sábado, 24 de octubre de 2015

ALBERTO RIVAS [17.272]


ALBERTO RIVAS

Móstoles, Madrid 1983.
Fotógrafo de profesión y Tauro. Deambulador de las Jams madrileñas y presentador de la Jurasic jam de la librería de Lavapiés El dinosaurio todavía estaba allí. 
"Cartas a Gilgamesh" [LVRediciones, 2015], es su primer libro.



“CARTAS A GILGAMESH” de ALBERTO RIVAS


Versos sueltos, extractos de poemas

TIENES EL DON de parecer que no has pasado nunca


SUERTE QUE MIRO al espejo
  y el espejo no me mira.


DE LOS MUROS del invierno
nació una primavera en ti


Y GRITO desde la piedra de tu espalda
desorbitado


Los poemas

Carta a Gilgamesh nº 1 
De entre los muertos

Ellos no tienen los besos
ni la vergüenza
no tienen el ansia de la vida inacabada
ni el lamento
ni siquiera la verde comezón de un arrepentimiento
ellos no tienen la culpa
no tienen ya minutos que perder
rencor  desenfreno o desamparo
ellos lo tienen todo  escondidos

ahí donde ya no hay amor
ahí donde escampa la tormenta
y el sueño se hace carne
y la carne  apenas vuelo

púdrase usted  y también el infinito
ellos ya no esperan más
no tienen las ganas
ni el respeto
ni tan siquiera la razón
ellos no tienen los besos
   ni su carne

dentro de su vida muerta
ellos saben lo que es ser libre.


TE PRONUNCIÉ esdrújula
 porque sabía que sabías bailar
 te llevé a los adentros
  porque sabía que sabías el camino
  te apagué la luz
   porque sabía que alumbrabas con los ojos
   todas las palabras que guardo
    en el fondo del estómago.


DADME piel
y cometeré una y otra vez
el mismo error
con nombre y apellidos.


Carta a Gilgamesh nº 12
Realidades fraudulentas con el don de encantar

Vivimos el invierno constante
tú y yo hermanos del mismo páramo
árboles en dura corteza retorcidos
el alma de sal y silencio
tenemos las raíces y la culpa
compartimos el mismo viento
no queda ya calor
llora el sol en luminosa batalla
viviendo un día más

la lucha es siempre mentira
pactado el verbo
vivir nos da lo mismo
pero morir nos aterra
en un día a día inadvertido
la caliente oquedad del ayer
la fría bandeja de mañana
no eres especial
la primavera escasea para todos
ahí fuera las bestias
aquí dentro
algo parecido a una promesa
pero más líquido

no te afanes en sonreír
el hambre nos la hemos buscado nosotros
los que queremos volar
y siendo blancos como nubes
solo sabemos llover

la condena es entender
el mito que nació de la palabra
la condena es dejarse hundir
por este océano sin comisuras
la condena es invierno
un mundo para todos
arráncate el corazón del pecho si quieres
no tiene boca pero miente
ya en el juicio sentado
jura el corazón y miente
todo es humo
se abraza la locura a nuestra nuca
rascando hasta ver el hueso sustento
  anónimo y pálido
  se va pudriendo
como cualquier verdad
todo lo que va por debajo es tristeza
todo cuanto tienes que decir es silencio.


SIEMPRE la sangre ayuda
a tapar la herida.





“que derriben estos muros de esperanza
detrás está mi casa”


La casa en que crecí
es un laberinto de olas sobre el suelo
una marea gritando,
a veces,
dos desconocidos bastan
sus cimientos en tierra roja.
Se acumula el barro en miles de libros
mi casa es un continuo bastión contra el futuro
una extensión del otoño en pleno invierno

con una madre canto de sirena
al final del arcoíris pelea el Sol
las nubes de cacharros hiperrealistas

mi casa es un cuadro de Antonio López
bajo un himno en piedra
con un padre preso
la carcoma de saber que la vida se termina al dente.

Esa es la casa en que crecí,

un paraíso artificial
molinos derriban gigantes
ya no hay locos en España

la soledad de las paredes insulta a la televisión
la radio chillando se repite en todas las ventanas

esta es la casa en que crecí,
la casa de mis horas.

Habitaciones sin fuga y con espejos.
Habitación gusano ¿y ahora qué?

Para gestar el hambre de los valientes
aquí se guarda un dios en la despensa
el resto cocina, caos y miedo

el desorden coloca las cosas con la cabeza de otro
con las manos de otro,
en la casa en que crecí se amontona vivir por los rincones
y el tiempo yace en el sofá junto a papá.

No me gusta enfrentarme a las paredes
ellas                saben             la         verdad
saben quién soy.

Enfrentar la luz tamizada del salón,
ese niño grande con mirada de loco
la cárcel sincrética de la esperanza
el abandono del nido
romper los lazos de la sangre sangrando
con barba y a veces amarillos los dientes.

Ellos te recuerdan: te recordarán siempre:

la casa en que crecí es un eterno recuerdo del presente.






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