JOSÉ TOMÁS LABARTHE CARDEMIL
Curicó. Chile.
José Tomás Labarthe Cardemil, dicta los cursos de Poesía Universal Contemporánea y Poesía Chilena Tradicional en la Universidad Autónoma de Chile. Es oriundo de Curicó, realizó estudios de periodismo en Santiago y cuenta con un Magister en Enseñanza de Literatura.
Ha publicado los poemarios:
-De Cierto Florido, Libros La Calabaza del Diablo, 2009
-“P” (Editorial Calabaza del Diablo, 2011)
-Canas Verdes, Mago Editores, 2013.
-Un Álbum de Poesía, de José Tomás Labarthe (POESÍA)y Antonia Isaacson (IMÁGENES), Pequeño Dios editores, 2015.
ELIGE
Se una hora ahora
una vida en vida
un pelado peludo
un afectado afectuoso
un tranquilo nervioso
un cubierto que cubra
una lámpara que ampare
Se una ballena que vaya llena de amor
Se una estación de servicio
un pase escolar
un dispensador indispensable
un predicador en práctica
un poeta en peota
un enfermo del corazón
Se una contra dicción
Se un desmedido
un desmedido, digo
que mida su desmesura
como la higuera midió la del higo
Luego se ese higo, o un cuesco, o una miga de pan
Se un amigo del pan, y el pan, que es pan
como el vino, que es vino, vendrá
Se bueno, por favor
Se un admirador confeso:
de Marcelo Bielsa
de Aslan
de Némer Ibn El Barud
Del guardia Pedro
de la Anita
y de la tía Quenita
Se un admirador secreto
Se el suspenso de un punto suspensivo…
Se un abrazo y da tu brazo a torcer
como una mayúscula
que parezca minúscula
como una minúscula
que crezca y crezca
Se tú y sacia tu sed de ser
haciendo tira la mentira
como Jesús, el vocalista de una banda de rock
hizo la cruz a la cruz
Se el comienzo de algo
el ante proyecto de algo
la idea vaga de algo
Se ese al que grita: !go!
y que ahora mismo
a cada instante
se convierte en aquel jugador de taca taca
que soñaba con saltar:
y salta
y salte
EL MAPA DEL OVILLO
Eres un ovillo itinerante, en íntimas direcciones, como el aroma del té
¿Ignoras que te enrollas con tu mirada
y que a tu paso siembras pelusas
y frágiles remolinos
y estelas plateadas son
la inocente aspiración de una hoja rosada de acacia?
Cada movimiento tuyo es la semilla
de una seminiña que pronto se hará mujer
Tenue huracán compuesto
de asteriscos y cereales
en la numeración tatuada
en el confín de tu falda
El tarot de tus gestos señala
que tu respuesta es la orfandad
en el mundo de las cosas
y tu pregunta
un lunar de nacimiento
que en mucho semeja el tambor de tus ojos
Hay signos ubicados en el centro de un círculo
que nos recuerdan lo distintivo de uno y otro
Recomiendo perseguir al primer gatito que cruces
O en su defecto, cerrar los ojos y observar
hasta dónde llegas cuando te devanas
De Cierto Florido de José Tomás Labarthe Cardemil: Poeta y Contrapoeta
¿QUÉ HAY DE CIERTO EN QUE LA POESÍA EXISTE?
Elogio al genio humilde de un poeta que floreció...
Por Erick Sven Pohlhammer
"Concentración es amor"
Leonardo da Vinci
"El punto de vista crea el objeto”
Ferdinand de Saussure
En los numerosos desiertos floridos de las páginas no numeradas del libro De Cierto Florido (editorial “La Calabaza del Diablo”) se ha manifestado un genuino milagro poético: es la voz lírica-antilírica-antilárica-lárica del ingeniero de puentes lingüísticos José Tomás Labarthe Cardemil.
