jueves, 8 de diciembre de 2016

RAIMUNDO DE LOS REYES [19.715]


Raimundo de los Reyes

Murcia, 22 de octubre de 1896 - Madrid, 22 de noviembre de 1964.

Raimundo de los Reyes nace en Murcia el 22 de octubre de 1896. Hijo del ingeniero de montes don Eustaquio de los Reyes y de Isabel Martínez, pasó gran parte de su infancia en Almería debido a los continuos traslados de su padre.

Con su regreso a Murcia en 1909, Raimundo entra en contacto con el ambiente cultural murciano y con tan solo 17 años, y siempre animado por su madre, comienza a abrirse paso como escritor y periodista publicando su primera poesía en El Liberal, al tiempo que cursa estudios de bachillerato.

Primeras obras

En 1916 publica su primer libro Antología de poetas murcianos, y con solo 23 años es admitido como redactor del diario La Verdad, donde crea la sección Apostillas que firma con el seudónimo de Luis Romera de Neydos (anagrama de su nombre).

Con el arranque de la Dictadura de Primo de Rivera, De los Reyes funda junto a Ballester, Página Literaria y el Suplemento Literario, éste último de mayor relevancia, ya que surge en un tiempo en el que en Murcia despuntaban jóvenes escritores de gran talento inspirados por las vanguardias que comenzaban a florecer en España.

La segunda mitad de la década de los 20 será una época feliz para el poeta: en 1924 se casa con Remedios García-Morell con la que tiene cinco hijos (de los que morirá tempranamente la primogénita), y publica su primer libro de versos Campo, al que le seguiría Abecedario, consagrándose con ello como poeta lírico.

La década de los 30 comienza con gran actividad para el poeta murciano que, junto a Ballester y Antonio Oliver, crea la revista y editorial Sudeste que mantiene vivo el espíritu del grupo murciano de la Generación del 27 y en la que publica el primer libro de Miguel Hernández, Perito en lunas, quien se perfilaba por entonces como joven promesa de la poesía española y con quien le uniría una estrecha amistad.

En 1934 tiene lugar un acontecimiento que marcaría su vida, fallece su madre Isabel Martínez y a ella le dedica su libro Tránsito. Un año más tarde marcha a Madrid para incorporarse como redactor al periódico Ya. En esta ciudad se le conocería como Cónsul de Murcia en Madrid, debido a la defensa a ultranza que hacía de su tierra natal, y allí fundaría la Casa de Murcia.

Guerra civil

Pero el estallido de la Guerra Civil truncará su editorial Sudeste así como su libertad, ya que es encarcelado durante tres años en la cárcel de Orihuela. Al salir de prisión retoma su actividad periodística y literaria y en 1941 recibe el Premio de Poesía Polo de Medina, de la Diputación Provincial de Murcia, por su libro Árbol.

Durante la década de los 40 trabaja como redactor en las revistas Primer Plano, Fotos y Gol, y colabora así mismo con periódicos de tirada nacional. Participa paralelamente en espacios radiofónicos de Radio Nacional de España en los que  crea una emisión dirigida a América, llamada Poetas de España para América.

A finales de la década de los 40 Raimundo de los Reyes publica dos libros de temática religiosa: Nueve Sonetos  al Cristo del Rescate, de cuya cofradía en Murcia era Mayordomo Honorario, y Cancionero de la Preciosísima Sangre.

Última etapa

Comenzada la década de los 50 escribe en el diario Ya su emblemático espacio El Oso y el Madroño dentro del cual se incluiría su sección Ripios del día, en los que tornará el acontecer cotidiano de Madrid en poesía.

En julio de 1953 le fue otorgada la Encomienda de la Orden del Mérito Civil en el Casino de Murcia y en 1961 la Fundación Juan March le concede una beca para escribir una biografía de Calderón.

Aquejado de una grave enfermedad, Raimundo de los Reyes fallece en Madrid el 22 de noviembre de 1964.


Raimundo de los Reyes: Itinerario vital 
y poético de un escritor murciano del siglo XX

Por Manuel Llanos de los Reyes
(Universidad de Murcia)

“Poeta hondo y alto. Poeta con raíces siempre vivas, y con fronda siempre renovada y limpia. Poeta modernísimo con la única modernidad admisible: la de ser, a la par y en equivalencia, muy de hoy y muy de ayer, de siempre y para siempre.”
                              
Federico Carlos Sáinz de Robles.         




Clausurada el mes de junio de 2003, la Exposición-Homenaje al escritor Raimundo de los Reyes (Murcia, 1896-Madrid, 1964), que la Universidad de Murcia ha dedicado a evocar su figura y su obra, y todavía vivos los ecos del Homenaje que en los primeros días del año 1997 le brindara la Real Academia Alfonso X el Sabio, con motivo de la conmemoración del centenario de su nacimiento, acto que culminó con la publicación de un cuaderno separata de la revista “Murgetana” que recogía las intervenciones de los conferenciantes que en él participamos, así como las de otros relevantes escritores que se adhirieron posteriormente (1), conocemos  hoy la grata noticia de la próxima edición de la obra completa del poeta, a cargo del catedrático de Literatura Francisco Javier Díez de Revenga.

Todo ello no hace sino poner de manifiesto la renovada actualidad y el interés que continúa teniendo uno de los poetas murcianos más originales y representativos del panorama literario del siglo XX, del que tuve ocasión de ocuparme con amplitud en mi ya lejana monografía Raimundo de los Reyes, poeta y periodista (2).

         I. Niñez y juventud. Primeros pasos literarios.

         
Nacido en Murcia el 22 de octubre de 1896, Raimundo de los Reyes-García y Martínez era hijo del ingeniero de Montes don Eustoquio de los Reyes, que sucedió en el cargo de Jefe del Distrito Forestal de Murcia a don Ricardo Codorníu, “el apóstol del árbol” (3), y de Isabel Martínez, que le inculcó desde muy pequeño el amor a las letras.
         
Pasó casi toda su niñez en Vélez-Rubio (Almería), donde estaba destinado su padre, hasta 1909 en que la familia regresa a Murcia. En esta ciudad se despiertan sus inquietudes literarias que le impulsan a publicar sus primeros versos en los periódicos regionales. Según él mismo afirmó mucho tiempo después (4), su primera poesía se la publicó en “El Liberal” el poeta y periodista Pedro Jara Carrillo.
         
En 1916 recoge composiciones de 86 poetas de Murcia y de sus pueblos en una Antología de poetas murcianos, en la  que junto a unos pocos poetas consagrados se incluye – y esto es lo más interesante- una extensa nómina de jóvenes poetas que, como el propio De los Reyes, constituyen la promesa más firme del futuro panorama poético murciano de los años 20 y 30. No importa que no todos tuvieran la misma calidad, y que algunos fueran incluidos con más desacierto que otros; pese a todo su obra no debe ser desdeñada, puesto que son fiel exponente de aquel interesante momento literario.
         
La presencia de Raimundo de los Reyes en la Antología se materializa en una extensa composición, escrita en octosílabos,  titulada “Nostálgica”. De corte y tono postrománticos, en ella expresa el amor por su amada, sin la cual el poeta no podría sobrevivir:

                                     “¡Oh, sí; sería mi muerte
                                      el no poder poseerte
                                      alma de mi alma querida;
                                      porque llegar a perderte,
                                      fuera perder de tal suerte
                                      corazón, amor y vida...”

         
En 1917 fundó la revista “Murcia Gráfica”, de la que sólo salieron dos números, con una portada a color y cierta profusión gráfica, casi desconocida en los semanarios de su tiempo, que agrupaba composiciones de una treintena de poetas.


Ilustración:  El joven escritor en 1918


II. Participación en revistas literarias y empresas editoriales: “Página literaria” y “Suplemento” de La Verdad, “Sudeste”. Su conexión con la Generación del 27.

         
En un tiempo en que la literatura y el periodismo eran perfectamente compatibles, Raimundo de los Reyes inicia su trayectoria profesional en el diario “La Verdad”, donde ingresa como redactor, permaneciendo en él hasta 1935. Allí creó una sección titulada “Apostillas” que firmaba con el seudónimo de Luis Romera de Neydos –anagrama de su nombre-, en la que con fuerte sentido crítico, sano humor y desarrollo de anécdotas, satirizaba los sucesos cotidianos que acontecían en la ciudad. Además escribía críticas teatrales que firmaba con el acrónimo T.A.TRAL y pequeñas notas de humor con el título de “Chispitas”.

         
En mayo de 1923, siendo José Ballester director en funciones, funda con De los Reyes la “Página literaria” que llegaría hasta octubre, siendo continuada por el “Suplemento literario” de mayor empeño. Ambas publicaciones aparecen en un momento en el que Murcia comienza a elevar su nivel cultural gracias a un grupo de jóvenes escritores que contó con figuras de gran talento e inspiración, que recogieron los cambios y novedades provenientes de las vanguardias que estaban surgiendo en España por aquel entonces.

         
La “Página literaria”, ya desde sus comienzos, quería ser “un reflejo del ambiente intelectual murciano” y en ella colaboraron escritores de la tierra como Andrés Cegarra, José Ballester, Andrés Bolarín, González Campoy, Juan Guerrero, Andrés Sobejano y Raimundo de los Reyes, además del pintor y dibujante Luis Garay que con sus frecuentes ilustraciones contribuyó al embellecimiento de la publicación.


         

Ilustración:  Caricatura de Raimundo de los Reyes, por Luis Garay

         
En noviembre de 1923 surge el “Suplemento literario de La Verdad” que llegará hasta octubre de 1926, con un intervalo de quince meses en que no se publicó. Lo dirige Juan Guerrero, quien eleva la categoría de la revista al lograr que colaboren en ella Juan Ramón Jiménez (-“Enhorabuena por la labor ejemplarísima que hacéis en esa página literaria”, escribe a su director), Antonio Machado, Gabriel Miró y casi la totalidad de los poetas del 27. Del grupo de jóvenes escritores murcianos destaca la participación de Andrés Sobejano, Raimundo de los Reyes, Antonio Oliver, Juan Guerrero, José Ballester, Andrés Cegarra y Andrés Bolarín.


