Salma Jadra al-Yayyusi
(Nacida en 1918), investigadora, profesora y poetisa de origen palestino-libanés, afincada en EEUU tras viajar por diversos países como esposa de un diplomático jordano. Sus obras en prosa o verso reflejan la tragedia de Palestina, pero dejó de escribir poesía tras la Guerra de Junio de 1967, para dedicarse a la divulgación científica de la literatura árabe.
En unos poemas evoca a los refugiados de su propia familia, desposeídos de lo suyo por la ocupación, como refleja al inicio de “Sin raíces”:
El timbre restalló alto y alarmante.
Luego, esa voz persistente y triste:
“Manda tu ayuda hacia Oriente,
que todos tus tíos se han convertido en refugiados”.
Lancé un hondo suspiro, muy angustiada por ellos.
Luego envié a mis tíos ropas
que había apilado para los mendigos,
pasas que había comprado y no comeríamos,
pegajosas piastras sin tintineo ni brillo,
lágrimas, lágrimas, lágrimas y un gemido.
Desde ese día no doy mis piastras a ningún mendigo,
porque se han convertido en refugiados mis primos
(Boullata, 1982: 131).
En “Elegía a los mártires” muestra a un tiempo la tristeza por quienes dieron su vida por Palestina y el orgullo por su generosidad, pidiendo a su hermosa tierra que los recuerde; en “Tras la marea” se duele del desastre de Palestina; y en “El 5 de junio de 1968” explica cómo ella murió para la poesía tras el desastre de la guerra de 1967:
El pasado Junio rompió la última vena en mi corazón.
¿Has oído algo acerca de mi muerte?
¿Algo acerca de mi desconcertante funeral?
¡La farsa es que los muertos son anunciados
mientras sufren en la calle, sepultados!
¡Desearía que el ataúd pudiera desaparecer
como los sueños de juventud!
¿Has oído algo acerca de mi muerte?
¿De esa copa de víboras,
de esa muerte en amor con la muerte?
Sí, lo has oído:
tu enterrador me vio enterrada
cuando ellos le pusieron a mi lado (Jayyusi, 1992: 187).
En unos fragmentos de “Tras la marea” se duele del desastre de Palestina:
¿Quién sembrará paciencia en este suelo de dolores
y amainará los fuegos en pleno desastre?
¿Quién secará el amargo llanto del corazón,
y salmodiará aleluyas al oído de las madres sin hijos?
¿Quién dará nuevos sueños al pobre? (…)
¿Quién podrá sacudir látigos de castigo ante el invasor?
(Mz. Montávez, 1970: 57-58).
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