Alfonso Domingo Quintero
Nació en Santa Cruz de Tenerife en 1973. Estudió Filología Hispánica en la Universidad de La Laguna. Impartió las tutorías de las asignaturas Teoría Literaria para Filología Hispánica y Lengua Española para Filología Inglesa (2008-2009). Es colaborador del suplemento cultural “El perseguidor” del Diario de Avisos de Tenerife y de la revista del Ateneo de San Cristóbal de La Laguna Cuadernos del Ateneo.
Su primer libro publicado es INSULARIO MENOR (Tenerife, 2014)
Las dunas
La luz tibia del atardecer de agosto se deshace en las dunas ocres de la playa, donde las redes desgastadas y cobrizas, tendidas en las rocas de la orilla, son blanqueadas por el salitre, como las caracolas y las conchas siempre cercadas por la arena. El cielo ya rojo enciende las losas de la iglesia, perdida en los campos erosionados por el viento. La endémica sed de los matorrales, con sus diminutas flores blancas, es pasto de la hoguera final del ocaso que se extiende en este paisaje sin sombra, y es música temblorosa en los bancales desérticos casi a flor de agua como los médanos. El día marca así sus propios límites, y los dátiles llenos de sol también se apagan con la última luz verdosa, que se extingue en un puro y tranquilo vencimiento. Nada queda ya del día. Empieza el frío intenso de la noche, y pasan lejanos los astros calladamente, sobre las montañas difusas del verano. Alguien me dice que esto también nos pertenece.
Inscripciones del día
He venido a visitar el jardín, a sentarme en el banco que está tras la senda invadida a trechos por las zarzas y los rosales punzantes. En el lugar secreto se encienden las salas de los signos: mi libro de poetas predilectos. Ante ti, su mausoleo y el canto mínimo de pájaros antiguos, la música más necesaria. Ahora el día se hace más ilustre, más ameno. Aprendo las palabras de lo inusitado. Empieza la fragilidad de lo sensible, sus tornadizos giros de sol, la plenitud vertical del cielo, su pradera incandescente. Mi crucial desconocimiento de la armonía. Pasa un sueño de grafías, viejo lenguaje de la adolescencia y su entusiasmo. El mundo no adivina su sentido, los exégetas celebran otras formas. Allí es tan sólo un jeroglífico en piedras muertas. Laberinto incomprendido del orfebre. Variaciones ocultas. Siento la condición inestable de la estación: aire, viento, brisa. Frío. Calla el crepúsculo. Sigues leyendo. Debes volver. Luminarias y sólida oscuridad.
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Precioso libro
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