Ilustración 5:  Suplemento literario de La Verdad, nº 5

         
Raimundo de los Reyes publica en los números 1, 4, 5 y 59 un total de seis poemas que luego recogería en su libro Campo. Los títulos: “Renuevo”, “La espera”, “Vuelo” y “Madrigales de la tarde” (“Desdén”, “Poniente” y “Silencio”). El prof. Díez de Revenga transcribe y comenta detenidamente el primero de ellos en su ya clásico e imprescindible estudio Revistas murcianas relacionadas con la Generación del 27, señalando que “los tonos machadianos de estos poemas parecen indudables como en gran parte de todo este libro evocador de la Naturaleza con austeridad y bellos efectos plásticos” (5).

                                               Renuevo

                                          “Tú vas en mí toda
                                           como una azucena
                                           que me perfumara:
                                           tierna, blanca y buena...

                                           Yo voy en ti todo
                                           como la simiente
                                           vertida en el surco
                                           propicio y ardiente...

                                           De esta encina henchida
                                           de paz y de afecto
                                           que da a nuestras vidas
                                           tan hondo contento,
                                           brotará gozosa
                                           en el tronco viejo,
                                           la ramita nueva...
                                           y en ella veremos
                                           posarse la alondra
                                           de nuestros inviernos.”


         
En 1926, la llegada a Murcia de Jorge Guillén para hacerse cargo de la cátedra de Literatura Española de nuestra universidad, y su pronta relación con el grupo de intelectuales murcianos antes mencionado resultará decisiva para situar a nuestra ciudad en un nivel destacado dentro del panorama literario nacional. Guillén  permaneció aquí hasta 1929, en que partió para incorporarse como Lector a la Universidad de Oxford y desde allí, en 1930, dar el salto a su nuevo destino en la Universidad de Sevilla, al permutar su cátedra murciana con la de su amigo Pedro Salinas. Su pronta relación con el grupo de intelectuales murcianos antes mencionado resultará decisiva para situar a nuestra ciudad en un nivel destacado dentro del panorama literario nacional.

         
El “Suplemento literario de La Verdad” había dejado de publicarse en octubre de 1926. Ahora con el apoyo decidido de Guillén y el esfuerzo de Guerrero, se publica “Verso y Prosa” (enero1927-octubre 1928). El primer número recoge varios trabajos que habían quedado aparcados para el siguiente ejemplar del “Suplemento” que nunca vio la luz, lo que indica hasta qué punto “Verso y Prosa” fue una natural prolongación de aquel. Así lo reconocía, pasado el tiempo, uno de sus protagonistas José Ballester: “Guerrero ideó con Jorge Guillén la aparición de la revista “Verso y Prosa”, una especie de continuación libre de la “Página” (6).

         
La revista alcanzó doce números y en ella participaron los escritores del 27, estando considerada como una de las mejores revistas de su generación. Resulta muy extraño que Raimundo de los Reyes, que había tenido un gran protagonismo en empresas semejantes y que en este tiempo atravesaba por un momento de gran actividad creadora dando a la imprenta sus libros de versos Campo (1927) y Abecedario (1929), no colaborara en esta publicación, en la que tuvieron cabida otros escritores murcianos. Con todo, muy poco tiempo después será el impulsor de otra gran empresa de este tipo, al fundar en 1930 la revista “Sudeste” que significó la continuidad del grupo murciano relacionado con la Generación del 27 (7).

         
“Sudeste” se subtitulaba “Cuaderno murciano de literatura universal”. De los Reyes aclara en una carta dirigida a Juan Guerrero, con fecha de 6 de agosto, el sentido de este término: “Yo dije de literatura universal en el sentido de sustantividad. Es decir, lo universal aplicado a la naturaleza y orientación de lo escrito, a fin de huir en el enunciado de la revista, del concepto de murcianismo a la manera como hasta ahora se viene aquí entendiendo”.

         
La revista sólo alcanzó cuatro números, pero la calidad de su contenido hizo que Gerardo Diego la citara entre las revistas españolas más importantes de su tiempo (8).


Ilustración:  Portada del primer número de Sudeste

El primer número de “Sudeste” apareció el 20 de julio de 1930 y estaba dedicado íntegramente al escritor levantino Gabriel Miró, recientemente fallecido. En él destacan las colaboraciones de Carmen Conde: “Gabriel Miró: Sigüenza y la eternidad”, la de José Pérez Bojart: “Gabriel Miró” y la de José Ballester: “En el arrabal de las almunias...”

         
El segundo número salió en el mes de octubre y en él, junto a las colaboraciones de Antonio Oliver, Andrés Sobejano o Miguel Valdivieso entre otros, De los Reyes nos ofrece, con el título de “Glosa”, diez décimas que glosan otra de Jorge Guillén, que lleva por título “El querer”. Estas composiciones las incluiría De los Reyes en su posterior libro de versos Árbol (1942). En ella vemos la admiración y la sintonía del poeta murciano con el recién ausentado Guillén, cuya obra Cántico, el escritor murciano conocía muy bien, ya que el año anterior había publicado en “La Verdad” una crítica temprana de ese libro que acababa de aparecer, llena de aguda intuición y felices aciertos (9).

         
Del número 3 que vio la luz en los inicios de 1931, destaca la bellísima portada de Maruja Mallo, la pintora gallega que ilustraba la “Revista de Occidente”, y los artículos de Juan Guerrero: “Adiós a Jorge Guillén”, despedida emocionada al poeta amigo y estrecho colaborador, y “Murcia en la obra poética de Jorge Guillén”, que reproduce cuatro décimas de su libro Cántico que reflejan la luminosidad de la atmósfera y el paisaje murcianos: “Yo, quieto, seré quien vea”, “Presencia de la luz”, “Panorama” y “La luz sobre el monte”.

         
Todo ello no hace sino corroborar la admiración y el prestigio que el poeta profesor había dejado tras su estancia aquí entre el grupo de jóvenes escritores murcianos, así como   el sentido de la amistad y el espíritu de colaboración que hubo entre todos.

         
Desde Oxford, en carta fechada el 8 de enero de 1931 y dirigida a José Ballester (10), Guillén expresa la grata impresión que le ha producido la revista y el agradecimiento por la despedida:

“¡Qué nostalgia del Sur, de aquel Sur precisamente –calle Capuchinas, tan cerca de la exquisita conmovedora, inagotable calle de la Aurora- me ha traído ese número de Sudeste!

Y añade más adelante:

                  
“Les agradezco mucho –a usted, a Raimundo de los Reyes (para él también esta carta) a J.G.R.- su “Adiós” –tan excesivo, tan amistoso- por eso lo acepto-. ... No dejen de enviarme Sudeste que sigo con mucho interés”.

         
Se confiaba para el número 4 la colaboración de Juan Ramón Jiménez, cuya presencia en cualquier actividad cultural era suficiente para dar a la naciente empresa su consagración definitiva. Había prometido a Juan Guerrero enviar unos trabajos para la revista, pero finalmente desistió, alegando una débil excusa: que no le satisfacían determinados tipos de letra.

De los Reyes en un fructífero viaje a Madrid en el que tuvo ocasión de conocer a Rafael Alberti, Gerardo Diego y Maruja Mallo, visitó también en su domicilio de la capital de España al poeta de Moguer. En carta a Antonio Oliver, de 21 de noviembre de 1930, dice de Juan Ramón:

“Me pareció, ya desposeído de ese velo de super hombre con que Juan Guerrero lo envuelve, sencillamente admirable, lleno de sencilla y fina sensibilidad intelectual. Nos enseñó, ya confeccionado en pruebas, un ejemplar de su próximo libro Clásico. Está en un periodo de rara actividad y lleno de ansias de dar cosas a la imprenta.” (11)

         
Este último número de “Sudeste” salió en julio de 1931 con colaboraciones de Juan Lacomba, Rafael Alberti, Leopoldo Panero, José Ballester, Serrano Plaja, Gerardo Diego, Antonio Oliver, Miguel Valdivieso, Carmen Conde, Evaristo Cánovas, Luis Albertos, Carbonell y Rodríguez Seguí, además de dibujos de Bonafé y Gaya.

         
Dado que la revista no pudo continuar, sobre todo por problemas económicos, se creó una editorial con el mismo nombre. Es esta editorial, aún más que la revista, la que prestigió la cultura murciana, al dar cabida en ella a jóvenes promesas que en el futuro serían nombres consagrados.

         
La editorial “Sudeste” agrupó sus obras en colecciones. He aquí la relación completa de sus publicaciones:

                  Colección “Varietas”

1.     Antonio Oliver: Tiempo cenital (15 de abril de 1932)
2.     Miguel Hernández: Perito en lunas (20 de enero de 1933)
3.     Carmen Conde: Júbilos (30 de marzo de 1934, 1ª edic.; 21 de julio de 1934, 2ª edic.)                                                                                                                                                                            
                  
Colección “Autores Murcianos”

1.     Andrés Cegarra: Antología (Prosas) (21 de enero de 1934)

Colección “Horas”

1.     Raimundo de los Reyes: Tránsito (Elegía) (1 de octubre de 1934)
2.     José Ballester: Otoño en la ciudad (Novela) (3 de mayo de 1936).

        
Posteriormente, sin inclusión en ninguna de estas colecciones, Raimundo de los Reyes publicó en Madrid su libro Árbol, en los talleres de la Editorial Católica, en 1942, haciendo constar que pertenecía a la editorial Sudeste.

El primer volumen de la editorial fue Tiempo cenital (1932), de Antonio Oliver. Libro vanguardista, tuvo una buena acogida de crítica (12). Su autor se hallaba por entonces recién casado con una joven poetisa, Carmen Conde que dos años más tarde publicaría también en esta misma editorial su libro de poemas Júbilos, con un prólogo de Gabriela Mistral. Este libro que hacía el número 3, tuvo dos ediciones, en marzo y julio de 1934.

Coincidiendo con la aparición de Tiempo cenital, Ballester y De los Reyes crearon en el diario La Verdad un página con el título de “Letras y Artes” que se extendió desde junio de 1932 hasta julio de 1936. Página semanal que pese a ser de menor calidad que el “Suplemento”, queda como exponente de la cultura local y de las novedades artísticas y literarias del momento.
         
