lunes, 26 de diciembre de 2016

KEISELIM A. MONTÁS [19.794]


Keiselim A. Montás

Santo Domingo, República Dominicana, 1968.  Desde 1985 vive en EE.UU., donde terminó sus estudios secundarios e hizo una licenciatura y una maestría en lengua y literatura castellanas.

Además de publicar poemas sueltos, fotos, cuentos, ensayos y entrevistas en revistas literarias, ha publicado: Pequeños Poemas Diurnos, (poemas, plaquette, New York,1992 y 2005); Amor de ciudad grande (poemas, New York, 2006); Reminiscencias (Premio Letras de Ultramar 2006, cuentos, Santo Domingo, 2007); Allá (diario del transtierro) (poemas, New York-New Hampshire, 2012 y versión digital 2013).  Sus poemas y cuentos aparecen en antologías tale como: Viajeros del rocío (25 narradores dominicanos que escriben desde el extranjero), Santo Domingo, 2008; Nostalgias de Arena (escritores de las comunidades dominicanas en los Estados Unidos), Santo Domingo, 2011; Shortstop microrrelatos de béisbol dominicano, Letra Negra, Ediciones Ferilibro (Guatemala, 2014).  Primer lugar en el XIX Concurso de Cuentos Radio Santa María 2012, La Vega, República Dominicana, con “Sin lágrimas”; Segundo lugar en el Premio de Cuento Juan Bosch (FUNGLODE/GFDD 2014), con "Serás para mí" y el poemario Como el agua (2016). 

En la actualidad vive en New Hampshire y trabaja en Dartmouth College donde ha desempeñado la función de Faculty Fellow, además de su cargo permanente como Director Asociado del Departamento de Seguridad.  Ha trabajado en el sector de la seguridad pública por más de 25 años, mayormente en el área de educación universitaria.




Por mi ventana veo un temprano invierno,
se acerca; nos cae encima.
Es una fusión de blanco y verde,
el verde será rojizo, marrón, caerá;
y el blanco se hará nada, desaparecerá.
Esqueletos desnudos habitarán entre nosotros,
y de vez en cuando lucirán de gala
un vestido blanco.
Vendrán azotes y soplidos,
habrá aguas torrenciales y,
sin darnos cuenta, de pronto,
volverán a la vida los esqueletos;
se vestirán de fiesta y bailarán alegres.
Y yo, sentado frente a mi ventana,
esperaré a que otra vez
nos caiga una fusión de verde y blanco.

        Miércoles 23 de octubre, 1996 (12:05 p.m.)
        Santa Fe, New Mexico



Está baja la marea,
sigue frío afuera, ya no llueve,
pero el viento no ha dejado de azotar.
Hay una coraza de hielo al rededor del alféizar de la puerta de cristal.
El mar se bate de frente contra la playa,
contra el arrecife, contra la casa,
contra mi ventana.
Sólo las gaviotas se aventuran en busca de algas:
están en la playa, escarban en la arena;
otras vuelan y se dejan llevar –de lado- por el viento;
otras flotan en altas olas.
El mar es incesante,
la vista maravillosa, y la música es: ese va y ven de la olas (y nada más).
  
        Jueves 26 de diciembre, 2002 (08:09 a.m.)
        East Hampton, Long Island, New York





Hace tanto frío afuera que se me aguan los ojos;
se me aguan los ojos y se me nubla la vista;
se me nubla la vista y tengo que pestañar;
pestaño y se me mojan las pestañas;
se me mojan las pestañas y el frío me las congela.
Con las pestañas congeladas, se me nubla la mirada.

Dirán que no tengo sentimientos, y que mis lágrimas son pequeños témpanos de hielo.

