Marta Domínguez Alonso
Marta Domínguez Alonso, Zaragoza 1981. Es licenciada en Filología Hispánica y Máster en Periodismo y Comunicación digital. Obtuvo el DEA por el trabajo de investigación ” Realidad socialy percepción cinematográfica. La España de la guerra civil a través de la imagen fílmica “. Actualmente es docente de Lengua castellana y Literatura. Ha colaborado en medios de comunicación, como prensa con artículos de opinión ” El periódico de Utrera ” y ” Heraldo de Aragón ” en la sección de Artes &Letras, y radio, ABC. Radio Andalucía. Ha publicado dos poemarios “Historia transida y poesía renovada” , Sevilla, Ediciones en Huida, 2012 y ” Una hoguera en los párpados “, Tarazona ( Zaragoza) , Olifante, 2015. Forma parte asimismo de libros colectivos tanto de poesía, “Miradas sin fronteras ” 2012- 2014, ” Los Borbones en pelota ” como de ensayo ” La Mística “, Olifante 2016, obra surgida tras un ciclo de conferencias durante el XIV Festival Internacional de Poesía de Moncayo. Sus versos aparecen también en revistas literarias como ” Turia “, “Nueva Grecia ” y “El ático de los gatos “. Ha participado en numerosos recitales y encuentros de poesía por diferentes puntos de la geografía española. Coordina las actividades culturales y artísticas del Espacio Huecha junto a su padre, el artista plástico Miguel Angel Domínguez. Mantiene un blog de poesía y prosa poética: laflordegnido. blogspot. com.
DE: Una hoguera en los párpados (Olifante. Ediciones de Poesía, Zaragoza, 2015).
L’ANGOISSE DU PIGEON BLEU
Entró con la paloma un trozo de la muerte,
colgaba de su pico
como quien pende de un sueño futil
y lastimero.
-flotando en el vacío-
se coló en mi sábana y en mis sueños.
Así. Como niño que coge el mar por la orilla y lo levanta
para ver el interior del mundo inhabitado.
Igual. Yo vi una mancha cosida en mi retina
entre aleteos de paloma
azul y mensajera.
Por evitar salir del paréntesis entre dos nadas
avanzo cada día diez nudos a mi muerte.
EUTOPOS
Y cerrar las puertas de la casa
y olvidar los fantasmas en las
almenas.
Los puñados de tierra se quedaron
cubiertos de caracolas.
Dejaste atrás los ríos,
la infancia y todos sus pesebres.
Abandonaste la imagen
estática, como una foto,
de la familia
en un día de tormenta con luz.
Decir adiós a ciegas
casi sin conciencia
y abandonar la casa del tesoro
las estancias antiguas como ecos
de ancestros que retornan de la muerte.
Esto es el eutopos, un bosque de abedules
envuelto en un adiós
con mano abierta.
Es un verano,
que eterno nos parece, en su comienzo
y luego nos engaña como el tiempo.
Piedra tras piedra los caminos descorren
nuestra vida.
Decir adiós al vientre,
al aire,
al hijo que se escurre entre las manos.
SERENDIPIA
Una canción,
mi tumba,
el estertor último de un perro,
El ojo del puente que mira a lo lejos
en la ciudad capitolina,
las cenizas del ancestro,
todas las muertes del mundo,
la luz que ciega entre las nubes,
la diáspora de un pueblo,
la destrucción de un camino
y el polvo de la tierra,
que a su paso deja.
La madre piedra que mira desde abajo,
hallar el verso, al fin,
explicarlo todo
como el pordiosero que regatea un centavo.
Confiar en un aroma inaprensible,
abandonarse a la preñez del aire y del recuerdo,
inspirarse en la locura del hermano.
Socavar la tierra
buscando el verbo.
Hallar la palabra al conjugar la imagen
Serendipia, es,
viento certero.
SUR
Brazo de mar que en tu extensión abrazas
tantos pueblos,
de azul sobre la tierra,
hoy en sueños,
invoco el instante
mágico del verso.
Hundo mis manos,
como los olmos hunden sus raíces,
para encontrar la tierra,
la tierra que apresamos con el puño.
La tierra que desteta a los ancianos,
la raíz que floreció hacia dentro.
Escalo las dunas,
como ciego andante por un sol espeso
para enfrentar mi frente a ti, Mediterráneo.
Me invade el quejío, fusionado en canto
con temple de guitarra,
surgido de la esquina de una plaza.
Pierdo la vista,
como se pierde el niño desembrollando ovillos
para alcanzar, con la tajadura del ojo, una extensión de cuevas
perdidas a lo lejos,
hacia el horizonte
donde se dibujan las líneas de caminos yermos.
Lunares de gitanos, conjuros selenitas
en el extremo suroriental del Ática,
rostros que oculta la máscara de Agamenón,
derviches en trance en Santa Sofía.
