lunes, 25 de abril de 2016

JAVIER TABOADA [18.516]


Javier Taboada 

(Ciudad de México, 1982), es maestro por letras clásicas por la UNAM y actualmente imparte la materia historia de la literatura en la escuela de la SOGEM. Poemas de botica es su primer poemario publicado por La cuadrilla de la langosta.






Poemas de botica
 Ediciones La Cuadrilla de la Langosta, México, 2014.


Visión
 
Aquí
las rameras
            se canonizan en nueve meses
el diente de oro
es tatuaje de honor por las migajas
y el rito de la madre
es zumbarse al niño
y llevarlo a la escuela
cubriendo el látigo del marido.
 
Los boticarios
son los nuevos curas
que redimen
por menos de un tostón.
 
La borracha canta
soy la Magdalena
revolcada en mierda
            hay viejos oraculares
            héroes y padrotes

y hasta los boxeadores rezan
que con la Virgen basta
y la piedra sosiega.

Aquí
la camisa de fuerza
espera por la señal de la cruz.

 


Crac

Un joven de quince años
pidió un gotero de cristal
para bajarle a su bebé la temperatura
 
            Mejor uno de plástico
            que el vidrio es peligroso
            si el niño tiene dientes.
 
No lo quiebra no lo rompe.
Y besó la cruz
que hizo con los dedos.
            Fui por su jarabe.
y me dejó hablando solo
con la medicina.
 
Nunca había visto a un tipo tan flaco

 

*

 

La piedra
el fumado
            en papel
            en lata de refresco
            o gotero de cristal
es un tizón de sesenta pesos
            llaga que arde viva
            entre labios y garganta.

Hay que jalarle duro
            fumarse hasta las burbujas
            oír el crac de la piedra
y sentir como pega en putiza.

 

*

 

Pasadas las diez de la noche
chupando la mugre de las uñas
            por si algo sobra
los muchachos del crac
            ángeles de cera sobre una flama
salen a la calle
con todas las palabras
            en la manguera de la lengua
el sexo de fuera y erecto.
 
El barrio cierra sus ventanas
            tapia sus puertas
porque los muchachos del crac
            aúllan
y se rascan para quitarse los piojos
            que inundan su piel
                       pues es mejor dejarla en carne viva
            a que se la coman los gusanos
 
Los muchachos del crac
            ejército de cadáveres sin camisa
pubertas embarazadas
caminan a ninguna parte
juegan volados o rayuela
cantan bajo la pequeña luz del encendedor
y miran de reojo buscando el cuchillo.
 
Luego caen
uno por uno
bajo los dedos del alba

 

*

 

Al abrirse las puertas del metro
los muchachos del crac yacen en el piso
                       como pan de hongos
                                   arcada de ebrio
                                   viejo que chupó el diablo.

 

 

Juanito
 
Nadie sabe que soy un súper héroe.
 
Piensan que estoy loco
pero en las noches vuelo
            aunque todavía
no aprendo bien
y me azoto en la banqueta.
 
De día
enjuago los carros
que llevan a los reyes actuales.
 
Mas luego oscurece
            y no sé quién
le sube el switch
a mis rosas eléctricas.
 
Ahí me da por encimarme.
            los calzones
            la capa
mis botas negras de hule
y entonces VUELO
por la quijada brillante
del burro
la tripa de cristal
que se hace rollo
y se alarga.

Eso que dicen
            que es la epilepsia.

Y con mi lengua
en la banqueta
me quedo dormido
            como una coca de vidrio
vacía de la furia del mar.



Un poeta en la botica


POR ALEJANDRO TOLEDO 
Desde que conversé con Javier Taboada (Ciudad de México, 1982) sobre el proyecto de su libro, en el salón de profesores de la Escuela de Escritores de la Sogem en donde nos encontramos lunes a lunes a la espera de nuestra clase de las siete de la noche (él imparte historia de la literatura y yo narrativa hispanoamericana), desde entonces, decía, me interesó la idea literaria de ubicar un poemario en el espacio de una botica. Supe, además, que él había sido dependiente de ese negocio, lo que me remitió a una experiencia de juventud, cuando trabajé en una joyería de la calle Brasil. Aunque de giros distintos, en botica y joyería las labores son similares; se trabaja de lunes a sábado y la paga es semanal. La rutina impone sus condiciones. Leo:

Colgarse de la cadena y subir la cortina.
Cuando entra muy duro el sol
bajar los toldos con el gancho.
Barrer la calle. Barrer la entrada.

