Margarita Pintado (Bayamón, Puerto Rico, 1981), es poeta y ensayista. Se graduó de la Escuela de Comunicación Pública de la Universidad de Puerto Rico en el 2004. Obtuvo su maestría y doctorado en la Universidad de Emory, en Atlanta. Sus textos han aparecido en distintas revistas impresas y electrónicas de Puerto Rico, Cuba, México, Chile, y US. Publicó en el 2012 su primer libro de poesía, Ficción de Venado.
Su primer libro de poesía de próxima publicación saldrá con la editorial puertorriqueña La Secta de los perros. Enseña literatura y cultura hispanoamericana en la Universidad de Ouachita, en Arkansas. Obtuvo su maestría en la Universidad de Emory (Atlanta). Se pepara para defender su disertación doctoral, Lorenzo García Vega: Poeta sin paisaje, en la misma institución. En El Roommate ha reseñado a los siguientes autores: Luis Negrón, Antonio José Ponte y a Chiara Merino, entre otros.
Un efecto de mar
Recorto la tarde.
Difumino opacidad.
Busco claridades, busco
Tramo de luz.
Te coloco dentro de un cuadrado
Azul.
Duermes. Agito los colores del cielo.
Teorizo: nubes, posibles truenos,
Aguacero.
Todo llega tarde y sereno…
Fondo blanco, rastro azul
A lo lejos se crea
Un efecto de mar.
Um efeito de mar
Recorto a tarde.
Dissipo a opacidade.
Procuro a clareza, procuro
O rastro de luz.
Coloco-te dentro de um quadrado
Azul.
Dormes. Agito as cores do céu.
Teorizo: nuvens, possíveis trovões,
Aguaceiro.
Tudo chega tarde e sereno…
Fundo branco, rastro azul
Ao longe se cria
Um efeito de mar.
Entonces se abría el cielo
Entonces se abría el cielo en líneas verticales pájaros y números rodaban por el firmamento ardía la distancia del día galopando duro en los cristales lo amarillo las semillas las raíces la tierra de pronto salpicada por la lluvia detrás del trueno en los techos de las casas crece la sombría alucinación de lo distante arriba el manto negro titila sed de plata detrás de las ventanas animales cariñosos duermen debajo del reflejo de una luna opaca jardín anestesiado de flores como espadas como costas o cuchillos cuando la tarde cae redonda el horizonte es una línea que descose su raíz el mar se precipita sobre todas estas cosas el cielo arrebatado en hondas superficies el aullido de los perros apretado en las esquinas de la noche es una boca de lobo es un cristal que se nos rompe es un éxodo violento de barcos que naufragan debajo de tus pies hay sed en las aceras alguien dice algo en voz muy baja yo le tuerzo el cuello al cielo para ver si te apareces se callan las cosas los platos y los vasos la habitual cortesía de mis utensilios la casa me ama con una devoción sobrecogedora me he sentado a llorar un poco delante del televisor tan triste tan como castigado cuando está apagado la nostalgia se ha domesticado bien esta mañana me he sentado en todas las butacas para ver la nieve caer no hace falta la destreza de tus manos ni el ruido de los carros no hace falta la mirada endurecida de un testigo un claro de espiral viene a buscarme yo me alzo en honda rebelión manipulo cada sombra cada desliz de sombra que se posa en los balcones dormidos tu dolor de luces y de triángulos tejido violento vértice curva muerde agujas se devasta cada vuelco se sostiene en pequeños interludios la tarde se serena un poco el vuelo de mi falda oculta la clarividencia de este mediodía afuera llueve con los ojos cerrados pero llueve te preguntan no contestas pero la lluvia ya es un hecho irrevocable dices ciertas cosas miras con una delicadeza que es alarma tanta es la espera y tan grande es mi deseo los días siguen deslizándose abatidos y culpables las interrogantes hojas yo salí un momento a la eternidad salí sin saberlo me puse delante de una lluvia suave mi cuerpo doblado sobre la baranda mi cara como de piedra envuelta de pronto en una niebla fría sentí que todos éramos la noche soñé que anochecíamos juntos serenos y felices yo salí un momento la noche era ya solo un recuerdo posado en tu cabeza mariposa o broche de oro he recorrido tantas veces tu frente con mis dedos envueltos en esa dulce timidez para buscarte he tenido que sembrarte tantas veces en papel porque es verdad que hay amores que duelen en la piel pero es que hay otros, oye, que duelen mucho más: ...
