viernes, 16 de diciembre de 2016

JACOB IGLESIAS [19.747]


Jacob Iglesias 

(Carrión de los Condes, Palencia, 1980) 

Es autor de Las piedras del río (Ayuntamiento de Aguilar de Campoo, 2006), con el que obtuvo el II Premio Águila de Poesía, el cuadernillo Sin ruido ni gloria (Ediciones Desesperadas, 2012) y Horas de lobo (Editorial Origami, 2012), con el que obtuvo el I Premio de Poesía Origami. 

Poemas suyos han aparecido en revistas como El Cobaya o Piedra del Molino, así como en antologías: Palencia tiempo aprehendido (Forcal, 2009), Voces del extremo: Poesía antidisturbios (Amargord, 2015) y Voces del extremo: Poesía y raíces (Amargord, 2016).



VIAJE AL PARNASO

Lo imaginas vagando por la calle,
por estas mismas calles que olvidaron
sus pasos y ya olvidan, sin andarlos,
los tuyos. Lo imaginas pensativo,
dando vueltas a un sueño persistente:
un hidalgo enfermo de ficciones
contra un mundo cuerdo de dolencias.
Anda sin rumbo y con destino cierto:
adiós gracias, adiós donaires, una
biografía enterrada entre legajos,
el silencio de años, el estruendo
de cada siglo, y aquel sueño escrito
por una sombra sigue cabalgando
por nuestro pulso terco de fantasmas.

 

ORACIÓN

Llévate los días inesperados.
Déjame estos días semejantes
para que los ojos jueguen a buscarles diferencias.
Líbrame de la euforia y la insumisión,
de toda aventura que exija abandonar mi cuarto.
Dame cada mañana el entusiasmo recién lavado,
el blando cansancio al final de la jornada,
su acompañamiento de electrodomésticos
y eslóganes y ruidos vecinales.
No me dejes caer en la indiferencia
y líbrame de tararear una y otra vez
el estribillo triste de mis fantasías.

 

NO ES TAN EXTRAÑO

No es tan extraño sentirse así
esta mañana de nubes malvas a las ocho
y calor repetido de unos labios a las once
y a las tres percusión ensoñadora
de tacones alejándose por un pasillo.
Esta mañana banal con sus banales regalos
que nunca será memoria,
sino experiencia que en secreto
dibuja tu autorretrato con días tachados.
Nada distinto hubo en ella,
pero te enseñó a sentirte afortunado.
 

 

ALGO MÁS QUE ESTO

Lo difícil es respirar esperanza
y que el corazón lata sin fe,
caminar seguros de que hemos nacido
para algo más que esto,
incluso haberlo vislumbrado
en algún raro instante,
aprender que cada jornada que pasa
nos alejamos un poco más
de no sabemos dónde
y nos aproximamos a no sabemos qué,
hacer de la mediocridad
el lugar de nuestra dicha.
Lo difícil es eso: sobrevivir
con la certeza de que solo somos
criaturas que siempre andan buscando.

 

EPOPEYA SIN HÉROE

Ahora mi clima es este plácido
desapego, esta calma
indolora donde todo es pequeño:
pequeños dones, pequeños deseos,
sinsabores pequeños.
Así aunque el corazón se agriete,
jamás llega a romperse.
Mi historia se cuenta en dos palabras:
una epopeya sin héroe
ni aventuras.
 


Horas de lobo, de Jacob Iglesias

Horas de Lobo es un libro muy cuidado, con una voz que es suave y fría, y que se encuentra entre la confesión y el descubrimiento. Con la muerte de su padre como leit motiv que unifica la obra, Jacob Iglesias nos ofrece un poemario ágil y melódico que sirve para adentrarnos en ese mundo íntimo que construye el poeta como una evasión y como una forma de afrontar la realidad. Con Horas de lobo, Jacob Iglesias ha obtenido el I Premio de Poesía Origami.



Aún me obsesiona

Sentí miedo de mi propio padre.
O, para ser más exacto, de ese cuerpo
pálido, rígido,
ni dormido ni despierto,
que yacía,
como un muñeco en su envoltorio,
en un féretro colocado en medio del salón.
Tenía sus mismos labios, su misma nariz
aguileña, su mismo pelo canoso,
pero aquello ya no era mi padre.
Y en eso, en aquel tránsito de naturalidad
insoportable, no en otra cosa,
consiste para mí
todo el misterio de la muerte.



5 de septiembre de 2008

Catorce años después,
cuanto queda de mi padre es una sucesión
de imágenes
inconexas, y cada vez más huecos,
y algunos recuerdos minuciosos,
sobre todo de aquellos últimos meses.
Me ha costado todos estos años aprender
que cuando la memoria se convierte
en un rastro que conduce a ninguna parte,
sólo puede aliviarnos
esta liturgia de acercarnos al cementerio,
limpiar de tierra y excrementos de pájaro
la lápida, maldecir que haya más líquenes
en la inscripción y arrancar los hierbajos
que han ido creciendo.
Atar luego a la cruz unas flores de plástico
y dejar tumbado en la tierra
un ramo de claveles. Y rezar,
sin devoción, pero por si acaso,
un padrenuestro
por la vida eterna en que él confiaba.



