lunes, 25 de abril de 2016

LAURA JÁUREGUI MURUETA [18.518]


Laura Jáuregui Murueta 

(Tijuana, BC, 1976). Licenciada en Lengua y literatura hispanoamericanas. Ha colaborado en diversas revistas literarias y suplementos culturales como Viceversa, Paréntesis, Alforja, Generación, Yubai, Minarete, etc. Fue cofundadora de la editorial Anortecer y del Proyecto Editorial Existir. Su primer poemario, Lo que hay fuera, visiones poéticas (2002).



LA REBELIÓN DE LAS MAMAS

aunque yo no soy de las que marchan
ni hacen protestas públicas
sí hay algo que quiero reclamar

aunque sé que las mías
ya no miran hacia arriba
ni se quedan quietas cuando camino

una cosa sí les digo:

¡desde ayer,
yo no quiero usar brassier!


APOCALIPSIS

Próximamente,
cuando ya no existan frescos cereales,
sobre los platos de leche
sólo flotarán
crujientes cucarachas



(SALTO)

Vi pasar
un salto
disfrazado
de sapo



En esta ciudad de migrantes

En esta ciudad de migrantes
no hay un tiempo propio.
Cada que pregunto la hora
me dan la de otra parte.
Nadie es de aquí.
Los relojes de los habitantes
marcan los minutos olvidados de sus ciudades.
Yo, que vivo sin reloj
menos derecho tengo al tiempo.

La hora no nos pertenece ya.



AFUERA

de tu escuela
tu departamento
tu pareja
tu familia
tu país
tu oficina
no eres nadie
nadie te reconoce
sólo sigues existiendo
(empiezas a ser)
cuando te sacan
de la panza de tu madre.



MC JODAS

Trabajo en una empresa extranjera.
Todos los días me regalan una hamburguesa contaminada,
varias quemaduras de grasa en las manos
y un sueldo de 4 pesos por hora.
La gente ahí es muy amigable.

Tan lejos de Dios. Poesía mexicana en la frontera norte, de Varios Autores. Edición de Uberto Stabile



AVISO AL USUARIO

en los vagones del metro
de la ciudad de México
por delante o por detrás
te auguro sexo seguro.



Callos...

callos
y juanetes
esconden  
los tacones
que al pasar
todos
voltean a ver.



PAN POEMA

¿Por qué los poemas no son como los panes?

Quisiera que a todos se les antojaran
al verlos acostaditos en charolas calientes.

Ojalá los poetas fuéramos
tan amados y buscados
como los panaderos
que hubiera poemerías
como hay panaderías y tortillerías
y que la gente las visitara
y adquiriera poemas
para usarlos como remedios
y así cada día
con poesía
las penas fueran menos.


Un breve poema de Laura Jáuregui Murueta (Tijuana, BC, 1976), intitulado Con sabor a Sor Juana. Apareció publicado en el semanario (ayer) cultural Bitácora, (hoy travestido panfleto sicologista de la new age), y en le edición del 12 al 18 de septiembre de 2002. 

Como ya medio mundo sabe, Jáuregui es una de las principales matronas del Proyecto Editorial Existir, y su texto Lo que hay afuera (julio de 2002), primera edición de los cuadernos que la capilla tertulera de Gilberto Licona sacó al mercado, y ya fue examinado en mi Vertedero de cretinadas. 

Ahora, no porque el librito de Laura contenga, en su mayoría, poemas defectuosos y carentes de esteticidad, es motivo para calificar con ese rasero todo lo que produzcan sus estados poéticos. Ella es poeta joven e iniciada recientemente en los malasartes de la literatura, y eso hay que tenerlo muy presente a la hora de enjuiciar. En su material poético existen cosas con valor y para demostrar lo que digo, permítaseme reproducir el poemita referido al principio de este artículo. Jáuregui debería echarle a sus textos la injundia (se dice enjundia, pero no hay pex) y el ingenio que posee. Con sabor a Sor Juana, parodia pastiche de la famosa redondilla de la doña Juana de Asbaje, resulta ser, a mi juicio, uno de los mejores poemas que he leído entre todos aquellos que han escrito las madmuaselas dedicadas a este desdeñado oficio del quehacer literario. Ya me habían comentado del poema de Jáuregui, nada más que no pude allegarme de él, hasta que sacudiendo mis chácharas de papeles me topé con la BITÁCORA donde salió publicado. Aquí va la mengambrea: 


CON SABOR A SOR JUANA

Hombres necios que acostáis 
A la mujer sin razón, 
sin ver que tenéis la porción 
a la mitad de lo que ostentáis 
si con precocidad sin igual 
solicitáis su virginidad 
¿por qué queréis que las abran bien, 
si las penetráis tan mal? 