El segundo libro de “Sudeste” fue Perito en lunas (1933), de Miguel Hernández, sin duda el de mayor trascendencia de toda la editorial. La amistad entre el joven e inédito aún poeta oriolano y Raimundo de los Reyes debió de surgir tras el acto que en honor de Miró, recientemente fallecido, organizaron en Orihuela Ramón Sijé, Miguel Hernández y sus amigos el 2 de octubre de 1932. Al grupo de poetas e intelectuales oriolanos se sumaron Carmen Conde y Antonio Oliver, Ernesto Giménez Caballero y Raimundo de los Reyes entre otros. Se publicó un único número de “El clamor de la verdad” (13) (título de un semanario imaginario que D. Magín leía en la novela Nuestro Padre San Daniel), que agrupaba trabajos de casi todos los participantes, y entre los que Mª de Gracia Ifach destaca por su calidad los versos de Carmen Conde, la crónica de Sijé “Geografía de un claustro” y la colaboración de Raimundo de los Reyes: “Orihuela, principio y término de Sigüenza” (14).
         
Ramón Sijé (15) debió de ser el que presentara a Miguel Hernández y Raimundo de los Reyes, ofreciéndole éste enseguida la publicación de su libro Perito en lunas, libro hermético y difícil donde en sus 42 octavas, presentadas sin título, la seducción por Góngora y la utilización de un lenguaje metafórico, las hacía casi incomprensibles para los lectores. Tiene mucha razón Agustín Sánchez Vidal cuando afirma que Perito en lunas “no es sólo un libro, sino toda una época de la poesía hernandiana” (16).
         
Son frecuentes los viajes que Miguel hace a Murcia para corregir las pruebas del nuevo libro, y en uno de ellos, cuando Perito en lunas está próximo a salir de la imprenta, coincide en casa de Raimundo de los Reyes con Federico García Lorca que había venido a nuestra ciudad con su grupo teatral La Barraca, siendo así el escritor murciano quién presentó a los dos grandes poetas (17).
         
Testimonio íntimo de la actividad que Miguel hubo de desarrollar para ver publicado su primer libro de versos y de la consecuente relación que mantuvo con su editor murciano, son tres cartas que aquel le dirige desde Orihuela y que conservadas por su viuda, Josefina Manresa, publicó Agustín Sánchez Vidal (18) en 1986. Fechadas una en noviembre y dos en diciembre de 1932, en ellas se observan las vacilaciones del joven poeta para dar forma definitiva a su poemario y su preocupación porque su libro salga de la manera más perfecta posible.
         
En la primera expresa su deseo de titularlo Poliedros:

“He hallado otro título que me parece más feliz, más breve y sencillo y que creo explica mejor el libro: POLIEDROS”.
         
La segunda carta, que transcribo a continuación, deja constancia de su total disponibilidad para colaborar en la empresa murciana que dirige su ya buen amigo, Raimundo.

(Orihuela, 6 diciembre 1932)

                  Sr. D. Raimundo de los Reyes
                  
                  Querido poeta y amigo:
Ahí le envío cinco octavas más; si no le ha de reportar perjuicios póngalas con las que le dejé en lugar de estas que le había mandado:

                  Expuestos a romper los...

         
Perdone, amigo Raimundo, pero es que quiero, ya que voy a publicarme, hacerlo con lo mejor mío. Además no le mandaré ya otras. Ahora lo que fabrique me lo guardaré para otros libros futuros. ¿Qué le parece (cuando la haya leído) mi traducción de “El remero” de Valery? Eso para el  Sudeste próximo. Espérenos a Sijé y a mí el jueves. Hasta entonces con un abrazo, querido poeta,
    
                                                      MIGUEL HERNÁNDEZ GINER”


El intercambio epistolar cruzado entre ambos poetas de la Vega del Segura debió ser mucho más amplio y debió de extenderse durante los años posteriores, hasta los tiempos fatídicos de la guerra civil, aunque lamentablemente el paso del tiempo y otras múltiples causas como el lógico miedo que se sintió en aquel momento, obligaran a su destrucción, lo que impide que tengamos hoy constancia documental de ello.

Perito en lunas salió en enero de 1933, con prólogo de Ramón Sijé, y un retrato de su autor dibujado por Rafael G. Sáenz. El libro llevaba al frente una dedicatoria a las tres personas que más habían ayudado al desvalido Miguel: “A Raimundo de los Reyes, a Ernesto Giménez Caballero y a Concha Albornoz, como agradecimiento y recuerdo del poeta”. Pese a ello, todavía en el interior del libro, Hernández, de manera más particular, quiso también dedicar a su editor y amigo la octava titulada “Sandía“.


Ilustración:  Portada de la primera edición de Perito en lunas y retrato del poeta

La relación entre ambos poetas continuaría en los años siguientes en que Miguel envía sus colaboraciones en prosa a la página de “Letras y Artes” de La Verdad; asimismo, y en justa reciprocidad, desde esta publicación siempre se le deparó un trato inmejorable, ofreciendo noticias de su persona y críticas elogiosas de su posterior libro El rayo que no cesa.

Justo un año después, en enero de 1934, salió el cuarto volumen de “Sudeste”, Antología (Prosas), de Andrés Cegarra Salcedo, el escritor unionense fallecido seis años antes. Fundador de la Editorial Levante, -que había publicado libros de autores murcianos entre ellos Campo, el primer libro de De los Reyes-, fue un autor dotado de una rica sensibilidad para describir paisajes y ambientes y cultivó una prosa lírica llena de matices sensoriales que la hacen allegable a la de otros escritores levantinos como Azorín o Miró. (19).

En octubre de 1934, dentro de una nueva colección, Horas, Sudeste edita Tránsito (Elegía), del propio Raimundo de los Reyes. Breve y emocionado poemario, lleno de trágico sentimiento, escrito a raíz de la muerte de la madre del poeta.

Por último, en mayo de 1936 aparece Otoño en la ciudad, una bellísima novela de ambiente murciano, original de José Ballester, con ilustraciones de Garay, constituida por una sucesión de estampas escritas con finura y distinción (20).


III. Etapa madrileña. Renovada actividad periodística y literaria.

El estallido de la Guerra Civil truncará la continuación de la empresa editorial Sudeste. Raimundo de los Reyes que había marchado a Madrid en 1935 para incorporarse a la redacción  del periódico “Ya” que acababa de fundarse, será detenido y trasladado a la cárcel Modelo, primero, de allí a la de Atocha y, finalmente a la de Orihuela, lo que supuso para el escritor un calvario personal y familiar, equiparable al de otros muchos españoles que fueron víctimas del odio y de la sinrazón de los dos bandos enfrentados.


Ilustración:   Retrato de guerra por Adrián Viudes  

Cárcel de Orihuela (1938).

Terminada la guerra, De los Reyes se instala definitivamente en la capital de España, donde ocupará la secretaría de redacción del diario “Ya” hasta su fallecimiento, desarrollando en aquella ciudad una gran actividad como periodista y como escritor.  Antonio Crespo ha señalado cómo Raimundo de los Reyes fue uno de los primeros periodistas murcianos que marcharon a Madrid para realizar allí su trabajo, mencionando también como pioneros a Juan Peñafiel, a García Viñolas, a los que seguirían después otros como Jaime Campmany, Salvador Jiménez y Antonio Ruiz “Ruango” (21).

En 1941, De los Reyes funda con García-Viñolas la revista “Primer Plano” de la que fue redactor jefe hasta 1943; en esa fecha pasó a ocupar idéntico puesto en “Fotos”, publicación en la que ejerció la crítica de cine y teatro; dirigió la revista “Adriano”, y desarrolló una sección de teatro en Cuadernos de Literatura, editados por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, además de colaborar en “Blanco y Negro”, “ABC”, “Mundo Gráfico”, “Nuevo Mundo”, “Crónica”, “Ahora” y otras publicaciones de aquel tiempo.

Esta dedicación al periodismo no le impide cultivar su vocación de poeta lírico. En 1942 sale impreso en una fugazmente resucitada editorial “Sudeste” su libro de versos Árbol, que un año antes había ganado el Premio Polo de Medina de la Excma. Diputación Provincial de Murcia. La prestigiosa editorial ponía así definitivamente punto final  a una destacadísima trayectoria con la publicación de esta obra de quien había sido su fundador y alma mater.

En 1944, De los Reyes ingresa en Radio Nacional de España donde creó unas emisiones de Teatro Breve, adaptaciones de piezas teatrales de autores famosos. Igualmente, en 1947 inicia una nueva emisión dirigida a América, de poesía regional española, con el título de “Poetas de España para América”. Ambas emisiones se mantuvieron en antena durante varios años

Tan intensa actividad periodística no le impidió desarrollar otras facetas literarias como pronunciar conferencias, intervenir en recitales, participar en juegos florales... Por este tiempo Raimundo de los Reyes acude con prontitud y total dedicación en defensa de todos aquellos aspectos que tuvieran que ver con su tierra chica: ayudas artísticas , favores, gestiones, etc. El título de Cónsul de Murcia en Madrid, que le dieron sus paisanos, refleja con exactitud la importancia de la medida de sus actuaciones.

Resultaría prolijo enumerar sus múltiples y constantes desvelos a favor de sus coterráneos, pero baste destacar su activa participación en 1946 en la Comisión pro-damnificados por las inundaciones de la Vega Baja del Segura, que organizó una gran función en el teatro Madrid, en la que intervino don Jacinto Benavente, así como otras actuaciones de gran resonancia pública o social con el fin de recaudar fondos para los más necesitados.

Posteriormente, y como expresión de su irrenunciable murcianismo, fundaría la Casa de Murcia en Madrid, de la que fue Secretario General en los años de mayor influencia y esplendor de este centro regional.


Ilustración:  Acto de constitución de la Casa de Murcia, de la que fue su principal hacedor.

Al mismo tiempo, prosigue su obra poética, publicando en 1949 el breve opúsculo Nueve Sonetos al Cristo del Rescate, imagen  de cuya cofradía en Murcia era Mayordomo Honorario y dos años más tarde otro libro de semejante contenido, aunque más extenso, Cancionero de la Preciosísima Sangre, dedicado al titular de la cofradía murciana de ese mismo nombre.

