JOSÉ JOAQUÍN BENEGASI Y LUJÁN
José Joaquín Benegasi y Luján, (1707-1770).
Escritor español. Nació en Madrid. Hijo de Francisco Benegasi, cuyos versos humorísticos fueron incluidos por su hijo en el libro Poesías líricas y joco-serias, 1743. También escribió vidas de santos en verso, como la Vida de san Benito de Palermo, 1750, o la Vida de san Dámaso, 1752. Escribió obras de teatro como: La campana de descansar, El amor casamentero y El ingeniero apurado.
El hijo del poeta y entremesista de Arenas de San Pedro Don Francisco Benegasi y Luján (1659-h. 1743) nació en Madrid, el 12 de abril de 1707; fue bautizado en la parroquia de San Sebastián el 24 del mismo mes.
Cayetano Alberto de la Barrera escribe sobre su formación:
“Recibió de don Francisco, su padre, una educación esmerada y piadosa, a la cual se prestó bien su natural capacidad y correspondió su indole dulce, humilde y apacible.
Heredé el mayorazgo y los señoríos de su casa, pero sin duda ya bastante menguados y empeñados con las prodigalidades y contratiempos de su padre”.
Aunque heredó los señoríos de Terreros y Valdeloshielos, y fue regidor perpetuo de Loja, vivió, efectivamente, con penuria. Participó en los círculos literarios madrileños contaminados de popularismo y epígonos de un conceptismo abaratado: F. Monsagrati y Escobar, F. Scoti Fernández de Córdoba, José Villarroel, Diego de Torres Villarroel, el marques de la Olmeda, el marqués de Avellaneda..., eran sus contertulios.
Tras matrimoniar dos veces, vistió el hábito de agustino en 1763. Falleció en el Real Hospital de San Antonio Abad, de Madrid, el 18 de abril de 1770.
Testimonio de sus estrecheces es el poema y su circunstancia contada por el mismo escritor:
“Habiéndose el autor puesto de hábitos, con el fin deque se dudase menos su vocación al sacerdocio y faltándole después gran parte de su renta para poder cómodamente costear la dispensación para ordenarse, hizo, ponderando el infeliz estado, de su estado indefinible, este SONETO
Sólo por dispensar la bigamia
cien doblones me piden, que no tengo,
con que a la iglesia yo, ni voy ni vengo;
y mucho de bayetas todo el día:
Entrar en religión bueno seria,
pero al mirar mi chico me detengo;
y en darle curador jamás convengo,
pues con el curador enfermaría.
Casar tercera vez, fuera locura,
vestirme de seglar, también lo fuera,
ser sacristán sin voz, es cosa dura.
Pues si no he de casarme (aunque pudiera)
ni he de ser fraile, sacristán, ni cura.
¿no seria mejor que me muriera?”.
Sus obras manuscritas e impresas han sido inventariadas por Francisco Aguilar Piñal.
Poeta festivo, ingenioso a veces, prosaico en demasía, ha merecido, con todo, figurar en una antología de los líricos del siglo XVIII, al cuidado de John H. R. Polt, quien selecciona una estimable “Instrucción clara, aunque sucinta, para poder el que la observare parecer señor en pocos días, dictada por la experiencia, para el común desengaño. Se hallará este papel en la calle de los Majaderitos, y le da a luz un escribano que vive en la calle del Gato”. en redondillas, más un soneto que retrata el carácter franco de don José Joaquín y su ideal de vida moderada:
“Ser liberal, según las ocasiones,
favorecer al pobre desvalido,
proteger y gustar del entendido,
y no querer jamás adulaciones;
usar de las decentes diversiones,
estar siempre de libros prevenido,
resistir los harpones de Cupido,
sabiendo ser señor de sus pasiones;
no atender al mordaz y lisonjero,
ni proceder jamás con ligereza,
observa quien ser sabe caballero.
Esto debe apreciar, no la grandeza;
porque es mejor cabeza sin sombrero,
que no tener sombrero sin cabeza”
Acentuando este carácter independiente, se permitió escribir en el Prólogo a las Obras lyricas y joco-serias:
“He omitido buscar para esta obra Protector (o Mecenas) porque una casa Grande en una Dedicatoria, como no cabe, está que retienta; particular no la buscaría, por evitar el yerme precisado a la inmemorial práctica de tener que hablar de árboles genealógicos;porque ni gusto de troncos, ni de andarme por las ramas”.
Acertó mucha más en las piezas teatrales cortas como los bailes El ingenio apurado, El tiro a la discreción, El Papillote, La campana de descansar, El Amor casamentero; y en la Comedia (que no lo es) burlesca intitulada llámenla como quisieren.
