Carlos Salcedo Odklas
Nace el 19 de Febrero de 1980 en León. Se traslada a Madrid poco después donde pasa su infancia marcada por continuos traslados de domicilio y colegios que hacen de él una persona solitaria y retraída, busca entonces refugio en la música, se especializa como guitarrista de metal extremo y forma varias bandas con las que busca (sin ningún éxito) el reconocimiento. Se adentra en el mundo laboral realizando todo tipo de trabajos no especializados para finalmente asentarse en una fábrica de tuberías como técnico de laboratorio. En el instituto nocturno donde intenta sacarse el bachillerato traba amistad con el profesor y poeta Luis Martinez de Merlo y descubre la literatura, adopta a Arthur Schopenhauer y Charles Bukowski como máximas influencias y modelo a seguir. Su vida da un vuelco a los 29 años cuando debido a un expediente de regulación de empleo es despedido de su puesto indefinido en la fábrica, entonces deja temporalmente la música, regresa a su lugar de nacimiento y comienza su carrera literaria. Desde entonces su obra se ha publicado en diversos medios digitales, fanzines y antologías. Administra el blog LA VENGANZA DE LOS MALDITOS en el que sube sus obras de manera gratuita, crea el blog literario ESCRITORES SUCIOS junto a Trevor Kusuhara y coordina la antología digital UNDERGROUND BOYS junto a José Manuel Vara. En la actualidad vive en un piso patera y sobrevive gracias a la caridad y los chanchullos. Ha publicado: MALOS TIEMPOS (Ediciones Lupercalia, Año edición: 2014) y la novela LOS CUADERNOS NEGROS, Próximamente.
HANK
Te conocí
hace 15 años
y cambiaste mi vida
por completo.
Me jodiste
bien jodido.
No es solo la camiseta
con tu cara,
ni los libros
en la estantería.
Es la ira
el vacío
la pena
la rabia
la autodestrucción
la locura
y es
el método
la fórmula
la manera
la visión.
Recuerdo un día
hablando con un amigo
por teléfono.
Yo estaba desesperado,
hambriento,
medio loco.
Sin trabajo
sin dinero
sin mujeres
sin esperanza
ninguna.
Encerrado en un cuartucho gris
pendiente de pago.
Totalmente solo
y a la vez
perseguido.
Estaba completamente
vencido,
al borde del llanto.
"Bueno"
dijo mi colega
intentando animarme
"¿No andabas siempre diciendo
que querías ser
como Bukowski?
Pues alégrate tronco,
¡lo lograste!"
Tenía razón.
Así era.
Sonreí.
Aquello fue
una piedra en el camino,
un momento de vacilación
y duda.
Hubo más
y habrá más.
Pero ya me habías advertido
que no sería fácil
robar rosas
de las avenidas
de la muerte.
RECUERDO
a mi madre
y
a mi hermana
llorando.
"Ponte al teléfono,
por favor"
"No quiero"
"Pero se está
muriendo"
"¡Pues que se muera ya!"
"¡Pero es
tu padre!
¡Por amor de dios!"
"¿Mi padre?
¿Y dónde coño ha estado
todo este tiempo?"
Me escondí.
Huí.
Hasta que se marchó
de nuevo,
pero esta vez
para siempre.
Padre, padre, ¿por qué me has abandonado?
En ese momento
no sabía
que al igual que hace milenios
ciertas frases
solo sirven para encadenarte
eternamente
a
una
cruz.
MARTES SOBRIO
A G. y a R.
Dos colegas llorándome
a las tantas de un martes
a las tantas
de un puto martes
dos colegas llorándome
por distintas lineas
por distintas vías
contándome sus penas
a lo lejos
Yo hoy no me he puesto.
Mañana
quizás sí
mañana
quizás sí.
Ahora tengo
dos colegas llorándome
a lo lejos.
Cada uno
a lo suyo,
en cada infierno
su San Pedro:
Heroína
Speed
Cocaína
(esta es la mía)
Pero yo hoy no me he puesto,
mañana
quizás sí
hoy estoy cuerdo,
así que los intento apoyar
calmar
consolar
porque conozco el sendero
conozco el percal
sé cómo se sienten:
esos putos martes noche
enchufado
con las paredes apretando
sin nadie con quien hablar
y nada vale nada
y con mi vida no hago nada
y todo es una mierda
y estoy perdido sin remedio
y tengo el demonio dentro
y esta es la última
y ya no más
y la cagué
y ella se fue
y ella se fue
y ahí está
mirándome.
Quizá otra más
otra más
solo otra
para el dolor
y tal...
¿Por qué hacemos esto?
¿Por qué subimos a esta rueda?
Quien sabe...
dulce autodestrucción.