Las tortillas, el cilantro…

Las tortillas, el cilantro
y la cebolla
lloran
junto al cuchillo
la muerte de un taquero



LA POESÍA PATITO DE LA LAURA JÁUREGUI 

Contribuyendo al movimiento letrista de Tiyei, en el mes de julio de 2002 salió de prensas el primer número de Cuadernos Existir. Se trata de un poemario de la Laura Jáuregui Murueta, y que lleva por nombre «lo que hay fuera, visiones poéticas». 

El subtítulo del folletín es demasiado pretencioso, por no decir ambicioso. En sus 56 páginas habitan 38 poemas de variado calibre estético, resultado de la exaltación del yo lírico de esta jémur llamada Laura Jáuregui. 
La autora se muere de ganas de ser poeta, a veces lo logra y, en ocasiones, languidece en burdas experimentaciones gramaticales. Y es que algunos poemas son, más bien, bagatelas desechables, ristra de palabrucas que no alcanzan el eco iluminador (el funkelin o comunión espiritual, como apuntaban los místicos Eckart y fray Miguel de Guevara hace un chingatamadral de abriles). No obstante la poeta "se considera una tipa con suerte" a quien "le interesa no parar nunca de escribir, traducir, bailar y dibujar" (¡úchara!, que así sea). 

La ruca nació en Tijuana en 1976, y detenta el título nobiliario de licenciada en lengua y literatura hispanoamericanas; ha colaborado en diversas revistas literarias y suplementos culturales como «Viceversa», «Paréntesis, «Alforja», «Generación», «Yubai», «Minarete», etc. Fue cofundadora de la editorial «Anortecer» y actualmente es una de las conejitas predilectas de la ganga andrógina del maese Gilberto Licona (chaca del Proyecto Editorial Existir) y mercadólogo editorial, más que poeta.

Antes de entrar a materia, veamos cómo Jáuregui nos pinta sus años de mocedad: "Siempre le gustaron sus clases de español y literatura en la preparatoria y desde niña siempre tuvo buena ortografía. Sus hábitos de lectura empezaron hasta que entró a la universidad, cosa que por la que se la-menta profundamente" (quiso decir: cosa de la que se lamenta...). "Al principio se frustró como buena principiante" (¿de pleonasmos?; principio / principiante), "pero después le gustó y lo sigue haciendo hasta ahora" (¿qué cosa?). O sea que la Laurita, además de haber sido una víctima más de la instrucción deficiente, sigue enamorada de sus errores. Lo cual significa que carece de antecedentes intuitivos de autodefinición lírica y que la develan como una incapaz de alcanzar una especificidad madura en la creación literaria (pero esta tesis puede no ser más que una simple charada cretina, ya que los libros no siempre hacen al poeta, pues la poesía es de nadie).

Paso a revisar con peine de dientes finos el trabajo literario de la Jáuregui, y si mi neurosis me da licencia, a efecto de no confundir la parte con el todo, intentaré llegar hasta la última página de su poemario, ya que un extracto jamás hace justicia al escritor. 

Después de tres epígrafes que definen el concepto de poesía y el placer escritural, el cuadernito de doña Laura inicia con un pequeño texto que personifica elementos culinarios: 


«Las tortillas, el cilantro
y la cebolla
lloran
junto al cuchillo
la muerte de un taquero»

Caería en la hipocresía quien suponga que lo anterior es poesía (el rimado es inconciente). Los detalles son selectos pero no logran darnos una sensación estética. La verba remilgona que la fémina entona está bien para un chamaco de quinto año de primaria. 



