Mónica Rosenblum
(1960, Argentina)
Es psicoterapeuta y consteladora familiar. En poesía, publicó Ultima Piedra (Editorial Tierra Firme, 2002), Umbral (Pájarosló Editora, 2008) y Verde va con fucsia (2012).Textos suyos fueron publicados por: Zapatos Rojos, Color Pastel, Poesía Manuscrita; Poesía en el Subte, Revista Feminaria, Revista ADAMAR (España), Diario La Jornada (México), Revista Plebella (2009); y en diversas antologías independientes . Su poema Hexafluoruro de Uranio fue musicalizado por Cecilia Gauna para el CD Non-Stop. A partir de diciembre de 2008 forma parte del grupo de poesía ENJAMBRE.
no digo lo que quisiera
no hago lo que siento
digo ok, siento vení
es esperar los tiempos
es el puto orgullo
es saber que es propicio cruzar las grandes aguas
es dudar si es propicio
es plantar la semilla
y no estar indagándola a cada rato
el juego de la indiferencia
es escalar la montaña más empinada
y resbalar cada tanto para ver
si seguimos jugando
y decir
sí, ok, chau, ah, qué tal, che
*
al pan con manteca
al aire acondicionado
a frenar las gracias
si no estoy agradecida
a preguntar eso
que me muero de ganas
al café con leche
a ser un monosílabo cuando me levanto
a pasarte a buscar porque sí
a las sorpresas
a confiar porque sí
a dejar que sea
a saltear hojas de un libro
a empezar por el final
a deshacer un programa
a que el programa sea nada
a decir me aburro
a intentarlo otro día
a intentarlo menos
a comer por colores
a ver amanecer
a ver anochecer
a quedarme en casa
aunque el día esté lindo
a decir pavadas
a leer pavadas
a inventar pavadas
a disfrutar las pavadas
a reir hasta que duelen
los cachetes
la panza
a estar tentada
a olvidar
a romper papeles
a romper distancias
a abrir la puerta
a saber que fue necesario
perder las llaves
perder la agenda
a decir me lo hacés vos
a desafinar más
que la vecina
y cantar fuerte igual
a bailar sola
a bailar con vos
a sostener mi extremo
del hilo
de nuestra mirada
un sostén firme
y a la vez flojo
que hace su parte
*
a veces es propicio
cruzar las grandes aguas
y entrar en el juego
de la diferencia
fui tan lejos
a buscar la contraseña
probé palabras,
fechas
datos
números
di vuelta nuestros nombres
nuestros apodos
nuestros susurros
tomé mi sombra
por los tobillos
sacudiéndola
me fijé en el dorso
de nuestras miradas
di vuelta los bolsillos
del camino viejo
busqué en los predicados
en la mejilla del beso
y en la otra
desanduve secuencias
busqué en los zócalos
en el perímetro del laberinto
revolví las bisagras
de la distancia
me di vuelta
hice search
en las profundidades
desatornillé alcantarillas
di tantas vueltas
buscando la clave
la palabra mágica
que abra
cadabra
el password
que destrabe
la montaña de hielo
y sólo en la quietud
en el silencio de todos los oráculos
en el off de todas las imágenes
me fue revelada:
sí
la contraseña es sí
*
alguien dijo que todas las grandes cosas
han sido precedidas por un gran silencio
en el patio de mi casa
trina un pajarito
grita
se escucha el ruido de los autos
cierro los ojos
excluyo
los pasos apurados
de los que llevan
a sus hijos al colegio
y les cargan
piadosos
las mochilas como piedras
los pasos aferrados
de los que tuvieron
la mejor de las noches
los pasos azorados
de los que llevan
la pesadilla
estrellada en la cara
mis propios pasos
excluyo
mis ideas caen
a dónde?
caen de regreso?
caen de cansadas?
vuelven al gran sol central
transmutadas?
el aire entra y sale en mí
a mí, de mí, para mí
el silencio entra en ritmo
es esto lo que precedía?
mis latidos?
acaso es poco grande?