        Martes 18 de diciembre, 2007 (10:16 hrs.)
        Hanover, New Hampshire -En el curro




Retrato de proscenio

Amanece, comienza a clarear el día;
no es un día
como todos los días de mi infancia.                                       
Comienza a clarear el día, amanece;                       
es un día                                   
como ninguno de los días de mi infancia.                                    
El cielo en calma, con sus borretones grises, refleja                             
-en el horizonte- amarillo fuego naranja.                                        
No hay un ápice de viento, y                      
el silencio es industrial (murmullo de luz eléctrica);           
el suelo está todo cubierto de hielo, y el hielo                                      
de seca nieve.                                    
Amanece y está más claro;                                     
se va perdiendo el amarillo en azulejos
y el fuego naranja en delineación clara de oscuras formas montañosas de horizonte.
El suelo se hace más blanco,
el día se hace más claro, y es un día
extranjero a todos los días de mi infancia de guayabal.

         Jueves 13 de diciembre, 2007 (07:04 a.m.)
         Hanover, New Hampshire




Deshago versos completos (a menudo)
quedo deshecho,
reatino y los creo, los entretengo,
quiero escribirlos (condenarlos al papel)
y los pierdo; me abandonan,
Los busco por días, me palpan,
pasan de largo y se burlan.
Recurro a la imagen; trazo líneas
entre carbón y borrones (figuro)
espero al acecho la llegada del verso,
llegan: (la atrapada)
los condeno perpetuos.



*


Busco y te busco por las líneas telefónicas,
por las ondas cibernéticas,
por los espacios, las distancias,
desde Manhattan, por las avenidas,
en Brooklyn, por el tiempo,
entre los recónditos espejismos de mis ensueños te busco.
Te busco porque si no te encuentro,
no tiene sentido el espacio ni el tiempo
y respirar sería simplemente una manera de gastar la vida.



*


Nos cayó un
aguacero,
sinfonía de gotas en
el techo,
desahogo y despejo.
Falta que nos hacía;
lo sé por lo bien que lo
recibimos.
También lo sé
porque noté
que cada gota mostró
su empeño
en venir a acompañar
a las otras,
en caer con las demás
al justo tiempo,
en sonar perfectamente
sobre el techo
y luego,
confundirse con las ya caídas,
y esperar:
esperar a las demás
y deslizarse juntas hasta el suelo.
Qué bien nos cayó
la lluvia,
como si todo lo que
necesitásemos
fuera un aguacero.



Insomnio (para Maya)

La necesidad inmensa que me invade irrumpe
en la desolación del descanso,
pierdo el sueño.
Busco desesperadamente el idioma inerte, la palabra precisa,
el poema monumental, el conducto perfecto,
la palabra que pueda establecer el puente
que me lleve a compartir el poema por excelencia
que sirva de constante
y siempre al compás de una existencia.
Existencia que respira vital y cercana
que me resuena y baila en las palabras
de una poesía rápida, fluida, trenenal (de tren)
que consta y hace constar su momento,
que vuela y viene tocando las puntas de sus alas en espumas gaviotales,
en orillas de horizontes, entre árboles que pasan
y aguas que destellan precipitosas y recogen la gracia
que me atrae a una existencia,
a un lenguaje poético, a versos de instantes,
a sonoras palabras que fluyen de labios
que besan el tiempo, que soplan espíritus,
que invaden el verso; es y son y resuenan
como recital de versos que me crean la inmensa necesidad de buscar
el idioma que contenga
las palabras del poema con los versos de monumental constancia
que provean el puente que me recobre el sueño
a la hora del descanso.


Amenazas para aroma de mango banilejo

Un hombre (mañana de lunes, temprano)
entra a un vagón del subway,
amenazado por tropel humano, se sienta.
Su codo amenaza al bulto de cuero
(en él carga papeles y diario).
El bulto se ve amenazado por codo
y rodillas, se encoje, trata de no estorbar.
El bulto amenaza a un mango banilejo.
El mango banilejo se achata, busca no aperrucharse.

