Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña
Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña (Valladolid, 7 de febrero de 1905 - 1998). Poeta español. En mayo 1936, Nicomedes Sanz fue uno de los fundadores de la Asociación de Escritores Regionalistas Castellanos.
Perteneció a la Generación de 1936. Según el periodista Antonio Valencia, Nicomedes Sanz era de "aquellos universitarios del 36 que jugaban al balón y traducían a Jenofonte para morir luego en una esquina o, semanas más tarde, en el campo, cara a las estrellas". Fue un poeta de renombre a inicios de los años treinta, aunque había comenzado a publicar siendo niño, en 1914.
En 1931, Nicomedes Sanz formaba parte de la redacción del diario El Norte de Castilla.
Su obra revela el interés por Castilla, y singularmente por la época de las Comunidades de Castilla y la última reina privativa castellana: Doña Juana I de Castilla: la reina que enloqueció de amor (1939), Doña Juana I en Tordesillas (1948) o Doña Juana I de Castilla en su Castillo Palacio de Tordesillas (1959). En 1979 pregonó la Semana Santa de Valladolid.
Era amigo del profesor Narciso Alonso Cortés (1875-1972), destacadísimo representante del castellanismo cultural del primer tercio del siglo XX.
Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña tiene una calle dedicada en la ciudad de Valladolid desde 2004 y un colegio, el CEIP Nicomedes Sanz, de Santovenia de Pisuerga.
Obras
Brisas (1926?)
Cántico de buen amor (1938)
Doña Juana I de Castilla: la reina que enloqueció de amor (1939)
Iniciación a la poesía.Manual de composición y de la rima (1940)5
Don Pedro I de Castilla, el rey galan y justiciero (1943)
Doña Juana I en Tordesillas (1948)
Breviario (1953)
Cartel de otoño. Poemas 1941-1957 (1958)
Doña Juana I de Castilla en su Castillo Palacio de Tordesillas (1959)
Ancla en la rosa (1965)
5 Sonetos (1967)
Castilla en ascua y penumbra (primer cancionero heroico) (1969)
Corcel en el aire (1969)
Espino en flor: (107 sonetillos) (1969)
Mensaje al Parnaso (1972)
Gratitud, Amigos, Recuerdos: [10 Sonetos Amicales (1973)
10 sonetos a mi retrato pintado por Elvira de Medina de Castro (1974)
Palabras sin asidero. 450 sonetillos (1971-1976) (1976)
Blasón de espuma (cien poemas) (1981)
Castilla en craza y clamor (1985)
Prologuista de: Ivanhoe (1973)
Nicomedes Sanz,
semblanza de un poeta castellano
Por Manuel Herranz
Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña nació en Valladolid el 7 de febrero de 1905. Titán de la poesía, sus contribuciones a la cultura de nuestra tierra fueron verdaderamente importantes. Intentaremos resumir aquí su trayectoria biográfica y poética, examinando algunos aspectos de su obra.
Comenzó este poeta a escribir y publicar versos desde los 14 años. Versos de adolescente que le iban enseñando el oficio lírico, a la par que le procuraban las primeras satisfacciones creativas. Aquellas primeras composiciones han escapado al cuidado amoroso con que su autor ha ordenado meticulosamente todo cuanto ha escrito después, con indicación de fecha y circunstancias; tal y como hicieron los grandes inspiradores de su obra, como el infante don Juan Manuel o don Miguel de Unamuno... Al final, aquellos versos primerizos han quedado desperdigados por los periódicos que los difundieron.
Su buen amigo Genaro Vicario le sugirió la idea de comenzar a recopilar todas las poesías que iba publicando en gacetas y revistas. Ante su insistencia, Nicomedes Sanz reunió sus versos escritos entre 1925 y 1930, formando un volumen con 341 composiciones numeradas (aunque en realidad sobrepasan las 400, ya que algunas se engloban bajo un mismo título). Así surgió el libro Poesías Olvidadas. Cinco cuadernos de ayer (1925-1930), que tendría una edición numerada de sólo seis ejemplares, siendo totalmente desconocida por el gran público. En el prólogo que escribe el autor, declara la existencia de otros 545 poemas que, por motivos que no vienen al caso, no han llegado hasta nosotros...
