Casildo Gervasio Thompson
El único autor afroargentino que mostró cierta sensibilidad por la cuestión racial fue Casildo Gervasio Thompson.
Nació en Buenos Aires en 1856, pero la fecha exacta se desconoce. Hijo del capitán Casildo Thompson (1826-1873), quien fuera también, poeta, músico, compositor y fundador, junto a otros afroporteños, de la sociedad benéfica La Fraternal, en Buenos Aires. Realizó la carrera militar llegando al mismo grado que su padre.
Fue uno de los mayores defensores de la raza negra en Argentina. En su poema “Canto al África” evocó las crueldades del tráfico de esclavos. Mostró al negro como miembro de una raza noble y distinguida. Invirtiendo los tradicionales estereotipos raciales en la Argentina, presentó al blanco como el salvaje, la fiera destructora de familias negras. Es considerado como uno de los mayores poetas afro argentinos. Su obra más destacada es “Canto al África”, escrito en marzo de 1878 fue leída por primera vez en público el 1 de abril de ese mismo año en una conferencia en la Sociedad Fomento de las Bellas Artes en Buenos Aires.
Como militar, participó en diversas luchas internas del país, siendo destacada su acción militar en los sucesos de la Revolución mitrista de 1874; en la defensa de Buenos Aires de 1880 y en la Revolución radical de 1890.
Estudió en el Conservatorio Musical de la Provincia de Buenos Aires y obtuvo varios premios por sus composiciones musicales de carácter religioso. Se distinguió, a su vez, como hombre de fluida vertiente poética que supo lograr el aplauso popular en sus payadas. Se lo reconocía en los encuentros populares por pulsar una guitarra adornada con largas cintas de los colores patrios. Además de sus condiciones como guitarrista, también era pianista y poeta, siempre autodidacta, creador e improvisador.
Thompson contó con la colaboración literaria de varios destacados escritores contemporáneos. Algunos escritores consideran que de él aprendió mucho su amigo inseparable, el payador afro argentino Gabino Ezeiza. Casildo Thompson murió en Buenos Aires el 25 de mayo de 1928.
Con poco más de veinte años, en 1877 publicó partes de “Canto al África” en La Juventud, un poema que trata sobre la crueldad del tráfico de esclavos y una reivindicación de los valores africanos, lo que más tarde desembocaría en el movimiento que se conoce como negritud. La composición funcionó, asimismo, como una rotunda condena al colonialismo y al racismo. De todos los poemas elaborados por negros es el que más abiertamente critica al último. Asimismo, al igual que Mendizábal y Elejalde, Thompson en este poema denotó la situación de marginalidad de los afroargentinos, descendientes de los transplantados involuntariamente desde África.
En “Canto al África” Thompson efectuó una alabanza idílica de África e invirtió los clásicos y eurocéntricos roles: al blanco le tocó el papel de salvaje y al africano el de noble, resaltando el autor el orgullo por su raza. En un pasaje se aprecia:
Por duelo o por fortuna
de una raza que es mártir por su historia,
raza digna de gloria.
Porque es noble i altiva
como el león que entre la selva mora.
I que en acerba hora
arrastróla al abismo de la infamia,
Ah! sin temblar la fratricida mano
de un bárbaro Caín, cruel inhumano. […]
Ah! maldito, maldito por mil veces
seas blanco sin fé, tu cruel memoria.
Sea eterno baldón para tu historia.
que deshonre a los hijos de tus hijos.
I lleven en la frente
la mancha de la infamia que tú hicieras.
Cual lleva el hombre negro eternamente
las heridas del alma que le abrieras.
Maldito seas, sí, que hasta te arroje
de su seno la tierra,
porque fuiste su aborto.
Signo de cruda i fraticida guerra.
http://www.afribuku.com/la-literatura-que-no-cuentan-poetas-afroargentinos/
* Omer Freixa. Historiador africanista argentino. Profesor de estudios de Asia y África en la Universidad de Buenos Aires y de historia americana y argentina en el Consejo Superior de Educación Católica. Especialista en estudios afroamericanos y docente en posgrado de la Universidad Tres de Febrero. Colaborador free lance en diversos medios gráficos y digitales. Twitter: @OmerFreixa
CANTO AL ÁFRICA (1878)
Bajo un cielo fulgente
De límpido color, con blancas nubes
Como tejidas alas de querubes;
Cielo con millones de luceros
Que refulgen en noche de embelesos,
Con amante porfía
Acariciando la tierra con sus besos;
Bajo un sol de flamígeros colores
Que ilumina el espacio en rayos de oro,
Con un aire de aromas y un tesoro
En rubíes y perlas de sus flores,
Hay una tierra virgen que fué cuna,
Por duelo o por fortuna,
De una raza que es mártir por su historia.
Raza digna de gloria
Porque es noble y activa
Como el león que entre la selva mora,
Y que en acerba hora
Arrastróla al abismo de la infamia,
Y sin temblar, la fraticida mano
De un bárbaro Caín, cruel inhumano...
¿Sabéis cómo se llama
Esa tierra divina y bendecida,
Esa joya que al mundo Dios legara,
Esa púdica virgen ofendida
Que humillada descuella?
Se llama África, sí, Africa Bella!
Es la cuna del negro: esa es la patria
Del eterno proscrito que llora
Y lejos de sus lares
Eleva en patria extraña voz sonora
Entonando el cantar de los pesares.
