viernes, 27 de enero de 2017

ALBERTO MOSTAJO [19.908]


ALBERTO MOSTAJO 

(Puno, Perú, 1896 – 1984)

Semanas atrás llegó a mis manos el libro: “Alberto Mostajo. Delirio y tragedia de un poeta vanguardista y metafísico” escrito por el prolífico José Luis Ayala (Huancané – Puno, 1942). Libro largamente esperado, tras haber seguido los rastros de Alberto Mostajo en Puno, luego en Lima recogiendo valiosos testimonios de los últimos sobrevivientes de aquella brillante generación de Orkopata. Largas visitas al Hospital Larco Herrera. En Arequipa a donde acudió para concluir una labor de largos años, entrevistando al hijo de Alberto Mostajo. Finalmente, José Luis Ayala nos entrega un documento valioso, una crónica desgarradora sobre los avatares del infortunado poeta puneño Alberto Mostajo, un fuera de serie, tan extraño como la tierra que lo vio nacer.

De 1900 a 1930 la cultura puneña experimenta su época más gloriosa. En ese periodo de tiempo surgen nombres insignes: José Antonio Encinas, Francisco Chukiwanka Ayulo, Telésforo Catacora, Manuel Z. Camacho, Eduardo Pineda Arce, Ezequiel Urviola, Federico More, Gamaliel Churata, Enrique Encinas, Alejandro Peralta, Emilio Romero, Dante Nava, Ernesto More, Emilio Vásquez, Luis de Rodrigo, Aurelio Martínez, Mateo Jaika, Emilio Armaza, Inocencio Mamani, Carlos Oquendo de Amat, Alberto Cuentas Zavala, entre muchos. La mayoría miembros y/o cercanos al grupo Orkopata. Pero entre todos, hubo uno que escapó al influjo del espíritu terrígena que caracterizó a la mayoría de los mencionados, fue un extraño solitario, un poeta filósofo, cuya biografía no puede leerse sin contener un nudo en la garganta. Logró publicar dos libros históricos: “Cosmos” en 1925 y el extraordinario “Canción Infinita” en 1928. Ambos poemarios de gran factura filosófica, deslumbrantes, en la línea de “Los dados eternos” de Vallejo. Cuando se aprestaba a madurar su obra anunciando un libro en prosa con un título altamente sugestivo para la época: “Rayos X”, le acometió una enfermedad que alteró su sistema nervioso (probablemente esquizofrenia) lo que desestabilizó la relación con sus parientes cercanos, los Mostajo en esa época eran grandes hacendados en Arequipa y Puno, quienes para deshacerse de una “amenaza” para la honra de la familia decidieron encerrarlo en un sanatorio para enfermos mentales, léase manicomio, en 1935, negándole incluso el derecho a su único hijo de llevar el apellido Mostajo para desheredarlo, apartándolo de su progenitor, y obligándolo a llevar una existencia desdichada. Así, apartado de su tierra, de su hijo, de su derecho de crear en libertad, Alberto Mostajo permaneció encerrado en el Hospital “Víctor Larco Herrera”, recibiendo tratos inhumanos, hasta el año 1982, ¡casi cincuenta años, toda una vida! Siendo rescatado por su hijo y llevado a Arequipa donde moriría dos años después.

Cuando se intenta entender esta tragedia sólo se llega a la triste conclusión que ser poeta y tener talento en el Perú equivale a morir en vida. La crítica nada ha dicho de la poesía de Alberto Mostajo. El desconocimiento que se tiene de su obra no justifica tamaña injusticia. Sucedió con Carlos Oquendo de Amat y Gamaliel Churata, hoy reconocidos tras largo batallar. Lo mismo deberá suceder con la obra lírica de Alberto Mostajo, el atormentado poeta que padeció ardores metafísicos contemplando el eterno azul del lago Titikaka en cuyas aguas se sumergió un buen día en que Wirakocha decidió acogerlo en el Olimpo andino, desde donde espera la hora del retorno.

José Luis Ayala le ha hecho justicia publicando este libro. Y desde aquí le hacemos llegar nuestro reconocimiento por tamaña labor.

Del bellísimo poemario “Canción infinita” (impreso en los talleres gráficos de la casa editora de José G. Herrera, en Puno. Año 1928) hemos seleccionado algunos poemas como muestra del talento de Alberto Mostajo:


I

Estoy de vuelta,
de muy lejos de la vida.
Traigo en mi alforja
un puñado de todas las cenizas.
He golpeado taciturno
los caminos sedientos de tragedia.
Poliforme trajín
de esa mecánica comercial.
Sombría oscilación de sueños.
Martilleo incesante de tumbas.
Todas las tintas ensayan
sus colores sobre los horizontes.