Acepto este destino

Estoy aprendiendo
a habitar estos días previsibles
en los que siempre me levanto a las 7:30
y desayuno siempre un tazón de leche
con galletas. Estos días ni tristes
ni alegres
de los que uno no espera gran cosa.
Ya es bastante
si el día amanece soleado,
y sigo respirando otras veinticuatro horas,
y no sufro ni provoco sufrimiento a otros,
y tengo una compañera
a quien agarrar de la mano,
y algunos poemas que llevarme al alma
antes de preparar el despertador
para que suene a las 7:30
y apagar la luz.



Stripper

Me siento cómodo
sobre el escenario del poema.
Escribiendo a una persona
que ni conozco
ni me conoce,
aunque ambos nos buscamos sin saberlo.
Nos unen un mismo afán o una misma
carencia. Un desconocido
ante el que no me avergüenza desnudarme:
sé que nunca me podrá tocar.




Jacob Iglesias, de No todas hieren (La penúltima editorial, 2016).

ESCRITO EN LA ARENA

Escribo sabiendo que nada mío
me sobrevivirá. Escribo a lápiz,
con tiza en las paredes
o con un dedo en la arena.
Dejo al aire mis palabras
como el pájaro sin nombre
deja su canto.
Quizá las arrastre el viento,
quizá alguien las recoja un día
y le acompañen.




MALENTENDIDO

No existe aquello que ambicionabas.
Solo es cierta el ansia nunca apaciguada
de buscarlo y rozarlo y jamás poseerlo.
Nunca vivirás ninguna de esas existencias
que solo te esforzaste en imaginar,
aunque las recuerdas con todo detalle,
como si ya las diera por vividas.
Asume el malentendido. Atrinchérate
en los placeres que te diste
para hacer soportable la espera.
Y agradece, sin euforia, las migajas
de alegría que descubres cada jornada.




NUESTRO TIEMPO

Nos parece mentira, pero sí, hubo
un tiempo sin nosotros, años y años
en los que ni siquiera fuimos sueño
de cuerpos reposando tras amarse.
Aunque jamás lo hayamos meditado,
pudo haber una vida sin nosotros.
Tú en otros brazos, yo en otra mirada,
o solos por la calle y sin buscarnos.
Aunque lo rechacemos, habrá un tiempo
sin nosotros, durmiendo nuestra muerte
sin despertar, ni besos, ni caricias.
De las miles de vidas que pudimos
haber sido, logramos el prodigio
de desayunar juntos los domingos.




UN AMBICIOSO PLAN

Tengo un ambicioso plan, consiste en sobrevivir
Nacho Vegas


Hay quienes ambicionan ganar
y quienes buscan en la derrota
su desdeñosa victoria.
Otros, sin afán, sobrevivimos.
Dejamos pasar todas las oportunidades,
huimos de las rutas desconocidas,
a toda fantasía dijimos que no
antes de que nos arañaran las dudas.
No habléis de resignación si aspiramos
a contemplar el paso de las estaciones,
despertar junto al mismo cuerpo cada mañana
o no tener que enterrar a nuestros hijos.
Ese es nuestro ambicioso plan,
nuestra forma discreta de acabar como todos.




Me da igual mi parte en el paraíso

Me da igual mi parte en el paraíso.
Me conformo con mi parte en la vida,
esta maravilla que ya no nos ciega
de repetirse jornada tras jornada.
Entre escaparates y horarios,
espero siempre ese instante
en que vuelvo a sentir que es mi amigo
el mundo que tantas veces me asfixia.
Viene por sorpresa un día cualquiera,
disfrazado de azar y costumbre.
No ha sucedido nada,
pero nada es ya lo mismo que antes.
Eso es el milagro. No salgáis a buscarlo:
es algo que llevamos en nosotros.



PRESAGIO

No necesitaba remover los posos fríos de té
que duermen en el fondo de la taza para adivinarlo.
Ya conozco que entre el milagro
y la desgana irá transcurriendo sin remedio
el número secreto de mis días.
El pasmo de nueva vida creciendo
mientras mueren quienes me ayudaron a crecer.
En la misma ciudad, por calles ajenas,
madurará en silencio mi cuerpo,
largamente adiestrado en las costumbres
de la literatura, las caricias y el sueño.
A mi lado una piel que amaré
porque es el paisaje tibio en que crezco.
Todo se irá transformando
sin darme cuenta, en este día lento
de incontables lunas llenas, facturas y cumpleaños
que llamamos existencia.
Todo, salvo el desapego con que miro mis dedos,
ahora firmes, luego temblorosos,
mientras remueven los posos fríos de té
que duermen en el fondo de la taza.

 





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