“El poema ideal es la página en blanco” cantado hacia cien años ya por el poeta francés Stephan Mallarme, tan citado en la señera obra analista La Estructura de la Lírica Moderna; en ella su autor se la juega con esta otra afirmación categórica y definitiva: la poesía moderna empieza con un sutil desafío gentil mallarmeniano planteado en este verso “abolit bibelot de inanité sonore”, “bagatela abolida de inanidad sonora”. En lenguaje de Labarthe: que el poema sea, si bien no un desierto florido -eso no lo puede la poesía-, al menos y al más tenga algo de “cierto” en la abolición de las significaciones rutinarias de las palabras gastadas por el abuso de su uso pragmático, instrumental, referencial en definitiva.
La página en blanco roza la belleza silenciosa del universo (última noticia de la Física post cuántica presocrática). El libro que celebramos es un universo autónomo creativo al cubo multiplicado por un saludable amor desmesurado a las palabras que gira alrededor de otro amor de ensueño a cierto objeto de deseo no nombrado en todo el transcurso del sueño del viaje escritural-lector por este silencioso y áspero Cierto Florido entero (poema Tartamudeo Radiotaxiano):
Sueño que emprendo vuelo hasta decir babasta
Sueño que emprendes vuelo conmigo hasta decir ahora
Sueño que ruego que me beses las venas
como un títere que ha pendido juvenilmente de tus hilos
Como un títere que ha prendido juvenilmente de tus venas
sueño que me ruegas que te corte los hilos
Una de las mejores descripciones de Arte que he escuchado se la escuché una vez a mi profesor de estética de la Universidad Católica de Chile el año 1972 a las 8 de la mañana en el cooler de la gélida sala Gris 5 del Campus Oriente: el arte es un ejercicio de la libertad. Admirable el grado en que ejerce este uso, tan libre, en pasaje alguno degradado, esta sorprendente escritura neorromántica-urbano-creacionista que se cuestiona a sí misma de cuando en cuando:
Son problemas
los poemas
con ropa de más
Reaparece el viejo desafío de todo poesía aspirante a pura poesía ¿cómo se desnuda a un Buda sin caer en el desierto de la duda? ¿Metafísica pura? ¿Sin obstáculos puede volar el águila de la libertad? ¿De qué se viste el cacto en el desierto para quedar desnudo? ¿Quién des-nuda lo simbólico del todo y no muere de intemperie desértica sino la poesía? O desde una antropología de la expresión existencialista ¿Puede un artista ser-en-el-mundo-sin-estar-en-el mundo creando arte? (sea lo que sea que entiendan ustedes por eso). Importa y no:
Leer es correr /pero con los ojos
O el poemita También:
Son crucifijos
Los clavos que sacan a otros clavos
Poesía asaz, veloz, audaz, simpática. Tiene el ritmo del pleito en que la Roja de Todos, guiada por Marcelo Bielsa, venció a Dinamarka 2-1 en Europa y a Argentina una pepa a cero en el Nacional. No apta para académico famélico ratón de ano de dec-ano lento de párpado apernado al sueldo de fin de mes.
Todo poeta auténtico impone un escalofrío nuevo. Y a la vez no inventa nada nuevo. Este pasaje pudo ser escrito por Pablo de Rokha, por ejemplo. Del poema Lost and Found Message:
Me da pena pensar que tú no me extrañas, que tú no te extrañas, que tú no nos extrañas/
Me dan ganas de maldecir, de hecho, maldición, y me acuerda un poema de Bertoni
que algún día te leí en el rincón más alto de mi cama, poema que se sigue llamando:
Soñar no cuesta nada / Pero soñar sí cuesta y ahora te transcribo la cuenta:
Me sube el ánimo esta escritura automática. Me dan ganas de ponerme a bailar. Hasta que se acabe el mundo. Que es un sueño. Hasta que se acabe el sueño del mundo desértico en que vivimos (el oasis está adentro bailando en cada aliento). Me dan ganas de subirme a la punta del álamo más alto de Sudamérica y ponerme a dar alaridos de angustiosa felicidad poética: ¡en el desierto de la era industrial ha crecido hasta ser canto un gran poeta nuevo! ¡el cacto suave que orilla el oasis!