Un siniestro labrador
ha pasado tres veces
su arado sobre mi corazón.


II

Rompe al alba su cáscara de luz.
Amanece.
Sobre los campos, el Sol
derrama cántaros de vida.

Se abren las páginas
del libro indefinido.
Despierto saboreando
el pan amargo de los días.
Mágica danza de la suerte.
En mi cámara oscura
ronda la alquimia del enigma.

Todos los límites son pedazos
de mi axioma vencedor.


III

Una mano infinita
abre los candados de mi alma.
Salgo a pasear. Miro
y escucho por todos los lados.

Telepatía veloz de mi pasado.
Alguien murmura y cita
mi nombre en la lejanía.

Está demás. Venzo mi soledad
con el grito de mi alegría
desecho en ánforas musicales.
Ya la tarde muere ensangrentada
bajo la huella de mis ojos.

Sobre el eje del silencio
hago la pirámide
invisible de mis canciones.


IV

Nadie se asoma.
Todo enmudece
en los cuatro muros
de mi gabinete ultraterrestre.
Una onda de relámpagos
carboniza el velo de la noche.
Nadie se asoma.
En el escenario de mi yo
desfila el Mundo
con su procesión de heridas
y sus armas de cien filos.
Escarabajos incansables
del eterno panorama.
Todos ríen y todos lloran
en el vértigo errante
de una misma circulación.
Domador de alturas, apago
mi sed con cántaros de luz.


V

Perspectiva indecisa
de esta mañana vestida de azul.
Explosión de pájaros campestres.
El disfraz mendigo de las gentes
no cesa de manchar mis ojos
con tintas de color.
Ahora siento la voz de la vida,
más dura y desigual
que en el variado paisaje de ayer.
Tosca barricada de palabras
a mi gesto libertador.
A todas partes llevo
El mensaje triste y vagabundo
de mi eléctrica canción.
Cascada de estrellas
Sobre mis sienes
cansadas de pensar.
En el doblez quemante de mis huesos
tengo todavía las huellas
del grito de un convoy de pasajeros.

Fotogenia total de mi corazón.
Abro los puños para encerrar
las trágicas líneas de los caminos.


VI

Me encuentro solo.

El pastor de Cielos arranca
mis huesos de los muros de la Tierra.

Metafísica invencible de mi vuelo.
Las horas –arañas del enigma-
escarban la vida en los cuadrantes.

Puñados de tragedia trenzan
sus redes en los senderos.

Fuera del Mundo
despierta triunfante
la aurora de mis himnos.


VII

Minutos de sangre
en la callada estancia.
Arde el circuito
de mi angustia total.
En el calendario rojo de los días,
sólo soy dueño de mi pensamiento
y de mi larga órbita de viajero.
Surzo y enmiendo
los harapos de la existencia.
Veo distinto el cuadro de las cosas
y hasta la torre
de mi destierro viste traje nuevo.
Con el incendio de mis cantos
adivino mi nombre
en la línea quebrada de dolor.


IX

Despiertan mis ojos
con el deseo de un extraño dolor.
Radio viajero
de paisajes ignorados,
mientras las horas caminan
como locos cementerios.
Quito mi lámpara
del charco donde buscan luz
todas las pupilas.
Dinámica de mi alma
en el poliedro
giratorio de la existencia.
Tengo prendidas las manos
del tic-tac de los alientos;
respiración desigual
en alta torre sin peldaños.

Yo siento en mis nervios
el calor de un Sol que viaja
fuera de las distancias.


X

Ni una línea,
ni una vertical amiga
en el plano oscilante de mi soledad.
Espejo fugaz de la mañana.
Siento apenas las contorsiones
del esqueleto musical del recuerdo.
Cesa mi pluma de pintar
en el circo cotidiano de las orbes.
Tumbos de fuerza para la sed
vigilante de mis ansias.
Mágicos carteles del movimiento:
en el jalope de sus venas incrusto
las aristas pensantes de mi nombre.
En vano danza en mi cielo
el hechizo comercial de la esperanza.
Dialogando conmigo mismo,
simplifico el sentido de la Tierra
con la lente total de mi pensamiento.


XI

Estoy de viaje
cargando sobre mis hombros
al mendigo de la noche.
Centinela huraño
que parte en dos las maniobras
de mi sueño ultraterrestre.

Hoy, como nunca, trazo
mi ruta fuera de los sentidos.
Alguien trajina.
Es el cincel invisible
que taladra en el seno de la Tierra.
Alma de fuego que marcha
y piensa en todos los caminos.
Oigo sus campanadas victoriosas,
mientras la rueda de mis nervios
araña la escalera de los siglos.

