viernes, 23 de diciembre de 2016

ANA MARTÍNEZ MONGAY [19.792]


Ana Martínez Mongay

Zaragoza, 1964.
Desde 1989 reside en Pamplona. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza, ha ejercido como profesora de Lengua castellana y Literatura y como asesora de Formación del Profesorado. En la actualidad es Inspectora de Educación.

Bibliografía:

(2015): De la levedad. Los Libros del Gato Negro. Zaragoza.
(2005 a 2014): Constantes vitales. Revista de poesía del Ateneo Navarro. Nº. 1-2 y 9. Grupo de poesía Ángel Urrutia-Ateneo Navarro. Pamplona.
(2000 a 2007): Luces y Sombras. Revista literaria. Nº. 17-18-19-20-22 y 23. Fundación María del Villar Berruezo. Tafalla.
(2001): Al aire nuevo. Antología de la poesía española actual. Jesús Jiménez Reinaldo (comp.). Ediciones Desierto. (San Luis Potosí, México).



Largo di Torre Argentina

Se despereza
y traza un curva,
casi una elipse,
al esponjar
sus almohadillas
en el verdín
de estas piedras.

         Estas mismas piedras
         que vieron caer,
         un día de marzo,
                al ilustre.

                      Todavía resuenan
                      de aquel ciego las palabras:
                                          "-¡Cuídate!
                                               ¡Cuídate de los felinos!
                                                  ¡Cuídate de las fieras!"



Muros

Dos mil y pico años de silencio.
O más.
Pesa la Historia.

Dentro, el vacío;
fuera, la carga
de este solar
apenas transitado.

Inerme, insólito,
como sus muros.



Protectora de Animales

No hay perreras, no.
No hay perreras para humanos.

No podemos recoger a nadie
que no haya cometido algún delito
o esté enfermo.
Sólo podemos recoger perros y gatos.
Avisamos y vienen a buscarlos
en un día frío y gris y, con un poco de suerte,
sobrevivirán.

Pero no hay perreras para humanos.
Algunos viven en los contenedores del miedo
y otros, los más inconformistas,
en los cubos de la basura.

Pero no hay perreras, no,
no para humanos.



A vista de pájaro

Vamos
  avanzando
       hacia el
              Sur
                desde el
                      frío Norte;
                              hacia el Sur
                                     con nuestro
                                          largo cuello
                                               por delante.
                                                        Ahí, ahí
                                                             abajo
                                                             os dejamos
                                                             pequeñitos,
                                                        diminutos,
                                               con vuestros
                                         problemas,
                                con vuestro
                              oscuro,
                       frío Norte;
                con vuestro
          cuello corto,
     dilatando,
  retrasando,
la partida.




De la levedad. Los Libros del Gato Negro. Zaragoza, 2015.


AQUÍ MURIÓ

El poeta, como se dice,
era un sufridor.

Escribió sus últimos poemas
a la sombra de esta encina.
Y luego se cansó y se fue.

Dejó aquí unos versos
que nadie leyó jamás.
pero tenían algo:
un no sé qué en la memoria.
Apenas fuera una palabra,
una metáfora, una rima…

En esta casa, de palabras vacías,
vivió un poeta,
sin placa ni busto que lo recuerde.



MILES

Rompes
las notas de
tu música negra de jazz,
grave,
triste.

Voz de trompeta
que parece tu propia voz
de luto
fundida
espalda contra espalda
en íntimo acorde.

Tus labios dejaron
hace tiempo de sonar
la música breve,
callada, de jazz.



QUIEN COMO TÚ

Quién fuera como
tú, Helena,
y poder llamarse así.

Quién como tú
pudiera tener a dos ejércitos
una década enfrentados,
solo por ser
bella.

Quién pudiera,
igual que tú,
huir con su amante
abandonando a Menelao,
tan seguro de sí,
entre tantos héroes
elegido.

No, no, tendrá mérito
tu belleza,
pero quién como tú
pudiera
Pasar a la Historia
Por haber hecho
Lo que hiciste,
y salir indemne.




“Billy the Kid el mentado”

                                “Billy the Kid el mentado”
                  El bandido adolescente, Ramón J. Sender.



Billy cabalga hacia Nuevo México
dibujando estelas de risitas
con las huellas de su caballo.
Garrett lo sigue de cerca
mientras recita un mal poema,
dedicado a sus hijos.

En un mapa del lejano Oeste
parecen dos puntitos
persiguiéndose,
sin alcanzarse
nunca.

Ya en Santa Fe, Billy,
apresado
como un pajarillo
en una trampa,
huye
para refugiarse en Fort Sumner
con los desperados.

Allí,
su destino,
bala mortal a los 21 años,
y un gorjeo infantil
antes de emprender
su último viaje.

Dicen
que su calavera
también viajó,
que hubo tantas como lugares
por los que el pequeño
héroe mítico anduvo.

Dejó
una carta de amor
breve
y una mala
fotografía.
               


The runner

Corriendo va tu aliento mojado por la lluvia.
Corriendo.
Agitado al respirar la indiferencia
de los pasmados que huelen la humedad
mientras transitan.
Atraviesas cual flecha la hojarasca,
tus músculos en tensión,
huyendo de otro famélico día.
Pueblan los latidos de tu corazón
las vías y el cauce sanguíneo de tu río
que se desborda al ritmo del bum, bum.
Y tus pies no son ya tus pies,
ni tus hombros son tus hombros:
son alas que crecieron
tras tanto esperarlas.

            
     
Aquí vivió

El poeta, como se dice,
era un sufridor.

Escribió sus últimos poemas
a la sombra de esta encina.
Y luego se cansó y se fue.

Dejó aquí unos versos
que nadie leyó jamás.
Pero tenían algo:
un no sé qué en la memoria.
Apenas fuera una palabra,
una metáfora, una rima…

En esta casa, de paredes vacías,
vivió un poeta,
sin placa ni busto que lo recuerde.

     
                       
La Luna

Estaba a medio hacer
inacabada
colgada ahí arriba
como en escenario
de colegio
pintada en amarillo
no se veía
su otra cara.




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