*
wu wei
el sabio practica
el no-hacer
y así todo se arregla
Tao Te King
no es que tenga algo sórdido la alegría
es que hay que ir pelando capas
lo solemne, lo formal, lo lógico, lo
que corresponde
y ahí, en lo inesperado
el regalo del no hacer
sentarme en la mecedora
y saber que todo se hace
se va delineando
cuando yo ya no hago
cuando sueño
cuando dejo de invocar
cuando aflojo todos los hilos
cuando canto una nueva canción
cuando se me canta
sin saber el principio
sólo una estrofa
ésa que me da alegría
primero de enero de dos mil
nadie pierde su historia, a lo sumo la lleva en la sien,
alojada dentro de una bala. Susana Silvestre
hay que dragar
este siglo nuevo
hacerle tajos
para que drene
hay que extirparle
los manifiestos
la sintaxis
de los desgarros
intervenirlo
en los silencios
en el desvío
de las miradas
ah, cuando emerjan
las canciones rotas
los juguetes huérfanos
las burbujeantes
buenas razones
la furia muda
de todas las casas
con sus manteles
azorados
y sus fotos
desoladas
sin las sonrisas
sin los abrazos
los vestiditos
interrumpidos
once de septiembre de dos mil uno
mi nena no sabe
qué ponerse
para la fiesta
ni su ropa
ni la mía
logran hospedarla
¿cómo apaciguar
la tiranía
de sus espejos?
y de pronto
el hilo de nuestra mirada
se estrella contra el televisor
porque la gente
se tira de las torres
y la fiesta
se arruga sobre la cama
y todavía envueltas
en el humo
y con los colores
a punto de extinguirse
su mirada me devuelve la voz
una voz que ahora dice que sí:
que verde va con fucsia.
EL CASO PERALTA O POR HACHE Y POR BÉ. MÓNICA ROSENBLUM
Los protagonistas del libro son justamente letras – h y b- que se desdoblan en la oralidad, dan cuenta de una distinción esquizofrénica, esa operación esquizo que produce sentido en todas direcciones, ya sin raíz. De una letra podemos partir todas las diferencias en nuestra cultura (¿cromosoma xx o xy?). De tal menudencia puede depender el destino del pensamiento, y desde ya, la literatura (Nathaniel Hawthorne también escribió una novela en torno al sentido de una letra).
A esta altura es claro que uno de los conflictos de este libro es, no solo la dialéctica entre lengua y habla, o entre escritura y oralidad, ni siquiera el lenguaje en sí, sino sobre todo ello: la posibilidad de un código, cualquier código, en la babel rota, pegoteada, que heredamos.
Es que código es no solo lenguaje y su operatoria comunicacional. El código implica una ética, una posibilidad del comportamiento. El código, hecho también de otro código, debe definirse cada vez que se presenta. Esto es, debe redefinirse para poder representarse. El resultado de esto es volver todo código a su zona de indefinición, de temblor constante, una zona en la que cada cosa debe ser redefinida en el mismísimo temblor que invade, como un llanto. Así se redefine el llanto también.
“hache lloró. mucho. llorar mucho también es llorar sin lágrimas sin ruido y sin palabras. y
mucho tiempo.”
La escritura es entonces un espacio, no de fijación, sino de interpretación. A cada suceso, la escritura propone una definición que intenta adecuarse a la situación, y no al revés, una situación que se adecúe al lenguaje que la cubre. Quién sabe si en otra ocasión, los sentidos se mantendrán iguales. Si en la fábula (ese habla fabulosa) de cada interacción solo podemos reaccionar temblando, en el espacio de la literatura (ese habla escrita) se da lugar a la interpretación anotada.
En principio – pues veremos que hay algunos más – se plantean dos planos gráficos que dividen el espacio de la hoja literaria entre arriba y abajo, con las connotaciones que eso puede acarrear.