El ruido del barrendero
pasando la manguera.
Ahora
la suciedad está dentro,
tras el espejo.
Esos putos martes noche
enchufado
solo
en la rueda
nadie con quien hablar
el temblor de pierna
la tele que dice cosas sin sentido
para variar
el demonio dentro y
las putas voces
detrás.
Venga va
un poco de musiquita
y uno de maría
pa relajar.
Nada de beber
nada de fiesta
nadie a tu lado
solo el demonio
y las voces
detrás.
¿Cuándo baja esto?
Tiene que ser la hostia poder dormir.
Aquí estamos colegas
en las mismas
aunque por distintas lineas
por distintas vías
en las mismas.
Pero yo hoy no me he puesto.
Mañana
quizás sí
Hoy estoy cuerdo.
Les digo:
Tranquilos
ya pasará
ya bajará
no os agobiéis
no todo es tan malo
no estáis
tan mal
tranquilos.
Ya sabéis:
si me necesitáis
aquí estoy,
como espero
estéis
vosotros
mañana
colegas
porque yo hoy no me he puesto
pero mañana sí
joder
ya te digo
mañana
sí
LA ENSEÑANZA DE LA CIGÜEÑA
CASILLAS
PEPE
SERGIO RAMOS
CARVAJAL
MARCELO
MODRIC
XABI ALONSO
DI MARIA
BALE
BENZEMA
CRISTIANO RONALDO
De suplentes:
DIEGO LOPEZ
COENTRAO
ARBELOA
JESÉ
MORATA
ISCO
ILLARRAMENDI
Recitaban esto,
cual si fuese una oración,
dos tipos sentados
detrás de mí
en el comedor social.
Pensaba en los millones
y millones
y millones
y millones
que tendría esa gente
y otra gente.
Y en lo poco
que tenían
los demás.
Pensaba en ello
mientras lamía la tapa
de un yogur caducado.
Me levanté.
Envolví un filete
de pollo
que me había sobrado
en una servilleta
y me lo metí en el bolsillo.
Me lo comería más tarde
o se lo daría a algún gato.
Al salir del comedor social
e ir a mi habitación
alquilada
me fijé
como siempre
en la catedral,
enorme,
solemne,
inmensa,
sublime,
majestuosa.
Una casa
digna de un dios.
Construida con piedra,
sudor
y sangre.
Comenzaba a llover.
Reparé en uno de los pináculos
de la catedral.
Allí
una cigüeña
construía su casa.
Allí.
En lo alto.
En la cumbre.
Encima,
por encima,
de la casa de dios,
por encima
de todos nosotros.
Construía su refugio,
su hogar,
la cigüeña.
Lo construía
sola.
Lo construía
con ramas.
PRISIONEROS DE LA INERCIA
somos prisioneros de la inercia
ridículos cuerpos
arrojados
a la deriva impuesta
sin opciones
sin atajos
con instrucciones contradictorias
mecidos
acunados
acariciados
amaestrados
por la mano firme
del padre vacío
sin mapa
sin brújula
sin firmamento
en este mundo sin piedad
en esta puta ciudad de locos
en esta soledad llena de espejos
corriendo nerviosos
al límite
llorando a escondidas
por inercia
la apatía susurra y corre
la ansiedad tira de la manga
la rutina señala el reloj
la pereza amasa
la codicia muestra
a lo lejos
el anzuelo
y lo seguimos
porque no tenemos nada
lo seguimos
por inercia
y en el espejismo de tu sonrisa
esta tarde
me di cuenta que era viejo
que el tiempo ha pasado
ha caído
me ha dejado
los hombros fortalecidos
pero cansados
temerosos de la carga
que ha de venir
me ha dejado
experiencia sin inocencia
bondad sin ilusión
me ha dejado
atrapado contigo
en la red tejida
por restos sin nombre
por acumulación
y desgana
por inercia
esta es la herencia de los muertos
y en ella creemos estar vivos
creemos crear
más no hay nada
aquí
salvo escombros
pensamientos tóxicos
certeza de la pérdida
y de lo que queda
por perder
y tú
aún ciega
inocente
en la lejanía
esperanzada
me mandas tu angustia
y no me atrevo a confesar
que no soy tan fuerte
no puedo arriesgarme
a ser
devorado
todo cae
lo sé
no puedo hacer nada
no puedo engañaros
he buscado la luz
tanto de día como de noche
he agachado la cabeza
intentando creer las promesas
he intentado llevar
las dos máscaras con orgullo
he visto morir
tan solo a unos pocos de los que se me ha asignado
y no sé si podré
sujetar más conciencias
abrazar más cuerpos
volver a ver el fundido
y seguir
no así
no con vosotros
no con ellos
no así.