Yo llevo mi canción
hacia un dominio donde jamás
se oyó la voz de los hombres.


XII

Zapateo el total de los seres.
Máscara poliforme
que siempre veo y desconozco.
Hoy la noche, más sola que nunca,
ha puesto sus ojos
en mi largo camino de luces.
Despido la visita paterna
de la muerte.
Balanza sin metro que marca
con fuego
este confuso carnaval de gritos.
Soy testigo de sus horas de lucha.
Alto vuelo victorioso
sobre las hélices
del movimiento universal.


XIII

Parto en dos el harapo
arrogante de las horas.
Me siento más fuerte
que nunca en este agitado
comercio de motores dispersos.

Campanas de mis puños
sobre los cuatro
girones crepusculares.
Herméticamente entierro
en los senos de la Tierra
el teclado incesante
de una larga correspondencia.
Interrogatorio quemante
de la noche enlutada.
Con espiral de imanes
escribo en la frente de la Vida
la mayúscula de mi nombre.

Extraño rondar de edades.
De mis entrañas arranco
una mágica hilera
de puñales pensantes.
Siento a las ruedas de mi credo
estrujar el esqueleto del hombre errante.


XIV

Miro lo ilimitado. Caminan mis ojos
a la estación de todos los viajeros.

Están cerradas las puertas.
Sed de desierto en los senderos.

En los cuatro puntos cardinales
está triste la materia
y visten luto las montañas.

Festín de voces en las alturas.

Entre cenizas, vivos y muertos
mezclan las migas de sus instintos.

Derramando siglos, pasta
el Tiempo… rebaños de Universos.



ALBERTO MOSTAJO: Delirio y tragedia de un poeta vanguardista y metafísico

Escribe: Jorge Flórez-Áybar 

El propósito de este artículo tiene un solo objetivo: Revalorar la poesía del poeta Alberto Mostajo. Y para este fin, contamos con el ensayo que acaba de publicar el escritor José Luis Ayala: Alberto Mostajo, delirio y tragedia de un poeta vanguardista y metafísico. Aunque el corpus poético es mínimo, pero es suficiente para concluir con perspectivas compartidas. Sin la menor duda, hay etapas muy importantes en la historia de nuestra región, algunas son fundacionales en el desarrollo cultural puneño. Por ejemplo. Esa maravillosa década del 20 al 30, donde el Grupo Orkopata convirtió a nuestra ciudad en la capital literaria del país, su participación fue decisiva. Sin duda, hubo escritores que la historia se encargó de reconocerlos y por eso se hallan en los altares de la literatura nacional. Pero hay también escritores que fueron sepultados y sus voces broncas reclamaban un espacio desde sus ataúdes. Una vez más, el investigador José Luis Ayala, con su pluma en ristre, acude al rescate y rescató al poeta Alberto Mostajo. Así como lo hizo, en otras oportunidades, con El Qolla de Mateo Jaika; Humus, Humano, Hombre de Jesús Cáceres Velásquez. Incluso, su obra de mayor trascendencia, la referida al poeta mayor, Carlos Oquendo de Amat, cuya obra, hasta entonces, no había sido sistematizada ni analizada.

José Luis Ayala reconstruye la biografía del poeta Alberto Mostajo. Usa fotografías, hace entrevistas, revisa archivos y artículos periodísticos, solicita opiniones y testimonios, etc. Por él, sabemos que el poeta Mostajo nació en Puno, el año de 1896; que estudió en la escuela fiscal 881, donde fue alumno del gran José Antonio Encinas Franco y que culminó la secundaria en el colegio Guadalupe de Lima. Sabemos también que sus relaciones en el entorno familiar no solo fueron tensas, sino violentas. Se caracteriza a un poeta al borde la locura, por eso aparece aislado, discriminado y maniatado en un hospital de Lima de por vida. Fue el diputado por Puno, Manuel E. Cordero, cuñado del poeta, quien se encargó de internarlo. Estuvo 39 años en el Hospital Larco Herrera. No se conoce producción alguna durante ese encierro. Después la familia quemó sus archivos personales. Todo parece indicar que se hacían los esfuerzos necesarios por borrar cualquier huella o indicio de su paso por la tierra.