No importa que la cabeza entienda poco. Somos corazón o no somos nada. Que el corazón vibre con todas sus trescientas cuerdas de arpa inmarcesible; que la razón, por el momento, contemple, desde la sala de espera de la cima de la duna la majestad simple de la limpia puesta del sol en la página en blanco del horizonte emocionante.
Todo cabe en un espejo ilimitado. El libro como amplitud de conciencia sin fronteras. La página en blanco extendida hasta los cuatroscientos vientos y más. Mucho más. No hay límites que atajen al lenguaje. El lenguaje es libertad hecha fonética. Asociación libre, psicoanálisis (el diván es gratuito), Zen: la iluminación es la afluencia transitoria (lean “Zen y Psicoanálisis, dos charlas”: una de D.T. Suzuki y otra de Erich Fromm).
No cabe duda: De Cierto Florido es Arte de Amar.
Léanlo, Reléanlo. Disfrútenlo. Llórenlo. Grítenlo. ¡Es un cuerpo vivo de sílabas con ojos de niño corriendo al parque a jugar con las manos del viento inalcanzable!
No lo siento. Lo celebro. Así lo siente el yo que en mi yo yo habita bailando y bailando las 24 horas de oro del diamante del día que no pasa. Porque si algo muestra, enseña, y nunca se ensaña, conmigo, lector inocente, inocente: no weón (la ingenuidad lenta es arena de otro desierto aquí). Así leo-veo-creo-recreo: De Cierto Florido.
¿Qué hay de cierto que Chile es país de poetas? Parece que sí. Otra maravilla que me deja la guitarra eléctrica del no ser vibrando. Este poeta es un Joe Satriani de los juegos profundos y superficiales de palabras.
Lector querido, no se tome jamás un armonyl (poemita Zapatillas):
Leer es correr / pero con los ojos
Deporte al yo con ojo es todo arte intuitivo inteligente amoroso caliente con la frialdad de los braseros de las casas de las amadas que se fueron en busca de otras galaxias. Sin nervio nadie se relaja en el poema, tan simple como cool y verdadero urbano, Primavera:
Ayer caminaba por Macul con Dublé Almeyda
Y había una mujer llorando
y es segundo día que la veo así
con sus ojos achubascados
Entonces yo también tengo alergia, le dije
pero ella dijo que lo de ella no era alergia
a lo que yo dije que sí, que lo era
y luego le regalé un alfajor
En la poesía antigua un alfajor en el verso era impensable. Pero desde Cátulo, William Carlos Williams, Vicente Huidobro, Pablo de Rokha. Nicanor Parra, etc., todo cabe en el poema -no hay palabras santas ni putas- sí la belleza está en el ojo del contemplador y se acabó, que lo cierto de lo incierto hable por sí sólo :
Otro secreto de la naturaleza
Del gallo la gallardía
del sol el día y la sol edad
del hombre la palabrería
en la fe el misterio
y la felicidad
Ultimo secreto de la naturaleza
Con
cen
tra
ción
Reseña a “P” de José Tomás Labarthe:
La Poesía en su estado lúdico
Por Rodolfo de los Reyes
En algún momento de los ires y venires por la región del Maule conocí a José Tomás Labarthe, escarbando en la siempre frágil memoria, me parece que en un recital poético en la Casa Central de la Universidad de Talca, en la capital regional, con motivo de la presentación de la Antología del Bicentenario, “Poetas del Maule”, donde nuestro amigo por un tema generacional no alcanza a ser incluido al igual que otros vates. Desde ese momento la poesía fue motivo de encuentros y conversaciones en distintos lugares. Así conocí su primer libro publicado, “De Cierto Florido”, nótese el juego de palabras, que ya hacía alusión a una poesía entroncada con las vanguardias surrealistas y dadaístas, con la doble significación del lenguaje en su significado y en su imagen gráfica. Ese libro se poblaba de caligramas y la intervención de los soportes, notorio era el poema “parchecurita” con la existencia de la vendita sanitaria en sus páginas. Así este poeta de aspecto y origen francés al juzgar por su apellido y su apariencia gala, introducía su obra en la herencia vanguardista del surrealismo, dadaísmo, que por cierto son los antepasados de esta nueva poesía arrojada a la des-construcción del lenguaje y al uso de los soportes y la retórica irreverente, cáustica, irónica, mordaz, todos adjetivos propios de la Antipoesia parriana, que tantos brotes ha germinado en los nuevos poetas chilenos.