Estas Poesías Olvidadas fueron publicadas en 40 periódicos y revistas de diverso carácter, pertenecientes a toda la geografía española: Heraldo de Castilla (Medina del Campo), El Adelantado de Segovia, El Día de Palencia, La Semana Gráfica (Valencia), Noticiario Extremeño (Badajoz), Vida Gallega (Vigo), Vida Marroquí (Melilla)... Por sí sólo, Nicomedes Sanz hizo que la ciudad de Valladolid estuviera presente en los ámbitos literarios más dispersos. Sus composiciones líricas de esta primera época versan sobre asuntos amorosos (tratados con su acento personal y elevado romanticismo) y temas castellanos de raíces históricas o legendarias... Y como una derivación de su amor a Castilla, a sus orígenes, al paisaje meseteño de Valladolid, terminarán siendo el manantial de donde fluirá toda la imaginería poética de Nicomedes Sanz. Un manantial que, andando el tiempo, se convertirá en la corriente serena y caudalosa de un río apacible que discurre entre las tierras de Castilla.
Sin embargo, nuestro rapsoda pasaría por una amarga experiencia: un poema publicado en las páginas de El Día de Palencia en mayo de 1929 le llevaría a ser juzgado por un Consejo de Guerra, siendo condenado a seis meses y un día de prisión. He aquí aquellos versos que tan ofensivos resultaron a los hombres del Ejército:
“Carne de mi carne; hijo
del cuerpo y del alma... Todo
lo bello que hay en la vida
es junto a tu cuna poco.
Viéndote reír, me río
y si lloras, también lloro
que tú eres todo mi yo
y eres en mi vida todo.
¡Si siempre fueras así!
¡Si no llegaras a mozo!
¡Si siempre me acariciaras
con tus manitas de oro
como ahora me acaricias
desde tu cuna gozoso!
¡Qué tristeza cuando pienso
que el tiempo pasará ansioso
llevando día tras día
tu niñez, tu gran tesoro!
Mañana serás soldado
y te alejarás lloroso,
tras unos hombres sin alma
que no saben sentir hondo,
que te vestirán de saldo
como un muñeco irrisorio
y te mostrará la vida
su reverso mentiroso.
¡Carne de mi carne, hijo,
si no llegas a mozo!”
Por esta circunstancia, el joven Nicomedes prosiguió con su quehacer literario en las cárceles de Palencia y Valladolid: sin arredrarse ante tal adversidad y mostrando su valía, como era propio en él. Su recia personalidad se hacía notar más en cada nuevo verso.
Precisamente, Nicomedes Sanz nos habló mucho de sí mismo a través de su poesía. Se autorretrató, al estilo de Antonio Machado, trazando las líneas de una personalidad que se iría acentuando cada vez más:
"Trovador de una época de espadas y laúdes
paseo mi locura por entre el snobismo
petulante que impera; creo mi romanticismo
más amable que estas actuales inquietudes.
Exteriormente, todos, quizá me conocéis.
Soy algo descuidado si miráis al vestido.
Doy todo cuanto tengo, no hago nada fingido
y mi mayor orgullo es ser tal cual me veis.
Creo en el humano amor con firmeza absoluta
y soy un exquisito degustador de la fruta
con que invitaba Eva a nuestro padre Adán.
He nacido en Castilla y, a fuer de castellano,
me inclino reverente ante el credo cristiano...
Sin admitir gazmoñas creencias de sacristán".
Ya se dejan ver en estos versos primerizos la variedad métrica que tan bien sabrá manejar nuestro poeta. Octosílabos, endecasílabos, alejandrinos y variadas combinaciones de arte mayor y menor, versos ahormados en estrofas breves o largas, pero con tendencia a ser romanceadas, fáciles y sonoras. Aunque cultiva con destreza la variedad poemática, se decanta por los romances y sonetos, sin que falten de vez en cuando los poemas heroicos o las canciones de gaya ciencia.
El primer libro de poemas que publicó Nicomedes Sanz se tituló Ruta en imagen. Al estilo de los versificadores del Mester de Clerecía, el autor abre su poemario con una entrada de invocación religiosa, en la cual expresa su vocación artística y suplica la perseverancia en ella como don divino que le ayude frente a la trivialidad de la vida cotidiana. Esta composición introductoria da buena cuenta de una verdadera pasión por el quehacer poético:
"Yo quisiera, Señor, en cada nuevo día
saludar con un verso a la luz de la aurora.
Con un verso sonoro, canto de Epifanía,
que enhebrase el recuerdo azul de cada hora.
Dame, Señor, el verso cotidiano, mi amigo
de todas las tristezas, de todos los dolores.
Ese verso increado que siempre va conmigo,
hecho perfume, luz y pétalos de flores.
Dame ese verso puro como la linfa clara
de la fuente, que corre con fúlgida algazara
derramándose pródiga con inquieto rumor...
Otros su pan te piden con unción fervorosa.
Yo tan sólo te pido idealizar la prosa
que me impone la vida, con un verso, Señor".
