sábado, 19 de noviembre de 2016

HUGO PLASCENCIA [19.592]


Hugo Plascencia

Nació en México, 1978. Poeta. Ha colaborado con publicaciones en Canadá, Estados Unidos, México, Inglaterra, España, Francia, Perú y Chile. Colaborador de La Jornada Semanal, el Periódico de Poesía de la UNAM y el Petit Journal. Coautor de varias antologías y autor de los libros Ahogar el Grito, 2005. Todo es Babel, 2006. Calandrias Underground, 2007 traducido al francés, y Razón de Bestia, 2008. Ha participado en festivales de poesía en Estados Unidos, Francia, Perú y México. Parte de su obra ha sido traducida al inglés y al francés. Realiza lecturas en colaboración con músicos y artistas visuales. Y ha colaborado en documentales en México y Francia.

Luz desde el Inframundo. Revista electrónica de Poesía da una calurosa bienvenida a Hugo Plascencia.


¿Qué de las deidades sin la huérfana invocación?:
falange de constelaciones apagadas sin nombre

                                 .a

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                                  .s

como el pelícano de vientre tropical
clava su pico en la marea
que l_e_v_i_t_a su último e_s_p_a_s_m_o de alba
−así fuimos creados… en el temblor nocturno
de sal al caer el ancla,
en la silenciosa penetración que todo lo penetra,
en donde por un instante
nuestros padres jugaron a ser dioses─


Nomentemis
no he venido a traer paz sino espada.
    Mateo 10, 34. 11,1

Nuestro principio de sangre
no comulgó con el dorado de sus sueños:
santo grial en urnas fúnebres,
alimento para un Dios trivial. 
De lo alto de las pirámides
de lo finito a lo infinito
los pitagóricos lo predijeron:
“el cuarto será suficiente”
después del cuarto
nuestros padres nacerán de la espada
bajo el huipil violado de la memoria
como un alarido de copal se esparce
hasta enardecer las colinas
y el éter fecunda un nuevo sol
en la calzada de los muertos.


Visiones de un Marakame

I

Compartimos nuestro insomnio
para bajar a un monte desconocido,
en la piel del venado
escribimos nuestra danza
la flecha en su punta lleva sangre
el cazador es el cazado
como quien trata de matar todas las noches
al mismo animal.


II

Un jaguar
                              .trepa el agua
nada la tierra
                              .corre el verde árbol
saca una aguja sin punta 
                                .del corazón del árbol
alguien intenta cazar la visión.


III

Nada habita ni transmuta del otro lado
todo es frontera
÷ el aire y el agua la horizontal línea de muerte
÷ el fuego y el agua un mar ardiente de espera
÷ la tierra y el agua el alumbramiento sin luz
toda frontera es puente
÷ el aire y la tierra la muerte respira doble vida
÷ el fuego y el aire mi país
÷ el aire y el agua la transparente gota vertical del suicida
nada habita ni transmuta del otro lado
toda frontera es puente
÷ el agua y la tierra el parto de la humedad
÷ la tierra y el aire la vida respira su doble muerte
÷ la tierra y fuego la extinción del simulacro
Nada habita ni transmuta del otro lado del tiempo
toda frontera es puente de madera abajo.


IV

No todos los ríos llevan esta corriente de aire sobre su lomo de escamas
no todos los ríos tienen este puente invisible
reflejo de la transparencia en nuestro rostro
que es la muerte.


V

Como una legión vencida por el destino
y el cuerpo teñido de hollín
el poeta bajo la forma de nahual
atiza el humo de los incendios
arquero sin cardo su flecha
es obra de mampostería

con la que incendia

el pasto de lo desierto.


Díptico: Ofelia en el Tepeyac

Las ninfas de las aguas morderán estas manos,
masticarán mis cabellos como una hierba misteriosa y nocturna.

William Ospina

“En las aguas profundas que acunan las estrellas, blanca y cándida,
Ofelia flota como un gran lirio,
flota tan lentamente,
recostada en sus velos…”

Arthur Rimbaud

    Suspendida
en el verde lienzo de agua
     /     \
yace Ofelia                              .como una flor sin corona
En su manto de cielo flotan                                         .estrellas como salobres flores
que estremecen y urden                                                       .el eco delirio de una gota al caer
Minerales esparcidos                                                           .flotan en el códice de su mirada
como pensamientos                                              .amapolas y narcisos
tintura que funde el maguey                                 .sobre la fibra del ayate
Su contorno asemeja en el                            .horizontal arroyo
el aura de una reina                                   .transparente
de dorados cabellos la estela                                          .alegoría del sol que acuna en su
fundamento como                                                   .constelación salpicada de vacio
el híbrido holograma                                         .de Tonantzin en el Tepeyac
que en el                                              .remanso
de una tina                                  .concibió
Millais.



Paisaje con mito del buen indígena

En el cruce de miradas de un camellón, el fulgor de su sombra circunda la luna negra de asfalto. Un ángel arrulla el aire de los automovilistas en su espalda, la música de los ambulantes, partitura de estrellas sin resonancia, percusión sin pincelada, árbol amerindio de la noche sin ofrenda bajo el tótem de eléctrica luz pende su historia. Al otro día, un hombre morirá por dos monedas en las cuencas de su mirada. Y no habrá Caronte ni Hades que aguarde una Estigia, para posar la última limosna de sol, sobre la palma de sus ramas.


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