Así de esa primera entrega, José Tomás Labarthe, hombre culto y perenne hacedor de talleres de escritura creativa en cuanto escenario haya o encuentre en la pequeña provincia nos entrega y presenta “P” (Editorial Calabaza del Diablo, 2011) su segundo libro, ya presentado en los círculos “culturales” de Santiago de Chile. Lo primero que llama la atención al igual que el primer libro, es la bella y cuidada edición de su ejemplar. Un texto que por hechura e imagen no le envidia a ninguna publicación terrena. Segundo observamos un trabajo abundante, de muchos poemas, cuyo sentido poético, a mi juicio, es la natural continuación del primero, con una poesía “abstracta”, “subjetiva” en su sentido y dimensión, donde nuevamente los soportes y los códigos ocultos dentro de la palabra, transforman la poesía en una meta lírica, en que el hablante poético juega con las palabras y busca la comunión de los signos y los símbolos en ese ritual arcaico y prestigioso que llamamos poemas.
Desde luego que hay una apuesta visual en lo inmediato, de sonido y de significado, donde el humor, la imagen, la ironía y el desliz de la irreverencia existencial dejan huella en su libro. Ya si título puede ser una provocación, una tomada de juego al lector, su nombre “P”, ¿P de qué? De Puta, de Perro, de Palabra, de obscenidad, etc. Los dibujos infantiles, los poemas minimalistas con los discursos del Yo, las cavilaciones oníricas y absurdas del poeta, sus ventanas a la realidad pueblerina y futbolera, el acervo local y geográfico, la historia familiar y la observación mundana, todo ello mezclado en un amasijo escritural, donde los caligramas, las fotografías, las sumas y restas, los planos, los gráficos, los elementos de la realidad, a modo de mosaico, construyen y des-construyen el universo cultural e intercultural de nuestro poeta, cuyo océano de palabras le dan aliento a este poemario de difícil olvido y presente lectura, como un trabajo lírico que enaltece nuestra provincia y su larga tradición de poetas de talla nacional.
Así invito a leer “P”, como quién toma un café una noche de tormenta, con la satisfacción de estar seco y a salvo de la lluvia.
SOBRE EL DEMONIO DE LA LETRA
Canas Verdes (2013), de José Tomás Labarthe, Mago editores.
Por Luis Herrera Vásquez
En una conversación con Juan Andrés Piña el año noventa, Nicanor Parra señalaba que antes de irrumpir con Poemas & Antipoemas el año cincuenta y cuatro, lo que llamaba su atención, sobre todo leyendo La Antología de poesía chilena nueva, era por qué los poetas hablaban de una manera y porqué la gente lo hacía de otra. A Parra le parecía que ahí había gato encerrado, que lo natural, por supuesto, era que los poetas hablaran como habla la gente, es decir: había que expresarse en la lengua de la tribu.
Esa lengua de la tribu sobrevive en Canas verdes del poeta José Tomás Labarthe.
“Aún lo recuerdo en ese cerro de La Reina
Una tarde que me raptó para una importante misión secreta,
Un supuesto pacto de confianza que debía
por siempre
permanecer guardado entre él y yo.
Y para sellar el trato realizó un acto de pantomima
-mi iniciación en el mundo de la ilusión-:
Con una mano cogió el dedo gordo de la otra
Y tras un pase extraordinario el dedo gordo desapareció”.
