viernes, 11 de septiembre de 2015

ALFREDO HERRERA FLORES [17.044] Poeta de Perú




Alfredo Herrera Flores

(Lampa, Puno, Perú   1965)
Radica en Arequipa, donde estudió Periodismo y Literatura y comenzó su trayectoria intelectual, publicando desde 1986 artículos de opinión y cultura en el diario El Pueblo y su primer libro, "Etapas del viento y de las mieses".

Como periodista fue editor general del diario "Arequipa al Día", editor de política e información internacional del diario "Presencia", de La Paz, Bolivia, además de corresponsal de diversos medios de comunicación nacionales y extranjeros. 

Su interés por la defensa de los derechos humanos lo llevó a trabajar en la Defensoría del Pueblo de Arequipa y luego fue designado como primer Representante del Defensor del Pueblo en Puno, entre los años 2001 y 2003. Antes, en 1996, ejerció como director regional del gobierno regional de Puno. 

En la actualidad se dedica a la actividad privada empresarial en los campos de la educación y la televisión, a través de una entidad de capacitación ciudadana (Coordinadora de comunicación y desarrollo ciudadano, Aporte), una institución educativa (I. E. O. Indira Gandhi) y una canal de televisión (CDM Canal 12), además de seguir publicando artículos de opinión en política, comunicación, cultura y literatura en diversos diarios y revistas nacionales y extranjeros.

En el ámbito de la literatura, poemas suyos fueron publicados en Alemania, en 1988, que luego integraron su libro "Recital de poesía" (Arequipa, 1990). En 1995 publicó "Elogio de la Nostalgia" (Lluvia editores, Lima) con prólogo de Pablo Guevara y en 1996 "Montaña de jade" (Ediciones Copé, Lima) libro con el que ganó la Bienal de Poesía Premio Copé de 1995.

Seis años después, en el año 2002, publicó "Mares" (Lago sagrado editores, Lima), y en el 2006 se publicó "Rosario a las seis" (cuento), en el libro "Historia del Jabón y los cuentos finalistas de la Bienal de Cuento Premio Copé 2005" (Ediciones Copé, Lima 2005).

Es hasta el momento el único autor puneño en ganar el prestigioso Premio Copé, en el que varios narradores y poetas puneños han sido finalistas y obtenido menciones honrosas.

Su obra aparece en diferentes antologías, entre las que se destacan "Poesía del Siglo XX", de Ricardo Gonzales Vigil (Ediciones Copé, 2 tomos, Lima, 2000); "Poesía Viva" (México, 2005) con ocasión de la feria del libro de Guadalajara; "Antología comentada de la literatura puneña", de Feliciano Padilla; "Personajes puneños", de René Calcín; "10 años de literatura puneña", de Jorge Flores Aybar; "Antología de la poesía puneña", de Omar Aramayo, entre otros.

Ha sido ponente en diversos congresos y encuentros sobre literatura, periodismo y derechos humanos, tanto en el país como en el extranjero. Trabajos suyos aparecen también en diversas publicaciones literarias y culturales, impresas y electrónicas.


Se lo puede contactar a través de: alfherreraflores@yahoo.es







CORDILLERA

¿Puedes decir en voz alta
el nombre correcto de cada cordillera
mientras cambian nuestros rasgos
entre luces y nubes?

Derek Walcott



ÚNICA VISIÓN:

Única visión:
-Había demorado tanto para decirlo.

La palabra exacta, el único camino,
La humareda que se disipa
Y el cielo que palidece; agua que precede a la lágrima y
Mar que observa, todo cabe en la embriagadora mirada de la altura.

Sin memoria, sin rastro de la distancia,
El esplendor de su perfil es un grito desenfrenado.





BOSQUE DE PIEDRA

Bosque de piedra, nieve y desamparo,
Erguida como una esperanza,
Alta como una señal escandalosa;
Mar de polvo acumulado, siglos acumulados, 
Extendida de abajo hacia arriba, extensa, desesperada;
Sombra de un invisible fuego perpetuo,
Horizonte sin forma que se afana en esparcir su nombre
Alargando una mano entera que toca cielo y tierra, norte y sur.

Esa es mi mano que allana el espacio prohibido,
El momento preciso en que tiembla la tierra
Y se arruga hasta hacerse un puño, como un corazón de cartulina.






¿ES ESTE OTRO MAR,

¿Es este otro mar, otro bosque,
Sombra invisible, un animal dormido, manantial de sangre, un entrechocar de Sables, una ráfaga de balas, voz acallada, rincón de la nostalgia?
¿Es este el lugar donde yace el cuerpo de mi
hermano desaparecido?