Este libro fue acogido con gran elogio por parte de la crítica, y sus dos ediciones simultáneas no tardaron en agotarse. En El Norte de Castilla del 4 de septiembre de 1935 se leía la siguiente opinión, suscrita por Agustina Lobo Izquierdo (“Lina Tagore”):
“He aquí un libro de bien definida entonación plástica, de técnica depurada, pleno de logradas y bellísimas imágenes, libro digno de que una sabia disección crítica pusiera al descubierto la luminosa nervadura de sus poemas y la proteiforme inspiración de su autor”.
A este Ruta en imagen siguió la publicación de Romancero Carnal (1935-1936). Según parece, esta obra aparece también en dos impresiones simultáneas que se diferencian en la calidad de los materiales de edición, costumbre que el autor seguirá en subsiguientes publicaciones.
Poco después aparecerá Romances de guerra y amor (1936-1937), de notable éxito entre la crítica y el público. Al parecer, este libro editado en plena contienda se sumó a aquella literatura de guerra que pretendía mantener vivas la esperanza y la pasión en medio de la lucha. No cabe duda de que los romances de Nicomedes Sanz, en esta ocasión, eran más apasionantes y con más influencia de la poesía épica medieval. Especial mención merece el brillante poema que lleva por título La muerte del Algabeño, en honor al célebre torero que murió combatiendo a los republicanos en la serranía de Málaga. Romance vibrante y de buena factura, digno de ser recordado como un excelente ejemplo aquella poesía de guerra...
"¡Llorad mocitas gitanas,
la muerte del Algabeño!
Fina estampa de señor
con buen empaque flamenco
y un aire de valentía,
que se le va, sin quererlo,
por dondequiera que pone
la planta, a los cuatro vientos[...]".
Es bien sabido que Nicomedes Sanz publicará otro libro de romances en aquel año de 1937: nos referimos a su Romancero de la Reconquista, en el que canta con acento épico en poemas como El Cid en Cardeña; Cada paso que dan, crece Castilla y El Cid conquista Valencia. Se revive la epopeya bélica los versos del Romance del dieciocho de julio, Romance de la conquista del Alto del León, Romance del arriero de Toro y Romance de la muerte del capitán Méndez Vigo.
Por si fuera poco, el excelente Romance de loa a Castilla da sentido y significación a las ideas de su autor, que establecer paralelismos entre la antigua Castilla de la Reconquista y los héroes del bando nacional; Castilla es, así, el escenario donde se combate otra vez por una causa heroica:
“En Castilla y por Castilla
alza la Unidad su cetro
y baten alas de cumbre
las águilas del Imperio,
en los más altos remansos
entre las nubes y el cielo.
Paso a paso, y firme siempre,
vas a tu destino eterno,
Castilla, motor de España,
antorcha del orbe entero,
por tu ruta de infinito,
milenios y más milenios,
alzando en tu hidalguía,
ya vencedora del tiempo […]
¡ En España y por Castilla
España vuelve al Imperio !
¡ Mío Cid vela por ella
desde los altos luceros !”
Su siguiente obra, Cántico de buen amor, abre una nueva etapa en su trayectoria poética, que tendrá la exaltación de la vitalidad y el amor como asunto recurrente. Y hemos de resaltar otro rasgo característico de esta etapa: el ahondamiento en la castellanidad. Nicomedes Sanz huye del presente literario para tomar como ejemplo el momento más glorioso de nuestra literatura, es decir, el Siglo de Oro. Nuestro poeta pasará a convertirse en un autor arcaizante, en un investigador de la lengua castellana y de las formas métricas de tan inolvidable época. Sus poemas pueden ser llanos y suaves (en la línea de Lope de Vega) o de trazas barrocas (muy retorcidos conceptualmente). Veamos una muestra de la primera tendencia:
“La tarde y la mariposa
juegan a robar calor.
¿Cuál de las dos? La mejor
se ciñe más a la rosa.
Más gentil, más presurosa,
más apta para el rubor,
va conquistando a la flor,
entre dulce y sinuosa.
Rosa y mariposa y tarde
en abierto torbellino
se centran en tibio alarde.
Tú, miras con embeleso
y alientas su desatino
con la inocencia de un beso.”
Y ahora, una muestra de su segunda línea:
“Desaforando grímpolas y excesos
tundes y cardas abundosos pinos.
Desenervas ventanas y caminos
en lid primaveral... Abres accesos
a las buenas venturas y sucesos,
a los más desusados desatinos,
lebrando savia joven en molinos
de tornaluz y adviento mal posesos.
En culmen y tortura danza el agua
por céspedes retóricos agudos;
estela que se cierne, brilla y fragua
colores asombrados, y delira
en tímpanos constantes y desnudos
por todos los regueros de la ira”.