En la superficie, aquello que pasa por arriba, transcurre una historia, una fábula, cuya protagonista es hache. Por debajo, se la interpreta, a través de notas al pie.
Entramos en una nueva coctelera de vacilación ¿Cómo se lee este texto? ¿Acaso primero todo lo de arriba y luego con las notas? ¿Es posible leerlo sin las notas? ¿Es el mismo texto?
Saber es otro de los temas de este libro. Si creíamos que sabíamos cómo se lee un libro, la primera negación está al comienzo. Saber no nos sirve de nada. Cada vez que vamos a leer, debemos someter la vacilación a una interpretación posible, y desde allí, avanzar.
Si el recuerdo va y viene como el olor a sopa, dice Rosenblum, el pensamiento entonces es lo único que nos lleva y nos trae. Es esa lógica- la del abrir y cerrar de ojos de las fábulas – la que nos ayudará a conectar en este texto una cosa con la otra.
Fragmento del prólogo de Romina Freschi.
durante mucho tiempo fueron juntos por el mismo camino. a veces juntosjuntos y a veces juntos cada uno. no es que estuvieran pegados como, por ejemplo, tenemos pegados los brazos al cuerpo. no era así. les gustaba aquel camino y les gustaba transitarlo juntos.
a veces hache iba más rápido y bé se quedaba haciendo alguna otra cosa y luego alcanzaba a hache y a veces vice-versa. cuando no se veían por un rato y luego se encontraban, generalmente se alegraban mucho.
algunas veces, como es natural, tenían desacuerdos. no siempre pensaban igual y no siempre querían lo mismo en el mismo momento. sin embargo, tarde o temprano, alguno de los dos cedía, y seguían caminando por ese mismo camino que habían elegido. y así transcurría su vida: sin grandes sobresaltos, con algunos momentos apasionados y otros más aquietados; y, generalmente, en armonía.
hasta que un día llegaron a un gran portón y se les presentaron dos opciones: tomar el sendero que se abría a la derecha, o entrar por el portón. hache quería entrar. bé dudaba y dudaba. dudaba y dudaba. hasta que -según parece- respiró hondo, y, palabras menos, se fue por el sendero que se abría a la derecha.
hache lloró. mucho. llorar mucho también es llorar sin lágrimas sin ruido y sin palabras. y mucho tiempo. en estos casos el tiempo no es el mismo que el tiempo de cuando se vive y se llora un poco. también pensó bastante. y miró incontables veces el sendero aquel que se abría a la derecha. como si al mirarlo pudiera comprender. o como si mirándolo pudiera ver su espalda otra vez.
§ a lo mejor bé tuvo miedo de que le pasara lo que a la señora de Lot, que quedó convertida en estatua de sal por mirar atrás. y…es un riesgo. por eso algunas personas piensan que es mejor sólo mirar para adelante.
“Qué desgracia saber tu nombre aunque ya no conozca tu rostro mañana, el rostro que dejamos de ver un día se dedicará a traicionarse y a traicionarnos en el tiempo que le pertenece y le queda, irá apartándose de la imagen en que lo fijamos para llevar su propia vida en nuestra voluntaria o desdichada ausencia. El de aquellos que se fueron del todo porque no los retuvimos o porque han muerto se irá nublando en nuestra memoria que no es una facultad visiva, aunque a veces nos engañemos y creamos ver todavía lo que ya no tenemos delante y sólo evocamos envuelto en brumas, el ojo interior de la mente se llama esa figura borrosa de nuestros espejismos o nuestra añoranza o de nuestra maldición a veces”.