Aparecidas, silenciosas, allí estuvieron siempre,
Escondiendo nuestros abrazos,
Erguidas y soberbias las altas montañas,
Las más altas más blancas, frías,
En una sola fila, una junto a la otra, la otra detrás de la siguiente,
Como si avanzaran:
Enamoradas.





SON DIOSES

Son dioses, son demonios, unen y dividen.
Las montañas van desde el suelo al cielo, de un horizonte a otro, 
Como un tiempo largo y lo dominan todo,
Su poder es de hielo, nieve y truenos,
Su poder es el silencio.





HAY UN MUNDO

Hay un mundo que gira a su alrededor, 
Otro que divaga.
Las altas montañas huelen a retama y alcohol, 
Inamovibles tienen los ojos rojos y el cielo blanco.
El tiempo se derrite por sus costados, pero en calma sobreviven,
Suspendidas, sobre un fondo azul,
Entre el polvo y las constelaciones.




NEGRAS Y BLANCAS

Negras y blancas, sus filudas crestas rasgan el cielo,
Ocultan al sol. 
A veces braman como el mar y desatan su furia con pocas palabras.
Las montañas, esbeltas como una candela de ofrenda,
Van de una luna a otra, de una estrella a otra,
De una mirada a otra, hasta el alba.





MÁS ALLÁ DE LA TRAGEDIA

Más allá de la tragedia y el espanto, el abismo que las separa
Del mar y la fascinación, las montañas recorren su propio camino,
Altas y amargas van al sacrificio,
Embrujadas,
Delirando en un insomnio perpetuo.
Así van, con paso sencillo de procesión,
En una sola dirección van las poderosas a estrellarse contra el cielo,
A despedazarse contra las mariposas.




MIRA PUES TANTA MARAVILLA

Mira pues tanta maravilla que cabe en mis manos.

Arrepentidas, las iluminadas avanzan en silencio
Hasta perderse, alucinadas,
Allá, en la memoria.

Inmensas, todas,
Las montañas enrumban
Hacia el olvido.




HACIA DÓNDE MIRAN

Hacia dónde miran las montañas, altivas, soberbias, orgullosas,
Altas como manos levantadas, erguidas,
Gargantas abiertas, brazos extendidos, frente blanca, 
Fiebre de piedra. Cordillera:
Sus ojos de piedra observan todo,
Sus oídos de piedra nos escuchan,
Sus narices de piedra nos reconocen,
Sus manos de piedra convierten todo en polvo,
Su corazón de piedra sufre y llora, 
Su piel de piedra nos cobija,
Sus pies de piedra no avanzan, 
Sus bocas de piedra vomitan oro.





ALLÁ VAN

Allá van, las andinas, sin nombres,
Anónimas y celebradas.

Salkantay, Tolima, Huandoy, Huascarán, Chimborazo,
Llullaillaco, Aconcagua, Misti,
Ancohuma, Cotopaxi, Tungurahua, Chachani,
Illampu, Sajama, Sangay, Coropuna, Illimani, Sabancaya.

Volcanes, picos, nevados, montañas, elevaciones,
Van -mar solidificado, cordillera-,
Sembrando el terror entre las aves, espantando las nubes,
Deshaciendo el destino, ajenas al suspiro de las flores que asoman 
En sus rendijas. Van sin mirar atrás, ni adelante, a ningún lado apuntan sus Ojos ciegos y van aquellas, aunque jamás vistas sí sentidas, 
Ocultando las estrellas con sus cabelleras de luz, deshaciendo el tiempo.

Advierte el aire
La furia desde lejos:
Llega el invierno.




¿QUÉ PAUSA

¿Qué pausa será transformada en flor
Desde la imperfecta forma de sus contornos?

Sin ninguna duda aguardan la abolición de la nostalgia
-Como parece ser su voluntad-:
Un deseo cercano a la felicidad.
No es la destrucción de la belleza lo que pasa por sus mentes de agua,
Es su propia destrucción.

Prenda de luz, no
Guarda su propia sombra,
Malos presagios.





ÍDOLOS

Ídolos, dioses,
Apus inmortales,
Santuarios, cementerios, nidos, madrigueras,
Roca y piedra,
Flor perpetua de aire y nieve,
Bosque petrificado, puerta de aire para el aire,
Cordillera,
Tu nombre no es más delicado que el colibrí que te habita.





LAS SÍLABAS DE TUS NOMBRES

Las sílabas de tus nombres infinitos, de infinitos nombres,
Son cascadas de agua, dispersas, únicas,
Lagos, arroyos, lagunas, ojos de agua,
Suenan como un río desbordado.

Aparecen y desaparecen.

Vienen de lejos
Con avisos, adioses
Que llegan: tiempo.





MÍRALAS

Míralas, se mueven,
Oscuras y obstinadas las montañas,
Frías y duras en la cima,
Abiertas y acogedoras en la sima.
Desfilan de sur a norte, hacia oriente y occidente,
Envueltas en fuego.