POLVO DE ESTRELLAS
Las pillábamos a cien
pesetas,
y las pasábamos a un
talego.
El margen de beneficios era
enorme.
Los efectos secundarios
asombrosos:
sequedad en la boca,
espasmos musculares,
temblores,
taquicardia,
arritmia,
hipertensión,
desorientación,
excitación
y
sobre todo
una inmensa sensación
de plenitud,
de felicidad,
de amor.
Eramos los reyes
en esos antros nocturnos,
oscuros
como mazmorras,
donde cuerpos sudorosos
bailaban hasta el amanecer
o se abrazaban
tumbados entre cojines.
Conversaciones esotéricas,
temblores de mandíbula,
droga,
mucha droga,
y amor,
mucho amor.
Nunca nos pillaron,
a pesar de caminar
ante la policía
completamente volados,
delirando,
y con bolsas de 100
escondidas en los huevos.
Nos amábamos tanto
tanto
tanto
que la bajada,
la vuelta a la realidad,
era
cada vez
más
insoportable.
La necesidad de escapar de nuevo
cada vez
más
apremiante.
Y la felicidad
cada vez
más
esquiva.
Alcanzar la plenitud
requería
cada vez
de más
dosis,
de más
dosis.
Pero,
como ya he dicho,
el margen de beneficios
era enorme.
Con un puñado que vendieras
cubrías la inversión
y podías disfrutar
tranquilamente
del resto.
Las tirábamos.
Las regalábamos.
Hacíamos amistades eternas
que duraban una noche.
Nos rodeaban.
Nos amaban.
Y nosotros
les dábamos lo que querían.
A ellas se las pasábamos
de lengua a lengua.
Amores eternos
de una sola noche.
La bolsa de sueños
no se acababa.
Había plazas para todos
en el bólido al paraíso.
En una de esas fiestas
del fin del mundo
uno de nuestros colegas
reinició el contador,
llegó a la meta,
se pasó de rosca,
y cayó
en medio de la pista
de baile.
Ojos en blanco.
Espasmos.
Pánico.
Recuerdo la sala de espera
del hospital.
Puesto hasta los ojos.
Deslicé mi mano temblorosa
hacia el bolsillo
y me comí otra,
¿la décima?
¿la onceava?
Qué más da.
Frente a mi,
sentados,
un matrimonio
y su hijo
pequeño.
Los adultos evitaban mirarme,
pero el niño
buscaba mis ojos
y yo
se los dí.
Lo miré
fijamente
y él
se echó a llorar.
Entonces apareció el doctor
y nos dijo
que nuestro colega
había muerto.
Muerto
de tanto amor.
Pensé
que era momento
de dejarlo
o
de llegar hasta el final.
En estos días grises
solo espero
haber elegido
la opción
correcta.
CARNE PICADA
Está el Belga ese
de la plaza.
Por lo general
mira al vacío,
pero,
de repente,
se pone a gritar
e insultar
al aire.
Y está el tipo ese
que pide limosna
tocando la guitarra
en playback.
Mueve el dedo índice
del traste 3 al 5
y suena una
de Paco de Lucía.
Y está el filósofo.
Lleva abrigo
en pleno Agosto
y debajo
una camiseta de Nietzsche.
Dibuja
y habla solo,
quizás hable
con Nietzsche.
Y está el punki,
que persigue a los curas,
“Eh follaniños
dame una monedita”
Se tambalea ebrio
a cualquier hora
y hace calvos a la gente
a la menor ocasión.
A ellos
y a muchos otros
los conozco
del comedor,
donde se junta
lo mejor
de lo mejor.
Luego están los locos,
con sus bolsos de marca,
sus coches relucientes,
sus armarios repletos,
su música a tope,
sus trajes brillantes,
sus maletines,
sus chanclas,
sus cestas de la compra,
sus sonrisas,
sus fiestas,
sus colonias,
sus tarrinas de helado.
No se quién me da
más asco,
ni más pena,
si ellos,
vosotros,
o yo.
Esperando el tren
cuando ya no hay vías.
Parto una albóndiga por la mitad
y pienso en Dios limpiándose el culo
con una nube.
Aquí hay poco que rascar.
Somos
carne picada,
descansamos en la bandeja
y nos deslizamos al mostrador.
MARTES SOBRIO
A G. y a R.
Dos colegas llorándome
a las tantas de un martes
a las tantas
de un puto martes
dos colegas llorándome
por distintas lineas
por distintas vías
contándome sus penas
a lo lejos
Yo hoy no me he puesto.
Mañana
quizás sí
mañana
quizás sí.
Ahora tengo
dos colegas llorándome
a lo lejos.
