangre que bombea lento, palpitar de última cita,
el orgasmo maldito, sueños sin respiro,
cuencas vacías y una Violeta perdida en un jardín pobre.
III
En 1993 un manto oscuro cubrió a Ciudad Juárez
Atmósfera de frontera turbia, el ángel de la muerte
pintó en su territorio una enorme cruz de ceniza.
Un silencio atroz enconó la herida,
y la perforó tímida entre su gente.
Frontera púrpura, angustia de madre que desde el 93,
brota de la Madre Tierra
Maquiladoras que succionan la sangre de obreras
marginadas y destinadas al olvido.
Ciudad Juárez con sus miles de migrantes, violencia patriarcal,
Desigualdad y la negligencia del un Gobierno Federal.
IV
Cobarde el que arrebata la integridad ajena;
mientras unas manos malditas y agresivas arrebatan el aire
a féminas de larga cascada, delgadas y morenas.
Este aire fronterizo que destila olor a muerte, a “lechada”, a nardo y crisantemo.
Las hojas esmeraldas tararean una canción de paz.
Mujeres de cal, albas,
atribuladas de gracia
que portaban el pecado de ser pobres
y extraviaron el camino a casa.
Hoy fuerza imbécil de unos perversos
nos arrebató a las 500 bellas que no cantarán más una canción de cuna por simple hecho de nacer con el pecado de ser hembras.
Hoy a ellas les pondremos un marco de oro
para darles la justicia que no tuvieron en vida.
Y, que la Justicia Divina tome justicia por su propia mano.
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