Javier Marías, Mañana en la batalla piensa en mí, Editorial Alfaguara, 1998, pp. 223, 24.
sí, mirar atrás es un riesgo, pero no mirar atrás debe ser otro; seguramente, porque, quién sabe, ¿no? quizás irse corriendo para adelante y sólo para adelante va construyendo otra estatua de sal, que un día, vaya uno a saber cómo cuándo dónde y por qué, se derrite, y ahí sí, tendremos que vérnoslas con una inundación mayor, una especie de autotsunami, que tampoco sabemos a dónde nos puede llevar:
“Ojo con las lágrimas porque derramadas a destiempo y deshora te pueden hacer convertir en estatua de sal como le ocurrió a la señora de Lot, que está paralizada en alguna parte de nosotros mismos. Es sabido que la sal constituye la materia prima, incorruptible, de las lágrimas”.
Luisa Futoransky, Reflexiones en torno al atentado a la Amia, artículo Peso sobre los hombros, París, 1995, www.literatura.org.
por eso sería interesante que quien sale corriendo sin mirar atrás no cante victoria, porque no siempre Dios le ordena no mirar atrás como a la señora salificada en cuestión; y porque muchas veces, no siempre, pero muchas veces, algo o alguien, más adelante, puede, voluntariamente o no, llevarnos de un monumental codazo (eso que después llamamos golpe del destino, y no llamamos codazo ni zancadilla del ídem) a mirar lo que no quisimos (y por ahí llamamos no pudimos) mirar en su momento, ¿no?
sin embargo, de a poco, comenzó a saber lo que, finalmente, termina por saberse: tendría que levantarse y seguir. tendría que hacerlo. cuando se empieza a saber algo, al principio se puede borrar, pero sólo al principio, después ya no se puede dejar de saberlo. aunque uno quiera. y hache quería. quería no saber.
era más lindo no ver
borragia de no saber
Oh, aquellos banquetes avestrúsicos!
corsettes y vestidos lamé
lamer verdadcitas empalagosas
acaramelados idilios
cegueritas de pochoclo
pegadas a la manzana
manzanas mordidas
que no desterraban
de ningún paraíso
manzanas (sana-sana)
de la feria de versiones
manzanas sostenidas por el palo
palomas guerreras de la paz
mansas
y a la vez
astutas como serpientes
espadas de escarbadiente
que se rompían al momento
de penetrar
pechos latientes
Oh, los banquetes!
o no…
Oh, no!
¿y si lo real
era todo aquello
que podía
y ya no puedo con los ojos cerrados?
¿cuándo perdí lo real avestrúsico?
cuando perdí lo real avestrúsico
todo
lo perdí
Mónica Rosenblum (1960).
El caso Peralta o por Hace y por Bé. Zindo & Gafuri, 2015.
LA CUESTIÓN DEL PELLEJO. MÓNICA ROSENBLUM
el odio como signo
“Lo que sucede entre dos, entre todos los «dos» que se quiera, como entre vida y muerte, siempre precisa, para mantenerse, de la intervención de algún fantasma”
Jacques Derrida
Basta decir “el ser humano” para naturalizar una disposición. Aun cuando falte el verbo - responsabilidad divina- que agencia, la mera enunciación de algo como alguien condiciona su devenir: impone una forma y una ley que lo trasunta. En La cuestión del pellejo (alto pogo, 2016), Mónica Rosenblum hace visible la marca que todos llevamos por Cain, hijo del odio. No se trata, en este caso, tan sólo de una señal, sino más bien de la carga. ¿Cómo convivir con los espectros del pasado? ¿Es posible iluminar sin olvidar?
La obra de Rosenblum se plantea un regreso al instante en que se funda la violencia en el género humano. Y lo hace a través de preguntas, interrogantes que se deslizan en un viaje acompasado hacia el núcleo de la responsabilidad. El primer destinatario de las preguntas de la obra es el propio Cain: ¿qué es lo que late en ese odio nacido del amor? Se trata, como señala Claudia Masin en el prólogo, de saber no sólo sobre la violencia, sino acerca de la tregua y del consuelo. La cultura resulta un magma espectral de hechos y juicios propiciados por alguien por cuyo lugar se pregunta (”¿y dónde está/ el señor/ que pregunta/ dónde está?”). Aparece entonces una figura espectral que condena a su hijo a responder por los actos que ella mismo incitó.