Este poema pertenece al libro inédito Frágil y perpleja.
Tiempo de bosque
No se puede decir
"era la mañana en el bosque".
No existe el tiempo en el bosque. Existen
el color, la luz, la textura.
El bosque está rosado. O el marrón ha entrado
en su fase de fuego o
el bosque está azul.
Y así, sucesivamente.
Todo de pie.
Los árboles me recuerdan a él. Largos y afilados.
Tratando de ascender, rasgando sin saberlo
el cielo con su mano. Plena mansedumbre.
Los árboles son como muchachos bien criados.
El llanto de un árbol consuela los esfuerzos de mi fe.
Este poema pertenece al libro inédito Frágil y perpleja.
Vístete que...
Manejamos. Qué país tan grande, le digo. Qué país tan vacío, me dice. A lo lejos hay una línea entrecortada, un reguero de puntos sincronizados marchando a otro cielo. Se acercan. Nos acercamos. El misterio del espacio. El misterio de la forma cuando se pierde en el viento.
Qué país tan grande y tan vacío. Todo asume una tristeza tan pequeña, tan idiota, tan en medio de la inmensidad. Tan que nadie ve. ¿Es eso la tristeza? ¿Lo bello que no se ve?
"Vístete que nos vamos" es una frase un tanto absurda dentro de este texto. Pero es que a veces, cuando estoy metida en un país tan grande y tan vacío, extraño a mi mamá. Es de humanos extrañar a la mamá. Y el recuerdo materno se manifiesta en ciertas frases.
"Vístete que nos vamos."
Todas las mañanas yo me visto para irme. Yo me pongo bonita, para irme. Pero casi siempre me quedo en la casa. Vestida y alborotada. En este país tan grande y tan vacío, a veces no hay a dónde ir.
Entonces, él llega y me dice: biteste que nossss vamouss.
Y yo me visto. Y yo me pongo bonita. Y nos vamos.
Este poema pertenece al libro inédito Frágil y perpleja.
Bodegón de fin de mundo
La fruta que está en la canasta en donde siempre ha estado la fruta ha desatado en estos días una inmensa tristeza. No se sabe la razón de este como padecimiento que quizá esté vinculado a algún malestar del alma. Hay, por supuesto, momentos más difíciles que otros. Sobretodo por la tarde, la fruta parece querer marcharse. Como si estuviera aburrida de nosotros, o como si quisiera llorar, esta fruta malagradecida. También está el componente de la luz, que depende de la hora del día aumenta esta sensación un poco de terror, un poco de llanto, un poco de compasión (estos tres ocurren en distintos estadios del día y de la conciencia) que rodea a la fruta. No hemos hablado, él y yo, de esta situación, la situación de la fruta, de la tristeza que ha desatado la fruta, pero sé que él también lo siente. Cada vez es más difícil, por ejemplo, ir al mercado, contemplar la fruta con cara de perplejo, sentirla en nuestras manos, enojados y melancólicos, regresar a casa cargados de fruta, como si planificáramos una venganza o una tortura. Contra nosotros o contra la fruta, da igual. Ya se nos pasará, digo yo. Ya volveremos a estar bien con la fruta, pensará él. Yo ya he comenzado a perder la fe en esta batalla diaria entre la violencia de nuestra calma y la tristeza que se ha apoderado de la fruta.