A partir de 1953, en el periódico “Ya” desarrolló dos secciones diarias: “Ripios del día”, con el seudónimo de Luis Romera, y “El Oso y el Madroño”, con el de Hilarión. En la primera, el pequeño suceso cotidiano era poetizado por su pluma de forma festiva, y con ella alcanzó gran popularidad. En 1958 recogió una selección de estos ripios en su libro Ripios del día de Luis Romera, con un prólogo de F.C. Sáinz de Robles, quien elogia los aciertos expresivos, las felices imágenes y paradojas del que califica como el mejor poeta festivo y satírico de su tiempo.

En cuanto a “El Oso y el Madroño” abordaba temas y problemas madrileños en su diario comentario municipal. Promovió campañas caritativas de gran alcance social -motos para sacerdotes, dinero para gentes necesitadas-, mantuvo un buzón de correspondencia con los lectores e incluyó un breve apartado bajo el nombre de Gregorías, donde imitaba con mucho ingenio las Greguerías de Gómez de la Serna y en las que se leían pensamientos como estos: “A la mujer que amamos no es menester que le confiemos nuestro secreto, porque los sabe todos”, “Hay una lágrima en el corazón que nunca llega a los ojos” o “Aquel señor perdió el sombrero, y decía: ¡qué cabeza tengo!”.

En julio de1954 se le otorgó la Encomienda de la Orden del Mérito Civil, que le fue impuesta en el transcurso del homenaje que con tal motivo se le rindió en el Casino de Murcia el 19 de abril de 1955, imponiéndole tal distinción don José Mª Ibáñez Martín, por entonces Presidente del Consejo de Estado.


Ilustración:  Recibimiento al Príncipe don Juan Carlos a su llegada a España para realizar su formación superior

Vocal de la Junta Directiva de la Asociación de la Prensa de Madrid en tres periodos electivos consecutivos: 1957-58, 1959-60 y 1960-61, los dos primeros bajo la presidencia de Manuel Aznar, figurando como vicepresidente Emilio Romero.

En 1960, De los Reyes recopila una serie de apuntes ya publicados en diversos lugares sobre tradiciones y figuras de nuestra tierra: breves ensayos dedicados a la Virgen de la Fuensanta, a Francisco Salzillo, a los Auroros, a Pedro Jara Carrillo..., con el título de Estampas murcianas, subtitulado Ensayo sobre la psicología y el panorama del país murciano. Al final se incluye un cuento titulado “El cántaro en la fuente”, género que De los Reyes apenas cultivó. En palabras de su autor, el libro “pretende ser una sinfonía en tono menor en la que se armonicen en acordes distintos, pero completándose mutuamente, el ambiente, el arte y la tradición”(22). Para Ismael Galiana, las estampas, en conjunto, “están teñidas, en su mayor parte, de esa suave nostalgia que nos embarga en la rebusca del tiempo perdido” (23).                                        

Un año después es becado por la Fundación March para realizar una biografía sobre Calderón. Aquejado de la enfermedad que acabaría con su vida, un linfosarcoma, ello no le impidió continuar hasta el último momento con su labor, enviando al periódico sus trabajos y dictando a la vez la biografía que no pudo acabar.

El escritor José Luis Castillo-Puche recuerda una de las últimas visitas que hizo a su amigo en su casa madrileña:

“Raimundo sabía con toda certeza lo que tenía y no quiso hacer tragedia ante los demás. El drama lo llevaba muy dentro. Inevitablemente había dejado de poner pasión y arrebato en muchas cosas, hasta en esas cosas de su tierra y de su región que eran para él como una superprofesión. No saben ni siquiera muchos murcianos cuánto ha trajinado la imaginación y el sentimiento de Raimundo porque Murcia ocupara en todo el puesto que le corresponde. Hace poco, unos meses tan sólo, cuando ya los signos eran fatales y evidentes, le dije: “¿Por qué no te vas a Murcia una temporada?”. “Para Murcia, querido, tengo yo toda la eternidad”. (24)

Raimundo de los Reyes falleció en Madrid el 22 de noviembre de 1964, siendo enterrado en el  panteón familiar del cementerio Nuestro Padre Jesús de Espinardo (Murcia).


Ilustración:  Sesión solemne de la Real Academia Alfonso X el Sabio en homenaje al poeta y periodista Raimundo de los Reyes con motivo del centenario de su nacimiento, celebrada el 12 de enero de 1997.


IV. Trayectoria lírica.

El perfil hasta aquí trazado del escritor murciano quedaría muy incompleto si no hiciéramos un breve pero suficientemente ilustrativo recorrido por su obra lírica con la que destaca por su alta calidad literaria y hondura humana.

De las muchas facetas que como escritor Raimundo de los Reyes cultivó con acierto: periodista, crítico literario, crítico de cine, antólogo, promotor de revistas literarias, editor, ensayista, conferenciante, fue sin duda como poeta lírico, la labor en la que sobresalió de modo más eminente. Y es que como ha señalado el prof. Juan Barceló: “Todos los que se han ocupado [...] de la obra poética de Raimundo de los Reyes –Rodríguez Cánovas, Ballester, Sánchez Moreno, Oliver Belmás, González Ruiz, Sáinz de Robles, Llanos de los Reyes, Crespo Pérez, Juana Mª Dávalos...-, confirman la calidad poética de la obra de Raimundo, destacando la hondura de sus composiciones, la precisión técnica de sus versos y estrofas, la fina sensibilidad y la emoción sincera y profunda de sus intuiciones, que a veces, y sobre todo, en los últimos libros nos lleva a un temblor emocional de muy alta calidad poética” (25).

La obra poética completa de Raimundo de los Reyes queda recogida en nueve libros, aparecidos entre 1927 y 1966, que pueden agruparse en cuatro etapas claramente delimitadas: A) Conexión con la Generación del 27: Campo (1927), Abecedario (1929), Tránsito (1934) y Árbol (1942); B) Poesía religiosa: Nueve sonetos al Cristo del Rescate (1949) y Cancionero de la Preciosísima Sangre (1951); C) Poesía festiva y satírica: Ripios del día de Luis Romera (1958), y D) Etapa de madurez: Un ángel me acompaña y Los caminos del silencio (1966).

A)    Conexión con la Generación del 27.


Ilustración:  Portada de Campo

Campo, su primer libro de versos, aparece en 1927, año de grandes resonancias para la poesía española, siendo acogido muy favorablemente por la crítica local, y en él su autor se muestra ya como un lírico intenso y original, de serena clasicidad, que canta las bellezas de la Naturaleza tranquila, de las que el hombre debe gozar con decidido optimismo:

       “Caminar es sentirse lleno
        de melancolía
        por el sereno misterio
        de la lejanía.
        Saturar nuestro corazón
        de todas las cosas bellas.
        ¡Oh la divina sensación
        de los regatos y las estrellas!
        Conquistar cada madrugada
        nuevo horizonte a nuestro anhelo:
        sentir el alma saturada
        de luz de sol y azul de cielo.”

       
La gozosa contemplación del paisaje externo es consecuencia de una concepción de la naturaleza como marco idílico, en consonancia con la idea que Fray Luis de León tenía de la creación como un concierto de rara perfección donde hasta la más ínfima de las criaturas está emitiendo su nota.

       
Uno de los apartados más característicos del libro es “Paisaje”, integrado por los poemas “El pino”, “La copla”, “Agua”, “Crepúsculo” y “Nocturno”, cuyos títulos resultan harto elocuentes de los motivos a que aluden. Los tonos de dulce melancolía que de ellos se desprenden –como en la audición del Poema, de Fibich-, son el resultado de la fusión íntima, llena de emoción, del paisaje con el corazón humano que allí tiene lugar. Obsérvese en el romance “Silencio” esta dualidad paisaje-sentimiento, que nos evoca la poesía de Antonio Machado, cuyos ecos, por otra parte, es posible encontrar en casi todo el poemario:

                                       Silencio

                              Se ha puesto el sol tras la lumbre
                              dorada de sol de ocaso...
                              Y la cumbre hecha silencio
                              se derrama por el llano.
                              Horas de la tarde, llenas
                              de anchura de cielo claro
                              con estrellas -¿mariposas
                              de luz en celestes prados?-
                              con luciérnagas -¿estrellas
                              dormidas en los sembrados?-
                              ¡Fantasía turbadora
                              de crepúsculo de campo!
                              Huele a tomillo y romero
                              y a humo de hogar serrano,
                              en esta hora de paz,
                              de recogida y descanso...
                               Y el alma, la avariciosa
                               de silencio por gozarlo,
                              - ¿luciérnagas, estrella, aroma?-
                              se torna quieto remanso.


       
En el ocaso de la tarde, el alma se contagia de la apacibilidad o aquietamiento de los elementos del paisaje identificándose metafóricamente con ellos -luciérnaga, estrella, aroma-; al final, el poeta realiza un bello efecto recolector que contribuye a reafirmar la dulzura de tan íntimo sosiego.

       
Del mismo modo en otro apartado, “Sensaciones del paisaje”, se continúa esta misma trayectoria que se prolonga en general en otros poemas del libro.

       
En Campo encontramos también, superpuesta a la descripción paisajística, una vena de honda religiosidad. En la línea de tradición clásica en que este libro se inscribe, no falta el acercamiento a la doctrina ascético-mística, bebida directamente de esos manantiales imagotables de agua viva que son Fray Luis de León o San Juan de la Cruz.

De los Reyes se aproxima al clásico tema luisiano del apartamiento de lo humano y acercamiento a lo  divino, invocando a Dios en versos de gran hondura religiosa:

                       “Dadme Señor para cruzar la vida
                        -lejos lo humano, cerca lo divino-
                        la llama de la fe siempre encendida
                        y una sed infinita de camino.”

       
Otras veces, en la contemplación serena del cielo, de la noche estrellada, encontramos resonancias de la poesía de San Juan, como sucede en “Misterio”. Aquí el alma se identifica con la noche, espacio interior donde cielo y tierra, espiritualidad y materialidad, se aproximan hasta juntarse, siguiendo el tradicional recorrido de las vías místicas.
                      
                                    Misterio

                        En el remanso del espíritu
                        las ilusiones son estrellas
                       que se reproducen o se copian.
                        He aquí el misterio...
                        Como la noche el alma tiene
                        sus manantiales y remansos
                        y sus jardines estelares.