Del negro ésa es la cuna;
Del paria universal. El sol ardiente
Que besó en la niñez su altiva frente
También le vio partir con triste duelo,
Con planta ensangrentada,
Arrastrando el dogal, mirando el cielo,
Testigo de su afrenta y del vil sello
Que un verdugo feroz le puso al cuello.
Esa tierra, la imagen seductora
De un perdido paraíso de delicias,
De luto se cubrió, desde la aurora
Al ocaso del sol de muchos siglos.
Sus hermosas riberas
Que poblaron ayer barcas ligeras;
Sus márgenes risueñas y floridas,
Sus bosques y sus selvas, adolidas
Veláronse la face...
¿Sabéis lo que sucede y por qué triste
La bellísima virgen africana
Sus galas se desviste
Y no ostenta sonrisa de sultana?
Porque sonó una hora, ¡hora maldita!
De oprobio y de vergüenza en que una grita
Que dijo: ¡Esclavitud! se oyó en los aires,
Y del callado valle al mar airado,
Desde la altiva cumbre al bajo prado
Una fiera sedienta
Que se llamó hombre blanco,
El seno desgarró al África virgen
Con avidez brutal, saña sangrienta.
A contar de aquel día
De lágrimas y duelo,
No brillaron los rayos en el cielo
Del sol de la justicia.
El tronco del baobab que fué la cosa
De cien generaciones,
Hogar que dio Natura generosa
Y respetaron tigres y leones
De la selva africana,
Cayó al golpe del hacha del verdugo;
Y porque a éste plugo
Entre ayes salió el niño y la doncella
De labios de color y ojos de fuego,
Del chispeante mirar y voz de ruego,
Y universal clamor se oyó en los aires
Que atravesó la nube y llegó al cielo
Demandando piedad para aquel suelo.
El cielo estaba sordo;
Ni aun el grito del párvulo inocente,
Que en todo humano pecho encuentra eco,
El corazón del blanco halló clemente.
La plegaria sentida
Que los maternos labios balbucearan
Oyó frío, insensible, el homicida.
Aquella humana fiera}quiso que el débil niño
en los benditos brazos de su madre
los golpes de su látigo sufriera.
¡Ah! déspota y cruel; él es el amo
que concede la vida y da la muerte,
que no conoce ley, débil ni fuerte,
ni aquel Dios justiciero
que ve la iniquidad y es juez severo.
Así le vió llegar el hombre negro
al umbral secular de su morada,
santuario eterno de tranquilidad dicha
por nadie profanada.
Y al mirarle ante sí amenazante
con el hierro en la diestra,
se inclina suplicante.
Pretendiendo calmar su ira siniestra
eleva, pues, la voz con dulce ruego
mientras surca su faz llanto de fuego
que conmoviera acaso hasta a las fieras.
“Detente - el negro dice -, esta es la choza
do se anima el recuerdo de una esposa
que perfumó de amor la vida mía
y fue luz de mis ojos
que extinguirá su brillo en mi agonía.
Detente por piedad: aquí nacieron
dos trozos de mi alma
que me inundaron en bendita calma;
dos estrellas, dos perlas, mis dos hijos,
que dan nervio a mi fuerza ya abatida
y en su raudal de amor me infunde vida”.
Pero el blanco inhumano
sonriendo con desprecio, el pie adelanta.
“Detente - el negro implora- , que tu planta
respete el templo humilde de mi dicha”.
Y el blanco inexorable,
fustigando del negro el rostro bravo,
le dice con desdén intolerable:
“Aparta negro vil, aparta, esclavo!...”
¡Ah! maldito, maldito por mil veces
seas, blanco sin fe; tu cruel memoria
sea eterno baldón para tu historia
que deshonre a los hijos de tus hijos,
y lleven en la frente
la mancha de la infamia que tú hicieras,
cual lleva el negro eternamente
las heridas del alma que le abrieras.
Maldito seas, sí, que hasta te arroje
de su seno la tierra,
porque fuiste su aborto y fue tu vida
signo de cruda y fratricida guerra.
Más, ¡no! cese la ira,
su misión el poeta no realiza
del odio en la región y de su lira
sólo es dulce el acorde melodioso
si de la paz la oliva simboliza,
y es el amor el numen
do va a beber la inspiración divina
que, cual voz de sirena peregrina,
traiga a los seres en el mundo extraños
a la región de luz do el odio cesa
y de fraternidad la aurora empieza.
Hay en el cielo nubes de oriflama:
aparece una aurora esplendorosa
entre velos de nácar y de rosa,
presagiando un radiante y nuevo día.
Se siente en el espacio una armonía
cuyo eco celestial arroba el alma
en éxtasis divino:
Tan dulce es su rumor, tan peregrino.
La selva se estremece, el mar suspira;
y en esas ondas de cristal y nieve
el cielo azul se mira
como mujer coqueta en terso espejo.
De las flores de vírgenes praderas
al sollozo del aura estremecidas,
del embriagador aroma...
surgen olas ligeras...
¿Sabéis lo que sucede?
¿Sabéis por qué Natura conmovida
el tesoro descubre do se anida?
Porque viene ya el sol que África espera;
el sol que al oprimido y al esclavo
una voz de profeta predijera,
el sol de Redención; sonó la hora
en el cuadrante eterno del destino;
ya en nombre del amor se dan las manos
esclavos y tiranos
y libres y oprimidos;
pues la igualdad, de la Justicia hermana,
los quiere en un abrazo confundidos.
Casildo Gervasio Thompson
.
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