Furiosamente se inventan
En cada trozo de piedra, roca o arena,
Espina o tronco,
Y a cada segundo, minuto o siglo,
Aparecen y desaparecen, las malditas.

Era cuestión de tiempo, Cordillera,
Te debo el iris claro con que se embriaga mi violento corazón.




Mares *

Nada se conoce
de nuestros amores

Ariwara Narijira (825 – 880)
(De “La amada que huyó”)



El mar tiene ojos para ver. Le han crecido en las crestas dos pupilas sin tregua. No renuncia a sus sueños ni olvida palabras. Viejo mar de mirada entera. A veces trae un murmullo que en la playa revienta en un alboroto de aves.
Escribiré como aquel que retorna al mar con una canción en las manos dispuesto a ofrecer su alma al exilio. Volveré la mirada a viejas historias. En silencio recordaré nuestros breves paseos, la solitaria alameda.
Megube ** , mira cuántas letras de tu nombre tiene el mar.



Mar de toda edad. Más extenso que la nostalgia. Que tiembla, rebosa de amor. Frágil de manos, que se estremece. Tierno. Infinito de belleza.
Encontrarás el alba en tu almohada y retornarás tirando tu pelo a la espalda. No debo atreverme al mar que tiene tus ojos, tu lunar, tu lengua.
Ahora que el viento desordena las sombras y el tiempo se ensaña contra los recuerdos, ahora que delicadamente se retira el mar, mi corazón irá a morir en la arena, entre algas y cangrejos desesperados. Ofreceré mi cuerpo a los dioses como he ofrecido la otra mejilla a mi mujer.
Megube, para ti invento una historia invisible.



Mar que permanece. Despliega su perfume sobre las infinitas playas. Mar que va y viene con su canción para la luna. Se extiende. Recoge las palabras. Los gemidos. Las promesas.
Mis brazos se prolongan. Mis manos se extienden. Intención de ver – oír – tocar. A tientas se hunden en la arena hasta descubrir que desde esta orilla el mar es una frágil línea cuyo brillo corta el cuerpo a la altura del corazón.
Megube, tu mirada dice que un relámpago ha quebrado tu corazón.



Mar desordenado. Es posible que no exista ni pueda tocar esto y lo otro (lo que la mujer virgen deja a la deriva con las caricias). Sobre la materia ondulante navega un reflejo de sangre. Mar de la intensidad. Inventa la geometría del agua y la sal desbordando una alegría jamás conocida.
Es mi propia muerte lo que ofrezco. Mis pasos y mi cabeza con sus sílabas completas. El sueño en que sueño que te poseo, con tus sombras y tus días.
Megube, no es memoria ni rosa la voz con que intento una victoria. No es mentira ni bala la mirada con que me apuro a inventarte.



Mar invitado. Inventado. Al que hay que respetar y alimentar con nuestros cuerpos. Bajo su techo verde – azul – gris sobrevive una fiesta. Mar nocturno. Recorre una y otra vez la orilla buscando la otra margen.
Se entristece la madrugada.
Quedo ausente, con mi muerte, mi retorno al mar, sin tu nombre. Mis manos crecen hasta tocar el extraño laberinto de tu mirada – voz – aroma, la forma en que vives entre dos orillas.
Megube, sé que aún recorres las pocas calles que disfrutamos. El parque, los árboles cansados, la luz imprecisa.



Mar, palabra quieta. Cuerpo intenso que envejece. Mar de multitud. Isla de agua. Isla para ser – estar – ver. Isla en la tarde.
Nadie gana batallas sobre las olas ni bebe victorias de las manos ajenas.
Invisible mar, como la palabra.
El mar sabía que había que borrarlo todo. La violencia con que existimos.
Aquí mismo he visto crecer un jardín transparente, una pared donde tarde o temprano habremos de apoyarnos, sucios y desnudos, más solos que nunca.
Megube, la herida permanece. El poema cae distinto en tu regazo.



Mar. Como un espejismo sobre el horizonte se recorta el perfil impresionante de una mirada. 
Donde ya nada se toca, dicen, nace la vida. Es el sueño de los dioses. Sólo queda la línea intensa entre cielo y tiempo para el disfrute de los mortales. La certeza de una magia milenaria, infinita como un círculo.
Sorprende cómo entre tus aguas los solitarios buscan un vestigio de sus recuerdos, del amor.
Con el tiempo, entre voces y gestos, palabras y silencio, una mano escribe lo que la otra ve. Inventa un trazo. Florece. Una mano descubre lo que la otra toca a escondidas en un pacto inapelable con la soledad.
Megube, Náusicaa, Miranda, Arpita, nada te es irreal. Ojos intensos sobre un fondo cielo es lo que se sabe de ti. Esa es tu historia.