                        Y en esta noche azul, que ostenta
                        una apoteosis de luciérnagas
                        celestes y maravillosas
                        ¿ascienden de la alberca
                        o caen en ella las estrellas?


       
Como señaló el crítico Aguirre Prados, nuestro poeta “cantó a la Naturaleza convencido de que en ella está gran parte de la poesía. La poesía sin la cual la interpretación de la vida sería insuficiente y desconsoladora” (26).
      
A pesar de ser un libro inicial, con Campo, De los Reyes manifestaba ya un evidente dominio de la versificación, una maestría en el empleo de los recursos expresivos, así como el desarrollo de una serie de motivos de honda raigambre clásica, junto al empleo de elementos  más modernos.


Ilustración:  Portada de Abecedario

       
Su siguiente libro de versos es Abecedario (1929), cuya portada luce una bellísima ilustración del pintor Ramón Gaya. De corte y tono popular, va destinado al mundo de la infancia: “A todos los niños”, reza la dedicatoria inicial.

       
El libro agrupa 37 poemas en los cuales, junto a la descripción animada y fresca de los juegos y sueños infantiles, se desarrollan también otros temas muy diferentes como el amor y el mar, contemplados desde la óptica del tema central.

       
El poeta se remonta a su niñez y nos describe los aconteceres vividos en la escuela, a la que compara metafóricamente con un bajel al que van sujetos los escolares en calidad de remeros, forzada su naturaleza inquieta a no poder moverse libremente como ellos quisieran.

                                       Clase

                              Mayo toca el cascabel
                              áureo de la primavera...
                              Mete su rama primera
                              por la ventan un laurel.
                              La escuela es como un bajel,
                              y en los bancos alineados
                              los alumnos aplicados
                              bajo los gestos severos
                              del profesor, son remeros
                              de navegar fatigados.

       
No deja de ser significativa en esta décima introductoria la asociación escuela-bajel, que nos permite adivinar ya desde estos primeros versos ese otro tema del libro que es el mar, presente en otros poemas.

       
En el apartado “Juegos”, integrado por los romances “La comba”, “Las cinco piedras” y “El poema de los botones”, el espacio en que se mueven ahora los niños es más abierto y gozoso y en ellos está presente la actividad lúdica de los más pequeños.

       
El acercamiento a la naturaleza que De los Reyes había iniciado en Campo, continúa dándose también en muchos poemas de Abecedario. Así en “Cajita gris”, nos pinta un dulce cuadro de la vida campesina, salpicado de pinceladas cromáticas, en la que es una de las más bellas composiciones del libro.

                                         Cajita gris

                              Cajita gris de la granja,
                              con sus borreguitos blancos
                              por una vereda azul,
                              con añoranzas de campo.

                              Establo de siena y grana
                              con cuatro pesebres altos
                              y unas vacas amarillas
                              plácidamente rumiando.

                              Evocación de un crepúsculo
                              dulcemente virgiliano:
                              verde musgo, verde aurora,
                              verde amable de remanso
                              donde las estrellas bañan
                              sus fulgores... ¡Verde campo
                              donde –viento en verdes ramas-
                              canta un árbol solitario...!

                              Para vivir la serena
                              paz de tu humilde cercado,
                              ¡quien fuera, de tus labores
                              cajita gris, hortelano!

       
Los siguientes apartados: “Las Playas del soto”, “Motivos”, “Canciones” y “Romancero del soto”, insisten en la mostración de las bellezas de la Naturaleza, insertando en su marco idílico los sucesos del mundo infantil. En el soto, al borde del río (“-senda del mar-“), el poeta sueña. Le basta un barquito de papel a su imaginación de niño para inventar un fabuloso viaje por el mundo. Pero el mar aparece siempre pensado, constituye un sueño, una quimera, algo lejano, presente solo en la imaginación. Así lo vemos en composiciones como “El mar” y ”Vámonos a navegar”.

               
                                       El mar

                              Yo no he visto el mar y tengo
                              tristeza por ver el mar.
                              Dicen que es muy grande, como
                              cien veces el río, y más.
                              Yo me iré una tarde, madre,
                              por el camino que va
                              a las lomas de la Virgen,
                              detrás de las que está el mar.
               
-          ¿Y si te pierdes?
      - El Ángel
madre, me acompañará.
-          ¿Y si te cansas?
                             - La sombra
tendré para reposar
de un pino...
-          ¿Y si el hambre un día,
hijo, te hace desmayar?
-¡Me darás para el camino
madre, chocolate y pan!

        
         
Con toda razón Antonio Oliver y Carmen Conde destacaron de  Abecedario su fuerte acento lírico y sobre todo “esa busca persistente del mar a través de todas sus páginas” (27).

         
Muy bella es también la composición “Lunita dame pan”, en la que las niñas dialogan con la luna a la que ven como una madre protectora, cantándole con su inocencia infantil:

                                     Lunita
                                     dame pan,
                                     que soy chiquitita
                                               y no lo puedo ganar.

Pasado el tiempo, cuando estas niñas se hacen mayores, todavía la luna seguirá iluminando en la noche, de ilusiones y esperanzas, sus vidas.

Por último, señalar el otro motivo del libro, el amor, que de modo intermitente se hace presente en varias composiciones. Además de protagonizar el breve apartado “Amorosas”, donde adquiere mayor relevancia quizás sea en el romance “Llueve”, en el que el niño enamorado no puede ir esa tarde al soto para jugar con su amada, esa niña que es “igual que una emperatriz”.

Abecedario, a pesar de la originalidad de su tema –no es frecuente encontrar en nuestra literatura poemas que se inspiren en niños-, de su pureza y gracia poéticas y de los ecos de grandes poetas contemporáneos como Machado, Juan Ramón, García Lorca o Aberti, no encontró la acogida de público que el poeta esperaba. Le consuelan, no obstante, los encendidos elogios que le llegan de parte de Gerardo Diego, que le escribe desde Gijón, de Ramón Gómez de la Serna, del matrimonio cartagenero Antonio Oliver y Carmen Conde, y desde Oxford, el aliento y las amables palabras de Jorge Guillén.


Ilustración:  Carta de Guillén

Su siguiente libro Tránsito (1934) se subtitula Elegía y está dedicado a la memoria de su madre, Isabel Martínez que acababa de fallecer. Libro breve, pero lleno de profunda emoción lírica, es un homenaje de amor filial y expresión de dolor ante la ausencia del ser querido.


Ilustración:  Portada de Tránsito

Se inicia con la cita de Jorge Manrique: “Dio su alma a quien se la dio” y con la intención del autor:

         “Como una oración íntima
                             a su recuerdo amado.”

La elegía se estructura en cuatro partes: “Tránsito”, “Hogar”, “Desolación” y “Canciones”, que ofrecen paulatinamente toda la expresión dramática de esa tremenda realidad que lacera y conmueve la humanidad  del poeta, sacudiéndole emotiva y vitalmente. El sentimiento dolorido no tiene para él matices pesimistas, pues sobreponiéndose al desaliento, le reconforta la esperanza cristiana que le anima a seguir por una senda no exenta de dolor y tristeza:

                 
                            “ Soledad y tristeza en mi camino
                              sin sombra ni agua para la fatiga,
                              y sin afán de renovadas rutas;
                             que al cerrarte los ojos, madre mía,
                             se cerraron los míos
                             a la luz de las gratas perspectivas.”


En el tránsito que supone el paso de la vida a la muerte, se halla también, siguiendo la tradición cristiana, el del alma que escapa del cuerpo hacia el cielo:


                           “Voló su alma a los cielos
                             -dulce mariposa blanca-.
                              Los músicos celestiales
                              la reciben con arpas.”


donde lo sublime es la poetización del trasunto, esa bella metáfora dulce mariposa blanca, concepción ideal del alma que escapa presurosa hacia la gloria eterna.

En la parte central del libro, Hogar, se agrupan unos poemas que señalan la tristeza, la orfandad, en que se halla la casa familiar, hontanar de la vida sencilla, donde la madre con su amor inmutable era suma y compendio de todas las alegrías y tristezas:


                            “Qué en silencio la casa.
                             Su andar menudo, inquieto a toda hora,
                             no anima los pasillos y las piezas
                             aún llenas de su sombra.”


Y es al final de esta composición donde el poeta nos ofrece la única referencia a su padre de toda su producción literaria, expresada en los siguientes versos:


                             “En su sillón de ruedas
                             donde el dolor de una anquilosis postra,
                             mi padre, a cada instante,
                             con consejos y cuentos y chacotas
                             pretende vanamente consolarnos
                             de esta horrible congoja.
                             Está sereno, fuerte, resignado,
                             tanto que a veces sus intentos logra...
                             mas cuando algún momento
                             llega a quedarse a solas,
                             inclina la  cabeza sobre el pecho,
                             crispa las manos y en silencio llora.”


         
“Admirable colección de sugerencias en las que se funden la delicadeza de la poesía con el hondo sentir de la desgracia que tortura su alma”, tal y como señalara Sánchez Jara (28), Tránsito se cierra con siete canciones breves, de gran sencillez –como el libro todo-, en donde el poeta continúa expresando el motivo central del poemario, extendido ahora a la comparación con los elementos de la naturaleza:


                                      “Que nada enseñe un dolor
                                       más grande que el dolor mío.
                                       Ni el árbol secas sus ramas,
                                       ni  el ave el nido vacío;
                                       ni el mar su arena sin agua;
                                       ni seco su cauce el río,
                                       ni muerto, el oriente, el sol...
                                       ¡Que es mayor el dolor mío!”


         
Como en el verso garcilasiano, este dolorido sentir adquiere connotaciones universales proyectándose sobre los elementos de la naturaleza, sin que ello pueda mitigar la expresión tan intensa de  su apenado ánimo.

         
Elegía tierna, íntima, en la que el dolor del poeta huérfano se tiñe de una profunda resignación cristina, Tránsito supone la liberación, a modo de catarsis, del hondo sentimiento que Raimundo experimentara tras la pérdida de su madre.

