VICTOR MANUEL JIMÉNEZ ANDRADA
Víctor Manuel Jiménez Andrada nació en Cáceres, en 1971. Ha publicado poemas y cuentos en diferentes revistas y antologías. En junio de 2011 ganó el accésit del I Certamen de cuentos y leyendas de Cáceres. En julio de 2011 consiguió una beca a la creación literaria concedida por la Junta de Extremadura para el poemario “Versos del insomnio”. En noviembre de 2011 publicó con Rumorvisual el libro de cuentos “Comidas para llevar”. En junio de 2012 funda, junto a varias personas, la Asociación Cultural Letras Cascabeleras, cuyas ediciones se encarga de coordinar. En noviembre de 2012 publica el poemario “Versos del insomnio”. En junio de 2014 sale a la luz su poemario “Circo” con el que ha ganado el XVI Premio de Poesía “García de la Huerta”. Periódicamente publica “Letras Breves”, con textos hiperbreves y poesía. En su blog www.papirowebxia.com, se pueden ver diferentes muestras de su trabajo.
NOCHE DE LOBOS
A horcajadas de una promesa vana
aderezo las tinieblas con la luz de un farol,
pero el suplicio habita en terribles palabras
escritas con tinta indeleble en el reverso de los ojos.
Dicen que la noche en el monte es para los lobos,
me pregunto para quién es la noche en esta selva
de cemento y luciérnagas artificiales.
Quizás es el momento de bajar de mi cabalgadura
y seguir a pie,
lejos del riesgo controlado
que se compra en las esquinas.
CIELOS ARTIFICIALES
-¡Pero si no lleva nada! -exclamó de pronto un niño.
HANS CHRISTIAN ANDERSEN
Las lágrimas mueren invisibles
cuando las ahoga el reflejo del oro
y el terrible estómago insaciable
absorbe las entrañas de la inocencia.
El arte tiene la música
del caer de las monedas
y el verdadero aroma
de las flores
yace enterrado
en pozos sin fondos.
Una luna de neón brilla
en cielos artificiales
y los caminos de la gloria
terminan en horribles precipicios.
Y ahí se encuentran
el principio y el fin.
EVIDENCIAS
Un buitre con el pico ensangrentado
escarba entre los restos de la fe.
Las campanas de la iglesia
emprenden un vuelo lento
e inundan los valles
con su interminable letanía.
La mariposa negra
se posa en la mano pálida
del que aguarda noticias.
El sepulturero abre la verja
del cementerio y escapa
el aroma de las flores recién cortadas.
He aprendido
que el futuro tiene
fecha de caducidad.
de "Versos del insomnio", Letras Cascabeleras, 2012
Gotas
Una gota, otra gota, otra gota.
Lo peor sucede cuando se apaga la luz
y quedan los quejidos ciegos y el olor intenso
de los fluidos mezclado con la lejía.
Una gota, otra gota, otra gota.
Los calmantes no alivian el desconsuelo
ni cierran los párpados de los peces
atrapados en burbujas de cristal.
Una gota, otra gota, otra gota.
Las horas, fabricadas en serie,
se extienden con exasperante parsimonia
por los pasillos desiertos.
Una gota, otra gota, otra gota.
El taconeo de unos pasos firmes
rompe, de vez en cuando, la espesa atmósfera
de los últimos alientos.
Una gota.
Se acaba el líquido que absorben
los gusanos castigados y sedientos,
por dos minutos y después una gota, otra gota, otra gota.
de "Versos del insomnio", Letras Cascabeleras, 2012
El secuestro de la estatua ecuestre
Una grúa avanza por la calle solitaria
—la escoltan sirenas que rasgan las sombras—
y alcanza la plaza donde mora el dictador derrocado
por la parca inmisericorde y el olvido.
Es la mejor hora para arrancar avisperos
aunque hay guantes de policía por si hace falta consolar nostalgias.
Cuatro operarios indiferentes
cruzan con eslingas la estatua ecuestre
que pronto se eleva por los aires con un solemne redoble de motor.
(alguien sonríe ante la desproporción de los testículos del animal y la cabeza del dueño).
La imagen es casi cómica:
el caballo parece asustado en un último relincho
y el jinete un muñeco indefenso ante el vaivén.