El hombre, casi al término de su trayecto, abre la solapa del bulto
y mete dentro el grueso libro de poemas
que le alivia las mañanas de estos días
El libro de unos sonidos (todos poetas peruanos).
De inmediato el mango se ve amenazado
del libro; no pudiendo más, se defiende
aperruchándose.

Sin saberlo, el hombre,
mete la mano en el bulto para sacar la chequera
(que cree allí llevar) y así aliviar de amenazas
al mango, al libro, al diario,
a sus papeles.
¡Es demasiado tarde ya!
El hombre siente la herida del mango,
todo aperruchado; viscosidad.
Pulpa de mango en el libro,
jugo de mango en el diario,
en los papeles, en el fondo del bulto (de cuero).

El hombre saca de su bolsillo trasero
un pañuelo.
El pañuelo, que hasta ahora sólo tenía a su enemigo mayor: mocos,
se ve amenazado por pulpa de mango banilejo,
y jugo de mango banilejo; (limpia).

Después de todas estas amenazas;
sólo el aroma del mango banilejo nos apacigua,
nos reconforta:
al hombre, al codo, al bulto de cuero,
al diario, a los papeles, al libro de unos sonidos.
Aroma de mango banilejo.


Reyes

Es Día de Reyes en Cambita
¿Habrá quién salga a la calle con una escopeta
de penca de coco?
Hubo Días en que yo dejé un vaso con agua,
un manojo de yerbas, un cigarrillo
y una menta verde debajo de la cama.
Hubo Días en que los Reyes me dejaron
un carro de pilas que encendía luces y daba reversa,
sonaba una bocina y era cosa de encanto.
Hubo otros Días en que temprano, y con la salida del sol,
llegué a tocar la puerta de mi casa con un cigarrillo en las manos,
para los Tres Reyes Magos,
y ellos no pasaron por ahí ni dejaron
debajo de la cama juguetes ni regalos; pues,
aunque era mi casa, no era mi casa.
Luego llegaron los Días en que tuve
que explicarle a mi hermano
que no esperara juguetes ni regalos,
que Papi no tenía dinero
y que no existían los Reyes Magos.
Y mi hermanito sólo quería un juguete,
ya sea que se lo comprara Papi, o se lo dejaran debajo de la cama
Los Tres Reyes Magos;
era cuestión de infancia, de ser niños:
¡qué importaba si existían o no Los Reyes Magos!
Importaba que todos los niños tenían juguetes
y nosotros no teníamos ni escopetas de palo.
Hoy es Día de Reyes en Cambita
y aquí tengo una funda de soldaditos para mi hermano,
y se la doy todos los años.

                    Martes 6 de enero, 2004 (09:40 a.m.)
                    New York, New York

p. 35 en Allá (diario del transtierro)



América

            para Richard Blanco, Presidential Inaugural Poet, 2013

Su madre (la madre de ese gordito simpático que fue) guajira,
con su inglés machaca'o,
sentada ahí, a su lado:
sonriendo; diciéndole que en su mocedad –ella–
tenía el cuerpo como Beyoncé;
llorando (tu padre debería estar aquí); volteándose para tocarle el hombro
–Cálmate, deja de hacer tantos garabatos–
ofreciéndole un dulce (como si fuera aún aquel niño gordito).

Él, con su dicción perfecta, de pie
frente a la nación y el mundo:
"Mr. President" comenzó diciendo,
y versó de su madre (esa guajira) que lo acompañaba,
al hablar de toda América ejemplificada –One Today– en toda labor:
"on our way to clean tables…
            to teach geometry, or ring up groceries as my mother did"
como esa guajira lo hizo "for twenty years,"
"so I could write this poem" aquí, hoy,
hoy es América.

(6:26 a 6:34 am)
Viernes 4 de octubre, 2013
Lebanon, NH



Como el agua: una vasta concisión.

Sobre Como el agua (2016),
de Keiselim Montás


Hombre es caña
sobre la barca -lombriz-
el pez es agua.