Gustaba este poeta de utilizar palabras infrecuentes y arcaísmos, o incluso la jerga campesina:
“De puro albado, el campo encenta rojos
terrores de tierra, acucinando”.
Habilidad versificatoria, rimas contundentes y sonoras, estética barroca... Tales fueron los distintivos de Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña, figura esencial de la poesía vallisoletana. Nadie fue capaz de hacerle sombra, y tampoco tuvo rival en cuanto al número de versos escritos, que se cuentan por cientos de miles.
Su indiscutible talento le hizo merecedor de no pocos elogios, siendo honrado con el ingreso en las más prestigiosas instituciones: Reales Academias de Historia, Ciencias Históricas y Bellas Artes de Toledo; Academia de la Lengua de Honduras; Instituto de Coimbra; Real Academia de Ciencias y Artes de San Telmo (Málaga); Real Academia de Ciencias y Artes de San Quirce (Segovia); y el Instituto Internacional de las Artes y las Letras de Sedan (Francia). También formó parte de la Asociación de Escritores Regionalistas Castellanos, constituida en Madrid a la altura de mayo de 1936.
A todo ello hay que sumar su indispensable labor en la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid, en la que ingresó en 1946, llegando a desempeñar su presidencia. En el seno de esta honorable Academia, Nicomedes Sanz puso en marcha las célebres “Mañanas de la Biblioteca”, que se celebraron desde el primer domingo de mayo de 1955 hasta fechas bien recientes, y de manera ininterrumpida. Esta magnífica iniciativa cultural tuvo lugar en la Casa de Cervantes, verdadero emblema de la cultura vallisoletana. Y en tan destacado lugar se dieron cita versos y rimas, antigüedad y nobleza, juventud y maestría; inolvidables recitales de poesía coordinadas por Nicomedes Sanz. Intervinieron en las “Mañanas de la Biblioteca” los más destacados representantes de las letras vallisoletanas: Fernando González, Carmen Alonso Cortés, José María Luelmo, Francisco Javier Martín Abril, César de Medina Bocos, Fernando Allué y Morer, Arcadio Pardo, Ángel de Pablos, Luis López Anglada, José Luis Martín Descalzo, Félix Antonio González, Lope Mateo, Raimundo de Blas o Genaro Vicario; entre otros. La base de las “Mañanas” siempre fue la difusión de la poesía pinciana contemporánea, tanto de poetas consagrados como de principiantes o desconocidos. Tampoco faltaron los homenajes a personalidades literarias, como el celebrado en honor del difunto Narciso Alonso Cortés, cuya presencia se hizo notar en todos los ámbitos culturales de la ciudad:
“Nos falta esta Mañana
del maestro bien amado la presencia
cuando ya se engalana
del verso la cadencia
y nace tembloroso por su ausencia”.
De este modo, podemos decir que la Casa de Cervantes fue un Parnaso vallisoletano, el lugar desde donde se difundió la poesía en sus más variadas tendencias. Una hermosa e inolvidable labor cultural sabiamente auspiciada por nuestro Nicomedes Sanz.
Bibliófilo, poeta, periodista, académico, historiador... Nicomedes Sanz supuso un antes y un después en la cultura castellana. Falleció en 1998 en la misma ciudad que le viese nacer, pero su recuerdo perdurará por siempre. Hombre lúcido, preocupado por recuperar la esencia del idioma castellano:
“Amaneciendo palabras
que pacen en la solera
del idioma de Castilla
sin que nadie las requiera
para devolverlas su rango,
su dignidad y su esencia”.
Poeta observador de la realidad; que arremetió en sus versos contra quienes engañan, empobrecen y saquean a las gentes de Castilla. Indignado por la situación que padecen los labradores castellanos:
“Tus sobriedades son de hambre,
nunca has dormido repleto.
Tu crasa resignación
es mortal aburrimiento.
Tu ascetismo, castellano,
es un insólito cuento.
Déjame luchar contigo,
castellano, que mis versos
azufren tus tempestades,
retando a diestro y siniestro.
Castellano de Castilla
home de sudor y barro...
Necrosado castellano,
requetejodido hermano...
Cultiva la mala leche,
castellano de Castilla...
Te han dicho que Dios. Y Dios
se esfuma, no te atiende...”
Concluimos aquí nuestro recorrido por la biografía y el quehacer poético de Nicomedes Sanz, poeta vallisoletano, cantor de Castilla y los castellanos. Segovia, Cuéllar, Burgos, Valladolid, Santovenia de Pisuerga, Berrueces... Son algunos de los lugares a los que este versificador aludió en sus romances y sonetos.
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