Sin metáforas accesorias, sin imaginerías lingüísticas barrocas, el poeta nos sitúa en un tiempo y espacio mínimo y secreto. Íntimo. Propio. Identificable por cada uno de nosotros, porque repercute en nuestro propio lenguaje como una experiencia que puede también estar alojada en nuestros recuerdos. Si bien es cierto, los poemas son variopintos, cada uno de ellos busca con precisión detenerse en un punto mínimo: un comentario en la calle, acordar un reencuentro, un proyecto efímero, una frase que surge al voleo desde lo más recóndito del animal salvaje que es la letra:
“Perdón Gato Tom
Mi amante tiene
Lo que tú no”
Otro:
“Se
Busca
Mujer peligrosa
Como alfiler
Lanzado al aire”
Otro:
“Fue un segundo:
Recordé tu sonrisa
Y me quemé la lengua con la sopa”
En el juego de rescatar la sensación nula, el sentimiento breve, el significado impronunciable, Labarthe se alinea en un tránsito que ha ido desde un Huidobro que ha buscado “crear” con el lenguaje, un Parra que ha rescatado el lenguaje de la tribu, un Lihn que ha cuestionado el lenguaje, un Lira que ha pop-articulado el lenguaje, hasta ubicarse en una vereda cercana a un Bertoni que, desde el haikú japonés, busca captar lo mínimo de la rutina. Una rutina en ocasiones sorpresiva, en otras, aterradora. Una rutina que en su propia cotidianeidad, nos presenta los fragmentos concisos de ese relámpago del que hablaba Heidegger, pensando en Hölderlin.
“la lengua
Quiere rozarte y lamerte
Como al cerrar el sobre
La carta”
¿Dónde se esconde ese relámpago? ¿En la lengua o en la carta? Lo que recrea el lector, ¿Dónde se guarda? ¿Junto a la palabra “lengua” o junto a la palabra “sobre”?
Aquella extraña sensación de desasosiego que surge ante versos como los expuestos se manifiesta de manera repentina, incalculable e intangible. Un relámpago, insisto, en nombre de Heidegger. Algo que se escribe como una luz, algo que se ve y no se ve, algo que ocurre, pero nunca es presente: cuando surge la conciencia del poema, el poema ya se ha ido. Y ese camino tan bien trazado por Bertoni o Lihn, es recorrido por Labarthe.
Vuelvo a Lira. Vuelvo a la ironía pop, al artefacto industrial, a la performance:
“Finalmente los poetos
-siempre en posición fetal-
Cogen sus pulmones
Y los desenrollan
Y se los cuelgan encima
Como cinturones de seguridad”
Otro:
“ Sopla el pito po árbitro
pero sóplalo despacito
No servís ni para peinarte
Uy ni pa peinarte
Loíno mamón”
En la intervención del objeto poco poético –cinturones de seguridad u otros- el poema recorre un abismo. Por un lado la supremacía del mundo de la tribu, por otro la banalización de la poesía. El límite, siempre difuso, entre un desarrollo poético o un error escritural, en la utilización de estas imágenes es lo que ha llevado a gran parte del escenario poético actual al fondo del despeñadero. Labarthe mantiene la sutileza, cuando el balón poético pareciera perderse por la línea de fondo, el hablante lo recoge y lo reincorpora al campo de juego. Más aún, el diálogo popular de un partido de provincia se transforma en un trabajo lírico enigmático, a la manera de Duchamp que toma el objeto cotidiano y lo instala en una galería de arte, el poeta toma el diálogo pobre, vulgar y lo instala en un marco celebratorio adquiriendo una magia que no podría tener en la galería.
Para finalizar, destacar que detrás de todo narrador puede haber un buen poeta, así como detrás del buen poeta Labarthe puede haber un gran narrador. Parte importante de Canas Verdes está escrito en un código narrativo. Sin distinción de géneros, el poeta hace de la narración un acto poético, en sintonía con el rescate casi fotográfico de los acontecimientos cotidianos, sea una biografía, sea una secreta misión, sea la casa de Jorge Teillier, el hablante tiñe las narraciones de relámpago, generando una cálida simbiosis entre la atención del relato y el brillo del poema.
UNA RENOVADA E INEXPLICABLE CONFIANZA EN LA PALABRA
“Un Álbum de Poesía”, de José Tomás Labarthe y Antonia Isaacson, Pequeño Dios editores, 2015.