*


Fluidez de cristal
en ronroneo que va
rumbo a abril.


*

Los desvestidos
de otoño reviste
la primavera

*

Blanco el papel, 
no lo he escrito aún:
hay esperanzas.


*

Bajar y subir
-senda de doble vía-:
albor - óbito.


*

Verde fondo del
patio -cede- del Torii
rojo abierto.




prólogo que escribió el poeta José Kozer al poemario Como el agua (2016) de Keiselim Montás.

Por: José Kozer

Agua al comienzo y al final: dos puertas que se abren y cierran a lo largo de este libro de poemas de Keiselim A. Montás, forjando una vasta concatenación, guirnaldas de agua que acaban siendo un eterno retorno, visión cíclica de la naturaleza, la vida y la escritura por la vía del agua. Título que funciona a la vez como símil (o sea, como escritura y aliciente de continuidad en la escritura) y como fundamento de entendimiento y retención de uno de los cuatro elementos (agua) que conforman la realidad desde la perspectiva de la tradición occidental: agua que “como el agua”, entre sus diferentes momentos, tiene tres que este libro privilegia: su fluir (donde fluir implica modulación y cambio heraclitiano, implica obstrucción y desvío), su estancamiento (y aquí la naturaleza, detenida, puede reflejarse en acto autorreflexivo y de contemplación) y su momento último de desembocadura (que es a la vez hecho natural, concepto filosófico y personal narración del poeta ante lo irremediable: “nuestras vidas son los ríos / que van a dar a la mar / que es el morir”).

El agua tiende a desbordarse, el diluvio universal (catastrófico) es una de sus posibilidades cotidianas, recurrentes, a la vez históricamente mitificada, universalmente contada y recontada en numerosas tradiciones, y asimismo interiorizada en toda la poesía universal como signo de devastación y muerte: y de resurrección y continuidad. El poeta tiene la opción del desbordamiento, o la ocasión (escogida por el estro de Montás) del comedimiento: el haiku, que no se utiliza sistemáticamente a través de esta obra por capricho, sino como arma de corrección que rectifica la realidad y modera el lenguaje, es el mecanismo poético, para nada gratuito, que en este caso se propone coordinar los abruptos cambios a los que el agua nos somete. Agua que se desborda tiene en el haiku su dique, no tramoya sino límite, no enredijo sino limpidez, y desde esa nitidez escueta y rápida de esta forma de expresión poética, un fulcro que une y reúne los elementos diversos de la naturaleza, de la viva realidad y su escritura, en un espacio acogedor en que las criaturas tienen su obligado sitio (la función del poeta estriba en descubrirlo y revelarlo) sitio donde persiste, a través de todo el poemario, una relación armoniosa entre sujeto y objeto, entre naturaleza y escritura, entre vida y sensación de vida.

La premura de la existencia lleva a la separación entre sujeto y objeto, más la instantaneidad que caracteriza el haiku (pincel, papel, intuición, gesto y acto de inscripción, entronque y raudo final) le devuelve a la existencia la unión del sujeto con el objeto, de modo que mientras todo fluye, se desvía y busca su camino (de perfección) todo a la vez se vuelve unidad, mutua participación, viva relación. Así, “Hombre es caña / sobre la barca —lombriz— / el pez es agua”. La lombriz no es símbolo de nada, no es signo de dolor humano, ni transferencia alguna, la lombriz es la lombriz, y en este caso su función es la del cebo, función natural que tiene su propia lógica, vehículo de conjunción entre poeta y poema, entre necesidad de expresión, que es necesidad de comprensión, y un resultado, el haiku de un libro que como el agua brota, se mueve, se detiene, continúa, forja realidades, establece ajustes y reajustes, como sucede con todo camino, y termina desembocando: no es casualidad que el título contenga agua, ni que el primero y último poema del libro terminen, con sentido diverso, en agua.