Este poema pertenece al libro inédito Frágil y perpleja.
Tú, bosque pálido...
Tú, bosque pálido,
suéñame una casa alegre.
Con ventanas que se abran siempre
cuando lluvia, o trueno, o mirada de un extraño
se desate.
Deja, amor mío, que el viento entre.
Que nuble papeles, que traiga peligros, que traiga
maldades. Que las nubes bajen todas,
que los gatos ya no tengan miedo
del reflejo oscuro en los cristales.
Este poema pertenece al libro en preparación Un efecto de mar.
Lo que
¿Qué es lo que buscas
Cuando
Detenido por un viento
Quedas
Estremecido
Por el disparate de un pájaro?
Rescatas, claridad de mediodía,
Las cosas que se quedaron
Olvidadas
A medio camino
Sin camino.
Las cosas, tus cosas, se llenan de ese olvido
Que presientes
Araña la raíz
De lo que
Siempre ha estado
Como
Perdido.
Tus cosas guardadas dentro de otras cosas.
Tus cosas, en silencio, bajando la cabeza.
Y tú sientes
(¿Lo sientes?)
Que todo te perdona
Que todo te lastima en clave de caricia
Que todo te persigue
Sonámbulo.
Íntegra sombra de tu sombra
Despierta
En medio de la noche
Temblorosa.
Pides silencio y renuncias
A la idea
A la sola idea
De una palabra
Sola
Que redima
Que destruya
La eternidad de tu ceniza
Dime
¿Qué se calla
Cuando hablas
Tan tímidamente
Tan escasamente
De lo que se ha ido
De lo que
Pasa
Como
Sino
(como un sino)
Pasara nada?
Queda lo que queda.
La Nada en la que te desorbitas. Eso queda.
Lo desenterrado para siempre.
Queda. El viento que se le escapó a la resta.
La espada y la pared, quedan.
La cifra, para ser exactos.
Queda.
Ficción de venado (La Secta de los Perros, San Juan, 2012), del cual procede este poema, es su primer libro publicado. Trabaja en un libro sobre la vida y la obra de Lorenzo García Vega.
Luis Othoniel Rosa reseña a Margarita Pintado (Puerto Rico)
Margarita Pintado. Ficción de venado. Río Piedras, PR: La Secta de los Perros, 2012.
Adentro nos esperan los mayores.
Pero nosotras ¿a qué hora llegaremos?
Margarita Pintado, Ficción de venado
Las personas mayores
¿a qué hora volverán?
César Vallejo, Trilce
Prólogo
Unos playeros sorprendidos logran grabar en vídeo el momento justo en el que un venado sale nadando de la playa Flamingo en la isla de Culebra, al este de Puerto Rico. El inverosímil vídeo circula en la web en el 2010, y se convierte en la imagen condensadora de éste, el primer poemario de Margarita Pintado. Hay algo en nuestros modos de construirnos una subjetividad que nos lleva a la zoología, a la manera en que nos identificamos con ciertos animales, sus movimientos, sus diferencias. Esta imagen de ese venado fuera de lugar, de ese venado viajero delicado que tiene calor y se va a nadar a las playas cristalinas de Culebra (otro animal!), tan sensible al clima, tan dispuesto a la readaptación geográfica a la que ha sido forzado, condensa este poemario, que según la autora, es tres.
