Marcin Kurek, fot. Albert Zawada / Agencja Gazeta
MARCIN KUREK
Marcin Kurek nació en 1970 en Swiebodzin (Polonia). Estudió Filología Hispánica en la Universidad de Wroclaw, doctorándose en Humanidades. Es profesor universitario y enseña literatura hispanoamericana, traducción y escritura creativa. Ha publicado dos libros de poesía. Por su poema largo El Sur (Oleander), recibió en 2010 el Premio de la Fundación Koscielski, uno de los más prestigiosos del país. Sus poemas han sido traducidos al español, francés, ruso, checo, eslovaco, lituano y húngaro. La versión checa de El Sur fue publicada en 2014 (editorial Triáda). Así mismo, es el traductor de Pablo García Casado y de Joan Brossa al polaco, entre otros autores.
PRESENCIA
No hay nadie en esta casa, estoy junto
a la ventana abierta: cortina, visillos,
fruta en la mesa blanca, unos vasos de vino,
y tu olor al pasar por el cuarto vacío y oscuro.
No hay nadie entre yo, esta sombra
en la pared, el silencio, esta superficie tan viva
en el exterior. Pero queda una dubitativa
metafísica, Weltschmerz y un cansancio que colma.
Weltschmerz: en alemán, 'melancolía'.
Poesía a contragolpe. Antología de poesía polaca contemporánea (autores nacidos entre 1960 y 1980). Selección y traducción de Abel Murcia, Gerardo Beltrán y Xavier Farré. Prensas Universitarias de Zaragoza, 2012.
Marcin Kurek.
El Sur.
Traducción de Amelia Serraller.
Prólogo de Xavier Farré.
Bartleby. Madrid, 2015.
Marcin Kurek ha presentado su poemario " El sur ", publicado en español por Bartleby Editores.
Un libro considerado "el gran poema de la modernidad" por el traductor Xavier Farré, autor del prólogo, y galardonado en 2010 con el premio de la Fundación Koscielski, una de las más prestigiosas de Polonia, que está formado por un solo poema largo, en el que su protagonista cree que está en sus últimos momentos de vida después de saber que ha bebido de una botella de agua con una rama de adelfa, una de las plantas más venenosas.
Desde ese momento comienza un poema río con un viaje a su interior que le lleva al autor por Europa, España incluida, en un descenso a los infiernos en cuya trayectoria también se entera de la muerte de los poetas Milosz y Herbert.
"En Polonia siempre ha habido una tradición con el poema largo, desde la poesía romántica del siglo XIX, y eso identifica mucho a mi país, pero para mí ha sido un reto, es más parecido a escribir una novela, no se trabaja como el poema corto y se sigue una pauta más teatral, más musical", subraya a Efe Kurek.
Para seguir estos meandros poéticos de Kurek, muy en diálogo con grandes poemas como "Tierra baldía", de T.S. Eliot, el lector también tiene que entrar en la autoficción, en la verdad, en la experiencia del autor personaje, en las verdades de sus mentiras, donde mezcla vivencias con sueños.
Kurek, en este largo viaje que emprende, se entera de la muerte de Milosz y Herbert, pero aclara rápidamente que con este hecho no tiene "ninguna intención de matar al padre o a los padres, como han dicho algunos", sino que sucede porque han sido dos de los más grandes poetas y de vital importancia en su vida".
"Ahora quedan poetas de 50 o menores de 50 -aclara-, pero no hay ningún líder. Hay muchos poetas jóvenes, más haciendo novelas, pero el tiempo para la poesía es otro. Un tiempo influenciado por la tecnología, por internet, donde hay mucha oferta y donde nada pasa por ningún filtro, ni por un editor o por un agente, y, claro, hay mucho, pero muchas cosas que no son buenas".
"Hace veinte años la poesía dominante era muy difícil, nada complaciente con el lector. Ahora todo se ha convertido en una especie de juego", matiza este hispanista, profesor universitario que enseña literatura latinoamericana, traducción y escritura creativa.
Kurek piensa que este juego o esa experimentación más frívola tiene que ver con una especie de "deseo por recuperar las vanguardias históricas que Polonia no tuvo en los años 30 porque nunca hubo esa burguesía necesaria".
¿Qué ha pasado,
cómo es posible que yazca ahora
muerto en el suelo? ¿Muerto?
Así comienza El Sur, un largo poema narrativo y visionario del polaco Marcin Kurek, que publica Bartleby en edición bilingüe con traducción de Amelia Serraller y prólogo de Xavier Farré.
Con la seguridad de que vive sus últimas horas, porque ha bebido el líquido de una botella con una venenosa rama de adelfa,
¿Se puede morir acaso
de forma tan tonta, envenenado con el agua
de una botella de plástico en la que ayer
alguien metió una pequeña rama?
el protagonista de El Sur inicia un viaje por su memoria, “una expedición hacia múltiples interiores”, como señala Xavier Farré en su prólogo.
Será igual: dos álamos, una pobre
parra y un ciprés junto al muro, una puerta
que cruje, moho. ¿Qué ha pasado,
cómo es posible que yazca ahora
muerto en el suelo? ¿Muerto?
¿Se puede morir acaso
de forma tan tonta, envenenado con el agua
de una botella de plástico en la que ayer
alguien metió una pequeña rama?
En un fragmento del primer canto, nos encontramos al personaje del poema entre fotocopias amontonadas en una pensión de la plaza madrileña de Antón Martín recibiendo la noticia de la muerte de Herbert:
Ese día en la habitación del octavo piso,
entre estanterías con libros,
junto a una pila de carpetas azules
repletas de fotocopias acumuladas
durante meses en una pensión barata
de Antón Martín,
te despertaste a las siete y, recordando
la profecía de las mujeres, encendiste la radio,
que informaba de que al alba
había muerto en Varsovia
Zbigniew Herbert.
“¿Ha muerto Herbert?” preguntaron a un tiempo
D y T, cuando dos semanas después
les contaste esta historia.
A ellos, de viaje por el Ródano,
no les había llegado la noticia.
Siete años después cuando en un parque de Vence
recibiste la crónica de la muerte de Czeslaw
Milosz, pensaste que alguien se había burlado
de él, dándole a probar
un nuevo siglo. ¿Pero quién, muy pronto,
se burlaría de ti?
.
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