Alfonso Toledo Rojas
Alfonso Toledo Rojas (Chile, Limache ¿? - 1979). Poeta y periodista. Publicó, entre otros libros, “Corazones sedientos”, “Remanso en la plenitud” y “La orfandad del corazón”. Trabajó en los periódicos “La Opinión” de Valparaíso, “La Nación” de Santiago y “El Trabajo” de San Felipe. Fue conocido con el apodo de “el cojo Toledo”. En 1934 acusó a Pablo Neruda de plagiar su texto “Poema de fuego”. Fuente: “Alfonso Toledo Rojas”. Por Adolfo Simpson (El Mercurio de Valparaíso, 8 de septiembre de 1995).
Nuestros artistas: Alfonso Toledo Rojas
CRÍTICA APARECIDA EN LAS ÚLTIMAS NOTICIAS EL DÍA 06 - 11 - 1944. AUTOR: ANTONIO ACEVEDO HERNÁNDEZ
Es posible que muchos de los que leen estos espacios no hayan oído hablar de Alfonso Toledo Rojas, y que entre los valores artísticos chilenos piensen algunos consagrados o en camino de serlo que este muchacho no debe entrar en él. Pero yo veo las cosas de otra manera. Para mí Alfonso Toledo es un valor interesante, interesante a pesar de sus desbordes. No hay que olvidar que acusó de plagiario suyo a Neruda y que hubo quien lo apoyó con entusiasmo. También otro muchacho acusó a Eduardo Barrios de haber tomado uno de sus escritos “El niño que enloqueció de amor”. Se van tantas cosas…
Alfonso Toledo rojas ha sido periodista en “La Opinión Liberal” y “La Prensa”, de Limache, su tierra natal; después en “El Diario Ilustrado” y actualmente en “La Opinión” de Valparaíso, hace la página literaria.
Ha escrito versos y comedias, tiene un libro publicado y agotado y varios por publicar. Es un hombre estudioso y entusiasta, está donde puede aprender algo o cooperar en alguna forma.
Voy a tomar su vida desde el momento en que vino de su tierra natal a Santiago, para ser empleado público y tratar de manifestar en papel impreso sus pensamientos de poeta y prosista, desde cuando se dio cuenta de que no era tarea fácil introducirse en las letras chilenas que son, a veces, demasiado selectivas. Advirtió, además, otra cosa muy curiosa y que sigue existiendo. Aquí hay escritores consagrados que son centros de pequeños círculos que los siguen, los rodean, palpitan con sus ideas y suelen desear imitarlas. Estos grupos son enemigos entre sí y dan la sensación de que entre nosotros todos los escritores andan detrás de un amo. Toledo Rojas no pudo o no supo sumarse a estos grupos; pero como entre los que se sentían heridos con “la divina chispa”, como ha dicho un ironista, también podían formar un grupo juvenil, se unieron y formaron el “Círculo de Artes y Letras”, que tuvo por animador e inspirador a Pedro Sienna. Toledo Rojas era, tal vez, el más ferviente, ya que él fue también el que organizó el grupo. Debo recordar entre estos jóvenes a Mario Moreno Flores, que fue un poeta de verdad y que no logró que nadie fijara su atención en él. Este muchacho forma con muchos otros que vivieron, quisieron decir su verdad de belleza y no fueron oídos por nadie. Podría nombrar a muchos y asegurar que no eran inferiores a los que prevalecen. Estos persistieron, fueron hábiles, tuvieron relaciones, en fin… Los otros solo su corazón, su fe romántica en el arte que para ellos, casi al margen de la vida, era lo único hermoso, y así pasaron. Hasta un lenguaje especial tenía esta bohemia de veinte o más años atrás. Estos muchachos del “Círculo de Artes y Letras”, además del buen poeta Moreno Flores, contaron en sus filas a Augusto Santelices, que llegó a la notoriedad y que es considerado como un poeta; a Salvador Reyes, conocido y aplaudido por propios y ajenos; a Benjamín Morgado y Alberto Pérez Santana. El primero es un avanzado autor teatral y cuentista y con Santana formó en el famoso grupo de los “runrunistas”, con Andrade Marchant y Lara; a Julio Dell’Orto Prieto, que en unos juegos florales sacó de reina a Marta Brunet. También se vio pasar por ese Círculo a Diego Barros Ortiz, hoy autor consagrado y Capitán de Bandada de nuestra aviación. Fue, pues el Círculo fundado por Toledo Rojas de gran trayectoria, dio artistas indiscutibles. Toledo habla con fervor místico de Pedro Sienna, alma y voz del grupo.
Más tarde Toledo formó el “Cuadro Artístico Bohemia”, que contó en sus filas a Pepe Rojas, el gran actor nuestros; al barítono Orlando de la Vega, gran cantor de tangos y romantas y buen actor de teatro; a Heriberto Fiska, un muchacho de muy buena voz, que debió seguir el arte lírico y a varios muchachos amantes del arte escénico. Como se ve, la labor de la organización le da a Toledo Rojas la categoría suficiente para ser recordado y proclamado.
Debo recordar que también fue periodista en “La Hora” y que en Valparaíso, con Sergio Roberts fue el iniciador de los Salones de Otoño. En un Ateneo Popular también organizado por él, tuvo a Eduardo Chacón Lorca, uno de los buenos periodistas de otra época que dirigía “Teatro y Letras”, una bella revista de estas actividades, a Vicente Aguirre Errázuriz, autor de una “Epopeya de O’Higgins” magníficamente teatralizada que no encontró acogida en las direcciones de los teatros, lo que lo amargó y dejó de producir; a Fernando Martínez Monreal, poeta fuerte y hombre de gran cultura. Leyó trabajos, siendo niño, el poeta Julio Barrenechea, y también estuvo allí el Capitán Chiriboga, que produjo un buen ensayo intitulado “Quiero tener un hijo”.