Ficción-de-venado“En secreto y como en fuga
Corroborando cuentos chinos
De niños isleños
Melancólicos siempre
[…]
Fue verlo salir
Y saber que era
Pues los cuentos
Siguen siendo cuentos
[…]
Que no hubo nunca
Un venado mojado,
Inquieto y como desnudo
Saliendo de ningun
Playa” (8-10)
Hay sólo un puñado de escritores que me generan expectativa, y a quienes les sigo el paso, ansioso por leer el próximo proyecto, y Margarita Pintado es una de ellos. A cada paso podemos ver cómo se reformula, no sólo su proyecto poético, sino su concepción misma de la literatura, que cambia y se agiganta. Si bien Ficción de venado es su primer libro, no es para nada su debut literario. Quizá por la misma condición de exiliada, quizá por su concepción de la literatura como algo de pasada, algo que sucede y se va, efímero y superficial, Margarita Pintado ha invertido la mayor parte de su trabajo literario en tres blogs prolíficos: Desvalijadas (2007-2012, 150 entradas), que puede leerse como poesía en crónica y del que salen muchos de los poemas de este poemario, 2) Ping-Pong Zuihitzu (2010-2011, 243 entradas), que reseñé hace unos años aquí, un blog que comienza como una novela a cuatro manos junto al escritor cubano Lorenzo García Vega y se convierte en una alucinante correspondencia poética, y ahora 3) Ave de paso (en curso) que hace un corte con el primer blog e inicia una segunda etapa en el trabajo literario de la autora, que podemos preveer, nos traerá otro poemario. Lo que une tanto los blogs, como Ficción de venado, es el concepto que se tiene de la literatura. Al leer a esta autora, parecería que la literatura es algo con lo que uno se tropieza, que uno se lo encuentra (ready-made/étant-donnés, diría Duchamp, pero no es lo mismo). La voz poética se aleja del lugar autoral y es más bien como una cronista de lo literario, una testigo de cómo lo poético sucede, y es necesario reportarlo.
“Qué tierno lo que no llega, lo que no se cumple, lo que
no se pudo. Qué delicado este proyecto inacabado de la ruina
por donde siempre aparecen unas manos como antiguas
buscando florecitas, buscando, como Lorenzo,
unos cristalitos rosados por donde mirar la ciudad” (Ficción de venado, 5).
Si bien su escritura es extremadamente delicada, lo realmente fino en su apuesta se encuentra en la mirada, en los “cristalitos” por donde mirar la realidad, y es importante recordar a Lorenzo García Vega aquí. No me parece que se tome como ofensa decir que el trabajo poético de la autora puede funcionar como una variación de la monumental obra del recién fenecido discípulo de Lezama. El estilo de Margarita toma prestada la mirada de Lorenzo, como si fuera una cajita o un calidoscopio para observar la vida o los movimientos o las superficies. Ya sabemos que la originalidad no sólo está sobrevalorada, sino que tiene un valor negativo, que legitima una concepción dañina de la literatura como individualismo, como competencia. En la escritura de esta autora, no espacio para esas boberías.
“Avanzar la idea de la lluvia antes de que. El aguacero siembre
todas sus dudas.
Lloverse sobre el llover. Dejarse llover” (4)
Y quizá es una mentira también decir que esto es un poemario. La autora nos llena de escenas, de historias compactas, impresionistas, que se juntan para contarnos algo. La clave está en encontrar su denominador común. Lanzo tres posibles denominadores comunes: 1) la sospechosa quietud de las superficies, lo que no sucede, lo que no cambia, lo que miente, lo que está fuera de lugar, lo que “está bien” aunque ni lo entiendo ni lo comparto, lo contingente, 2) lo que permanece (ruina) en el movimiento de los trabajos y las distancias, de un exilio que es más manada, jauría, que desterritorialización y 3) la solidaridad con las compañeras de viaje. Por supuesto, que estas tres formas que destaco se contagian.
1. Lo contingente
“y eso está bien. que los pájaros canten. está bien.
pero yo no lo entiendo. cómo se rompe el silencio
de todas mis palabras con ese canto, con esa como
canción de pájaros.
no lo entiendo.
pero está bien” (16)
La cita de arriba me parece que marca uno de los más fascinantes aspectos de este poemario, y de la voz poética que la autora se ha construido con los años, eso que uno no entiende muy bien pero que uno acepta, aceptar lo que no se puede controlar, construir una tranquilidad que observa pero no se entromete, no asesinar al elefante blanco, más bien ser hospitalario con él aunque nos ocupe la mitad de la casa. El “está bien” no es un endoso, pero presupone que hay algo en lo contingente, en lo que no podemos controlar pero que nos llega, que nos nutre, que nos hace falta, que es necesario para ver cómo el tiempo también pasa cuando no hacemos nada.
