CARMELO GONZÁLEZ
Nacido en Madrid en 1969, Carmelo González es exalumno del taller literario de Jorge Maldonado en Móstoles y de la Asociación Española de Amigos de la Poesía (ASEAPO), donde colaboró en las revistas “Rimas” y “Maldita musa”. También fue alumno de la Fundación José Hierro de Getafe, participando en diversas de sus publicaciones. Fue galardonado en el certamen Ciudad de Getafe en 2003 por su soneto Se marchó por la ventana (mención especial del jurado) y finalista del premio Marcos R. Pavón en 2009 por su poemario Poeta converso. Actualmente pertenece al colectivo Aminta de investigación literaria y dirige, junto a Antonio J. Sánchez, el ciclo poético y musical Los sábados culturetas del museo. Ha participado en radio y televisión. Acaba de publicar en Lastura el poemario Exorcismo para todos los demonios prologado por Antonio J. Sánchez.
Exorcismo para todos los demonios
Lastura, 2016
III
Un poco de Dios puede ser que exista.
Yo le he visto asomarse a la montaña
en el ocaso, ser lluvia en Madrid,
mar en la noche, sol en el invierno.
Yo le he tenido cerca en unos labios,
en un beso, en la piel de la mujer
que quise; ser la música cerrando
los ojos, y mostrarse como un verso.
Un poco de Dios, puede ser que exista:
la luz, el río, el árbol, los amigos…
Pero a veces la muerte me despierta,
y encuentro la mentira, el alma rota,
y dudo de la vida y de este mundo,
y los telediarios me confunden.
Carmelo González nos propone una serie de poemas (tres por temática) contra algunos de los males del ser humano: la muerte, el tiempo, la guerra, la destrucción, el amor… Cuando Pandora se apresuró a cerrar la caja, se dice que dentro quedó la esperanza. Desde entonces, una de las preguntas que siempre se formulan al respecto es si la esperanza es un mal; podríamos preguntar lo mismo si, al abrir el libro, el amor es un demonio. Para nuestro autor, así lo parece, pues en los poemas, los exorcismos, que propone, la característica del amor es que este no es pleno ni feliz:
Palpando voy un desierto de sábanas
sin hallar tus líquidos ocultos;
sólo esta soledad sin tu destello.
El poeta no solamente se sirve de imágenes para construir la mayoría de los poemas del libro, también opta por hacer gráfico el significado de una palabra, como en este exorcismo para la locura:
Cada vez, la palabra "música" (sic) se parece
menos a sí misma. Más bien recuerda
a un tornillo h
o
r
a
d
a
n
d
o la carne del alma.
Este interesante modo de dar vida al léxico también lo emplea en otro exorcismo, dedicado al estrés, en el que el verbo correr da tal velocidad al poema que deja atrás la puntuación, incluida la final en un verso que lo es del todo: «correr hacia la muerte».
También hallamos una serie de poemas basados en un contraste o contrapunto, generalmente breves y que por esa intensión adquiere fuerza poética. Un buen ejemplo de esto es el siguiente exorcismo para la guerra:
Titular:
El soldado Mike murió por fuego amigo
Es curioso. Eso debe ser
lo que llaman amistades peligrosas.
Aunque en este escrito se traten los exorcismos en conjunto, los tres poemas que conforma cada temática aportan un enfoque distinto. Por ejemplo, en el apartado del «Demonio del tiempo», el primer poema habla de su paso y la divertida –y triste– circunstancia de hacerse mayores por coger un paraguas ante la amenaza de lluvia; el segundo es una anotación ontológica acerca de que el tiempo nos cambia («me saluda un tipo / que no conozco») y el tercero habla de que cada segundo nos mata, nos aproxima al «final de nuestro instante».
Mención aparte merece el soneto o exorcismo final en el que menciona a otros demonios que no han tenido presencia en el libro y que el autor reconoce como algo invencible pero…
que siempre hay que luchar contra vosotros,
os dedico este último exorcismo.
Al igual que ocurre en El exorcista, la conocida película de terror de William Friedkin, no podemos ser engañados. Cuando el padre Karras advierte al padre Merrin que la niña poseída tiene dividido el espíritu en tres personalidades distintas, el viejo cura le corrige rápidamente para advertirle que solamente hay una. Carmelo González nos presenta una serie de demonios, pero, en verdad, solamente hay uno: el ser humano. Los exorcismos que los acompañan consiguen que podamos echar de nosotros mismos los males cotidianos mediante la poesía.
[Manuel Guerrero Cabrera]
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