CATALINA GRÉ
(Santiago de Chile, 1989). Es Licenciada en Literatura Hispánica por la Universidad de Chile. Hacia otra orilla es su primera publicación.
Poemas seleccionados de Hacia otra orilla (Cástor y Pólux, 2016)
la caracola
desarma sonidos
los oigo
expandirse
se ahuecan
como olas
voces
de delfines
ruedan
en mi frente
el oído palpa
una frontera
zarpa
hacia otra orilla
*
marejadas
de pensamiento
desembocan
en la playa
la arena desteje
su urdimbre
los barcos
derramados
reanudan
su naufragio
*
un vaso
de agua
olvida
respirar
el cristal
se resiste
se pone
a hablar
estalla
sin heridas
*
una brazada
en el oleaje
levanta
tierra
cosido
a las olas
un mar
de vidrio
crea
sangre nueva
*
las muertes
respiran
viven
del mar
el nadador
se desnuda
rescata
una búsqueda
Un viaje hacia “otra orilla”
Soledad Fariña nos acompañó en el lanzamiento de #haciaotraorilla de Catalina Gré. Este es el texto que leyó para la presentación.
Lectura del libro de Catalina Gré
Pena, se encoje de hombros mi camisa entre las perchas
cuando la miro para verme en el camino
quizás aún la lleve puesta
Manuel García
Cómo contar la tristeza, no el dolor profundo que desgarra, sino la simple pena. No es tarea fácil. Y ese es el mérito de este libro-poema de Catalina Gré.
La pena y el paisaje, el rostro es el paisaje externo que soporta la tristeza, y el agua salada -la lágrima- es el conducto hacia las profundidades del mar.
El agua, protagonista de este evento toma la forma de sus minúsculos habitantes: caracola, delfines, lobo marino llegan a la piel como seres de un lugar húmedo donde el cuerpo es único y diverso: arena, alga, concha, se suman al lenguaje de lágrimas. Pero donde hay humedad nadie quiere llorar.
Hay playas, y hay una orilla donde el pensamiento se desarma, desmadeja y donde una urdimbre -un pensamiento, un sentido-previo se desteje. La pena no está hecha de palabras, por eso hay que nombrarla con un lenguaje húmedo y salado, donde también existen barcos que naufragan.
Sin embargo, esta triste placidez podría en un momento dar paso a la ira y el mar volverse rojo.
el mar
enrojecido
busca
una herida
oleadas
de sangre
entintan
la ribera
las rocas
se duermen
bañadas
en ira
Nuevamente el agua va a rescatar la herida, un agua, esta vez, envuelta en vidrio. La voz se vuelve sal. Y hay alguien que repara, rehace. La pena se transforma, se vuelve ser de mar: escamas, branquias, aletas, la pena ahora es pez que busca una salida, abandonar el paisaje, adentrarse en un agua vacía.
las piernas
se desarman
encuentras
la aleta
la piel
se fosiliza
entiendes
las escamas
Hay aquí un lenguaje limpio, directo, frases concisas que dicen lo correcto para entrar no en el dolor que deviene en en grito estentóreo, sino en la pena que solo se desliza y se transforma.
Directo, claro, pero no transparente, el lenguaje se vierte en imágenes y metáforas que pueden remontar la tristeza –sin nombrarla- a otra dimensión. No sabemos al fin qué o quién es esa otra orilla. Qué es lo que allí se abrirá entre peces y cangrejos. La otra orilla es oscura. Y he aquí lo que el poema –que también fue búsqueda- se guarda para sí, sin querer develar.
Quisiera celebrar esta poesía joven que se arriesga a continuar la búsqueda de lo más sutil en la poesía, la “música en la sensación y música en el sentido”, como pensaba Paul Valery.
Y celebrar, además, la llegada de esta nueva editorial “Cástor y Pólux”, que ha tomado el desafío de poner a nuestro alcance obras como la que hoy presento, una más en la joven producción de poesía y narrativa.
Soledad Fariña
Santiago, Octubre de 2016.
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