CHIRLE LLORIQUEO SEMPITERNO

En vez de la imaginación creadora prevalece un fantaseo hueco y pobretón. La Jáuregui olvida (o ignora) que si el poeta accede a lo maravilloso es para enriquecer la realidad. Su fantaseo es escamoteo sistemático de una experiencia que, vuelta abstracción, no supera el impresionismo y la improvisación. El hecho literario —por decir así— que la ruca nos ofrece no pasa de ser un reduccionismo mimético de expresión-representación que cae en el terreno del más chirle lloriqueo sempiterno.
En la siguiente composición, «PAN POEMA», la autora reclama clientes para la poesía. En esta analogía la poeta atribuye al poema sesgos curativos, evoca la poesía como remedio que disipa las enfermedades del alma. El sustrato del texto parece ser, sin duda, el conocido adagio que reza que las penas con pan son menos. La poeta sabe que los lectores de poesía escasean, por eso se pregunta: 


«¿Por qué los poemas no son como los panes?»

Y la ruca anhela esta quimera:



«Quisiera que a todos se les antojaran
al verlos acostaditos en charolas calientes»

El poema es pueril y cursi, pero al final se sostiene:


«Ojalá los poetas fuéramos
tan amados y buscados
como los panaderos
que hubiera poemerías
como hay panaderías y tortillerías
y que la gente las visitara
y adquiriera poemas
para usarlos como remedios
y así cada día
con poesía
las penas fueran menos»

Pasamos a otro poema titulado PRIMEROS OJOS; es una simple perplejidad existencial sin emulsión lírica; luego le sigue APOCALIPSIS, dividido en dos partes, y sólo la segunda apela un poco a la sensibilidad lúdica:

«Próximamente,
cuando ya no existan frescos cereales,
sobre los platos de leche
sólo flotarán 
crujientes cucarachas»

Entre dos poemas malones que no merecen aprecio, NO ES LA MíA y EL MAR NO ES CIERTO, aparece POEMA CAMINO, que, como afirma la poeta, fue elaborado "con textos tomados de anuncios, bardas, señalamientos, carteles, calcomanías de autos, ventanas, mantas y otros letreros que vi mientras recorría el camino de la casa al trabajo. Fueron copiados con prisa y al ritmo de la velocidad del transporte público" (en que viajaba). 
POEMA CAMINO está armado con la técnica del cubismo de Apollinaire, prescindiendo de la sentimentalidad, ese elemento eterno de la lírica, que la poeta sustituye con impresiones simultáneas captadas en el ajetreo cotidiano. Aunque las emociones parecen estar muertas, la poesía continúa viva; digamos información en lugar de poesía o, bien, poesía de la objetividad. El tema es engañoso pero, no obstante, las imágenes perceptibles se tornan íntimas cuando forman conjunción de voces y el poema alcanza vida abstracta sólo como retrato de una esquizofrenia idiomática y citadina. Buen artificio de la Jáuregui; su versificación aquí es ingeniosa y el encabalgamiento le da ritmo a ese popurrí de lenguaje publicitario, pero no por ello alcanza las glorias del parnaso literario. 
Reproduzco un fragmento que a mí me gustó:



«mes de la patria
sólo por hoy
votaremos así
la casa de los pies
duración a toda prueba
promoción del mes
gran oferta
prohibido tirar basura
uñas
cartas
casas de cambio
diputados
ropa y novedades»

Hay tres poemas (páginas 18, 43 y 47), en los cuales la poeta Jáuregui quiere mostrar solidaridad con la situación de la gente jodida para chantajear a los lectores, pero la realidad la contradice, toda vez que en otro de los textos (MIENTRAS LO ESPERO), la señorona se comporta como toda una pequeñoburguesa estacionada en la clase media, niña bien, hija de mami, que desprecia los lúmpenes que jieden a pacuso (pata, culo y sobaco):

«una señora hedionda
que me pide dinero
impregna la cuadra
con su apestosa presencia
y me obliga a huir de la zona»