¡Justo lo que yo hacía en la joyería Midas! Esos comercios son pequeños universos en los que uno pasa días, semanas, meses enteros. Ahí ocurre todo. Recuerdo a un anciano que me mostró un anillo desmontable, y me retó a armarlo. Creo que me dio dos o tres días para hacerlo; era como esos juegos de habilidades que se venden en los mercados, aunque un poco más sofisticado. Había que superponer tres arillos engarzados y ajustarlos, sin forzar nada, en su acomodo natural, hasta dibujar un nudo. El hombre me visitaba a cada rato y preguntaba cómo iba el reto. El premio sería quedarme con el anillo. Mientras tanto, me contaba su vida: que había trabajado en el Banco de México diseñando billetes hasta que lo jubilaron… Cuando cumplí el reto, le tembló la quijada. Me dijo que daría instrucciones para que a su muerte me entregaran el anillo y se fue. Llevaba uno de esos bastones terapéuticos que se convierten en sillas; según él, era el inventor de ese aparato. Quizá alucinaba un poco, mas era simpático. No lo volví a ver.
Había también una anciana que nos surtía de libros esotéricos… En la joyería aprendí a decir esto: “Si le agrada algo se lo mostramos sin compromiso”.
El libro de Javier Taboada actuó en mí, en parte, como la magdalena mojada en te de tila de Proust. Por un lado, leía en él lo que me había ocurrido a mí, con una experiencia similar o paralela: botica o joyería como hábitat, lo que ocurre adentro, lo que pasa en los alrededores, con un vistazo al vecindario, en un caso el llamado Centro Histórico de la Ciudad de México y en el otro la colonia Guerrero.
Un recuerdo muy claro convertido en poemario: de eso se trata, dirían Shakespeare y Tomás Segovia. Con una curiosa consistencia narrativa. Alguien, con otras búsquedas, podría armar con él un buen cuento, una novela o hasta un filme, con este principio: el muchacho que llega a la botica y en ese curioso encierro de puertas abiertas empieza a entender de qué se trata la vida. Es un argumento quizá adaptable pero el germen de todo está en los versos, que en su concentración y sencillez cuentan y cantan la historia acaso del modo más adecuado para ello. Imaginarla en otros géneros, literarios o hasta cinematográficos, no implica que se haya errado en la elección del verso, sino que ahí, potencialmente, como en comprimidos poemáticos, está, para decirlo en palabras de botica, la sustancia activa de la historia.
En la nitidez del recuerdo está su mayor nobleza. El sitio de la poesía tiene una dirección postal exacta: Zarco 151, casi esquina con Camelia. Y un nombre: la Farmacia del Doctor Medina, personaje que dejó el negocio y convirtió al siguiente propietario en una suerte de sombra o fantasma, heredando el nombre y su pasado, en una cadena sucesoria:

Aunque claramente
no era el mismo que el original
le decían Dr. Medina
porque el barrio no aceptaba ver la diferencia:
            al nuevo doctor le fueron traspasados
                      como en los bolsillos de una bata vieja
normas saberes
y tal vez la fortuna
que nos impone un carnet ajeno.

Supongo que el tamiz poético convirtió la farmacia en botica. No es lo mismo Poemas de farmacia que Poemas de botica. El término, además, me lleva a Yonville, el pequeño pueblo normando de la ficción al que viajan Charles y Emma Bovary en la novela de Flaubert. Charles es médico y tiene como rival a un boticario, monsieur Homais, a veces más acertado en sus diagnósticos que el propio doctor Bovary. En la botica de Homais hay frascos peligrosos, con el signo de la calavera, que es de donde se surtirá Emma cuando sus crisis la lleven al suicidio. Esa calavera precautoria y amenazante está en Madame Bovary y en Poemas de la botica.
Un poemario con ubicación geográfica específica, con personajes como el ciego Olivares o la borracha del barrio, y unos versos no muy estirados que aceptan el acompañamiento de letras de bolero o tango, o que se asoman curiosos al gimnasio vecino, el Atlas, fábrica de boxeadores… Un poemario escrito en las entrañas del barrio: el dependiente toma su lugar tras el mostrador, como si se tratara de una butaca, y observa. Un poemario singular, lleno de vida.



Cantos primero y final del ciego Olivares

I

Por caridad de Dios
caridad.
Por caridad de Dios
limosna       ca    ri     dad.

