martes, 27 de octubre de 2015

RUBÉN DÍEZ TOCADO [17.289]


RUBÉN DÍEZ TOCADO

(Madrid, 1978)
Rubén Díez Tocado, un joven poeta madrileño que participó con el seudónimo de “Herbert Casiopea” ganó el VIII Premio Internacional de Poesía Martín García Ramos por su poemario, La Nada Discontínua.

Díez Tocado, licenciado en derecho y profesor de inglés en un colegio de Torrejón de Ardoz, tampoco es un primerizo en distinciones literarias. En 1999 fue finalista en los premios Adonais e Hiperión de poesía y en el certamen Maria Agustina, de relato. En el 2002, obtuvo también un reconocimiento en el de la Fundación Barbara-Ansón.
El nuevo galardón se le entregará dentro de unos días en Albox, sede del Instituto Martín García Ramos, que patrocina el evento, A continuación presentamos algunos poemas del libro premiado.

Con Los via­jes del pri­sio­nero (Edhasa/Castalia, 2014) Rubén Díez Tocado ganó el XXIV Pre­mio Tiflos de Cuento.


AHORA Y QUIZÁ

Quién eres, qué hondo cieno de tinieblas
te trajo, ahora mi casa es una casa,
un hombre junto a mí te quiere muerto,
la luna trae vestigios de esa hondura,
una canción, un número son huella,
me tapas brillos quedo en los umbrales,
estás en las esquirlas y en los muebles,
haces la tarde con tu voz de mundo,
no hay libro entre mis libros que tu nombre
no diga como torre de homenaje,
como blanca palabra, como halcón
de luz a igual distancia de mi pecho
que el odio de tenerte y de ser otra,

ahora mis días son morosa lluvia
que elude el suelo, huyendo de la muerte,
ahora la muerte existe -fue un atisbo-,
ahora es ahora, y sólo, y para siempre,
sólo quiero estar viva y parecerlo,
saber de mí y atravesar las noches
como una alondra refulgente y sola,
saber de dónde vengo, por qué hurgo
la tierra que sostiene mis dominios,

quizá mi suelo firme era nenúfar,
mi cauto cielo de papel pintado,
mis manos la silueta de otras manos,
-manchadas con mi piel, pero implacables-,
quizá mi cuerpo un torreón de hojas,
la dicha un himno soñoliento y huero,
una cantata repetida y pobre
mi instinto, mi hondo ánimo, mi grito,

quizá no seas más que un rojo estanque
donde se estira el fuego del ocaso,
quizá tu voz es brote de colmillos,
un teatro brutal tu pasión ciega,
siendo como eres saco de preguntas,
flecha esmerada, síntoma del hielo,
barranco donde arrojo cuanto no hago,

tu doble condición es del espejo,
minotauro de amor a manos llenas,
¿qué le traes a mi vida entre lavandas
y mujeres remotas, tan concreto?,
¿existes en mi voz o bajo tierra?
¿quién puedo ser contigo acorralada
contra los muros altos de tu fuerza?,
¿hay aire para mí en ese destino?


PREGUNTAS

Me odias por haber aparecido,
ahora tus días son islotes lentos,
rezas por que me parta o se me trague
la pantera silente de las noches,
quisieras verme extinto, en otra parte,
volver al tiempo en que yo era un indicio
de fuego en el tarot, la voz surgida
del fondo de aquel sueño al alba rota,
la puerta sin los goznes de la casa que ha muerto;

ahora tus días tiemblan como pozos,
te preguntas quién soy, qué estoy haciendo,
y la respuesta es cruda como un hacha;
guardas filosa el arma de un secreto,
duelo como un anuncio, ardo a oscuras,
pero tienes tesón y eso me curte,

quién eres, por qué agitas
el agua largamente estancada,
pareces inquirir tras esa mesa,
bajo mi pecho, náufraga en mi hambre,
y son preguntas para las que existe
un vacío temblor y el tiempo todo.