Cuando cayó el libro entre mis manos, encontré las palabras iniciales del escritor Jorge Luis Roncal, quien manifiesta que “la publicación de Alberto Mostajo: Delirio y tragedia de un poeta vanguardista y metafísico, del escritor puneño José Luis Ayala, es algo más que un trabajo de rescate literario. Es un acto de amor y de justicia. Un rastro seguro en la contienda por la vida. Una flecha de luz en el espíritu cansino y acomodaticio de quienes han vendido por migajas la indispensable independencia crítica en el trabajo cultural de sello democrático y popular”.

Continuando con la lectura hasta llegar a la última hoja, se me ocurre que mi comentario podría abordar dos aspectos: El prólogo de Canción Infinita y mis puntos de vista sobre la poesía de ambos poemarios: Cosmos (1925) y Canción Infinita (1928). En el prólogo, Alberto Mostajo esgrime tres ideas que convendría ponerlas sobre el tapete. Por un lado, se declara partidario de la libertad de expresión artística y poética, cuestiona los moldes europeos. En segundo lugar, manifiesta que no hubo un poeta auténtico en América, pese a que Vallejo ya había editado Los Heraldos Negros (1919) y Trilce (1923) donde Vallejo rompe las cadenas del lenguaje literario y se enfrenta a la estética formal. Finalmente, Mostajo arremete contra las ideas filosóficas de José Ortega y Gasset, planteadas en La Deshumanización del Arte, libro de gran influencia en la estética de vanguardia en Europa. Algo más, “La influencia de Ortega y Gasset en la cultura española posterior a 1898 es grande. Ningún escritor ha gravitado como él en la conciencia y en el arte de España en lo que va del siglo XX. Fue un animador y un estimulante de dicha cultura, y dirigió y orientó, a través de la Revista de Occidente, la labor intelectual de España en los últimos decenios. Fue el introductor de las modernas ideas filosóficas alemanas en España, y el que alentó a los escritores jóvenes posteriores a la Generación del 98 (Salinas, Guillén, García Lorca, Jarnes, Espina, etc.).” (Estrella Gutiérrez, 1965:592-593). A este monstruo del pensamiento europeo, Alberto Mostajo le hizo reparos, lo calificó como carente de valor intrínseco para adquirir el relieve de doctrina (p.54). Esta trilogía ideológica es harto discutible. Posiblemente, en el contexto que vivió el poeta, jugó papel importante el tiempo y el espacio donde se desenvolvió.

Para enfocar la poesía de Alberto Mostajo convendría contextualizar la década del 20 al 30. Si la influencia en nuestro medio venía desde B. Aires, entonces nos preguntamos: ¿qué es lo que estaba ocurriendo en los predios literarios en la Argentina? Por un lado, los modernistas llegaban a su fin y consideraban hasta más allá de esos límites a Rubén Darío como el sumo pontífice y por eso expresaban, que “él era entonces para nosotros, atónitos catecúmenos, como una especia de árbol familiar a cuya sombra nos cobijamos espontáneamente”. Pero la época de mayor trascendencia fue la década de 1920 a 1930. Los movimientos de vanguardia europeos llegaban con fuerza. Aparecen en la Argentina innumerables revistas literarias: Caras y Caretas, Ideas, Nosotros, Prisma, Proa, Inicial, etc. Todas tuvieron una orientación estético-filosófica y humanística. Y estas llegaron a Puno. Y el Grupo Orkopata y todos los escritores de ese entonces, incluido Mostajo, crecieron bajo esa influencia.

Sin embargo, la creación poética en nuestra región tuvo sus diferencias. El Grupo Orkopata tuvo un propósito: Descolonizar la creación literaria a partir de sus raíces. Entre tanto, lo nos no agrupados: Mostajo, Oquendo, J. Alberto Cuentas Z. Dante Nava, etc. Rompían esquemas a su estilo e imagen, dejando de lado las formas poéticas europeas. Eran más libres. El poeta Mostajo dirá:

Estoy de viaje
cargando sobre mis hombros
al mendigo de la noche.

O en este otro:

Oigo sus campanadas
mientras la rueda de mis nervios
araña la escalera de los siglos.

Da la impresión de que Mostajo Hubiera leído intensamente a Vallejo, pero, no. No conoció a César Vallejo Mendoza. Conoció más bien, al Cantor de América, José Santos Chocano, a ese que exclamaba: Si Walt Whitman tiene el norte, en cambio, yo tengo el sur.

El poeta Ayala nos dice que “Mostajo vivió entre la ciudad y el campo, en Chapa, Capachica y Puno. Su poesía traduce el mundo rural y sus apasionadas lecturas de astronomía y filosofía”. (p.27). El problema radica en que yo no encuentro esa interacción entre las culturas que se dan en el medio rural o citadino. Revisé los poemas y pude encontrar algo cercano a mi búsqueda:

Un siniestro labrador
ha pasado tres veces
su arado sobre mi corazón.