Oh viejo hálito de iberia milenaria,
anciano mar,
hoy perezco en tu orilla
boca abajo.
Me reafirmo en el sur,
al sur de Europa,
al sur del mundo,
al sur de ti.
ECCE HOMO
Soy humana,
he aquí la muestra de mi necesaria humanidad,
soy una plegaria hecha de escombros en Nepal,
una huella en el Atlas, como garras que se agarran a la roca,
un surco de tu piel, pequeña,
una sierra escarpada donde hallar múltiples muertes,
soy mil formas de morir,
miles de entrañas, una boca asombrada en la boca del lobo,
soy gotas que titilan en la hoja
de este castaño que aquí ves,
diminutas gotas a punto de extinguirse.
Soy la piedra arrojada contra el tanque,
una nana a medias en Ramalah.
Soy un grito ahogado en Lampedusa.
El botón-ojo que mira alucinado,
de un muñeco de trapo,
un maniquí que se prueba el sudario.
Soy humana,
he aquí la muestra de mi necesaria humanidad.
ENTRE TUS PIERNAS
Entre tus piernas
el sol
reflecta rayos de oro.
Y yo me duermo sosegado por el mar
desde el otro lado del contorno de tus senos.
Por llegar a ti, cruzaré cada noche el Helesponto
como un Leandro de pies desorbitados.
Quiero ser estrella arrinconada, anidando dentro de tu ombligo
y deshojar tu risa a cañonazos,
tirar del hilo de Ariadna de tus labios,
lamer la salvia que escurre por tu pecho
y llorar estrellas encendidas
por las noches que no pueda ofrecer
tu cuerpo en algún templo.
En mi plegaria, tu sexo,
que otro tiempo tomé como tributo.
Tu sangre es el cáliz del deseo
que beberé del surtidor preciso
y del anhelo de saberte mía,
arrancaré tus piernas del espejo.
NIHILISTA
Me pidieron que hablara sobre flores
pero solo puedo escribir entre las brumas.
Mi danza es nihilista,
atiende siempre al compás del azar.
Subida en hombros de gigantes
veo el mundo que arde en las alturas,
y desdigo a dios jugando con mis dados.
Hambre de justicia tras la plaga
de langostas en el maizal.
Solo ha caído una gota,
solo hay espacio para esta lágrima
surgida de un ojo en vertical.”
Reseña del poemario ‘Una hoguera en los párpados’ (Marta Domínguez Alonso), escrita por Jesús Cárdenas
Tras ese despertar de la conciencia que supuso ‘Historia transida y poesía renovada’ (Ediciones en Huida, 2012), la zaragozana Marta Domínguez Alonso regresa con este volumen, ‘Una hoguera en los párpados‘, publicado en la editorial Olifante, en 2015, invitándonos a una búsqueda por la desnudez y el despojamiento de la palabra poética, lejos de lo banal; un poemario breve, pero íntimamente desbordante.
El título de este libro nos sugiere aquellos versos que escribiera la poeta de Avellaneda, Alejandra Pizarnik, “si solamente hicieran una hoguera en mis labios / para quemar las sílabas que no se unen”. La poesía de la argentina era como un tobogán de emociones de ascenso y declive; la aragonesa crea un discurso poético cercano a los lectores con un tobogán que ha de terminar en lectura profunda: «las palabras sin sentirlas». Desde su título nos anuncia la benévola cartografía desde donde se abren los poemas. Nos conduce a las coordenadas de su origen, hacia la intimidad del verso, a sentir su respiración. Luego nada será igual. Todo cobrará un nuevo sentido frente a la rueda inclemente del tiempo.
El planteamiento estructural del libro se fija en la «Introducción» tras el cual, un poema, «Captatio Benevolentiae», que es toda una declaración de intenciones, «Lector, encárgate de transportar nuevos sedimentos»; seguida de tres bloques: «Del lado de la tierra», «Monólogo de amor» y «De otros lados». El primero de los cuales ocupa una mayor extensión pues le invade lo que tiene más a mano, aunque ello sea el globo terráqueo, lugar de resquemor y desde donde los hombres apuntan, pero también donde se inventó «el amor / única balanza que me salva».
Una parte de su poética está cifrada, tras una enumeración gradual, en los últimos versos del poema «Serendipia», donde la maña araña en busca de la palabra certera:
Socavar la tierra
buscando el verbo.
Hallar la palabra al conjugar la imagen
Serendipia, es,
viento certero.
En algún caso la obra parece inconclusa: falta la mirada del lector que interprete la ambivalencia del contenido. Así nos confiesa Domínguez: «(como en este poema inacabado)».