Cada uno
a lo suyo,
en cada infierno
su San Pedro:
Heroína
Speed
Cocaína
(esta es la mía)
Pero yo hoy no me he puesto,
mañana
quizás sí
hoy estoy cuerdo,
así que los intento apoyar
calmar
consolar
porque conozco el sendero
conozco el percal
sé cómo se sienten:
esos putos martes noche
enchufado
con las paredes apretando
sin nadie con quien hablar
y nada vale nada
y con mi vida no hago nada
y todo es una mierda
y estoy perdido sin remedio
y tengo el demonio dentro
y esta es la última
y ya no más
y la cagué
y ella se fue
y ella se fue
y ahí está
mirándome.
Quizá otra más
otra más
solo otra
para el dolor
y tal...
¿Por qué hacemos esto?
¿Por qué subimos a esta rueda?
Quien sabe...
dulce autodestrucción.
El ruido del barrendero
pasando la manguera.
Ahora
la suciedad está dentro,
tras el espejo.
Esos putos martes noche
enchufado
solo
en la rueda
nadie con quien hablar
el temblor de pierna
la tele que dice cosas sin sentido
para variar
el demonio dentro y
las putas voces
detrás.
Venga va
un poco de musiquita
y uno de maría
pa relajar.
Nada de beber
nada de fiesta
nadie a tu lado
solo el demonio
y las voces
detrás.
¿Cuándo baja esto?
Tiene que ser la hostia poder dormir.
Aquí estamos colegas
en las mismas
aunque por distintas lineas
por distintas vías
en las mismas.
Pero yo hoy no me he puesto.
Mañana
quizás sí
Hoy estoy cuerdo.
Les digo:
Tranquilos
ya pasará
ya bajará
no os agobiéis
no todo es tan malo
no estáis
tan mal
tranquilos.
Ya sabéis:
si me necesitáis
aquí estoy,
como espero
estéis
vosotros
mañana
colegas
porque yo hoy no me he puesto
pero mañana sí
joder
ya te digo
mañana
sí
LA ENSEÑANZA DE LA CIGÜEÑA
CASILLAS
PEPE
SERGIO RAMOS
CARVAJAL
MARCELO
MODRIC
XABI ALONSO
DI MARIA
BALE
BENZEMA
CRISTIANO RONALDO
De suplentes:
DIEGO LOPEZ
COENTRAO
ARBELOA
JESÉ
MORATA
ISCO
ILLARRAMENDI
Recitaban esto,
cual si fuese una oración,
dos tipos sentados
detrás de mí
en el comedor social.
Pensaba en los millones
y millones
y millones
y millones
que tendría esa gente
y otra gente.
Y en lo poco
que tenían
los demás.
Pensaba en ello
mientras lamía la tapa
de un yogur caducado.
Me levanté.
Envolví un filete
de pollo
que me había sobrado
en una servilleta
y me lo metí en el bolsillo.
Me lo comería más tarde
o se lo daría a algún gato.
Al salir del comedor social
e ir a mi habitación
alquilada
me fijé
como siempre
en la catedral,
enorme,
solemne,
inmensa,
sublime,
majestuosa.
Una casa
digna de un dios.
Construida con piedra,
sudor
y sangre.
Comenzaba a llover.
Reparé en uno de los pináculos
de la catedral.
Allí
una cigüeña
construía su casa.
Allí.
En lo alto.
En la cumbre.
Encima,
por encima,
de la casa de dios,
por encima
de todos nosotros.
Construía su refugio,
su hogar,
la cigüeña.
Lo construía
sola.
Lo construía
con ramas.
PRISIONEROS DE LA INERCIA
somos prisioneros de la inercia
ridículos cuerpos
arrojados
a la deriva impuesta
sin opciones
sin atajos
con instrucciones contradictorias
mecidos
acunados
acariciados
amaestrados
por la mano firme
del padre vacío
sin mapa
sin brújula
sin firmamento
en este mundo sin piedad
en esta puta ciudad de locos
en esta soledad llena de espejos
corriendo nerviosos
al límite
llorando a escondidas
por inercia
la apatía susurra y corre
la ansiedad tira de la manga
la rutina señala el reloj
la pereza amasa
la codicia muestra
a lo lejos
el anzuelo
y lo seguimos
porque no tenemos nada
lo seguimos
por inercia
y en el espejismo de tu sonrisa
esta tarde
me di cuenta que era viejo
que el tiempo ha pasado
ha caído
me ha dejado
los hombros fortalecidos
pero cansados
temerosos de la carga
que ha de venir
me ha dejado
experiencia sin inocencia
bondad sin ilusión
me ha dejado
atrapado contigo
en la red tejida
por restos sin nombre
por acumulación
y desgana
por inercia
esta es la herencia de los muertos
y en ella creemos estar vivos
creemos crear
más no hay nada
aquí
salvo escombros
pensamientos tóxicos
certeza de la pérdida
y de lo que queda
por perder
y tú
aún ciega
inocente
en la lejanía
esperanzada
me mandas tu angustia
y no me atrevo a confesar
que no soy tan fuerte
no puedo arriesgarme
a ser
devorado
todo cae
lo sé
no puedo hacer nada
no puedo engañaros
he buscado la luz
tanto de día como de noche
he agachado la cabeza
intentando creer las promesas
he intentado llevar
las dos máscaras con orgullo
he visto morir
tan solo a unos pocos de los que se me ha asignado
y no sé si podré
sujetar más conciencias
abrazar más cuerpos
volver a ver el fundido
y seguir
no así
no con vosotros
no con ellos
no así.
