Fee Reega, en el Bello Verano. Imagen de Alejandro Nafría.
FEE REEGA
Fee Reega es una joven artista alemana, pero ahora vive en España, en Asturias. Poeta, cantante y guitarrista, Fee Reega escribe historias y poemas desde los cinco años y su contenido ha recibido influencias de los miles de libros consumidos por esta lectora excesiva, aunque también de sus sueños, sus sentimientos, del arte, de historias verdaderas, de sus obsesiones, de sus amores y de sus manías. Eso es también de lo que están hechas las canciones de Fee Reega. Según sus propias palabras, para ella es muy importante expresarse “valientemente sobre cualquier tema y experimentar con palabras, idiomas y temas delicados”.
Fee Reega es un ser entrañablemente “punk”. El exotismo germano ha encandilado ya a unos cuantos. Su estética vintage, las erres que hacen tambalear cimientos y se atreven con expresiones del populacho y sus canciones de esencia costumbrista se han hecho hueco en el seno de la Asturias más independiente. Sí, ha sido fácil adoptarla entre nosotros. Tras un puñado de EPs y un primer álbum (Salvajada) de esencia folk melancólica y visceral, el pasado 2014, volvió a la carga con su segundo disco La Raptora (Truco Espárrago, 2014).
Las canciones de Fee Reega son fogonazos de belleza, humor, dolor y poesía. Hay algo en su música que alcanza a arañar en lo más profundo del que la escucha; y llega ahí porque lo que canta y cuenta es algo directo, espontáneo y libre. Fee Reega no se parece a casi nada y sin embargo, a lo largo de sus diversos discos, siempre es ella. Habita en el corazón de sus composiciones una raíz de folk puro y vivo que prende en la piel y la memoria. Quizás sea por las palabras que utiliza, que cobran sentidos nuevos en su castellano que nace en Alemania y desemboca en Asturias; quizás sea por esa voz –plena de matices– que utiliza a su antojo para transmitir todo tipo de emociones; o por esas letras, que, transitando entre la oscuridad y la luz, urden contrastes imposibles y hermosos, alumbrando un mundo en el que lo surreal, lo ingenuo y lo salvaje se esconde en cada acorde y aflora en cada frase.
Su último y reciente disco, titulado La Raptora –el primero que ha grabado en estudio, y que ha sido editado en España por el sello Truco Espárrago–, fue presentado en Oviedo en el festival “Localidades Agotadas” el 31 de mayo, en el Local Creativo Paraíso; repleto para la ocasión. Fee Reega tocó acompañada por su reciente banda, compuesta por Pablo und Destruktion –encargado de guitarra, percusiones y electrónica– y Javier Bejarano, con su inseparable guitarra tocada con un arco y que, desde hace unos meses, también es parte de la formación del propio Pablo.
DINERO
En mis fantasías me hago rica y de repente, con todo mi dinero alquilo un piso, solo para ti,
dónde tú quieras, y ahí te dejo vivir, solo a veces te visito y quedamos dentro unos días, haciendo
el amor y contándonos - todo.
Nunca sentí celos contigo, no intentaría sorprenderte nunca en ese piso que te tendría alquilado
- O comprado - qué cojones. Como tendría mucha pasta...
Siempre te avisaría antes por si acaso estuvieses ahí con alguna mujer.
No te daría restricciones, te dejaría hacer lo que quisieras.
Pero me sentiría mejor sabiendo que tienes un sitio, que no duermes en suelos.
Y que tenemos un sitio los dos.
Ahora ya no estamos juntos. Ahora estamos separados.
Si hubiera sido rica, te hubiera comprado un piso,
te hubieras mudado ahí, yo estaría en tu vida todavía.
O quizás no. Quizás estarías ya muerto ahí dentro,
ahogado en la bañera por ejemplo
y yo, como no te hubiese controlado
no te hubiera encontrado hasta mucho más tarde.
Mejor quizá que sea pobre y que no te haya comprado ese piso ni alquilado.
Y que estés durmiendo en la calle.
Fee Reega, imagen by David González
HOSTIAS
Ya he preguntado a mucha gente:
¿te has pegado alguna vez?
Y me dicen: no, nunca.
O me dicen: sí. Y me cuentan alguna historia, que casi siempre es divertida.
Parece que no me estoy moviendo en círculos donde la gente se pega mucho.
Cuando le pregunté a él, me respondió: sí, me he pegado muchas veces.
Y no de broma.
Dos veces le metió hostias a tíos que le entraron a su madre,
cuando él era adolescente todavía.
No pasó de contarme todas las hostias que había metido.
Y un día me mandó una foto de su cara, con el ojo morado, y otra de su mano,
sangrando.
Dijo que se había pegado con un tío en un bar.
Dijo: deberías haber visto al otro.
Y a mí ese ojo morado me pareció precioso,
y defender a su madre me pareció precioso,
y la mano sangrienta me pareció preciosa.
Y entonces supe que un día me iba a tocar a mí.
Y empecé a prepararme.
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