Un camión se lleva, bajo el anonimato de una lona,
al que durante años ha presidido la nación y la plaza.
Se le condena, según sentencia judicial, a cadena perpetua
en el rincón más apartado del almacén del museo municipal.
El silencio regresa con el repartidor de periódicos.
El muchacho despeja sus fosas nasales
con el intenso olor a desinfectante
de los aspersores que riegan el jardín
al pie del pedestal vacío.
de Versos del Insomnio. Letras Cascabeleras, 2012
Susurros
Por los laberintos que preceden al alba
las palabras se afilan y penetran como estiletes
en la carne ablandada por el alcohol y las horas.
Buscan detrás de la fachada,
con la violencia de un yonqui en pleno mono,
hasta que hallan escondido,
en el fondo de una caja,
un secreto que tirita de miedo ante una hebra de luz.
Una vez arrancados los visillos,
las promesas se licuan y vierten por los sumideros
sin que el cobijo de unos besos
calme el corazón arrepentido.
del poemario VERSOS DEL INSOMNIO
Los sonidos del insomnio
La levadura fermenta al calor de hornos ancestrales
en el momento que la sirena de un coche patrulla
clama en la oscuridad impenetrable
de miles de almas dormidas.
El llanto desconsolado de un bebé
rebota en las esquinas
del cuarto donde habitan los anhelos.
El filamento de una bombilla vieja
incendia el bosque de sombras
y unos ojos parpadeantes, para los que todo ha acabado,
se abren con el escozor que provocan las heridas sin cicatrizar.
Se respira en el horizonte de las horas
el preludio de otra noche de insomnio.
Publicado en Versos del Insomnio. Ed. Letras Cascabeleras A.C., 2012
Camiones de la basura
A las dos de la madrugada
los camiones de la basura
fumigan el silencio
con el rugido metálico de sus tripas.
Los contenedores derraman
la fiesta de las margaritas deshojadas,
las fotografías rotas en color sepia
y las barras de carmín vacías.
Antes del amanecer
los camiones vomitan
sobre los residuos
del día anterior
y del anterior
y del anterior
y del
a
n
t
e
r
i
o
r
Los inmensos montones palpitan
y forman un archivo desordenado de recuerdos
donde escarban, sin pudor, los rapsodas.
del poemario Versos del Insominio
(Del poemario Circo)
En el escenario
Pinto mi rostro para ejercer el arte arcano
de buscar la veta esquiva de la sorpresa
en lo más profundo, bajo la carcasa de la desgana.
Un esbozo en unos labios de la última fila
es un riego misericordioso en el desierto silente.
Los caminos polvorientos conservan las huellas de los carros
que un día hirieron con estas mismas letras.
Salir del escenario, desmaquillarse,
es abrigarse en las sombras de lo anónimo,
volver a ser nadie para ser yo.
(Del poemario Circo)
Las promesas del que tiene el micro
El presentador carga una cesta colmada de adjetivos
que lanza al cielo como pétalos de flores.
Desde la distancia del espectador solo se percibe
una danza de caleidoscopios y la excitación de los preludios.
Las palabras mohosas son cimientos de espuma
sobre los que se levantan castillos en el aire.
Sabemos de hipérboles —falacias travestidas—,
y nadie cree, pero todos enmudecen.
(Del poemario Circo)
Montaje
Hay un croquis dibujado sobre el barro.
Unas cruces marcan los cimientos
de este castillo de metal, madera, cuerda y lona.
Un trajín constante entre los carromatos ahuyenta toda incertidumbre.
Las mazas golpean en la cabeza de los clavos y en lo que ya no existe.
Antes de que se afile el horizonte con la piedra de la tarde,
se alza el coloso efímero.
—No parece buen terreno —le digo al jefe de pista.
Me mira con indiferencia y se encoge de hombros.
(Del poemario Circo)
Carteles
Al principio estabas tú, indefinida, sin rostro apenas,
en los carteles que anunciaban la función en la ciudad.
Después tu nombre y tu cara se fundieron con las vigas
que sostienen esta carpa descolorida que es mi historia;
y así pasaste al otro lado de ese espejo
que distorsiona los sueños para soportar los relojes.
Hoy estoy confuso y no sé si soy el espectáculo
o el espectador.
(Del poemario Circo)
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