El mundo lumpenesco le suministra material a la poeta, pero su concepción es tosca y peyorativa. Lo mismo que escribió Martín Romero en su Bitácora Norteña (Identidad, 27 de julio de 2003), acerca de Luis Humberto Crosthwaite, se le acomoda sin calzador a la diva Jáuregui, ya que ésta, al igual que aquél, "no tiene el estómago para recorrer, sentir, oler, escuchar y saborear los mundos marginales ubicados en la ruda Tijuana. O sea: cronicar con los huevos al rojo vivo el perro infierno" (en este caso, sería con la papaya a todo vapor). 
¿Qué actitud asumiría Jáuregui, en el supuesto ficticio, de que se topara con Rimbaud —como en aquel sueño de Saint John Perse—, y el poeta maldito, amputado de una pierna en su trasiego por África, vestido con andrajos y bufando a excremento seco, orines añejos, semen rancio y líquidos rectales, se acercara a la jaina y le dijera:

—"Ven, abrázame. Soy tu maestro. Yo te voy a tallerear." 

¿Huiría también de la apestosa presencia de Juan Arturo? 

—Es lo más cinchado —vocifera flemáticamente mi vecina doña Puchita Vergara. 

Y la ruquilla agrega: 

—Lo que pasa es que Laura Jáuregui está comprometida únicamente con la ilusión de ser poeta y con el pudor de la vanidad. Es una gatita perfumada que maúlla en luna llena para hacerse notar. 

Jáuregui incurre en el coqueteo literario confeccionando pocas metáforas y el recurso más activo que utiliza es el juego de palabras, la intercalación polisémica: «sólo unos lentes ojos de mosca», «El zapato es el bozal del pie», «Era indeciso y se deshizo», «¿Qué hay de cierto en el desierto?», «Las palomas aprovechan el despiste del alpiste». 
Arreglos estilísticos como los anteriores son muy escasos y se pueden contar con los dedos de la mano de un manco. 
De candorosa ingenuidad, que a duras penas destella poeticidad como canción maternal para adormilar chilpayates hiperactivos, es el siguiente microtexto que leemos:


«Ese conejo que pasa
rápido huye
porque se robó una nube.
En el rabito 
la lleva puesta»

Aunque no llega al éxtasis de santa Teresa (de Jesús, no de Calcuta), AFUERA es el poema que mejor se apega la legalidad estética, es decir el que sí constituye poesía y no simple acarreo retórico, como suelen ser la mayoría de los textos que integran el cuadernito. Es valioso por su contenido y forma; por la relación dialéctica que establece entre el ser y el signo, dualidad organizadora del poema. Jáuregui arroja lo que le agobia, esos malestares de la existencia y la conciencia que se transmutan en catarsis (la palabra es para ella un instrumento terapéutico). 

De su mano nerviosa sale una síntesis de reflexión lacónica, compulsiva y veloz:



«si te sacan 
de tu escuela
tu departamento
tu pareja
tu familia
tu país
tu oficina
no eres nadie
nadie te reconoce
sólo sigues existiendo
(empiezas a ser)
cuando te sacan
de la panza de tu madre» 

En la página 36 encontramos una auténtica —y escasa— pieza literaria, rayana en el surrealismo por haber sido disparada desde la trinchera onírica y estructurada bajo (o sobre) un formato cubista. Verdadera proeza lingüística que, por su temática, me recuerda un poema mío que le plagié a Juan José Arreola, que reza más o menos así: "El sapo es un corazón que croa": 


«Vi pasar
un salto
disfrazado
de sapo»


Y ¿cómo anda el tema erótico en la praxis poética de Laurita? Brilla por su ausencia. No hay panegíricos sexuales en su mengambrea. 