Pretende fijar su foco de atención curioso y capaz de alcanzar con su gran angular toda la realidad aunque sea dolorosa: un lugar afectivo, geográfico o temporal. Domínguez da un paso al frente, no huye; al contrario, se muestra, ahí, convirtiéndose en todo lo que le causa perplejidad. Así, conviven en sus versos tanto lo diverso como lo concreto de una misma escala. Ese deseo de abarcar tan ancho horizonte, también conlleva sus arañazos («y yo quería cauterizar la hemorragia»). La ciudad no se muestra amable con los propios individuos que la habitan; no es refugio ni cobijo, y además es intemporal frente a la temporalidad del ser humano.
Esa búsqueda por hallar la palabra precisa se refleja en el lenguaje expresivo empleado por la poeta maña: siempre agudo, nunca predecible. El ritmo en el que se balancea se mantiene vivo y fresco. Lo mismo se sirve de topónimos que de palabras en cursiva, metáforas sencillas como imágenes sugestivas e insondables. Ejemplos de imágenes surrealistas puede encontrarse en el poema «Indagación»: «Mientras tanto, un tacón sigue rompiendo / la conciencia vacua de la niebla»; o en el poema «El sabor de la sangre»: «Cuando el salobre nuble mis pestañas, / habrá labios que beban por mi nombre». El hallazgo conlleva, asimismo, disparar preguntas al aire, en suspensión, hasta que el lector las alcance «¿Permite Dios tomar algunas decisiones? / ¿Serás mi amigo y arrojarás a mi agujero / veinte paletadas de tierra?»
‘Una hoguera en los párpados’ es un libro escrito en apariencia sencilla y de tono realista, como ya lo hiciera, entre otros, García Lorca –uno de sus poetas predilectos-, poniendo en tela de juicio las típicas maneras de ver la realidad. Estos poemas no mueren al ser leídos; van más allá en su rebeldía y quedan encerrados en cada uno de los lectores.
“Historia transida y poesía renovada” , Sevilla, Ediciones en Huida, 2012
A la memoria de José Manuel Domínguez
Amapola mutilada
Amapola mutilada, soy,
por las horas de bares y aguardiente.
Mondadientes, pareces,
al explorar las muescas caninas
donde amuelo mis iras.
Compadreo de falos que se tiran faroles
bajo un sol maleante y castigador,
donde un cristo con senos de metal pone espinas
y traza el camino del calvario.
Camino de senos cuesta abajo que recorren por no reír,
escándalo borracho,
tierra adentro.
Oblicuidad del rayo luna
Y sucede que es noche
de luna enamorada,
Que en líquidos metales
se deshoja, sucede
que en esta noche aciaga,
se devanan los hilos
de una araña—y caemos
presos como insectos—.
Titilante rumiar
—de las estrellas transformando el cielo—
en un constante guiño
de ojo izquierdo.
Titilar de la estrella
Que hace guiñar al cielo.
La infancia es un presente
Destilado en pasado,
Confundimos el céfiro
Por cierzo, al mecer
En danza los hinojos.
Empleamos el vientre por
Pesebre viendo crecer los frutos
Y al final,
la muerte
Y Cuando llega,
Esperamos más,
Y es solo un instante
Una franja invisible
Que cruzamos cual funambulistas.
Las ruinas del parnaso
Me desperté una noche blanca y ciega
Y tenía un sudario por pijama,
Mire a mi compañero,
yacente a mi lado, él,
Y también descansaba en su mortaja.
Abrí el balcón, crujió,
la calle en pleamar se desbordaba.
Las ruinas descolgaban del alero:
Europa era un escombro,
Resquebrajaba el gótico,
Bogaban con la vara de laurel
Los sabios griegos en medio del debacle.
No llegaron auroras boreales
Desde el norte, sin aire,
Y comprendí que el mundo era un cadáver
Y los hombres, inertes
Ladrones de cuerpos.
Danzad, danzad malditos
A partir del film homónimo de Sydney Pollack
Hay campos de amapola
convertidos hoy en crisantemos. Hay
una llave que otea el horizonte
sin hallar posibles cerraduras.
(Mariposas de alas cercenadas
como clítoris roto).
Hay cruces de alabastro
y en el lugar del vino y de las rosas
hay hedor de rosas putrefactas.
Me asomo al cementerio de mis días:
ha muerto el ser humano.
Nadie llama a la puerta carcomida.
La sombra del ciprés en su vaivén,
se jacta de los días
azules del pasado
ya sin panes ni peces.
¡Danzad, danzad, malditos!
sobre lodo y agua destilada
libre ya del clamor de las termitas.
In media res
Esto es un desecho de poema
—basura—
“la llave otea el horizonte
y destapa huecos en que hallar
su cerradura”
Las palabras caducan en el verso, que supura.
Lluvia
Cae la lluvia
con su necesaria verticalidad
que azota
detrรกs de mi ventana.
Llueve, llueve...
Sobre el farol todo es mar
que cae en gotas
hasta el fango y cubre el suelo
donde se hunde el alma
en su oleaje.
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