Por Ana María Risco
* Fragmento de texto leído en la presentación del libro
Un Álbum de Poesía, de José Tomás Labarthe (poesía textual) y Antonia Isaacson (visualidad), se compone de cinco movimientos que son a su vez libros-en-el-libro. Dos álbumes de láminas, o colecciones de poemas que refieren al inicio de la poesía en una mítica escuela, llamada aquí “Universidad”; un librito de traducciones libres de poesía japonesa, un abecedario, y un libro de poemas finales llamado “Puntos ciegos”. Estas partes funcionan con cierta independencia, aunque hay ramas y cableríos que las unen propiciando una especie de recorrido que va precisamente de la rama vegetal, de aquel espacio arbóreo que oficia aquí como metáfora de una edad de oro de la poesía, a los cables, que cobran a lo largo del libro la forma de fibras nerviosas, maquínicas e industriales, que unen el poema a la urbe y lo automatizan.
Cada uno de esos cinco libros alojados en el libro propone formas específicas de diálogo entre la palabra ─el verso o prosa poética─ y una visualidad larvaria y tentativa, que a lo largo del recorrido se expresa por medio del trazo ─que circunscribe, bordea, explicita puntos de fuga reales o imaginarios o se licúa para asimilarse a extensiones de territorio o paisaje─; la mancha ─que se abre para transformarse en follaje, nubarrón o humareda, erupción volcánica, calcinamiento, carbonización o derrame─ y el punto ─que funda al ordenarse en tramas uniformes la tecnicidad de una imagen fotográfica, cuya aparición anuncia al interior del álbum las tempestades y los naufragios del cuerpo poético que arrecian hacia el final.
Fuera de los libros-en-el-libro hay ciertos gestos editoriales implicados en este álbum sobre los que no conviene pasar por alto si se quiere jugar el juego que propone: una página al inicio donde se encuentran impresas todas y cada una de sus doble páginas en miniatura, al modo de una extraña escritura vertical; índices al final de cada parte, a modo de una señalética retrospectiva; una nota conclusiva de cada tramo que contiene fragmentos de un pulido informe de lectura escrito por terceros. Este informe, puede presumirse, es el de los jurados del Fondart que evaluaron el libro, y la presencia de sus fragmentos repartidos entre las páginas hace entrar intempestivamente al álbum una dimensión de su recepción y circulación, efecto que se prolonga también sobre las solapas donde hay registros de una conversación por mail, sostenida por el autor conmigo que, siendo originalmente una discursividad exterior al texto, queda finalmente también tragada por su factura. Estas pequeñas y reiteradas transgresiones a la lógica del aparato-libro tradicional, son las que nos recuerdan durante la lectura, como decía antes, que estamos ante un libro, un libro diría ahora que es desbordado, sacado de sus casillas, por la energía del ejercicio poético que contiene.
Me detengo un momento para intentar referirme a esta energía, remitiéndome a algunas ocurrencias peregrinas que tuve tras la revisión de las primeras versiones. Decía yo en esa correspondencia, que los poemas verbovisuales me generaban la extraña sensación de estar al mismo tiempo ante un mundo orgánico, cíclico, vegetal como el de los primeros parajes de la escuela rural de la poesía y las voces estacionales del haiku, y otro mundo digital, entrecortado, inconexo, como el del lenguaje de la cultura urbana, el inconsciente y sus condensaciones y yuxtaposiciones maquinales.
Pensando más en estas observaciones frente al ejemplar impreso, pienso que algo vislumbraban sobre los giros diversos y a veces contrastantes del habla que se encuentran y entrechocan en la escritura de José Tomás para sacar una especie de chispa de la lengua cuyo efecto poético es consistente con el que surge del encuentro entre palabra y visualidad:
“Originalmente el poema es pura energía.
Es indispensable explorar / con una linterna encendida en flor
hasta encontrar sus gajos, sus adelantos.