La reconciliación con el primer antepasado que pagó el crimen resulta un eje vertebral para todo lo que se desarrolla luego, ya sea bajo el título de El salvo o incluso de El marco de la puerta. Un recorrido que está teñido de esa violencia que nos habita sin llegar a pertenecernos, pero con la que fuimos dispuestos a convivir. Se trata de indagar al fantasma que la mantiene viva: no se trata de naturalizarlo, sino de mostrar cuán plástico, cuán escurridizo puede ser. La marca no puede ser borrada, pero si desandamos la historia, podemos desafiar lo que alguien decidió que fuera nuestra naturaleza.
El poema se convierte entonces en un merodeo sutil, de canción de cuna, alrededor de una entidad tramposa, paradójica y ruin. Pero el objetivo de este desandar los caminos del odio no tiene por finalidad encontrar la clave, el chivo expiatorio, el responsable. Es un depurar: dejar el camino libre de discursos para que aflore eso que nos acecha, limpio, sin denominación. El silencio cobra el valor crucial de ser el territorio de donde emerge eso que late sin ley. No se puede recobrar el tiempo, ni deshacer ni desdecir: más bien, se puede alumbrar con otra luz el mismo fuego.
Mauro Lo Coco
¿así pijama rayado
y medio dormido
te siguió Abel?
hay una confianza
un no dudar
cuando alguien
cercano
nos dice vení
o vení mirá
y vamos detrás
esperando algo
o nada especial
vamos sin dudar
distraídos tal vez
pensando en otra cosa
a veces
ni siquiera intrigados
vamos porque
nos dijo vení,
y vení alcanza para ir detrás
puede tratarse de algo importante
de algo pequeño
de algo para uno
o para el otro
simplemente vamos
¿cómo es vamos?
¿cuál hilo
hilacha
cuál lazo
cuál nosotros?
¿vamos juntos?
¿vamos vos y yo
afuera
a matarte?
¿matar es afuera, Caín?
¿por qué?
¿por lejos, por solos
por los padres
por la serpiente
por la manzana
por los gusanos?
¿es eso?
¿dudaste, Caín?
ah, cómo querríamos
cuánto querríamos
saber de tu previa
¿a qué ritmo caminabas?
cada paso asentaba
el sello
en la tierra
derecha sí
izquierda voy a hacerlo
sívoyahacerlosívoyahacerlo
¿fue así, Caín?
¿de niños
armabas tus torres
y Abel te las demolía?
¿las hilvanabas
hasta el cielo
y de un soplido
te las derribaba?
¿es eso?
¿a babel
jugaban?
¿te voy a matar
le premonizabas?
¿miraban el cielo?
¿por repartija
de estrellas
peleaban?
¿y esa noche?
¿o fue de día?
¿miraste el cielo?
¿lo viste?
¿Abel miró?
¿miró?
¿qué miró?
¿volviste tu cara
para ver la suya?
¿dónde guardaste
su dejarse hacer
su dejarte hacer?
¿y en qué preciso lugar
decidiste detener
la marcha?
¿ya lo habías marcado?
¿o se te detuvo?
mudo
nudo
de una trama
suprema
¿trampa?
¿lo ves así, Caín?
a veces duele
menos
ser objeto
que sujeto
¿sujetaste a Abel?
¿se sujetó de vos?
¿cómo pasaste
de vamos a voy?
¿cómo te miró él
cuando lo supo?
¿cuándo lo supo?
¿y los cuerpos?
¿los cuerpos juntos?
tantas veces
los cuerpos hermanos
¿y entonces?
¿y aquella vez?
¿se desprendió?
¿pudiste desprenderlo
cuando se desprendió?
¿o todavía?
¿y entonces?
¿cómo lo llevás, Caín?
(de: preguntas frecuentes para caín)
IV
¿de qué está hecho
eso que vuelve
de pronto
la mirada hacia arriba
y te encuentra
pidiendo?