POLVO DE ESTRELLAS
Las pillábamos a cien
pesetas,
y las pasábamos a un
talego.
El margen de beneficios era
enorme.
Los efectos secundarios
asombrosos:
sequedad en la boca,
espasmos musculares,
temblores,
taquicardia,
arritmia,
hipertensión,
desorientación,
excitación
y
sobre todo
una inmensa sensación
de plenitud,
de felicidad,
de amor.
Eramos los reyes
en esos antros nocturnos,
oscuros
como mazmorras,
donde cuerpos sudorosos
bailaban hasta el amanecer
o se abrazaban
tumbados entre cojines.
Conversaciones esotéricas,
temblores de mandíbula,
droga,
mucha droga,
y amor,
mucho amor.
Nunca nos pillaron,
a pesar de caminar
ante la policía
completamente volados,
delirando,
y con bolsas de 100
escondidas en los huevos.
Nos amábamos tanto
tanto
tanto
que la bajada,
la vuelta a la realidad,
era
cada vez
más
insoportable.
La necesidad de escapar de nuevo
cada vez
más
apremiante.
Y la felicidad
cada vez
más
esquiva.
Alcanzar la plenitud
requería
cada vez
de más
dosis,
de más
dosis.
Pero,
como ya he dicho,
el margen de beneficios
era enorme.
Con un puñado que vendieras
cubrías la inversión
y podías disfrutar
tranquilamente
del resto.
Las tirábamos.
Las regalábamos.
Hacíamos amistades eternas
que duraban una noche.
Nos rodeaban.
Nos amaban.
Y nosotros
les dábamos lo que querían.
A ellas se las pasábamos
de lengua a lengua.
Amores eternos
de una sola noche.
La bolsa de sueños
no se acababa.
Había plazas para todos
en el bólido al paraíso.
En una de esas fiestas
del fin del mundo
uno de nuestros colegas
reinició el contador,
llegó a la meta,
se pasó de rosca,
y cayó
en medio de la pista
de baile.
Ojos en blanco.
Espasmos.
Pánico.
Recuerdo la sala de espera
del hospital.
Puesto hasta los ojos.
Deslicé mi mano temblorosa
hacia el bolsillo
y me comí otra,
¿la décima?
¿la onceava?
Qué más da.
Frente a mi,
sentados,
un matrimonio
y su hijo
pequeño.
Los adultos evitaban mirarme,
pero el niño
buscaba mis ojos
y yo
se los dí.
Lo miré
fijamente
y él
se echó a llorar.
Entonces apareció el doctor
y nos dijo
que nuestro colega
había muerto.
Muerto
de tanto amor.
Pensé
que era momento
de dejarlo
o
de llegar hasta el final.
En estos días grises
solo espero
haber elegido
la opción
correcta.
CARNE PICADA
Está el Belga ese
de la plaza.
Por lo general
mira al vacío,
pero,
de repente,
se pone a gritar
e insultar
al aire.
Y está el tipo ese
que pide limosna
tocando la guitarra
en playback.
Mueve el dedo índice
del traste 3 al 5
y suena una
de Paco de Lucía.
Y está el filósofo.
Lleva abrigo
en pleno Agosto
y debajo
una camiseta de Nietzsche.
Dibuja
y habla solo,
quizás hable
con Nietzsche.
Y está el punki,
que persigue a los curas,
“Eh follaniños
dame una monedita”
Se tambalea ebrio
a cualquier hora
y hace calvos a la gente
a la menor ocasión.
A ellos
y a muchos otros
los conozco
del comedor,
donde se junta
lo mejor
de lo mejor.
Luego están los locos,
con sus bolsos de marca,
sus coches relucientes,
sus armarios repletos,
su música a tope,
sus trajes brillantes,
sus maletines,
sus chanclas,
sus cestas de la compra,
sus sonrisas,
sus fiestas,
sus colonias,
sus tarrinas de helado.