Precisamente de El ingenio apurado, “baile entremesado” en el que intervienen el Ingenio, dos hombres, tres majas, un jácaro y un borracho, dice E. Cotarelo y Mori que “quizás sea esta la primera pieza en que aparezcan, si como parece estos juguetes son de la primera juventud del autor, las majas y el jácaro, que ya no es jaque, sino un pobre músico siempre esclavo de su guitarra y coplero a merced del gusto ajeno”.
En una acotación del baile se lee: “Salen las dos majas, y el jácaro, ellas con las mantillas terciadas (y la una con pandero) y él con una guitarra debajo del brazo)”.
Pero mi deseo es aludir brevemente a cierta obra dispersa: los poemas que dedicó Benegasi a la casa real, tarea en la que porfiaron multitud de versificadores y poetas de categoría, Nicolás y Leandro Fernández de Moratín incluidos.
A pesar de los propósitos sinceros de negarse al servilismo, la penuria económica convirtió a don José Joaquín en un empeñoso loador y en pedigüeño impenitente.
De 1760 conservamos dos composiciones:
“Descripción festiva de la entrada de Carlos III y Maria Amalia los días 13, 14, 15 y 19 de julio de 176O. Madrid, Miguel Escribano, 1760” y “Romance heroyco y Glossa de una quintilla que con el motivo de la justamente llorada pérdida de nuestra, augusta Soberana la Señora Doña Maria Amalia de Saxonia, escribía D..., Madrid, Manuel Martl, 1760’.
A la segunda esposa de Felipe V escribió:
“Respetuosa súplica, que a la Reina Madre Ntra. D’. Ysavel Farnesio hace en un Romance lírico Don Joseph Joachin de Venegasi y Luxán. Al Sr Marqués de Gamoneda dirigiendo por su mano a los pies de S. M. elpapel adjunto“.
En tal romance lírico no escasea el humor ni falta el guante:
Del Orden de Calatrava
fueron mi abuelo y mi padre.
¡Gran Cruz! Pero con la mía
parece de Monserrate.
Digo esto, por ser preciso
que quien te escriba o te hable
(no conociéndole) diga
si es Mendoza o si es Fernández.
Si me concedes piadosa
la gracia de que se mande
librarme algo, podré yo
de algo no bueno librarme.
Cuando en 1766 falleció doña Isabel de Farnesio, José Joaquín, con toda la hinchazón que se estilaba, publicó:
“LA AUGUSTA BELISA. Canción heroyca. en las (sic) que se refieren algunas glorias (pocas respecto las muchas que pudieran expresarse) de la Reyna Madre nuestra Señora (y Madre de todos por su piedad) la Señora D. Isabel Fernesio, dignísima de inmortal memoria”.
Ahora aparece el Infante Don Luis:
“Escribiála, y la consagra a los pies del Serenísimo señor Don Luis Antonio Jayme de Borbón, Infante de España (por mano del Excelentísimo señor Don Antonio Félix de Sylva, Conde de Fuenclara, del Real Orden de San Genaro, y Mayordomo Mayor de SA.) el más reverente, amante y rendido apasionado vassallo de nuestra amabilísima Soberana (que de Dios goza)”.
De la reina difunta dice en sextinas de arte mayor:
De la Gran Reyna, y Madre tan amada,
y como Madre, y Reyna tan llorada
canto las glorias, que los más no ignoran;
aunque ya no se cantan, que se lloran:
verdad, que en mi la verifico tanto,
que lloro más y más, aunque las canto.,.
El panegírico envuelve también a Don Luis:
Con nuestro siempre venerado Infante
en retiro y virtud vivió constante,
encontrando en su Bracero,
Hijo, Cortejo, Atlante, Compañero;
y aunque la Parca sus fortunas trunca,
afligida se vio que sola nunca”.
LA AUGUSTA BELISA va precedida de composiciones a destinatarios diversos y entre ellos:
Al Sermo. Señor Don Luis Antonio Jayme de Borbón, Infante de España. etc. “Amable Infante, en quien brillaron siempre prendas tan altas, y tan apreciables, que por cada una sola (¡qué harán todas!) no te faltará el itulo de amable.
Alaba la piedad filial de Don Luis, atento a su madre en el destierro de
La Granja:
Tú, que Augusta, venerada Reyna
Constante, fino (y mucho) acompañaste,
evitando tu dulce compañía
las que fueron amargas soledades.
Tú, que por esto mismo, conseguiste
que su Amito la Reyna te llamase,
probando en esto lo que te servia,
y lo mucho que quieres que la pagues.
Y aquí asoma lamano mendicante de nuestro poeta:
Aasi, Señor, huyendo al detenerme,
por huir de cuanto pueda molestarte,
te digo, que ese rasgo de mi Numen
espera de tus rasgos que le ampares...
Por Eduardo TEJERO ROBLEDO
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