¿es un don?
¿un instante
una junta
intersticio?
¿es un soplo
al oído?
¿qué hace
que alguien corra
otro se quede
otro mire
otro avise
otro se tape los ojos
otro grite
alguien diga
una oración
que jamás pronunció antes?
¿dónde viven
las palabras
de esa oración
cuando nadie
las usa?
¿dónde descansa
esa lengua?
¿quién la riega
la alimenta?
¿quién vela
por aquello que
diremos
cuando la propia
lengua no alcance
cuando el abismo
nos mire
azorado
exigiendo palabra
o gesto
o ambos
o cuál es
la diferencia?
(de: el salvo)
CORO
ah, querría yo
una mano gigante
protectora
en la cual descansar
olvidar recordar
mecerme más allá
de los tiempos
de los hechos
de la propia
innombrable
traspasar las secuelas
comprender, acaso
reposar
recordar olvidar
algo alguien que me acune
querría
un consuelo
una tregua
una brisa fresca
sobre la sangre
un jazmín
un panadero
una rendija con luz
una hojita verde
-
el odio como signo
“Lo que sucede entre dos, entre todos los «dos» que se quiera, como entre vida y muerte, siempre precisa, para mantenerse, de la intervención de algún fantasma”
Jacques Derrida
Basta decir “el ser humano” para naturalizar una disposición. Aun cuando falte el verbo - responsabilidad divina- que agencia, la mera enunciación de algo como alguien condiciona su devenir: impone una forma y una ley que lo trasunta. En La cuestión del pellejo (alto pogo, 2016), Mónica Rosenblum hace visible la marca que todos llevamos por Cain, hijo del odio. No se trata, en este caso, tan sólo de una señal, sino más bien de la carga. ¿Cómo convivir con los espectros del pasado? ¿Es posible iluminar sin olvidar?
La obra de Rosenblum se plantea un regreso al instante en que se funda la violencia en el género humano. Y lo hace a través de preguntas, interrogantes que se deslizan en un viaje acompasado hacia el núcleo de la responsabilidad. El primer destinatario de las preguntas de la obra es el propio Cain: ¿qué es lo que late en ese odio nacido del amor? Se trata, como señala Claudia Masin en el prólogo, de saber no sólo sobre la violencia, sino acerca de la tregua y del consuelo. La cultura resulta un magma espectral de hechos y juicios propiciados por alguien por cuyo lugar se pregunta (”¿y dónde está/ el señor/ que pregunta/ dónde está?”). Aparece entonces una figura espectral que condena a su hijo a responder por los actos que ella mismo incitó.
La reconciliación con el primer antepasado que pagó el crimen resulta un eje vertebral para todo lo que se desarrolla luego, ya sea bajo el título de El salvo o incluso de El marco de la puerta. Un recorrido que está teñido de esa violencia que nos habita sin llegar a pertenecernos, pero con la que fuimos dispuestos a convivir. Se trata de indagar al fantasma que la mantiene viva: no se trata de naturalizarlo, sino de mostrar cuán plástico, cuán escurridizo puede ser. La marca no puede ser borrada, pero si desandamos la historia, podemos desafiar lo que alguien decidió que fuera nuestra naturaleza.
El poema se convierte entonces en un merodeo sutil, de canción de cuna, alrededor de una entidad tramposa, paradójica y ruin. Pero el objetivo de este desandar los caminos del odio no tiene por finalidad encontrar la clave, el chivo expiatorio, el responsable. Es un depurar: dejar el camino libre de discursos para que aflore eso que nos acecha, limpio, sin denominación. El silencio cobra el valor crucial de ser el territorio de donde emerge eso que late sin ley. No se puede recobrar el tiempo, ni deshacer ni desdecir: más bien, se puede alumbrar con otra luz el mismo fuego.
Mauro Lo Coco
Caín dijo a su hermano Abel: “Salgamos al campo”.
Y cuando estuvieron en el campo, se abalanzó sobre
su hermano y lo mató.