No se quién me da
más asco,
ni más pena,
si ellos,
vosotros,
o yo.
Esperando el tren
cuando ya no hay vías.
Parto una albóndiga por la mitad
y pienso en Dios limpiándose el culo
con una nube.
Aquí hay poco que rascar.
Somos
carne picada,
descansamos en la bandeja
y nos deslizamos al mostrador.
MALOS TIEMPOS de Carlos Salcedo Odklas Ediciones Lupercalia, Año edición: 2014
"Al pasar por delante de esas modestas pensiones que hay en todas las ciudades, ¿no te has parado a pensar en los inquilinos que las habitan? ¿No te has preguntado por sus vidas, por cuáles son los motivos y circunstancias que han llevado a esa gente a hospedarse ahí? ¿Lo hacen por necesidad? ¿Son perdedores huyendo del cruel juego de vivir? ¿Ciudadanos de segunda o tercera categoría? ¿Desechos de una sociedad consumista? Y puestos a preguntar: ¿qué hacen? ¿Cómo viven?... Pues bien, aquí está Carlos Salcedo Odklas para aclarar todas las dudas. Nadie como él para hablar de estos lugares. Carlos sabe de primera mano cómo son, entre otras cosas, porque él vive en una de esas pensiones. Su hogar es una humilde habitación sin baño. Si quiere mear tiene que salir al pasillo e ir a un retrete compartido. Las comodidades son mínimas y las necesidades se multiplican cada día. Carlos nos habla justamente de eso en sus relatos. En ellos deja constancia de lo duro que es levantarse cada día para enfrentarse a las vicisitudes de un país en plena crisis"
Pepe Pereza.
"Solo se puede escribir como lo hace el Odklas desde la primera línea, allí donde se dan y reciben las hostias, bebiendo de la fuente, no desde los teletipos que otros interpretan para tu adocenamiento, sí, pues abre en cada habitación un nuevo frente con su prosa directa, que te engancha como lo hace esa mujer u hombre que te ha de destruir, con su retórica que desmenuza, una a una, las pequeñas trampas que nos dejamos imponer en el presente para ser llevados hasta este sinsentido que es nuestra vida."
Alfonso Xen Rabanal.
EXTRACTOS
"Nadie sabe cuantos días llevaba muerto cuando lo encontraron, allí dentro, solo. Ese fue el final de su historia. Hoy su habitación la ocupa otro jubilado, un tipo tuerto y ludópata que se pasa la mayor parte del tiempo sedado por la enorme cantidad de pastillas que ingiere para la esquizofrenia, hace días que no lo veo, por cierto.
Muchas veces, al pasar por alguna de esas puertas, cuando me llega el olor, pienso si en su interior se encontrará otro cadáver solitario abandonado a la putrefacción. Y me pregunto cuándo será mi turno. Estos viejos, descomponiéndose en sus habitaciones, son el producto de toda esta sociedad de mentiras, lo han dado todo, han sido exprimidos, para al final acabar así, sin nadie que les eche de menos excepto la casera a fin de mes. Esto no es la excepción, es la regla, el sustrato del mundo lo conforman los cadáveres de los malditos, esas pobres víctimas solitarias, y si tengo alguna misión como narrador es contar su historia, esa es la razón de que me decante por escribir sobre la sordidez y los personajes solitarios y creo que ha de ser la misión de todo narrador honesto."
Caminando hacia la pensión en la que vivo.
Un pie detrás de otro
y detrás
otro.
Y la soledad
es la única mujer
que me espera
al llegar.
Allí estarán:
El tío de la habitación 4:
No le hablan sus hijos,
ni su mujer.
De su habitación
sale una peste atroz
a beoda jubilación.
Ya está
todo recorrido.
Ya está
todo el pescado
vendido.
El tío de la habitación 3:
Te pide un euro
pal café,
su ojo izquierdo
hace tiempo que no ve,
secuelas del accidente
en la mina.
Se mete Prozac, olanzapina y ziprasidona,
el desayuno de los campeones,
antes de regalar su pensión
a las tragaperras.
El tío de la habitación 6:
Tiene síndrome
de Diógenes.
Solo viene a dormir.
Su habitación parece
un bazar chino,
y ahí se mete
cuando llega apestando a vino.
Uno más
entre sus trastos.
Me meto en mi habitación,
la número 2.
Hace frío
porque el gasoil está por las nubes.
Aquí estamos:
Los perdedores
los malditos
los marcados
los vencidos.
Dicen que todo es posible.
Díselo al niño sin piernas
que quería ser Ronaldo,
al chaval sirio escondido
entre cadáveres,
o a mi pequeña gatita
tuerta y sidosa.