ÉL

Hazte a un lado, no mires el destello
hondo de lo que soy, te estoy matando,
puede que no conteste a tu llamada,
si a veces me distancio es porque huyo,
parto por un momento hacia el confín
para buscarme, regresar al rastro
trillado donde habita la que he sido,
allí todo es seguro, los objetos
me reconocen, soy uno de ellos,
una casa es mi casa y hay un hombre,
creía conocerme y no buscaba,
sabía la verdad y la vestía,
era feliz de un modo en el que sólo
pueden serlo las bestias, sin conciencia;
espera que confirme la masacre,
está dispuesto a ser lo que preciso
sin sangre, sin ballestas, sin pasado,
sin alcanfor, sin ratas que lo roan,
es lo que es por mí, yo lo hice otro;
era libre y murió: es todo mío.

Debilitado, hecho a las paredes
de su presidio, pide que lo aten,
pide piedad, implora que lo ate,
y yo lo amarro con mis crines negras,
mi metal negro, mis pupilas negras
y un crudo corazón de obsidiana.
Está vencido y solo, pero es mío.

A ti no puedo asirte, dices cosas
que me inquietan, en ellas te idolatro,
quiero lo más de ti sin retenerte,
me pueblas como un reventón de hormigas,
te amo como se ama a las tormentas.
Libre me hieres, río descerrajado,
y es de alas el mar de tu mensaje.


EL REGALO

Vengo con pies de pluma, me he perdido
por veredas con miedo y sal angostas,
podrido y por momentos verdeante,
entregado a la luz, hijo de pozos,
lumbre en lo alto y corazón de espiga,
roto por un relámpago de arenas;
a pesar del dolor sigo el empeño
(como la chimenea guardo ayeres)
porque aprendí que ser es no doblarse,
dura es la piedra y dura debe ser
la mano que, temblando, la sostiene.

Hoy la tarde aletea, se me observa
desde huecos que aguardan mi derrota,
nada de cuanto piense evitará
un acto: cae la fruta en agraz
aunque el suelo y el árbol no lo quieran.
Te he comprado un regalo, las paredes
de mi cuarto lo acogen como a un hijo,
trae luces de la calle y una brisa,
pero has cerrado puertas y arde vacuo,
octubre lo convierte en una ortiga,
en primavera acoge floraciones
de cadáver, lejano de sí mismo,

lloro para salvarme de ese otro,
me lo quito enjugándolo en su centro,
derrumbado parezco Alejandría
tragada por la mar, Ícaro en llamas,
caduceo partido en su costado,
gris Poseidón varado en tus arenas.
Pompeya muere y yo corto unas flores
para Afrodita, sepultada en lava.


LA DEFENSA

Nunca era el momento, siempre había
una postergación, una distancia
que paraba los besos y buscaba
pretextos para hacerse más oscura.
Así no vamos a ninguna parte,
era la frase-claraboya cárdena
de tanto golpearse contra el fondo,
por ella nos medíamos,
trinos y, al tiempo, solos,
cada uno veía en ella
su sombra deformada, sin saber
de quién era la sangre
que manchaba sus manos,
¿la del amigo o la del enemigo?,
¿la de ambos? La propia, era la propia.

La frase-claraboya-ojo de buey-
ventanuco-vidriera-hondo cristal
de desesperación y pesadumbre,
así no fuimos a ninguna parte,
y una parte de mí aún vaga a oscuras
por sus largos perímetros sin fecha,
redonda en sus recodos, ancha corre
por sus amplios parajes sin amparo,
valió de poco estar y no ser nada,
el vaho de días amplios como estepas
cuando apenas viví, y mi voz fue otra,
para qué tanta frase en retahíla,
tanto arsenal de voz sin asideros
volcando su mensaje
en las playas vacías,
en puertos fantasmales donde aguardaba un humo.
Ahora no estoy más vivo pero acaso
no muero más allá del fin del día,
sobreviviente atroz, como un incendio.

Me parece estar viendo un espejismo
de manos claras, donde bebí barro.
Cae la hoja otoñal. En ella arde
el sol de los veranos, ya extinguido.










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