         
José Ballester acertó a ver los matices de originalidad y de sinceridad que laten en la obra al destacar en el momento de su publicación que “la elegía se declara con acentos insólitos, llenos de verdad” (29). Efectivamente, si no es muy común en nuestra literatura el llanto poético por la madre, menos la autenticidad con que éste se declara. Y en ello incidía también el escritor y pintor Ramón Gaya al destacar las dos dimensiones fundamentales del libro: “la emoción –dolor- y la belleza –dolor-“ (30).


Ilustración :   Portada de Árbol

         
Árbol (1942) es el último libro publicado por la editorial  Sudeste, con el que su autor había obtenido el premio Polo de Medina un año antes. En esta obra, dedicada a Remedios, su mujer, De los Reyes siguiendo la línea que caracteriza a su producción anterior, diluye su inspiración por entre la naturaleza toda: “El canto a la Naturaleza que se abre en Campo se cierra con Árbol. La fusión de espíritu y materia en continuidad” (31).

         
Nicolás González Ruiz, prestigiosa periodista, compañero entrañable de Raimundo en las tareas del “Ya”, dedica al frente del libro un Saludo en el umbral, en el que con gran acierto señala el carácter esencialmente lírico de abrazo del poeta con la naturaleza.


“La poesía de Raimundo de los Reyes es una ventana al campo; pero no para ver el campo como pudiera verlo un espectador curioso de la ciudad que de pronto se diese cuenta de que el campo es bonito, sino para contemplarlo con una intimidad que es fusión de vidas, donde la sangre lleva el compás sencillo de la savia y las emociones agitan el corazón como el viento las ramas de los árboles.”
         
La perspicacia del prologuista alcanza a descubrir con claridad que todo es pasado por el corazón del poeta, tan arraigado en las cosas sencillas, que en el mismo corazón adquieren presencia renovada.
         
Al inicio de la obra encontramos cuatro décimas referidas a las estaciones del año, en las que se aprecia la influencia de la poesía de Jorge Guillén, que se da en buena parte de Árbol. Destacamos la primera de ellas titulada “Primavera” en la que esta estación aparece íntimamente unida al tema amoroso lo mismo que en el conocido poema  de Guillén “Salvación de la primavera”


                                               Primavera

                                     Campánulas en las bardas
                                     Aun con sol de invierno, sí
                                     La sonrisa acaba aquí,
                                     En ser tú sonrisa tardas.
                                     Por todo lo que en ti guardas,
                                     Amor en iniciación,
                                     -Clara y temblorosa bruma-
                                     Llega en carroza de pluma...
                                     En el pecho el corazón,
                                     ¡Toisón de belleza suma!


         
Apréciese aquí el ritmo escueto tan frecuente en Cántico, así como el predominio de sustantivos sobre los adjetivos, rasgos estos señalados por Debicki en la poesía guilleniana (32).

         
En el centro del poemario sitúa De los Reyes la décima de Guillén “El querer”, glosándola en otras diez composiciones, igualmente escritas en décimas –una de las estrofas más empleadas en Árbol-, cada una de las cuales finaliza con uno de los versos del poema de Guillén. La exigente arquitectura de esta estrofa ciñe la palabra poética a la salutación gozosa de la vida y del amor en medio de la naturaleza.



                                                      Inicial

                                     RESPLANDOR para el intenso
                                     Renacer: suspiro y gozo.
                                     Con frente y con mano pienso,
                                     Plenitud del alborozo.
                                     Luces enciende la aurora
                                     Cuando la mañana llora
                                     Estrellas en esqueleto
                                     De lunadas lontananzas,
                                     Y ahora en sus remembranzas
                                     “¡Noches!: de día en secreto.”


         
De los Reyes realiza un gran esfuerzo por asimilarse a la poesía que le sirve de modelo. Así, en estos poemas la abstracción se hace más intensa y los versos emplean la mayúscula inicial, el léxico utilizado es semejante al de Guillén: plenitud, gozo, aurora, luces, mañana, estrellas, noche, rosas, pájaro, mar, azul, luna, amor..., pudiendo observarse también un tímido superrealismo intelectualista que le acerca al autor de Cántico. Con todo, su inspiración poética alcanza tan altas cotas de lirismo y belleza, que en ningún momento  desmerece frente a la realizada por el que fuera destacado miembro del 27.

         
Más cerca de la estética contenida en Campo y Abecedario son las composiciones que integran el apartado “Canciones”, donde volvemos a encontrar la fusión paisaje-sentimiento, llena de melancolía, tan habitual en sus primeros libros.

                           
                                                  Yo sé

                             Yo sé donde están los hondos
                             Silencios de la campiña.
                            - En tus ojos si me miras.


Yo sé donde está la llama
Del sol que dora los trigos.
- En mis ojos si te miro.

Yo sé donde está la dulce
Transparencia de la fuente.
- En tu boca cuando bebes.

Yo sé donde está la negra
Tormenta que nubla el día.
- En mi pecho si me olvidas.

                  
         
Otros apartados como “Momentos”, “Campo” o “Mar”, muestran poemas que desarrollan también idénticos motivos que en libros anteriores. En el apartado “Mar” se halla una de las más delicadas composiciones de Árbol, “Azul”, donde a la belleza del mar se suma el amor del poeta convertido en marinero.

         
El  libro se cierra con otro apartado, “Noche amable (Poema)”, título tomado del famoso verso de San Juan de la Cruz, que consta de varias composiciones con un mismo tema central que es el de la noche. El poeta prefiere el silencio de la noche y sueña con que no llegarán más albas, pues ella le lleva a Dios: “¡Dios es la noche de mi alma!”.

         
Árbol es ya un libro de gran perfección formal, lleno de aciertos expresivos, en el que el poeta en palabras del escritor Sánchez Moreno reúne “armoniosas composiciones alusivas a motivos de la naturaleza viva, trabadas con el armazón de un clasicismo remozado.”(33)


B)    Poesía religiosa.



Ilustración:  Portada de Nueve sonetos al Cristo del Rescate.




Ilustración  Portada del Cancionero de la Preciosísima Sangre.

(Reproducción de un grabado en madera del año 1708)


Nueve sonetos al Cristo del Rescate (1949) y Cancionero de la Preciosísima Sangre (1951) son la expresión de la devoción que sentía su autor por estas dos imágenes titulares de las dos populares procesiones murcianas, de las que era cofrade de honor.

El primero, muy breve, constituido sólo por los nueve sonetos que anuncia su título, es en realidad un opúsculo en el que el poeta demuestra su dominio de esta forma estrófica muy escasamente utilizada por él en libros anteriores. Reeditado en 1996, con ocasión del Cincuenta Aniversario de la fundación de la Hermandad del Santísimo Cristo del Rescate, en él De los Reyes, movido por su ferviente religiosidad, se une al dolor de Cristo, a su sufrimiento por redimirnos y nos manifiesta sin tapujos la necesidad que los hombre tenemos de Él para sobrellevar las dificultades de  nuestro humano destino.


                                               III

                        Yo sé, Padre y Señor, cuál es tu pena;
                        por qué estás triste y apesadumbrado;
                        por qué bajas los ojos abrumado;
                        por qué tu rostro de dolor se llena.

                       Yo sé que tu piedad –linfa serena,
                       capaz de convertir la peña en prado-
                       te hace llorar con llanto acongojado,
                       que el corazón te angustia y enajena.

                       Tú padeces, Señor, por mis maldades,
                       por mis torpes y necias veleidades,
                       por cuanto en mí de humana escoria late...

                       Por eso me atosigo, peno y lloro,
                       y a tus plantas, mi Dios, postrado imploro
                       el perdón que del mundo me rescate.


En el soneto “Desfile”, expresa toda la emoción y la belleza que cobra la tarde noche murciana al ver pasar por las calles de la ciudad la imagen penitencial.

         
Tras meditar intensamente sobre la Pasión de Cristo con tonos patéticos y doloridos, en el último soneto “Imploración”, el poeta, arrodillado ante la imagen divina, quisiera permanecer junto a ella para siempre.

         
El cancionero de la Preciosísima Sangre se inspira en el Cristo de Nicolás de Bussi titular de la popular cofradía murciana conocida como de los “coloraos”. Se estructura en dos partes: una primera titulada “Décimas, cantares y desparpajos”, en la que sirviéndose de estos metros cortos el poeta se dirige a un Cristo que arrastra su cruz sembrando de amor con ella todo lo que deja a su paso.


                                                    II

                                     Vas dejando una señera
                                     estela de amor en todo.
                                     Y en cada nuevo recodo
                                     un nuevo dolor te espera.
                                     Renueva la primavera
                                     júbilos en los alcores.
                                     Arroyos murmuradores
                                     Tu caminar acompasan.
                                     Y en los jardines repasan
                                     congojas los ruiseñores.


         
Frente al empleo de la décima, la aún mayor brevedad de los cantares y desparpajos
–estos últimos en realidad cuatro quintillas en las que el poeta manifiesta su voluntad de seguir ese camino nada fácil que viene marcado por la cruz-, posibilita una relación del poeta con Dios llena de espontaneidad, bastante ligera y desenvuelta, a pesar del tema tan grave que en ellos expresa. De tal relación se hace eco Juan Barceló en un reciente comentario sobre esta obra (34).

         
En cuanto a la segunda parte, “Poemas de devoción y angustia”, más dramática y apenada y con predominio de estrofas más largas como el romance, De los Reyes continúa dando testimonio de su devoción piadosa en poemas como “Viniste a mí” o “Imposible”, en los que contrapone la generosidad de un Cristo que desciende de la cruz para llegar al alma olvidada del poeta, con la desesperanza que éste sufre en otros momentos de no poderlo alcanzar.

         
Pero es, sobre todo, en “Raudal divino”, la extensa composición que cierra el libro, donde con mayor nitidez e intensidad se narra la Pasión de Cristo aliviada por el coro de ángeles que sostienen el cáliz “para recoger en él / la Preciosísima Sangre”, fluvial corriente redentora que destila su humano costado.

         
Raimundo de los Reyes, después de escribir este libro, siguió componiendo poemas, generalmente sonetos, a este Cristo por el que tanta devoción sentía. Cada primavera, volvía a su tierra para presenciar las procesiones de la Semana Santa murciana, publicando, puntual e ininterrumpidamente, desde 1952 hasta 1961, en la revista de su cofradía,  “Miércoles Santo”, los versos que brotaban de su alma piadosa y buena.