“Nada ha cambiado y sin embargo […]
Como, bebo, duermo. Todos los días se parecen.
Y sin embargo” (38-39)
“Tomar agua no es una actividad transcendental, pero cuando
una ha decidido inmovilizarse delante de una ventana para
presenciar de lleno lo espeso de un aguacero, tomarse un vaso
da agua adquiere cierto relieve. Es verdad que ‘una cosa
pequeña, y una cosa pequeña puede tocar otra cosa pequeña’” (57)
Eso, hay instancias en que la contingencia “adquiere cierto relieve”, se convierte en superficies que podemos tocar. En el “está bien” de Margarita es donde encuentro el origen de su escritura. Su escritura surge de la necesidad de relacionarse con aquello que no se puede controlar, y es una relación viscosa, es lo que se queda pegado a pesar del movimiento.
“La escritura es una enfermedad de superficies. Un borde herido
y mojado.
Orilla de playa.
Todo está resbalando. Todo. Rebotando. Tu voz
que se quedó atrás, yo la siento pegada en mi frente.” (3)
Y es que la literatura misma se parece a lo contingente, es una marea inmensa y caótica, incontrolable, en la que los autores somos tan sólo la espuma efímera de la ola. La espuma que es la escritura de Margarita Pintado es tan refrescante como ese vaso de agua en la lluvia, desde la escritura de esta autora, dan risa esos que ven a la literatura todavía como una oportunidad para la fama o la vanidad. La literatura es su propia diva, y ningún autor puede rivalizar con su inmensidad, atraparla, contenerla, hacerla su sirvienta. Y eso está bien.
2. Manada/exilio
El segundo denominador común que encontramos en Ficción de venado es uno que me parece, se extiende a otros escritores puertorriqueños contemporáneos con domicilios movedizos. Es una lectura que toma en cuenta las condiciones materiales que han generado, a partir de la crisis económica del 2004 en Puerto Rico (2008 en el resto del mundo), que cerca de un quinto de la población del país se haya exiliado. Es un exilio raro, más de ola que retorna que de barco, y que contagia con sus crisis de economía neoliberal a la literatura misma, a la manera en que la reproducimos, la circulamos, la leemos. La literatura se convierte en una economía de subsistencia, lector-editor-distribuidor-autor se van convirtiendo en la misma persona, y se simplifican las relaciones de lo literario. “Los trabajos y los días” que fuerzan ese exilio, sin embargo, fuerzan a muchos más, son toda una manada internacional la que se mueve en este mundo neoliberal de políticas de austeridad, crisis de vivienda y desempleo. Es decir, no es un exilio en soledad, porque son muchos los exiliados de todas partes.
Ficción de venado está lleno de relatos de amigos, de encuentros con snobs de otras culturas, de reuniones de exiliados, de regresos desfamiliarizados, de amigas mediatizadas, de compañeros de viaje, y cómo no decirlo, de roommates 😉
“Dice Ana
que hoy hace mucho frío. Yo le dije que no, que no era para
tanto.
Ella me miró, muy madura, sabiendo que lo que quería era
contradecirla. Me cedió la batalla. Yo dije que había salido
y que me parecía buena la noche.
[…]
‘No sé si me expreso bien’, dijo con poca fe, creyendo que
no decía nada, ablandando sus hombros en la butaca que
nunca uso porque es la butaca de la visita.
Y aquí siempre hay visita.
Lo admito. Esta noche hace mucho frío.