El destino nos marca
como a reses,
un dedo desde lo alto
nos señala.
"Ya está
todo el pescado
vendido,
y estos son
los elegidos"
"Éramos escoria, todos, los pobres fracasados que aguardábamos pacientes la cola para comer algo y los que en esos mismos momentos disfrutaban de una gran mariscada a orillas de alguna playa paradisíaca. Para la mayor parte de la gente la diferencia entre tener dinero o no tenerlo es el tiempo que pasan dando vueltas en centros comerciales comprando basura en potencia. La culpa de convertir el mundo en un gran retrete era de todos, daba igual la clase y posición social. Todo se reducía a la incapacidad de los seres humanos en ponerse de acuerdo en algo, en la incapacidad de todos los individuos de ver más allá de su arrugado y flácido órgano sexual. No había ningún orgullo ni romanticismo en la pobreza, ni en el proletariado, ni, desde luego, en las élites. Éramos todos unos tristes seres rosados y temblorosos que pataleaban y rompían cosas al paso de su frustración. Y el dinero era la gran manzana agusanada que nos tenía a todos pillados por las pelotas al borde del abismo.
En la tele estaban poniendo La ruleta de la fortuna, y hacia allí mirábamos por inercia mientras la cola avanzaba a paso lento hasta la entrada del comedor. Las azafatas de interminables piernas sonreían al girar las letras del panel, los concursantes giraban la ruleta de los premios, 100 euros, 200 euros, 1000 euros, bancarrota, el público aplaudía al unísono, la sonrisa inmaculada del presentador iluminaba el plató con su brillo cegador. Veíamos eso mientras avanzábamos, pasito a pasito, con nuestras mochilas y bolsas de plástico, con nuestras ropas de color gastado y aroma agrio, cargando con nuestras historias y penurias que no interesaban a nadie."
"Agarré una mancuerna que tenía a mi izquierda, la de 15 kilos, y me abalancé sobre su cuerpo. La pobre intentó cubrirse con las manos temblorosas y ensangrentadas, pero nada pudo hacer cuando la dejé caer sobre su cráneo como un furioso martillo de la venganza... Craaaassh...
Siempre pensé que el cuerpo humano, especialmente el cráneo, era más duro, pero el caso es que estalló al primer golpe como si fuese un huevo, un ojo salió volando y cayó por el borde del colchón y su cuerpo empezó a retorcerse entre espasmos, dejé caer la mancuerna otro par de veces para asegurarme... Crajjjjj... proooosh... al final a ese cuerpo solo lo coronaba una informe masa de carne, pelo y huesos astillados, la gama de colores era asombrosa. De modo que así eramos por dentro...
Me aparté y observé el cuerpo hasta que dejó de temblar. Escuchaba las paredes, las risas del sofá y los comentarios de los cajones."
"Otra vez en casa saludó a su soledad. Se arrojó sobre el sofá, abrió el litro de cerveza y el paquete de bollos y comenzó a nutrirse. Seguidamente se hizo un porro y cogió un libro de Xen Rabanal “La cámara de niebla”. Xen estaba como una cabra, su escritura te exigía el máximo esfuerzo y atención para introducirte en su niebla de imágenes desoladas... Trevor tenía en la cabeza la imagen de la cajera y no podía dejarse envolver por la niebla, no paraba de pensar en esos pechos, esa melena negra... Cerró el libro y meditó. Evaluó el estado de su erección. Finalmente se incorporó y fue al cajón de su mesita, lo abrió y sacó una vagina en lata. Un coño de plástico dentro de una lata de refresco. Era un artefacto que compró en un sex shop porque le pareció gracioso y que luego acabó convirtiéndose en un poderoso aliado contra la adversidad. Se bajó los pantalones y los calzoncillos. Pensó en la melena de la cajera. Casi podía olerla. Puso un poco de saliva en el coño de plástico y comenzó a follarse a la lata. Las primeras despacio, mientras se imaginaba acariciándole el pelo. Luego fue aumentando el ritmo, ya se imaginaba que se la estaba follando, cada vez la embestía con más fuerza, ahora por detrás. Se corrió. Tras ello se sintió un poco ridículo, no obstante era ligeramente mejor que la mano."