Señor dueño de perro
        cuidado con su perro
no lo saque sin correa.

Señor o señora
              señora o señorita
busque usted en su bolsillo
a ver si encuentra
              aunque sea
un billetito con reintegro.

Por caridad de Dios
caridad.
Por caridad de Dios
limosna    ca    ri    dad.

Aquí       su amigo
Guillermo Olivares Suárez
con las mejores
melodías y tangos
de la equis       eee       doble u.

El Sol requema
       la arena
y tu amor
me quema el alma
morena
ay    te    quie    ro
mo   re    na lin   da
dá dara    rí
dá dara    rí
dá dara    rí rarará.

Esta parte va chiflada
         pero yo no chiflo
porque estoy chimuelo.
en la voz
del barítono de Argel.

Piedad            piedad
para el que     sufre
piedad            piedad
para el que    llo    ra
un poco de calor
en nuestras    vidas
y una              poca de luz
en nuestra aurora
del músico     poeta
Agustín Lara.

Aquí
Guillermo Olivares Suárez
quien le cantara
limosna    caridad
en tranvías y camiones
de la Ciudad de México.

Preso recluso
en la Crujía E
                  de Lecumberri.

Que trabajara
en el Banco Capitalizador del Ahorro
         el Roble de la Capitalización
         plazos a provecho
         y a cincuentaiséis días
allá por el año cincuenta.

Por caridad de Dios
caridad.
Por caridad de Dios
limosna    ca    ri    dad.




II

Por caridad de Dios
caridad.
Por caridad de Dios
limosna    ca    ri    dad.

Señor Higinio Sobera de la Flor
         el Pelón Sobera
que matara a Hortensia López
y luego la violara
en la carretera a Toluca.

Señor Paco Sierra    ingeniero Arellano
que mandaran en avión a sus obreros
con una bomba entre las alas.

Señor Gregorio Cárdenas
           Goyo Cárdenas
estrangulador de Tacuba
que enterrara a las putas en su jardín
para resucitarlas.
Puta no es
la que coge y cobra
sino la que        tiene
el alma emputecida.

Piedad    piedad
para el que sufre
piedad    piedad
para el que chi    lla.

Señora Toña la Negra
         señora Toña la Negra
usted nunca traía calzones.

Señor Silvestre Méndez
         señor Silvestre Méndez
vaya usted a darle
sus caricias de amor
a su chingada madre.

Por caridad de Dios
caridad.
Por caridad de Dios
limosna     ca    ri    dad.

Aquí
Guillermo Olivares Suárez
afuera de la farmacia
Doctor Medina
de la esquina de Zarco    strit
en la colonia                   Guerrero
in Mecsico                      City.

No señor    yo no veo.
No nací así.
Nomás que los guardias
me azotaron
hasta dejarme ciego
dá dara    rí
dá dara    rí
dá dara    rí rarará.

La mercería se chamuscaba
el sol requema
         mi alma
y tu amor me quema
         la arena    la arena
olía a puerco quemado
a cochino como los chinos
que son chales.

Por caridad de Dios
caridad.
Por caridad de Dios
limosna      ca    ri    dad.

                                   CALACA
Aquí su amigo
Guillermo Olivares Suárez
con las mejores
melodías y tangos
de las                         CALACAS.

Emilio Tuero              CALACA
Agustín Lara              CALACA
el señor Vilchis          CALACA
Goyo Cárdenas          CALACA
el negro apestoso
y las putas                  CALACAS.

Y la chale
y la chale
y yo quién sabe
y yo quién sabe…

Descanse en paz
         descanse en paz
descanse en paz
         descanse en paz
descanse en paz
         descanse en paz.

Saludos a mi tío Chucho
                            que  lo hace.

Aquí
pidiendo luz en el día
                                  y claridad desde las sombras
por caridad de Dios
caridad.
Por caridad de Dios
limosna    ca    ri    dad.

Bueno pues
            vamos a contar.
Un pesito    dos
Okey     orrait    correcto.

Muy agradecido    muy agradecido
muy agradecido.
Joven Javier    por ahí
¿qué hora tiene?

Cuarto para las diez
señor Olivares.

Ah    caray.
Está bueno.

Oiga
         luego nos miramos
pues mañana no vengo
         porque me toca baño
ahí en los Baños Diana
                  y no me baño
desde el día de la Bandera.

 





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