Son versos que no expresan los propósitos de mi enfoque. En todo caso, ¿cómo se da la alteridad en esa época? Rolena Adorno nos dice que la alteridad es una creación que permite establecer y fijar las fronteras de la identidad.

Leamos otro de sus poemas:

Una mano infinita
abre los candados de mi alma.
salgo a pasear. Miro
y escucho por todos los lados.

Telepatía veloz de mi pasado.
Alguien murmura y cita
mi nombre en la lejanía.

Está demás. Venzo mi soledad
con el grito de mi alegría
desecho en ánforas musicales.
ya la tarde muere ensangrentada
bajo la huella de mis ojos.

Sobre el eje del silencio
hago la pirámide
invisible de mis canciones.

Si leemos los poemas de Alejandro Peralta o los de Luis de Rodrigo encontraremos la diferencia que buscamos. Esa diferencia marcará el contenido ideológico. Pero un lector avezado preguntará: ¿cuál es la construcción cultural de Alberto Mostajo? Ayala nos dice: No tenemos sus libros que la prensa anuncia: Cosmos y Canción Infinita, de ser así, es casi imposible esa reconstrucción, de ahí que sentaremos nuestra posición con cierta cautela. Pero sabemos también que es hijo de hacendados, que estuvo cerca de la Tea y al Boletín Titikaka, que fue amigo de los integrantes del Grupo Orkopata y que Mostajo publicó su poesía cuando el Grupo Orkopata se hallaba en la cresta de su apogeo. Fue, en todo caso, un libre pensador, que no se sujetó a ningún grupo, escuela o doctrina. Su preocupación fue el hombre en el cosmos. Le importó mucho el ser humano, En ese sentido, coincidió con Vallejo.

Ayala nos dice que “Cosmos no se aparece a ninguno de los libros que circularon en el Perú hacia 1925. Contiene una poesía cósmica, astral, con una visión filosófica, escrita con un estilo propio que exigía a la vez otra clase de lectores”. (p.30). En cuanto a Canción Infinita: “Este libro representa y traduce la vocación, la poesía y la formación literaria de Alberto Mostajo. Transmite sus lecturas, preocupaciones estéticas, corrientes literarias que conocía y sus originales juicios históricos. Hay una idea que el poeta permanentemente esgrime: escribir desde América como americanos. Revisa el panorama y tiempo literario que le tocó vivir para asumir una actividad pedagógica: Los poetas americanos deben emanciparse de los poetas europeos”. (p.31)

Posiblemente en RAYOS X, libro que no llegó a editarse habríamos encontrado el meollo de su concepción literaria. “Alberto Mostajo usa la denominación Rayos X para auscultar el ser interior del ser humano, no le interesa la apariencia sino el sustrato, el alma, el yo íntimo, el cúmulo de vivencias, tramas y sueños. Cada uno de sus textos es un viaje a la vida interior del ser humano, no se fija ni descubre el paisaje exterior, la realidad circundante, sino la persona que ama, sufre, llora y todos los días muere un poco.”(p.36)

Si cada generación escribe su propia historia, creo que el poeta Alberto Mostajo contribuyó a su propia historia. Como se dijo alguna vez, hemos existido en la poesía antes que en la realidad histórica: antes de ser nos nombraron. Y parafraseando a Ricardo Rojas, revela el coeficiente de una tierra, un hombre, un idioma y una cultura.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Ayala, José Luis: Alberto Mostajo, Delirio y tragedia de un poeta vanguardista y metafísico. Ed. Arteidea. Lima, 2009.
2. Estrella Gutiérrez, Fermín: Literatura española. Kapelusz. Buenos Aires. 1965.
3. 5 Siglos de Literatura Argentina. Proyecto y coordinación de Julio C. Díaz Usandivaras. Ed. Corregidor. Buenos Aires, 1993.
4. Moncloa, Francisco: César Vallejo, Obra Poética Completa. Lima, 1968.
5. Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. Nro. 28. Director: Antonio Cornejo Polar. Lima, 1988.





PROFETA

Al poeta Gamaliel Churata

Encendido de auroras
marcha triunfante
sobre el Mundo enfurecido...
Su canción, escencia de canciones,
estremece la cara de los siglos .
Crisol de creaciones
en el ¿infierno? Ascendente de la Vida,
sembrador de eterna cosecha.
Brújula de tempestades taladrando
el Cielo encendido de estrellas.

Faro infinito de las voces
luminosas de la tierra...

(Del libro "Cosmos", Puno 1920)








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