Mar, nacimiento del agua. Milagro y sorpresa. Muerte del agua. Levantar la vista para tocar la línea quebrada del cielo. Lejanía que se convierte en espejo donde se refleja el fuego permanente de los deseos.
Todas las olas son iguales.
Heladas se extienden frente a mi vista las malditas. Delgada luz, delgada sombra. El espíritu de la muerte acecha. Invisible bajo tu manto, mar.
En remotas islas he marcado los puntos cardinales con sangre virgen para que la soledad y los dioses no nos abandonen.
Megube, jovencita extraviada, recuperada por la memoria e inventada por el deseo, ninguna muerte, nacimiento u olvido te es ajeno.



Mar quieto. Eres una pausa. Dueño de tu mirada, tu cuerpo de noche – día. Iluminado por la luna – el sol.
Te he visto con un mismo vestido. En tus ojos se puede reconocer el alma de tus habitantes, el sonido de los metales, la extensión de un saludo, el secreto de la fantasía, las palabras de estas páginas inventadas para ti.
Megube,
         Diosa desconocida
                                      Mujer quieta
Transparente
                                               Nube
                            Aire
                                                                  Lágrima
Árbol
                                      Manantial
                                                                                     Memoria



Mar nocturno. Extraños son el lenguaje, la vestimenta, el movimiento cadencioso. La mirada penetrante.
En tus manos mis manos,
en tu mirada
la distancia, los mares.
Entre tarde y tarde mis palabras de agua resbalan por tu piel, intensa – distinta. Tocan tus hombros, tus senos, tu cintura, tu vientre y se introducen en tu cuerpo.
Megube, aún tengo el olor de tu cuerpo en mis manos.



Mar sin alma. Gigantesco rostro que perdura como una despedida. Sobrevive. Un espíritu aletea desde siempre sobre las aguas brillantes, pero los pájaros huyen del rumor de la muerte. Cada parpadeo. Cada pensamiento. Es un principio y un final. Un monumento de espuma se eleva en mitad del otoño. Mar incandescente, sin nombre.
Volver a nacer de tus entrañas. Entrar en tu templo de semen con los ojos cerrados y un lenguaje para inventarte.
De un soplo nace el espectacular retumbar de tus olas.
Megube, ya nada impide que te ofrezca esta maravilla.



Mar de abandono.
Detengo mi cuerpo en pleno viaje. Desde mi cabello hasta el guante. Me sorprendo en el siglo. Descanso mi alegría, mi propia vida, para tener las manos vacías.
Un cuerpo – un alma que descansa no es un jardín escondido. Es como un naufragio, dicen, que ignora el peligro.
Megube, nunca sabré del silencio tuyo. No veré más tus pupilas de hierba, tus senos tibios, tu boca de lluvia desatada, tu sonrisa que navega como un sueño arrastrado por el mar.





ESCENAS Y VISIONES ***



Diálogo

No se sabe
en qué momento se dicen
las primeras palabras de amor.
Sólo se dicen.

Él es aún joven
y fuerte
pero está sordo, ella
sigue recorriendo pasadizos y
salas ajenas, encorvada,
enfrentando el polvo y las telarañas.

Sentados en una banca
de cemento
ella le habla cerca del oído.
Un árbol les hace sombra.

Él adivina las palabras
que no oye
y acaricia a su mujer.



Canción de amor

Si pasas por
Copacabana
llévale este poema
a Rosa, y dile que el olvido
ha hecho presa
de mi memoria
y que lo mejor
que hay de ella en mi
es su segundo nombre.



El mapa de los sueños

Mi hijo aparece y 
reaparece
con un disfraz de pirata,
arrasa con los enemigos
y planta su estandarte en la arena
luego de conquistar el aire,
el país de las mariposas y los bosques de agua.

Es un héroe,
y aunque aún no sabe lo que es un reino
o una doncella
ha demostrado valentía y honor.

Vuelve,
ronda a sus hermanas
y emociona a su madre.
Provoca abordar su nave,
abortar mi nube.

Estaré seguro a su lado,
él corre con paso decidido,
no se pierde en el desierto de la sala
ni se extravía
en el laberinto del comedor.

Él lee
en su pequeña mano sabia
el mapa de los sueños.


* Mares es la primera parte del libro del mismo nombre, finalista de la Bienal de Poesía Premio Copé, del año 2001.
** Megube, hija de la imaginación y el recuerdo, es una divinidad expulsada del paraíso y condenada a confundir su belleza con la del mar, lo que para los humanos es una bendición. Hay presencia oriental, el poema 10 (Mar nocturno…) tiene un hayku desde el verso 5, por ejemplo.
*** Poemas pertenecientes al libro “El mapa de los sueños”











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