Espero que Ana no lea esto” (35-36)
Nos parece que el venado perdido en Culebra no es una metáfora del exilio. La inestabilidad laboral que genera la crisis en esa clase media global produce un exilio manada, siempre en movimiento en el que uno nunca está sólo, pero, como nadie para de moverse, uno se encuentra siempre con gente nueva y les pregunta sobre los amigos, amores de aeropuerto, apartamentos de futón, intensas solidaridades de mochila. El venado no es un descarrilado de la manada, es más bien el cuento que nos llega, las historias que nos alcanzan en nuestro movimiento, la ficción y lo inverosímil de nuestras distancias. Si pagar las “cuentas” es lo que determina los “trabajos y los días” de ese movimiento dispersante, es el “vivir del cuento” lo que nos mantiene manada.
“Pero ella siempre me manda fotos, o chistes por text.
Y yo la quiero. Porque rompe mi paisaje, lo jode cuando
yo no me atrevo. Lo quiebra, y quebrándolo me rescata de
algo, como de la intuición de un pozo, o de la ternura de los
hornos de los que hablaba Mara.” (44)
Como siempre, los dejo con una cita larga, de un poema en prosa que me conmueve muchísimo. No sin antes añadir una tercera fuerza que existe en este poemario, y que para algunos lectores parecerá central. Y es que a la fuerza de la contingencia y a la de las historias de los amigos, se añade una tercera que no puedo denominar de otra forma que como una mezcla entre deuda y rencor con el pasado, con lo que se dejó atrás y a lo que el viaje no permite volver. Y es que “los trabajos y los días” que nos lanzan a una vida de maletas, también producen fantasmas pegajosos del pasado. No cito ni abundo sobre este aspecto, porque me parece que la manada en el poemario salda esa deuda/rencor de lo que se dejó atrás con un elemento muy poderoso que es la solidaridad con las mujeres, con las compañeras de viaje que, como la voz poética, también abandonaron un tipo de vida que a veces las acecha. Un tipo de feminismo subterránea el poemario y desencaja esa doble moral de género en la modernidad sobre la que podríamos extendernos, pero mejor se lo dejamos al lector.
déjala que encienda otro, no le preguntes del hielo, dale
fuego, dale luz, dale viento, que a veces el hálito de vida viene envuelto en humo, déjala que baile, que se pierda entre esos hombros, que salte sobre una mesa, sí, déjala que baile, ayúdala a cansarse, espántale el insomnio, arrópala un poco, pero déjala, como una flor lunar abierta al frío, que suba, que baje, déjala que se pierda, pero pídele que vuelva, déjala que siga con su ritual de pestañas quemadas frente a la pantalla, y déjala que cante, y que se sirva otra copa, mientras pinta ángeles, como ella, tan caídos, ángeles cansados de cielo, y no le digas, no le grites, no le muerdas las ideas con tu calma, no le estrujes el vestido con consejos, no la jodas, loco, no la jodas, y déjala que sea la que siempre te desea, que se desgaste entre tus dedos como arena, como playa de bolsillo: pedacito de sol, ella, y déjala, que siga recogiendo pájaros muertos por la mañana, y que se queme los dedos si quiere, que escupa ceniza, déjala, si es linda, déjala que se embellezca, y que destruya todo lo que pueda, dale vidrio, dale porcelana, y déjala, que maneje como quiera, dentro de las líneas casi siempre, bordeando el camino que se inventa, déjala que sea mapa, que sea ruta, atajo, o barranco, si después de todo,
Ella siempre llega (19).
PS: No soy partidario de las reseñas con criterios valorativos, porque me parece que los valores no son fijos y se construyen según las perspectivas de las comunidades de lectores. Y además, siempre digo que las reseñas son el género de la generosidad. No obstante, por esta ocasión me tomo la licencia de decir que Margarita Pintado escribió un poemario extremadamente sofisticado y conmovedor, una verdadera delicia poética, y no puedo esperar a que salga el próximo.
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