"Llevo tres días sin dormir porque estaba persiguiendo a un tipo que me debe dinero, conseguí localizarlo hoy a las 7 de la mañana. Por suerte el encuentro no fue excesivamente violento y aunque no conseguí la pasta sí conseguí una fecha límite para el pago tras varias amenazas. Eso, la creciente fiebre y la falta de sueño me pusieron bastante tenso y corrí a refugiarme en mi habitación de alquiler ante el aterrador amanecer y el florecimiento de las personas que, como hongos, empezaban a surgir por todas partes. Una vez allí me dirigí al baño para echarme agua en la cara e intentar relajarme, pero para ir hasta allí tenía que pasar por la habitación de uno de los inquilinos, que sufre síndrome de Diógenes. La habitual peste me abofeteó una vez más, pero esta vez, presa del cansancio y la fiebre, provocó que se me cruzasen los cables. Derribé la puerta de su habitación de una patada. No estaba en su interior, pero sí toda la basura acumulada durante siglos de la que surge el inenarrable hedor. Agarré un puñado de bolsas de basura y comencé a llenarlas indiscriminadamente con todo lo que encontraba a mi alrededor, de forma demente, mientras sufría violentos tics y arcadas, entre gritos. Lo metí todo en las bolsas, restos de comida, prendas de vestir, latas, botellas, revistas, crucifijos, una bolsa de plástico con un excremento dentro, comida de perro, ceniceros, bufandas, mecheros, bolígrafos, pelotas de golf, libros, cartones... Llené 14 bolsas de basura, 14 bolsas de basura, 14 jodidas bolsas de basura, y tras llenar esas 14 bolsas de basura miré a mi alrededor y parecía que no hubiese hecho absolutamente nada. Me retiré a mi habitación derrotado, dándome cuenta de que hay cosas contra las que es imposible luchar, la locura, la mierda, el descontento, la fiebre y los gérmenes que me invaden por momentos y a los que siento apoderarse de mi cuerpo mientras tecleo y sudo tirado en la cama... pero al menos, y esa es la tabla de salvación de muchos de nosotros, pobres náufragos, podemos escribir sobre todas estas cosas."
- El problema de las mujeres es que saben planear a largo plazo, tienen visión de futuro. Al principio todo les parece bien, se ríen con tus bromas, les gustan tus pintas, tu pasotismo, ¡joder!. Hasta tus defectos. Te dejan tener tu espacio y follan a diario, no te agobian para no asustarte y te dejan que vayas enganchándote a ellas. Luego, poco a poco, te van cercando, que si aféitate de vez en cuando, que si no bebas tanto... Se empiezan a rayar con determinados amigos tuyos y, sobre todo, con todas tus amigas, dejan de follarte... Y lo hacen todo tan poco a poco que llega un momento que no sabes cómo has llegado a esa situación y encima y no puedes escapar.
- Ya te digo, y encima apelan a tu amor hacia ellas, te piden algo absurdo y si tú no lo haces te salen con el "¿es que no me quieres? ¿No eres capaz ni de eso por mí?" "
- Jajaja, qué típico.
- Y los putos celos. Yo antes tenía un montón de amigas pero ahora como quede con alguna menuda movida.
- Pero ellas sí que pueden hacer lo que quieran y si te rayas es que eres un paranoico celoso "no confías en mí? ¿Cómo puedes ser así? Con lo que yo te demostrado siempre"
- Jajaja, menudas arpías.
- Nunca os echéis novia tíos. ¡Jamás! Será lo peor que hagáis, os lo digo yo.
OH, MI POBRE POLLA (fragmento)
La fiesta de cumpleaños había sido un completo desparrame, la gente empezó a sacar drogas y parecía que estas crecían en sus bolsillos de manera infinita, estaban por todas partes. Los baños hervían de actividad, la gente merodeaba en el exterior esperando su turno y en el interior se oían voces extrañas que salían del fondo de los retretes. Un tío se había ido a la calle y había roto a llorar, otros se retorcían al ritmo de la música electrónica que servía hábilmente el DJ, giraban como alocadas peonzas dementes. Sí, era una generación de seres perdidos de pupilas dilatadas intentando encontrar respuestas o, por lo menos, intentando olvidarse de las preguntas. Él se mordía los labios en la barra observando el panorama. Poco antes un moro que no conocía de nada le había invitado a coca a cambio de que fuese él quien pintase las rayas, ya que por lo visto el moro se veía incapaz de tamaña tarea. Ofreció gustoso su ayuda al moro y no escatimó en la cantidad. Ahora sorbía inquieto una copa de absenta con agua, era una absenta flojita, de 50 grados. Un tipo se acodó en la barra a su lado y sacó una bolsita, vacío su contenido sobre la barra con una mueca de desprecio y hastío, una enorme montaña de polvo blanco surgió ante ellos. El tipo se giró hacia él y le dijo algo totalmente incomprensible. Vista la poca fluidez de la conversación probó con el lenguaje de los signos, entonces sí le entendió, el tipo necesitaba una tarjeta, él le acercó una de su cartera y el tipo comenzó a dar forma a la montaña de polvo blanco con ella de manera espasmódica, como un pintor loco que da brochazos violentamente a un lienzo magistral (...)
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