         C) Poesía festiva y satírica.


Ilustración:   Portada de Ripios del día de Luis Romera

Raimundo de los Reyes desarrolló durante muchos años una columna en el diario “Ya” con el título de “Ripios del día”. En ella el pequeño suceso cotidiano era poetizado en clave de humor y tono satírico en unos versos apresurados por la exigencia informativa y de actualidad, pero que en muchas ocasiones elevaban su categoría a la de auténtica poesía.
        
Ripios del día de Luis Romera (1958) es una selección de estas composiciones publicadas desde 1953, que dieron una gran popularidad a su autor, al abarcar en ellas un costumbrismo referido a elementos y situaciones muy diversas como se advierte en las dedicadas al brasero, a la primavera, a los tranvías, a Madrid en fiestas, a los objetos perdidos, al cubo de la basura, a los apagones, a la paga extraordinaria... El libro consta de tres partes: la primera, más amplia, que da título a la obra; la segunda, “Fábulas”, y la tercera, “Epigramas”. Las fábulas llevan aparejadas, como tales, una especie de moraleja final, con diálogos entre dos o más personajes. Los epigramas son también poesía de carácter satírico y humorístico, aunque de menor extensión.

He aquí una muestra del quehacer diario de un periodista que critica los acontecimientos más peculiares con sensibilidad de poeta:


                                Coleccionista de chupetes
              
                                     Hay en Colonia, lector amigo,
                                     un arqueólogo que es, por razones
                                     que por sabidas aquí no digo,
                                     coleccionista de biberones.

                                     El caso es raro, mas no me extraña,
                                     porque cansado de tanta cosa
                                     vieja, encontrada por la montaña
                                     bajo tierra, tras una losa,

                                     sobre un picacho, dentro de un pozo,
                                     ha decidido, trabajo ahorrando,
                                     y con paciencia, tesón y gozo,
                                     ir biberones coleccionando.

                                     Entre ellos tiene, pues no se acaba
                                     jamás  lo extraño ni lo imprevisto,
                                     uno muy raro que ya se usaba
                                     diez siglos antes de Jesucristo.

                                     (Pero ¿es posible –y que no asombre
                                     esta pregunta ni a nadie inquiete-
                                     que ha treinta siglos usara el hombre      
                                     eso que hoy en día llaman chupete?)

                                     De posteriores siglos congrega
                                     muchos modelos de gran relieve,
                                     a cuyo extenso número agrega
                                     otros muy bellos del XIX.

                                     Mas la noticia no es expedita,
                                     pues por olvido seguramente,
                                     entre los muchos que da no cita
                                     los biberones del siglo XX.

                                     ¿Qué si hoy se usan?... La duda es gorda.
                                     Los hay, y algunos que son de aúpa;
                                     porque en la vida tan sólo engorda,
                                     como sabemos, aquel que chupa.


         
En el prólogo del libro, a cargo de F.C. Sáinz de Robles, éste destaca entre los principales valores de estos ripios la facilidad para la rima, la maestría en sintetizar los temas, la riqueza idiomática y el tono amable, exento de mala fe en la crítica, que lleva a cabo De los Reyes en estos poemas llenos de “tantos aciertos expresivos, tantas felices paradojas y una resonancia tan grata y una tan limpia fluidez”. El famoso consejo horaciano ridendo corrige mores (“corrige las costumbres sonriendo”) es puesto en práctica por Raimundo quien destaca defectos y critica situaciones sin agresividad, procurando por todos los medios no herir a nadie.

         
Antonio Crespo, más recientemente, redunda también en la facilidad versificadora de De los Reyes, “necesaria en un trabajo de obligación cotidiana y con motivación forzosamente actual. Además no suele caer en la comodidad del romance, sino que utiliza redondillas, cuartetas, quintillas y hasta décimas. Se trata de un fruto menor en su bibliografía” (35).


D) Poesía de madurez.


Ilustración:  Portada de Un ángel me acompaña y Los caminos del silencio

En 1966, dos años después de la muerte del poeta, la Real Academia Alfonso X el Sabio edita como homenaje póstumo sus dos últimos libros Un ángel me acompaña y Los caminos del silencio. Colaboran en la publicación con sus ilustraciones los conocidos  pintores murcianos Pedro Flores, Mariano Ballester, Molina Sánchez y Muñoz Barberán y el fotógrafo Alfonso, de Madrid, con retrato del autor.

Ambos libros señalan ya la madurez de nuestro poeta y representan una gran evolución de su obra. Más unitarios, más cohesionados que los anteriores, obedecen en su inspiración a un sentimiento de honda religiosidad y rico estado interior. La temática común que presentan y el ir editados conjuntamente hace que podamos considerarlos como dos partes de una misma obra (36).

El itinerario espiritual se inicia a través de la naturaleza, donde el alma –como en el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz- en medio de la noche oscura del mundo sale en busca de Dios.


                  “¿Dónde este manantial que me estremece
                  como rumor al fondo de un abismo,
                  como oculto regato prodigioso
                  que presiento y no siento, como acorde
                  de una apaciguadora sinfonía
                  lejana, como aroma que trae el viento
                  de remotos jardines imprecisos?
                  ¿Será su voz este rumor de agua?
                  ¿Será el acorde su canción acaso?
                  ¿Será el aroma gracia que lo anuncia?”


De nuevo surge la idea del poeta caminante que encontráramos por vez primera en Campo. El camino representa el propósito de la vida del protagonista, cuyo final es el morir. Camino fugaz, la vida es tránsito de angustia, turbia palpitación de instintos (vía purgativa).

El poema “Nocturno” es muy ilustrativo de la magnitud del esfuerzo que el alma debe realizar para apartarse de los males del mundo y aspirar al encuentro con la divinidad:


                  “La noche no es silencio, es alboroto
                  de imprecisos ruidos:
                  la soledad sonora,
                  la música callada,
                  y miedos de las noches veladoras
                  llenan el campo, palpitante mundo
                  de sórdidas pasiones en desvelo.”


Junto a la huella de la poesía de San Juan, el poeta introduce ahora un elemento nuevo e imprescindible en su recorrido espiritual, el ángel, que le va a ayudar a superar las dificultades y con el que iniciará su tránsito a la vía iluminativa. El ángel viene enviado por Dios para traer paz y sosiego a nuestros corazones y ayudarnos a superar las vacilaciones, las tentaciones. Su llegada en este poema se anuncia mediante una sucesión de elementos sensitivos: rumor de alas, resplandor de estrellas, que llenan de júbilo al poeta y le hacen exclamar:


              “¡Ya está aquí, ya está aquí, ya está aquí el ángel:
              las manos suspendidas en el viento
              dando dosel a mi angustiada frente,
              fortaleciendo mis desmayos íntimos,
aligerando mi pesada arcilla
hasta hacerme sentir el goce inmenso
de no apoyar mis plantas en la tierra...!

La luna, alzado pan sin levadura,
consagra este prodigio de mi vuelo.”


         
Este doble plano de comenzar el poema lamentándose de los males terrenos para en un momento posterior, con la llegada del ángel, que todo se transforme en dicha es común a muchos poemas, entre ellos “Mensajero de Dios”.

         
En el poema “La torre abatida” el mensaje cristiano se intensifica. Esta torre abatida personifica su vida en el mundo cuando se siente próxima la muerte y sólo la compañía del ángel hace renacer la esperanza.


                       
“Y el ángel se me acerca, brisa joven                    
que un alba de sorpresas resucita.         
Siento sobre mi frente de ardor llena    
su inefable caricia:

- No estás solo- me dice. Te acompaña
el mensaje de Dios, que aquí me envía
para hacerte saber que sólo muere
lo que no deja huella en nuestra vida.”


         
En opinión de Sáinz de Robles, con este libro Raimundo de los Reyes “consigue una teoría angélica extremadamente seductora, que consiste en la unidad de su alma con el ángel a efectos de una segunda asunción hacia la plenitud espiritual” (37). Mientras que para Barceló Jiménez, “Raimundo de los Reyes ha conseguido con este libro una obra maestra de la lírica contemporánea. Es toda una teoría de la vida, de la protección angélica, de la conformidad ante la muerte, de la consideración de la banalidad y pequeñez de las acciones humanas” (38).

         
Los caminos del silencio, libro algo más breve que el anterior, prosigue la misma temática del alma a la búsqueda de su propia salvación, pero esta vez sin la ayuda del ángel. El pesimismo, por tanto, es mayor y motivos como soledad y muerte casi monopolizan el poemario. Junto con el silencio, la soledad se impone en medio del gentío del mundo, del que hay que alejarse para llegar a Dios. Así lo vemos en “Solitario ardiente”:


                           “Multitudes le envuelven, le rodean,
                            le gritan, le demandan, le prometen,
                            le alcanzan como sierpes
                            y en los pies y en las manos se le enredan.
                            Pero el hombre está solo;
                            es él y no la vida que le acosa,
                            es él con las pasiones que le agobian,
                            llamarada rebelde a cada soplo.”


         
Sólo la muerte, meta natural donde acaban los largos caminos del silencio que representan nuestra vida en el mundo, es vista ahora como una liberación:


           “Por  donde voy la muerte me acompaña,
           y porque sé que va siempre conmigo,
           confiado y tranquilo
           camino mi camino de esperanza.”


         
Sigue vigente la misma asociación poeta caminante que De los Reyes desarrollara en sus libros anteriores. Caminos que son ahora presagios de la muerte, esa inseparable compañera de mi vida, como la llama el poeta. En tal sentido el poema “La empinada loma” presenta una marcada identidad con el de Campo, titulado “Cumbre”.

         
Si en Un ángel me acompaña el poeta sólo halla consuelo a sus limitaciones de hombre en la compañía de su ángel, ahora aquí ese consuelo de los males del mundo lo va a encontrar en la muerte, salvación final.

                  
                            “¿Cómo temer la muerte, si a su vera
                            caminos se inauguran
                            hacia ese mundo donde Dios espera?”


         
No le falta razón a algún crítico cuando señala si no hubiese sido mejor que Los caminos del silencio precedieran al poemario anterior, “ya que el ángel se suma a la criatura poeta y se identifica con ella, cuando ésta ha superado las pruebas del silencio y de la soledad antes de ingresar en la absoluta entrega a Dios” (39).