Como se ve, la vida de Toledo Rojas es interesantísima; sus poemas y su prosa son claros; es hombre de ideas que marcha con el tiempo y ha sido un gran peleador a quien nada ha logrado amilanar. Hasta ha sabido llevar con dignidad su fracaso, cuando lo ha tenido. Un hombre como éste, sin duda, está destinado a prevalecer, y yo no dudo que un día Toledo sea uno de los consagrados de la literatura chilena.
En cuanto a parte cívica, debe anotarse que una vez fue condenado a dos años de cárcel que no cumplió por no ser habido, por el delito de decir discursos en contra de un dictador que mucho dio que hacer al país. Está en todas las filas donde se santifique la libertad y la cultura del ser humano. Sabe de la dignidad, y la expresa con hombría.
He aquí una silueta débil de la vida de Alfonso Toledo Rojas, soñador y artista casi al margen del arte y a quien nada ha intimidado y que, por su trayectoria, está condenado a morir de pie como un soldado.
Neruda, acusado de plagiario
CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 21 - 05 - 1933. AUTOR: RAFAEL CABRERA MÉNDEZ
Nadie ignora que los poetas, en casi todos lo países y tiempos, se han tratado tercamente. En Chile han exagerado un poco esta regla, y lo más tímido que de ellos se puede decir es que se tratan con franco descomedimiento.
Hemos visto –para acudir solo a un recuerdo- que cierto poeta nuestro ha bautizado a otro de “poeta vaca”, recordando así aquel dicterio de “vaca de escribir”, con que Nietzsche obsequió a una dama de letras. Pero no siempre las injurias que circulan en nuestra tierra tienen antecedentes tan ilustres. Los hay de una originalidad verdaderamente impresionante. Dudo, en efecto, de que en otra parte un poeta haya llamado “piojo” a otro poeta, lo cual cobra trascendencia de sanidad pública en periodos de tifus exantemático.
Sin embargo, quiero hoy informar de un suceso mucho menos inmoderado, el cual extrae su importancia de la significación excepcional del primer protagonista. Pablo Neruda ha sido acusado de plagiario.
Un joven poeta, el señor Rocco del Campo, escribió hace poco un comentario al último libro de Neruda, “El hondero entusiasta”, y dijo que este libro poseía valores originales.
¿Valores originales? Esto indignó a un colaborador de “La Prensa” de Limache, el señor Miguel Llarehna Canessa, quien a no mediar aquella declaración hubiera permanecido en silencio. Pero decir que Neruda es original y trae voces nuevas, resulta intolerable para el señor Llarehna. Saltó, pues, a la tribuna periodística y desde allí calificó a Rocco del Campo de ignorante y a Neruda de plagiario.
Al leer las titulares de la acusación, confieso que no experimenté la menor perplejidad. El que un poeta asemeje a otro no me ha parecido jamás vituperable. Si hay cuestión, esta reside, para mí, en las maneras y condiciones de la semejanza. Desde el principio del mundo, los poetas vienen repitiendo las mismas cosas esenciales, y sus categorías se definen por características de la actitud, por peculiaridades del lenguaje, a veces por simples matices.
Pero era interesante conocer el caso en sus detalles. Desde luego, ¿a quién había plagiado Neruda? ¿Con quién mostraba más estrechamente ese parentesco que une a todos los poetas? Era de suponer que Neruda hiciese una elección extraordinaria, distante, exótica. No en vano ha recorrido la mitad del mundo y se ha paseado por el suelo de la India montado en un elefante. Ha debido conocer poetas de quienes no tendremos tal vez noticias en toda la vida.
El señor Llarehna nos da una respuesta que, si halaga nuestro patriotismo, desvanece nuestras ilusiones. Neruda ha plagiado a don Alfonso Toledo Rojas, joven y conocido poeta de Limache a quien pudo encontrar a la vuelta de la esquina, sin necesidad de ir a Batavia.
Las pruebas del plagio están en dos poemas que no caben en el espacio de que dispongo. Pero puedo reproducir los rasgos más decisivos.
Ha dicho Neruda:
“Bésame, muérdeme
incéndiame, que yo vengo a la tierra
solo por el naufragio de mis ojos de macho
en el agua infinita de tus ojos de hembra”.
Y el señor Toledo Rojas había escrito:
“Déjame besarte el alma
con mis ansias locas
y con mis pasiones grandes.
Déjame besar tus ojos,
remanso sereno
de tus deseos hondos
aguas de melancolía
de mi pasión enorme”.
A mí no me sobrecoge la semejanza que el señor Llarehna cree percibir en estos versos. Pero quizás si para él mismo no es eso lo más importante. Lo importante es el gustazo de sentar a don Pablo Neruda en el banquillo.
Pues, señor Llarehna, no vamos a pelear. Ahí se lo dejo.
Era hijo del abogado Juan Fco.Toledo Cornejo, notario de Limache, y de Virginia Rojas Droguett.
ResponderEliminarR. Rojas: Buen dato. ¿Conoces si tiene parientes vivos en Limache? Me gusta su poesía y querría saber si alguien tiene sus libros. Saludos.
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