jueves, 15 de diciembre de 2016

AURELIO GUIRAO [19.739]


Aurelio Guirao

Nace en Cieza, Murcia el 7 de marzo de 1940. Muere el 23 de febrero de 1996. Toma clases de dibujo con Juan Solano, imaginero y tallista de tronos, afincado en Cieza. Hacia 1958 reside en París, tomándo cursos en la Alliance Francaise. En Madrid estudia inglés y pinta en el estudio de Molina Núñez. En 1960 inicia el PREU de letras. Entre 1962 y 1967 realiza los estudios de Filología Románica en la Universidad de Murcia. 

Durante el curso 1969-1970 ejerce como profesor de literatura francesa de los siglos XIX y XX. En 1973 regresa a su ciudad para enseñar francés en el actual Instituto de Educación Secundaria "Diego Tortosa". Crea un grupo de teatro, traduce y escribe diversas obras teatrales que llevará a escena. 

En 1975 aparece su primer libro de poemas, "Entre los brazos ausente". En 1998 el Nº 11 de la revista "La sierpe y el laúd" publica poemas inéditos y la obra de teatro en cuatro actos "Doña Turbante y papá", presentada el mismo día de la inaguración del auditorio "Aurelio Guirao".


AURELIO GUIRAO, POETA, PINTOR... (AUSENCIA NO AUSENTE)
                                                                                                                 
Por Rosa Campos Gómez


20 años se cumplen de la ausencia de Aurelio Guirao (7 de marzo,1940- 23 de febrero,1996), poeta, profesor,  creador polifacético que abarcó, además de los citados, mundos distintos y no distantes de las artes como la pintura, el teatro y el cine. Fue un gran humanista,  integrante del Grupo de Literatura La Sierpe y el Laúd en el que dejó una huella de maestro,  imborrable.



En las solapas de la cubierta de "OBRA COMPLETA" (1996) encontramos una concisa  a la vez que bien detallada biografía de su vida y obra.

Nació y murió en Cieza,  vivió más dentro que fuera de esta ciudad amada que guarda tesoros culturales (aunque no siempre sea consciente de ello) como el que envuelve la actividad varia, rica y erudita "aureliana". 

Quien conoce su poesía se descubre ante ella, pero este conocimiento necesita ser más extendido (los buenos poetas   lo son porque  su obra lo es,  porque ésta resiste y persiste en  el tiempo y porque ha tenido la suficiente divulgación  para que su enormidad cale y perdure).

Podríamos decir mucho más de Aurelio, mas hay compañeros(1) que lo hacen excelentemente en este aniversario, por lo que aquí, en este mínimo homenaje, mejor escuchamos a través de la lectura lo que él nos dice en esta breve selección  de poemas en los que el dolor y el placer de la carne se enhebran, ya sutil ya estruendosamente, con el placer y el dolor del alma, para ofrecernos un  ardiente y sincero tejido poético de vida:


YO, que te hubiera dado casi todo
porque saborearas los paisajes profundos
que la luz extendía por mi lengua,
 yo, que hubiera abjurado de seguros,
necesarios apoyos de mi vida
por palpar con tus dedos
y tus labios
 el palpitar robusto de unos jóvenes cuerpos,

yo, que hubiera brillado
 un espejismo virgen
en tu diamante turbio,
 envejecido,

 yo, que te hubiera dado quizás hasta mi alma,

avaro de mis dones, cierro ahora la mano.
Mis dedos
en la palma
 aprietan los regalos:
Dispongo de mí mismo, salido finalmente de otra carne,
 dispongo de mis días en mansa luz colgados,
 puedo palparme,
a solas,
 hasta alcanzarme dentro.

 Cierro los dedos. Cuento mis tesoros,
Y herido, por ti herido,
en este puño
 me vivo más que nunca jamás me hube vivido.
 Lo aprieto fuertemente hasta sentir dolor.
                                                          Y nunca
                                                          estuve tan desnudo,
                                                          pobre,
                                                          solo.

Ceguedad de la carne (1982).




CERRADA la ventana,
apagados la luz,
el aire,
 el tiempo,

 la familia,
el decoro,
la honra,
 y Dios.

Ya lo he cerrado todo,
amor,
menos los brazos.

Ceguedad de la carne (1982).    




                            De Bussy,
                     “Clair de Lune”.                                                                                                           A orillas del Segura.
                        
Con el peso entregado
 encima de mi pecho,
buscabas por encima de mis hombros
 la luna sobre el río,

 un viaje sin puntas
rielando a nuestro alcance,

una instantánea viva
 para fijar el tránsito de besos.

Oscura estaba el agua
como arena escapada entre sus manos. No advertías
que la luna era un surco rezumado en tu frente,
rielador en los chorros de tu sudor espeso,
que había yo abrazado los ríos de la noche
y por todos viajaban cien lunas en mi boca.

Las horas no enterradas (1990).



PISAD ENTRE MIS HUELLAS

No me hagáis mucho caso
 ni piséis en mis huellas.
Por el mundo he pasado
 siempre rompiendo los búcaros de vidrio,
 las miradas profundas,
los espejos,
 los temblores del agua.
No os rebanéis los pies
en los mismos errores que yo esparcí en la senda
de tejos cortantes.
Ya no podrías ir a ningún sitio.

Pisad entre mis huellas.
Si encontráis algún verso con calas,
si espigáis una imagen hermosa,
desgajadlos del resto cenceño del mensaje
gozadlos sin hartura.

 Pero insisto:
 no le hagáis mucho caso
 a quien ha disfrutado de la desdicha.

Revista de literatura La Sierpe y el Laúd nº 11 (1995).



                     “No tenía necesidad de ti,
                                        ni de nadie,                                                                                                 pues Dios lo tiene todo”
  
Dios lo tenía todo.
Y todo lo que Dios tenía era bueno.
Y, aún teniéndolo todo, hizo al hombre,
 un absceso engreído lustroso de pecados.

Dios lo tenía todo.
 Casi todo.

Le faltaba el aplauso inteligente.

Creación de la culpa  (1980). 





Y escuchamos al autor que nos ocupa a través de la lectura  de los magníficos dibujos y collages que ilustran Monografía de Aurelio Guirao (que contiene el poemario Trizas), cuya portada (del ejemplar del que he tomado las imágenes) he querido compartir en su estado actual (es el que deseo para todos los libros buenos) porque nos dice que su dueña, poeta, amiga y compañera de La Sierpe  y el Laúd,  ha sabido leerlo y releerlo…, respirarlo:









                                                                           
Aurelio Guirao hoy nos sigue diciendo su amor y su dolor, su pasión en y por la vida.



Cubierta extendida de la plaquette que contiene los 20 poemas elegidos por amigos y compañeros del poeta.
Entre los colores que gustaban a Aurelio estaban el lila y el blanco (ambos en la cubierta), el blanco con su quieta y elegante luz, el lila derramado  como un buen vino sobre sus apasionadas ideas.


http://notasrevistacultural.blogspot.com.es/






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