ISABEL FRESCO OTERO
Nací en As Pontes de García Rodríguez (A Coruña) en 1958. Crecí en la aldea. Estudié el Bachillerato en Viveiro (Lugo), y Filología Hispánica en la Autónoma de Madrid, entre 1979 y 1984. Desde entonces soy profesora de Lengua y Literatura en Secundaria. Llevo varios años en el instituto Rey Fernando en San Fernando de Henares, pero enseñé en otros centros más en Madrid.
Algunos poemas míos aparecieron en varias revistas (Renacimiento, Caja Baja y otras), y también participé en recitales en varias ocasiones.
Publiqué dos libros de poesía: Coloquio de sirenas (Editorial Renacimiento, Sevilla, 2006), y Gardádeme a esperanza (Editorial Espiral Maior, A Coruña, 2009).
Escribí un breve ensayo junto con una selección personal de poemas, sobre la obra de Luisa Castro: “Verdad y poesía en la obra de Luisa Castro”, publicado en Dí yo. Dí tiempo. Poetas españolas contemporáneas. Ensayos y antología (Editorial Devenir, Madrid, 2005).
Fui coeditora de la obra La audacia de la libertad. Homenaje a Agustín Andreu (Universidad Politécnica de Valencia, 2007).
Últimamente participé en la antología poética Dez anos de poesía nas Pontes, (X Aniversario do Grupo poético Alalá), Galebook, 2013, donde publiqué seis poemas inéditos.
Subíamos á pila da maraña
por verlle a Madalena as tetas enfiadas
no sujetador Plaitex,
e ademais por oírlle
uns berros aguzados que viñan doutro tempo
pola ventá del rei de tantos séculos
¡cativas: ídevos daí!
dende o 1729, ben se ve.
As manciñas miúdas apegaron
sen carraxe papeis azuis de VOTA A FRANCO;
a xeada da noite entesabaos diario
e pasaron o inverno coma nunha campaña.
Madalena ten noivo. Baila moi agarrado,
pero chora de noite cos dedos esfolados.
As miñas bragas anoadas aínda teñen que ver, galana;
anoadas baixándoseme polas pernas coma unha solta.
aínda a máis de un lle imporían. Dígoo agora que tamén a min
me impón a fermosura que eslubía coma unha troita.
Coma se fose doutro, coma se vise a outra e non tivese sido miña
esta beleza universal na que tamén eu son.
Nos subíamos al montón de broza
por verle a Magdalena las tetas enhebradas
en el sujetador Plaitex,
y además por oírle
unos gritos afilados que venían de otro tiempo
por la ventana del rey, de tantos siglos
¡chicas: fuera de ahí!
desde el 1729, bien se ve.
Las manecitas menudas habían pegado
sin rencor papeles azules de VOTA A FRANCO;
la helada de la noche los tensaba a diario
y pasaron el invierno como en una campaña.
Magdalena tiene novio. Baila muy apretado,
pero llora de noche con los dedos deshollados.
Mis bragas anudadas aún dan que ver, galana;
anudadas bajándoseme por las piernas como un lazo.
Aún a más de uno le impresionarían. Lo digo ahora que también a mí
me impresiona la hermosura que resbala como una trucha.
Como si fuese de otro, como si estuviese viendo a otra y no hubiese sido mía
esta belleza universal en la que también yo soy.
COLOQUIO DE SIRENAS (poemario de Isabel Fresco Otero)
SALVACIÓN POR EL SUEÑO
Cade vez que te duermo mi amor se te renueva, nace
otra vez de tí,
mecido por los rostros benevolentes de aquellos amigos
[que me honraron
con su devoción.
Tu mano y tu mejilla se me ofrecen y entonces, de madrugada
es más suave el dolor de mi costado.
Y ese perro negruzco que me bebe la sangre
comienza a dormitar cuando yo me despierto.
PROMESA
Aunque ya para entonces tengamos
unos diez años más y lamentemos,
esperaré.
Ese día
abriré los balcones y bajaré a la calle,
te besaré en los labios y en la acera
haremos el amor.
Aunque ya para entonces tengamos
arrugas en la piel. ¿Qué te parece?