Es Uno quien se deja capturar / y así Él se confía y se determina y se fija a sí mismo
un lenguaje raro y un número de serie inexacto” (se lee en pág. 31)
Mucho de lo que ocurre en el Álbum parece responder a la idea de que el poema existe en potencia antes que la lengua, que es palabra y significado pero también dibujo trazo y sonido, le haga lugar. Los lugares para el poema abiertos aquí se encuentran en territorios de alto tráfico, es decir, en medio de un cierto coloquialismo, donde se inaugura de pronto, por efecto de algún encuentro inesperado de palabras, un espacio de indeterminación espectacular. El lenguaje del poema de José Tomás se hunde en las versatilidades del verso buscando una especie de salida de quicio del habla, que vuelva a enhebrar lengua y sentido, produciendo un efecto liberador en las palabras y sus dibujos. El coloquialismo de este libro no es, sin embargo, antipoético. No busca bajar al poeta del olimpo, sino por el contrario, dispararlo hacia fuera del lugar donde las palabras reptan. No hay prosaísmo en el giro experimental de esta poesía, sino una inyección devota de imágenes nuevas en las palabras de siempre y para siempre.
Vuelvo entonces desde aquí a ese desborde del libro en el libro y de las palabras en la visualidad de la escritura. La poesía que hay en este ejercicio notable se pregunta también por los pasajes y transiciones que existen entre lo escrito y lo rasgado o pronunciado como huella o sonido gutural. Por eso hay tal vez en medio de él, una evocación, a través de la traducción licenciosa, a la poesía japonesa y especialmente a la delicadeza del haiku, cuyos tres versos rasgan la conciencia y el espacio visible como lo haría algún grito o garra animal. Buscar la poesía en la lengua es también volver al dibujo de la escritura y volver a sus latencias materiales, visuales y sonoras. Volver a esa superficie de inscripción, la superficie, la hoja blanca, maleable, manchable, dibujable, que en algún lugar de la historia cobró la forma de un códice, para interrogarla o para desarreglarla con un signo de interrogación.
En dicho empeño muy visible en esta producción, espejea renovado algo del proyecto poético de Juan Luis Martínez, quien con sobrada destreza jugó con las formas del libro y con las superficies de la página como un modo de asediar las fronteras materiales de la literatura antes de pronunciar su disolución. Me atrevería a decir que en la poesía que contiene este álbum, hay una renovada e inexplicable confianza en la palabra, que sobrevivió también en el proyecto de Martínez a pesar de todos sus apocalipsis y funerales. Algo de esta poesía entraña también una renovada confianza en el libro como una potencia transformadora de la realidad: el libro como el lugar de una revolución social y cultural en el lenguaje y como acceso a una forma radical de libertad. De hecho la imagen de una puerta, que es al mismo tiempo el ojo de una cerradura y una llave, imagen inscrita en varias de sus páginas, resulta ser en este álbum un sello y una clave de lectura:
“Las puertas portan los portes de las partes
los libros son la llave / abre y atraviesa hacia la Universidad de Poesía
el epicentro que genera tu crecimiento personal” (se lee en pág. 25)
Diré para terminar que hay también en estos juegos literarios con la institución poética y libresca un guiño sutil a las prácticas literarias que han hecho visible la disolución o indeterminación de la figura del autor. Si bien no encontramos desaparición o tachadura del nombre del autor entre los recursos visuales de este álbum ─que se cuida de no hacer obvia a ninguna de sus influencias─ nos encontramos aquí con una indeterminación de otra naturaleza. Si la poesía del álbum es una zona de tránsitos e intercambio de flujos entre lo verbal y lo visual, si en el libro, la palabra y la letra pulsan sus propios límites para insistir en una especie de principio poético que se asocia a los primeros juegos visual sonoros con la lengua, quién es el autor de este poemario: ¿José Tomás o Antonia? ¿José Tomás y Antonia en una especie de alianza que ocurre en tierra de nadie? ¿Una objetividad que acontece entre estos dos sujetos y por la que habla en primera persona la poesía?