ORFANDAD DE LA IMAGINERÍA SEXUAL

Me limito a dar cuenta de tales prioridades en AVISO AL USUARIO; unos versitos alejados de la idiosincrasia de la perrada tijuanense. La descripción se compagina más con la mentalidad propia de los chilaquiles (oriundos del Defectuoso) que con la de los tijuanacos: 


«Pasajero:
en los vagones del metro
de la ciudad de México
por delante o por detrás
te auguro sexo seguro»

Aquí —en Tijuas— no somos tan osados ni tan maníacos; todavía pedimos lo que deseamos, rara vez arrebatamos. Nuestra lujuria no apuntala a los niveles ortodoxos que marca la poeta. 
Lo antes transcrito es el único testimonio de imaginería sexual; hay un mutismo deliberado respecto al asunto del forniqueo carnal. 
Ninguna descripción del cuchiplancheo, ninguna evocación del goce amoroso, ninguna sobada de oso, ningún agasajo marinero o esbozo al amante cumplidor de orgasmos se entrevera a lo largo del poemario.
El ámbito erótico es la región menos visitada, el clima sensual es como la nada; no existe. No hay registro alguno de Eros, el dios Pan está muerto en su vocabulario. Ni un antológico faje se alcanza a vislumbrar en todo el puñado de letras que la ruca nos avienta. ¿No podría, cuando menos, escribir un verso como éste: "el día que te mueras te enterraré desnuda." 
En ningún texto de la Jáuregui encuentran cabida los móviles sexuales. ¿Acaso pudor de exteriorizar adoración al dios-pene o, simplemente, temor de exhibirse como amante que se retrata matando la cochi? ¿Sería arriesgado afirmar que tal omisión se adecua a la conjetura froideana vertida por la suicida Rosario Castellanos, en Mujer que sabe latín, en el sentido de proceso de sublimación de los instintos donde las frustraciones de una existencia pasiva y estigmatizada por la impotencia de varón castrado- se transforman en ficciones que se liberan mediante imágenes? Sea lo que sea, en el folletín de la Jáuregui hay cero alusión a los oscuros vericuetos de la entrepierna, a los elementos sensuales derivados del caldeo, el mamey o el enfierramiento. 

—Muy su pedo —alega doña Puchita Vergara. 

Pues sí, digo yo. Cada quien es perfectamente libre de llevar el arte hacia cualquier directriz. Sin embargo, veo su rostro en la foto de la contraportada de su poemario y me pregunto: ¿Cómo será su vida sexual?; ¿cuál sería su pensamiento en el preciso instante que le tomaron la pítchur?; ¿se atrevería a jugar a la ruleta rusa?; ¿qué signo zodiacal regirá su sino?; ¿habrá deseado no ser mujer? Fuera de las divagaciones, lo que sé es que tiene callos y juanetes:



«Ampollas
callos
y juanetes
esconden 
los tacones
que al pasar
todos 
voltean a ver.»



EJEMPLO SORPRENDENTE DE NECEDAD

Y aquí concluyen las chocoaventuras protopoéticas de la mentada Laura Jáuregui. Por último, cabe preguntar: ¿cuál es el principal valor literario de su obrita, lo que hay afuera, visiones poéticas? Apasionada tentativa creadora, obsesión verbal como operación de la inteligencia, una semillita en la parcela del campo literario. Asimismo, fuga virtual de la realidad; documento que irrita o hace reír a los verdaderos poetas; futilezas experimentales aptas para viapís. Lo que no se pone en duda es su emoción y entusiasmo por estar ahí, donde otros no quieren estar, porque afirman que la poesía no sirve para nada.
Jáuregui es un ejemplo sorprendente de necedad, especie de eminencia gris que tira zarpazos a la carroña poética sin alcanzar mendrugos. Escribió un librito para demostrarnos que la poesía ya no existe. Su corazón no tiene tempestades, solamente olas encrespadas (¡qué cursi te escuchaste, puto!). Si es trucha se superará con la crítica (sácale partido, ruca). Por ahora, está en las ligas menores de la poesía, pero le vaticino buen futuro porque, como ella dice, es una tipa con suerte. No hay que olvidar que la leidi aún está plebe; y por ello es injusto exigirle mucho rigor a sus menjurjes verbales, pues como dijo Carlos Drummond de Andrade en Poema do Jornal, la morra "a pena escreve." 

Moraleja pía —o impía, según sea la moral—: No quemes pólvora en infiernitos ni cobres marmaja por tu estrés emocional (...y tururú-tururú). 
Angora sí, ai se guachan en el fatídico azar que determinó la rucaila que hoy hace las veces de su madre porque ha sido paridora de poeta institucionales en espera de alguna reseña.

—Arre pues.



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