jueves, 12 de enero de 2017

GABRIEL ALEJANDRO REAL DE AZÚA [19.853]


Gabriel Alejandro Real de Azúa 

(1803-1889)
Es uno de los fabulistas más fecundos del siglo XIX. Nacido en Buenos Aires, de padre español, se traslada a Chile a causa de vicisitudes políticas, donde se educa. Viaja por Europa y por América y tiene ocasión de estudiar la literatura y conocer a eminentes escritores. Su género predilecto fue la fábula, de las que escribió más de doscientas, por lo que le dieron el nombre  “El Esopo americano”. Por lo general dichas fábulas son chistosas y ocurrentes, como la de “El sordo” que Carmen Bravo Villasante incluyó en la Antología, y en su brevedad sumamente ejemplares. Escribió también numerosas poesías y comedias, máximas y pensamientos morales. A su vez, me permito agregar una fábula más, “El águila, el león y el cordero”, extraída del libro “Fábulas – Antología de poetas americanos” – Susaeta/1978.

Poeta y dramaturgo argentino.

Autor de fábulas, máximas, pensamientos y comedias
Abandonó su patria siendo muy joven, en busca de alivio a sus males físicos y comenzó una larga peregrinación por América y Europa.

Libros publicados

1839 - Poesías diversas – París
1839 - Fábulas – París
1940 - Comedias – París
1846 - América poética – glosario – Valparaíso, Chile
1954 - Fábulas – segunda edición aumentada, Valparaíso, Chile 
1956 - Máximas y pensamientos diversos en prosa y verso



EL SORDO

Dijo un sordo: ¿por qué inventan
que es bullicioso el Cochino,
cuando tengo en la pocilga
seis que no meten ruido?
Mienten pues los que tal dicen
o bien un linaje mismo
no tienen todos los Cerdos,
pues son callados los míos.
Es de inferir que éstos eran
seis trompetas del Juicio,
que gruñir como verracos
supieron desde muy chicos.
¡Ved cual ciega el amor propio!
Lo que era falta de oído
en el sordo, él lo atribuía
a falta de sus vecinos.




EL TERMÓMETRO Y EL HOMBRE

Como entrasen tertulios, más de ciento,
de un rico al aposento,
donde encienden cigarros, chimenea,
y cada vela que arde es una tea,
el termómetro allí, por consiguiente,
subió mucho. Pues de esto un concurrente
combustión en la atmósfera concluye
que va a sobrevenir, se asusta y huye
sin pensar que tan súbita ocurrencia
de la misma reunión es consecuencia.

¿Por qué, a causas sencillas y triviales,
no atribuimos las cosas?
¿Para qué recurrir a portentosas
y sobrenaturales?
Lo que es somero y llano en el abismo
nos gusta contemplar, para que asombre.
¡Así forja un coco siempre el hombre!
¿Pero, el coco quién es...? El hombre mismo.




A UN INSIGNE EMBUSTERO

Es fénix desconocido,
tanto el crédito has perdido
por tu embuste y falsedad
que si llega á suceder
que recitando algún cuento,
digas ingenuo: " yo miento "
nadie te querrá creer.




RESPUESTA DE UN VEJETE

Dije á Beltran: á los viejos
no les conviene el amor;
retírate, lo mejor
es ver los toros de lejos.
Y él contestó: si el amor
es fuego, por conveniencia.
en esta edad de inclemencia.
busco que me dé calor.




LA CITA

Adela resistía Y Silvio importunaba,
Silvio que por Adela se abrasaba.
Pero al fin alcanzó con su porfía
que á su cita la cruda conviniera,
cuando cesase de alumbrar el día.
Puntual anduvo el tierno enamorado:
se asoma, nadie viene; en vano espera
al dueño idolatrado.
Mas no, ya por el soto la divisa
trayendo en su compaña cautamente
dos perros, la linterna y un sirviente,
y ahogándose de risa ;
de cuya burla Silvio avergonzado,
se fué á dormir por lo que había velado.





Muerte de Plinio el naturalista *

Cual docto observador infatigable,
El denso velo descorrer procura
Que las causas esconde de natura,
Y la hace en sus arcanos insondable.

¿Mas, qué se ha de ocultar a la admirable
Penetración de Plinio? Cosa oscura
No halla él; todo lo traza con pintura
Verdadera, sencilla, inimitable.

Pero ¡ay! Que sin piedad naturaleza
Castiga de su intérprete la audacia,
Que descubre y revela su grandeza;

Pues cuando del incendio el sabio quiere
Observar el fenómeno (¡oh desgracia!)
¡La llama le sofoca y Plinio muere!

* Cayo Plinio Segundo, llamado Plinio el Viejo (Como, 23-Pompeya, 79). Escritor. Comandante de caballería en la Germania, procurador en la Galia y en Hispania. Prefecto de la flota romana. Escribió una historia de las guerras germánicas, una historia general, un tratado de retórica y una monumental historia natural en 37 libros. Murió en Pompeya, a donde acudió a examinar de cerca la catastrófica erupción del Vesubio.



El águila, el león y el cordero. 

Un Águila real se subió a la cima de un áspero cerro. Y desde allí pudo ver que al pie de la cumbre el feroz León se hallaba durmiendo.

-Es grande, es hermoso -se dijo el Águila-. Me llegaré a conocerlo.

Y, con batir las alas, se posó en el prado. Despertó el León, irguió su melena y le saludó con acatamiento. Ella contestó al saludo y comenzaron una charla en la que ambos despreciaban a todos los demás animales del Universo. El León dijo:

-Nuestras dos especies han fundado imperios.

-Cierto, cierto… Vos en la tierra y yo en el cielo…

Un Corderito que estaba escuchando, listo para la carrera, tuvo el valor de encararse con ellos:

-No hay duda de que ambos sois monarcas excelsos. Pero el hurto y la rapiña son vuestros procedimientos. No querría poseer vuestra grandeza, amigos. El lustre y realce de más alto precio es el que uno adquiere por sí, siendo bueno, y no por la prosapia de sus abuelos.




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