Los dejo y me quedo con esas preguntas.
de un álbum de poesía
JUGUETES
cada quien custodiaba sus láminas
peor que a huesos de santo
preciándolas en el kiosco
a valor de mercado negro
asaltando cuando era necesario
al compañero insufrible y fastidioso
por saca pica o mamazán
dejándole el ojo en tinta china
sin derecho a colación
so pena de falsa acusación
en la inspectoría
dejada a la mano del querido Inspector
(un budista observante)
amante de los toque de queda y los malvaviscos
aunque una cosa, aparentemente, no tenga relación con la otra
abusábamos del pegamento, el scotch y la cola fría
pues en la vida no hay garantías, sólo improvisación
nuestro distintivo era un remolino en el pelo
¡si nos llevaban a la peluquería nos cortaban la inspiración!
desde entonces tengo un hipo del demonio
teníamos debilidad por los números impares
y las campanas... las campanas
no respetábamos ni a los mayores ni a las mayúsculas
anhelábamos confeccionar una poesía alejada de las grandes tiendas
un verso que no dependiera necesariamente del margen izquierdo:
libre y unisex, para poetas, para poetos
¿nuestra última voluntad?
tras esta vida, otra
hecha a imagen y semejanza de nuestros sueños
autopoiesis de un profesor particular
originalmente el poema es pura energía:
un huevo, aquel jinete azul
únicamente detectable por el radar de la percepción.
esa presencia es la pista a perseguir.
estos seres inorgánicos alojan en cavernas:
lugares temperamentados en lo íntimo
de los terminales nerviosos, o pensantes, o sintientes
produciendo sendos cortos circuitos amorosos.
aunque he visto algunos durmiendo bajo la lengua
y otros acampando entre la piel y los huesos.
es indispensable explorar
con una linterna encendida en flor
hasta encontrar sus gajos, sus adelantos.
es Uno el que se deja capturar
y así él se confía y se determina y se fija a sí mismo
un lenguaje raro y un número de serie inexacto.
y entonces comienza a precipitarse, el poema
hinchándose de la composición fundamental de sus elementos:
aire, agua, sangre, un cordón,
da unos golpecitos, unas pataditas
y la sustancia agarra cuerpo
en una embarazoza cocinería a fuego rápido
o más bien lento según las singularidades del proceso.
durante el experimento de este ejercicio
en numerosas ocasiones dificultoso
pero por lo general desafiante y placentero
no sería extraño que se adviertan
una serie de síntomas y alucinaciones, por ejemplo:
una cigüeña transportando una máquina de escribir en una bolsa de pan.
el aborto sería preguntarse
por su utilidad en el mundo de las cosas (no la tiene)
y la relación precio/calidad de su materia
mistral, idílica, inasible (salvo por una mano invisible).
casi finalmente el muy poema
se incorpora y estalla, se detona
pero de manera implosiva: eclosiona
y el poeto debe recoger y elegir
instantánea e instintivamente
de entre las partículas flotantes
la partícula madre de la composición.
para el nacimiento existe una solitaria oportunidad de suceder:
el poema se contiene por la gracia del poeto y a expensas de él
de lo contrario es rechazado por falta de flujo o negligencia.
de prosperar, sale hacia afuera impulsado, exclamado e involucrado
en semen o en lumen
o en un fotón
o en el trazo de una pluma
que genere cosquillas o sensaciones afines a un papel.
la alineación de sus piezas ultimará
la orden de ignición para su abandono uterino.
si el poema es la alienación de uno a la idea fuerza
reproducida en forma de avatar
su lugar en el universo será
un punto semejante a un lunar.
con el poema ya fuera, en absoluto nominal
al poeto le resta convertirse al anónimato:
una voz que nos invita a nunca doblegarnos
ante un problema de índole matemático-literario.
¿la fórmula exacta?
cruzar los ojos, aguantarse la respiración
y enroscar la lengua hasta besar el paladar
–el arte es un venado de la libertad–.
finalmente los poetos
siempre en posición fetal
cogen sus pulmones
y los desenrollan
y se los cuelgan encima como cinturones de seguridad
accediendo a una velocidad inconmensurable
a su última dimensión:
un punto, semejante a un lunar
que se encontró a sí mismo en una rueda,
energía pura –un huevo, aquel fantasma fugitivo–
con permiso: como podrán observar en vuestro radar
¡apareció un nuevo poema!
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