Víctor Salazar Yerén
(Lima, Perú 1981)
Es Magíster en Educación. Ha publicado los libros de poesía Frívola Musa (Cascahuesos editores, 2007), Sobre la aldea (Lustra editores, 2011) y la antología mínima Cuando al fin tu voz toque mi nombre (Nictálope editores, 2014). Además de la antología poética El festín del Jaguar, Cien años de Poesía en Chincha (Biblioteca Abraham Valdelomar, 2014) y La sinfonía Inconclusa, selección de textos sobre la vida y obra de Carola Bermúdez de Castro (Nictálope editores, 2014).
Ha participado en diversos festivales poéticos en el país.
Actualmente radica en las alturas de Lircay, en Huancavelica, dondedirige la colección Anqara, como una campaña en favor del libro y la lectura.
“SOBRE LA ALDEA” DE VÍCTOR SALAZAR YERÉN
VINE AQUÍ
a despintarme de las manos las ciudades,
a reconocer lo primigenio de nosotros en cada cierto
hombre…
y ser parte
de los nacimientos asombrosos que a los ojos nos
llegan enlatados.
Vine,
pero aún no he olvidado de donde vengo…
Por ello borroneo este camino.
Dejo abandonados mis zapatos.
(Última visión y llanto sobre la aldea)
LA CASCADA de piedra palidece ante mis ojos.
Imágenes de mi vida como nubes
van pasando. Entre el surco y el risco una ciudad
boscosa y danzante me retiene
ya que fui a ese pueblo que a dos años de sonrisas
entre lágrimas se ha forjado.
Ahora nos dejas.
Y solo me queda seguir creciendo como las
amapolas o los ríos atragantando los pastos.
No conozco otro camino…
O tal vez lo conozco y por eso escribo.
“FRÍVOLA MUSA de Víctor Salazar”
Escribe: Paolo Astorga
Frívola Musa (Cascahuesos Editores, 2008) del poeta peruano Víctor Salazar (Lima, 1981) es el canto apasionado y a la vez infinito del poeta a su amada desde las formas más sencillas y sublimes de la palabra, esa “musa” que él nos presenta no es más que un simple pretexto para mostrarnos la profundidad del deseo a través de la sensualidad de los cuerpos:
Déjame ser en tu boca
aire libre que flota en el silbido más alegre de la mañana,
silbido que baila “Tersa hoja blanca” mientras llueven
silbidos
que a nada se parecen
sino a silbidos
divagando en la mañana.
El poeta en este viaje por la geografía femenina, intenta crear su mundo a través de la contemplación del ser amado, pero siempre desde un hálito de ensueño. Aquí lo corpóreo toma matices de misticismo más que de mera aseveración erótica o carnal. Para el poeta el cuerpo de mujer es indispensable, pero no para el disfrute, sino para la misma creación en sí, la aprehensión de la belleza:
La ronda secreta que frutece tu palabra
naufraga en mi voz:
Sueña que soy mar y que puedo tocarte.
Mujer tobogán…
MUJER TOBOGÁN,
Reconoce este beso como parte indispensable de tu cuerpo.
Las palabras configuran a la mujer, el amor a las imágenes poéticas sistemáticamente buscarán la atención de aquello que se ama con desesperación, aunque a veces las palabras ya no basten para figurar lo amado:
Y qué pasará cuando se resistan los poemas…
(…)
Dime que será siempre
con la misma plenitud de tu dulce oído.
Hay un sentido en estos poemas, hay un fin: preservar lo amado como si de esto dependiera el equilibrio del sujeto y de todo el universo que lo rodea. La angustia, el deseo de por lo menos saber que existe lo amado, absorben en su totalidad al poeta que no deja de cantar esa posibilidad de unión efímera o no, allí, la poesía:
Deja que te vea una vez más
aunque esta vez sólo sea con los ojos.
El poeta juega con lo sutil y sublime, con lo cotidiano. Sus palabras cargadas de simpleza, su fuerza lírica radica más en el deseo que en las circunstancias donde el amor intenta gestarse:
Quiero decir Te quiero pero no de la manera como se quiere un chocolate; quiero decir Te extraño hoy porque tal vez no lo haré mañana.
Quiero que me escribas y me instruyas de pronto —así— en estos temas de los cuales hace mucho no comprendo.
De seguro sabes a cielo y tienes la gordura del infinito y eres tan horrible como el clásico noctámbulo dolor de muerte.
Y de seguro que tus pasos son negros, muy negros como deben ser para que estés conmigo, y huérfana de luz y tiempo, de amor y miedo.
Con una gran carga de sutil erotismo y apasionado desvelo y angustia, Frívola musa, se integra como un nuevo y fresco aroma lírico en las letras de la nueva poesía peruana, donde los temas, las formas, los nombres, lo clásico y lo nuevo, no son más que la trascendencia de ese cuerpo amado universalmente desde la individualidad o la colectividad; es en suma la concatenación de sentimientos amorosos que aunque imperfectos o frustrantes por algunos momentos, crean en el lector una sensibilidad que alimenta esperanzas para fundirse en ese otro cuerpo tan nuestro y tan ajeno:
Frívola musa
tu cuerpo pequeño
era tan sólo la prolongación de mi reino,
el retorno a la imagen que esgrimía
silenciosa en el
t i e m p o.
.
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