         
En el poema “Crepúsculo doliente”, al caer de la tarde el poeta contempla la naturaleza llena de quietud y silencio y desearía –alejado de las congojas y tristezas de la estupidez humana- descansar en paz.


                            “Sube la sombra por los chopos, alta
                            escala de luceros... Se refugia
                            la luz en los recodos del camino
                            allí donde las horas mustian.
                            Allí donde la tarde, corza herida,
                            se acuesta en el dolor...”


         
Muy recientemente, el poeta y crítico Soren Peñalver ha señalado el carácter más sentido de estos versos, cuya inspiración está “más cerca de Antonio Machado que de sus amigos Federico y Miguel (García Lorca, Hernández). Más en consonancia con su talante de hombre distinguido por una bonhomía precisa y sabio callar cuando la ocasión lo requería” (40).

         
El tiempo se reviste en estos poemas de una trascendencia grave y honda:


                            “mientras el tiempo va por sus mañanas
                            y sus noches cargadas de sucesos,
                            y yo me voy quedando de desganas
                            reducido a vosotros, puros huesos.

                            Todo esto que ahora soy, será algún día
                            bajo la tierra agusanada, nada...”


         
Raimundo de los Reyes alcanza con estas sus dos últimas obras la cima de su perfección y madurez poética. Escritos en endecasílabos y algunos heptasílabos, -sin rima en Un ángel me acompaña y generalmente asonantados en Los caminos del silencio- estos metros resultan muy apropiados para la temática profunda y trascendente que desarrollan. El poeta nos ofrece en ellos, dentro de su honda vena poética, lo que no es más que una manifestación de su rica vida interior, de su profunda religiosidad de hombre católico, preocupado por esos temas universales que son el más allá y la muerte que en estos poemas parecía adivinar.

Como escribe Juana Mª Dávalos, Raimundo de los Reyes nos entrega “una especie de testamento literario, un mensaje de absoluta plenitud, la consumación condensada de cuanto antes de ese momento ha escrito y pensado, vivido y soñado, gozado, sufrido y esperado” (41).


NOTAS

1)Manuel Llanos de los Reyes (...) (et al.): Homenaje a Raimundo de los Reyes. Real Academia Alfonso X el Sabio. Murcia, 1977.
2)Manuel Llanos de los Reyes: Raimundo de los Reyes, poeta y periodista.  Grafimad. Madrid, 1982.
3)Enrique Morales: “El viejo árbol” (Ricardo Codorníu y Stárico). Asociación Carolina Codorníu. Novograf. Murcia, 1996.
4)Raimundo de los Reyes: Estampas murcianas. Ediciones de Conferencias y Ensayos. Madrid, 1960. pág. 20.
5)F. J. Díez de Revenga: Revistas murcianas relacionadas con la Generación del 27. Real Academia Alfonso X el Sabio. Murcia, 1979. pp. 109-111 y 149.
6)José Ballester: “Recuerdos de un escritor”. En Homenaje a José Ballester. Hijos de Antonio Zamora. Murcia, 1972. pág. 22
7)Sobre la relación de Raimundo de los Reyes con los principales protagonistas del Grupo poético del 27 véase además de mi libro Raimundo de los Reyes, poeta y periodista, el trabajo de F. J. Díez de Revenga “Raimundo de los Reyes y la Generación del 27” en Páginas de literatura murciana contemporánea. Real Academia Alfonso X el Sabio. Murcia, 1977.
8)La cita de “Sudeste” puede leerse en Gerardo Diego: Antología de Gerardo Diego. Poesía española contemporánea. Edic. de Andrés Soria Olmedo. Taurus. Madrid, 1991.
El poeta santanderino envió a Raimundo de los Reyes colaboraciones originales como “El vendedor de crepúsculos”, así como los vanguardistas poemas “La cometa” y “Poemas adrede”, aparecidas en “El Suplemento” y en “Sudeste”. Sobre la relación entre ambos poetas me ocupé en mi artículo “Centenario de Gerardo Diego y Raimundo de los Reyes”, La Verdad, 23 de octubre de 1976.
9)F. J. Díez de Revenga: “Una crítica temprana sobre Cántico de Jorge Guillén”. Monteagudo, 64. Universidad de Murcia, 1979. pp. 37-42. Del acierto y precisión en los juicios que hace Raimundo de los Reyes habría que destacar su afirmación de que la luminosidad de Cántico procede en parte de nuestra luz levantina, así como su convencimiento del valor y universalidad del libro de Guillén y de sus hallazgos estéticos, tan llenos de modernidad.
10) Archivo de la Real Academia Alfonso X el Sabio, Murcia. Legado José Ballester. Correspondencia “Jorge Guillén”. Carta publicada por F. J. Díez de Revenga en “Versos y días levantinos de Jorge Guillén”. En Páginas de literatura murciana contemporánea. Op. cit., pág. 95.
11)Manuel Llanos de los Reyes: Raimundo de los Reyes, poeta y periodista. Op.    cit. Pág. 81.
12)El propio Raimundo de los Reyes en su comentario “Un libro de Antonio Oliver”, aparecido en La Verdad el 12 de junio de 1932, destacaba la novedad en el arte de este poeta vanguardista frente a la retórica establecida, lo que hacía que el libro no gustara a mucha gente.
13)“El clamor de la Verdad. Cuaderno de Oleza consagrado al poeta Gabriel Miró. Orihuela, 2 de octubre de 1932”. Edición facsímil. Patronato Ángel García Rogel. Orihuela, 1979.
14)Mª de Gracia Ifach: Miguel Hernández, rayo que no cesa. Plaza y Janés. Barcelona, 1975. Pp. 89-90.
15)José Antonio Sáez Fernández: Textos sobre Ramón Sijé. Almería, 1985.
Aquí puede leerse íntegra la colaboración de Raimundo de los Reyes en la “Página de Artes y Letras” de La Verdad, el 30 de enero de 1936, escrita con motivo  del fallecimiento del joven intelectual oriolano, titulada “José María, o la amistad”. Pp. 97-98
16)Agustín Sánchez Vidal: Edición, estudio y notas a Perito en lunas. Edit. Alambra. Madrid, 1976. Pág. 9.
17)Juan Guerrero Zamora fue el primero en contar este encuentro, así como Mª de Gracia Ifach y F. J. Díez de Revenga. Santiago Delgado escribió una bella recreación literaria con el título de “El encuentro (Federico y Miguel)”, publicado en La Verdad, el 15 de diciembre de 1985, y recogido posteriormente en el Cuaderno Homenaje a Raimundo de los Reyes. Op. cit. pp. 49-57.
18)Miguel Hernández: Epistolario. Introducción y edición de Agustín Sánchez Vidal. Prólogo de Josefina Manresa. Alianza Editorial. Madrid, 1986. Pp. 46-48.
19)Manuel Llanos de los Reyes: “Andrés Cegarra Salcedo, entre el dolor y la literatura”. Monteagudo, 54. Universidad de Murcia, 1976.
20)Mariano Baquero Goyanes: “Las novelas de José Ballester”, en Homenaje a José Ballester. Op. cit. Pp. 45-52
21)Antonio Crespo: “Raimundo de los Reyes, periodista”. En Cuaderno Homenaje a Raimundo de los Reyes. Op. cit. Pág. 17
22)Raimundo de los Reyes: Estampas murcianas. Op. cit. Pág. 7.
23)Ismael Galiana: “Estampas Murcianas, de Raimundo de los Reyes. Valiosa aportación bibliográfica a nuestra literatura regional”. Línea, 29 de mayo de 1960.
24)José Luis Castillo Puche: “Cesa Raimundo como cónsul de los murcianos en la diáspora”. La Verdad, 26 de noviembre de 1964.
25)Juan Barceló Jiménez: “Raimundo de los Reyes, poeta”. Cuaderno Homenaje a Raimundo de los Reyes. Op. cit. Pág. 19.
26)Luis Aguirre Prados: “Lo forestal en el verso de Raimundo de los Reyes”. Revista Montes, 91 (enero-febrero 1960).
27) Antonio Oliver y Carmen Conde: Carta al poeta, de 14 de febrero de 1930.
28)Diego Sánchez Jara: “Un libro de Raimundo de los Reyes”. La Verdad, 22 de noviembre de 1934.
29)José Ballester: “Árbol (poesías), por Raimundo de los Reyes”. Sección Sumario de lecturas. La Verdad, 11 de octubre de 1942.
30) Ramón Gaya: “Carta a Raimundo”. “Página de Letras y Artes” de La Verdad, 29 de noviembre de 1934.
31)Luis Aguirre Prados: “Lo forestal en el verso de Raimundo de los Reyes” Art. cit.
32)Andrew P. Debicki: La poesía de Jorge Guillén. Madrid. Gredos 1973.
33)J. S. M. (José Sánchez Moreno): “Árbol (Poesías) por Raimundo de los Reyes”. Sección Libros. Línea, 18 de octubre de 1942.
34)Juan Barceló: “Raimundo de los Reyes y su Cancionero de la Preciosísima Sangre”. Revista Los Coloraos. Archicofradía de la Preciosísima Sangre. Murcia, 2003.
35)Antonio Crespo: La obra literaria de los periodistas murcianos. Real Academia Alfonso X el Sabio. Murcia, 1985. Pp. 40-41.
36)Así lo señala Antonio Crespo en su libro citado. Pág. 41.
37)F.C. Sáinz de Robles: “Al margen de los libros”, sección del diario “Madrid”, de 19 de julio de 1966
38)Juan Barceló Jiménez: “Raimundo de los Reyes, poeta”. En Cuaderno  Homenaje a Raimundo de los Reyes. Op. cit. Pág. 25
39)F. C. Sáinz de Robles: “Al margen de los libros”. Art. cit.
40)Soren Peñalver: “A Sensi Pastor: Epístola exclusiva sobre Raimundo de los Reyes”. Malecón, 42. Murcia, junio 2003.
41)Juana Mª Dávalos Meseguer: “Los últimos poemas de Raimundo de los Reyes”. Monteagudo, 59. Universidad de Murcia, 1977.





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