Libro referencial que exige del lector un conocimiento y una búsqueda de puntos de apoyo para la mejor comprensión del texto. Donde se cruza por un brazo de agua al otro lado tenemos, por ejemplo, una oculta y válida referencia al Sutra del corazón y su gate gate paragate parasangate bodhi swaja. En el haiku donde “Corren las aguas”, el yo poético se ve abocado al cambio, dándole al poema su sentido heraclitiano, uno de los signos fuertes del pensamiento histórico, entreverado de tonalidad occidental y oriental, de modo que Heráclito sirve de puente, de torii, a dos culturas que siempre hemos tendido a separar y contrastar como opuestas, y que ahora por fin intentamos comprender como parte de una misma visión compleja y plural de la Humanidad. O unas luciérnagas que bailotean en la noche oscura y despiden propia luz, pueden referirse tanto a Noche oscura de San Juan de la Cruz como a la naturaleza que utiliza la poesía de Basho.

Como el agua es un delicado tapiz verbal y de imágenes, una fronda que verdece, se seca, muere y reaparece en cuanto estaciones naturales y lenguaje diestro y breve, centrado en un ojo fisiológico y mental que busca, sin exasperación ni desespero, la mayor comprensión posible de lo que a la vista, día a día, se nos presenta. Poema a poema, página a página, los elementos se concatenan, se entrecruzan e intercambian sus fundamentos, para romper compartimentos estancos y círculos viciosos, y crear en su lugar ese hermoso “vaivén de rocas” de uno de los primeros poemas del libro. Estamos ante una obra donde todo, en armonía, es secuencia, consecuencia, continuidad: Heráclito se da la mano con Parménides, lo que fluye acoge a lo que permanece. No hay enemistad sino comprensión, no hay daño sino suave cauterio y reparación. Carpintería, arquitectura, visión. Las estaciones centradas, una a una, se hermanan en la concentrada atención del ojo y la mano del poeta. Agua retenida y agua que fluye, agua que es agua y que es como el agua. Todo conecta y puede darse el lujo de ser vapor, niebla y nebulosa, ascenso y descenso, caída y sacudida, y recuperación.

Y en todo este proceso, fugaz e interminable, espejo y espejismo de la naturaleza, el lenguaje está al servicio de la creación poética, y fluye como fluye el agua para desembocar en un hermoso libro de poemas de la mano del poeta dominicano Keiselim A. Montás, que a la vez ha sabido conjugar escritura con pintura, alfabeto propio con alfabeto ajeno, belleza ulterior desde la cercanía del momento, su chisporroteo primero y su largo camino a la luz más quieta y límpida de una geografía de arenas congeladas, y una arquitectura personal y universal, donde, desde la humildad, un “Árbol desnudo, / sueña en febrero con / la primavera”.



The shittiest apples in the world, 
which are pretty darn great!

Those who have apples would know that I have the shittiest apples in the world;
but for those who have none,
my apples might look pretty good.
And since I never had apples before,
for I grew up amongst guava, mango and avocado trees,
these apples I have now are not bad at all.

This morning around 10, the grass was wet,
the leaves were falling,
the trees were yellowish, some even red.
Between a fine rain and a light mist,
bucket in hand, in my mud boots up to the knees,
I walked around and under my apple trees.

The leaves were wet and poured on me.
And my apples really don’t look that great;
but, for someone who has no apples, my apples,
these apples might just be the best!

I don’t care that they are bitter,
that some even might have no taste.
I have picked them. I have washed them,
and I keep them for their smell: on my desk, at the office;
on my writing table, at home;
on the night stand, by my bed;
and all over my book, between shelves.
My apples, I keep them all over the place.

I know, I have been told: I have the shittiest apples in the world.
But,
this morning I picked my own apples,
and for one who never had any before,
my apples are pretty darn great!

11:18 a.m.
October 3, 2009
Lebanon, NH





-

No hay comentarios:

Publicar un comentario