Gn 4:8
¿así pijama rayado
y medio dormido
te siguió Abel?
hay una confianza
un no dudar
cuando alguien
cercano
nos dice vení
o vení mirá
y vamos detrás
esperando algo
o nada especial
vamos sin dudar
distraídos tal vez
pensando en otra cosa
a veces
ni siquiera intrigados
vamos porque
nos dijo vení,
y vení alcanza para ir detrás
puede tratarse de algo importante
de algo pequeño
de algo para uno
o para el otro
simplemente vamos
por quien nos convoca
Caín dijo a su hermano Abel: “Vamos afuera”.
Gn 4:8 Biblia de Jerusalén, Versión 1976
¿cómo es vamos?
¿cuál hilo
hilacha
cuál lazo
cuál nosotros?
¿vamos juntos?
¿vamos vos y yo
afuera
a matarte?
¿matar es afuera, Caín?
¿por qué?
¿por lejos, por solos
por los padres
por la serpiente
por la manzana
por los gusanos?
¿es eso?
¿dudaste, Caín?
ah, cómo querríamos
cuánto querríamos
saber de tu previa
¿a qué ritmo caminabas?
cada paso asentaba
el sello
en la tierra
derecha sí
izquierda voy a hacerlo
sívoyahacerlosívoyahacerlo
¿fue así, Caín?
¿de niños
armabas tus torres
y Abel te las demolía?
¿las hilvanabas
hasta el cielo
y de un soplido
te las derribaba?
¿es eso?
¿a babel
jugaban?
¿te voy a matar
le premonizabas?
¿miraban el cielo?
¿por repartija
de estrellas
peleaban?
¿y esa noche?
¿o fue de día?
¿miraste el cielo?
¿lo viste?
¿Abel miró?
¿miró?
¿qué miró?
¿volviste tu cara
para ver la suya?
¿dónde guardaste
su dejarse hacer
su dejarte hacer?
¿y en qué preciso lugar
decidiste detener
la marcha?
¿ya lo habías marcado?
¿o se te detuvo?
mudo
nudo
de una trama
suprema
¿trampa?
¿lo ves así, Caín?
a veces duele
menos
ser objeto
que sujeto
¿sujetaste a Abel?
¿se sujetó de vos?
¿cómo pasaste
de vamos a voy?
¿cómo te miró él
cuando lo supo?
¿cuándo lo supo?
¿y los cuerpos?
¿los cuerpos juntos?
tantas veces
los cuerpos hermanos
¿y entonces?
¿y aquella vez?
¿se desprendió?
¿pudiste desprenderlo
cuando se desprendió?
¿o todavía?
¿y entonces?
¿cómo lo llevás, Caín?
(de: preguntas frecuentes para caín)
IV
¿de qué está hecho
eso que vuelve
de pronto
la mirada hacia arriba
y te encuentra
pidiendo?
¿es un don?
¿un instante
una junta
intersticio?
¿es un soplo
al oído?
¿qué hace
que alguien corra
otro se quede
otro mire
otro avise
otro se tape los ojos
otro grite
alguien diga
una oración
que jamás pronunció antes?
¿dónde viven
las palabras
de esa oración
cuando nadie
las usa?
¿dónde descansa
esa lengua?
¿quién la riega
la alimenta?
¿quién vela
por aquello que
diremos
cuando la propia
lengua no alcance
cuando el abismo
nos mire
azorado
exigiendo palabra
o gesto
o ambos
o cuál es
la diferencia?
(de: el salvo)
CORO
ah, querría yo
una mano gigante
protectora
en la cual descansar
olvidar recordar
mecerme más allá
de los tiempos
de los hechos
de la propia
innombrable
traspasar las secuelas
comprender, acaso
reposar
recordar olvidar
algo alguien que me acune
querría
un consuelo
una tregua
una brisa fresca
sobre la sangre
un jazmín
un panadero
una rendija con luz
una hojita verde
-
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