El poemario Coloquio de sirenas (que reúne los libros La mujer pez y Lachrimae) es una colección de versos de una imaginería potente que nos conecta con un mundo sensorial rico y profundo, con una imaginación misteriosa.
El tono general de la poesía de Isabel Fresco es meditativo y frecuentemente nostálgico; contempla la naturaleza de manera reflexiva y ésta le sirve de marco para rescatar una memoria sumergida, un recuerdo profundamente sugerente. La naturaleza, los objetos, los monumentos, las ruinas, todos ellos cargados de memoria, establecen una relación profunda con los recuerdos y la emoción. No es extraño pues que algunos de sus poemas tengan un tono marcadamente elegíaco:
No existe aquel lugar, de hecho ya no existe,
sin el coro ensayando una misa en el porche;
es domingo y la lluvia cae mansa ahí fuera,
y en la pétrea nave se pegan las palabras.
(“Locus Amoenus”, Lachrimae).
Esta tendencia aparece también expresada poéticamente en La mujer pez:
Delimitar el pasado se me hace de pronto tan urgente como la res-
piración en la agonía
donde el verso cortado abruptamente nos trae a la memoria el estertor agónico. Así pues, para ella el recuerdo es vida que nutre.
Su poesía, además de alimentarse de la memoria y la contemplación, brota del umbral del sueño y, de esta forma, aunque no abundan en su obra las metáforas de corte surrealista, encontramos mares hirvientes en los “que se oyen por todas partes pulmones derretidos” y cielos surcados por “serpientes águila” que “expanden el dolor”; o ángeles que
¿Vagarían por el éter iconos fugitivos estirando las alas, pegándolas
al cuerpo para pasar inadvertidos?
¿No se resbalarían entre tanta saliva de plegarias?
¿No distribuirían los dones con monotonía de amantes abusados?
Armoniosos claustros colgados en la nada,
torres proporcionadas y el silencio más hondo…;
la tormenta terrible es ligera entre sueños…
(“Dies Irae”)
Isabel Fresco tiene cierta retórica clásica en formas e imágenes, así como en el ritmo de sus poemas, impecablemente construidos. En sus dos poemarios aparecen frecuentemente referencias culturales que no funcionan como pretexto para hacer una decadentista “poesía de la cultura” – tan en boga en nuestro país desde los años 70 – sino como ejes temáticos a partir de los cuales se articula el poema. Así aparecen Penélope y Clitemnestra, Fernando Sor, Dowland, Mouton, laudistas de Toscana, la diosa Mnemosine, la Celestina – “la leal desdentada”, “esta puta perpleja” – instrumentos musicales antiguos…
Sin asomo de pedantería, la música se convierte en Lacrimae, no en un mero pretexto para justificar un concepto de arte ya prefijado, sino en una evocación, una forma artística que, como se plasma en toda la obra de Isabel, es la conexión necesaria entre el presente y el pasado.
Aborrezco el acto instintivo de la hembra ofendida
que antepone arteramente su dignidad vulnerada a la palabra verdadera,
y el gesto servil incluso en el amor,
y el as trucado que escondes en el pie para la última hora.
Sin embargo me he expuesto ante ti como vaso de fino cristal
que un soplo hace vibrar,
o el viejo Stradivarius que espera guardado la mano maestra,
así que ambos asistimos a una pobre partida.
No sé qué extraño pacto femenino y arcaico
me impide hablar con voz propia:
Todo lo que detesto como agua entre las manos se me escurre;
todos los movimientos confluyen hacia lo indeseado.
¡Qué vanidad la imagen personal forjada tan trabajosamente,
qué desperdicio ver de pronto hecha añicos la metáfora personal!
Pero cuando una tarde la perseguida contradicción se ofrece
oro y miseria por igual, ¿cómo acercarse?
¿Quién no ha sido tan leve como una mariposa
o tan indeseable como una culebra muerta?
(“Epístola en tres tiempos, 2”)
(Mª Soledad Sánchez Gómez. Presentación del poemario Coloquio de sirenas, previo a su publicación, que tuvo lugar en la librería CRISOL de Madrid en enero de 2004)
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