LUIS ALONSO GARCÍA
Luis Alonso García es un escritor español contemporáneo, nacido en Valladolid en septiembre de 1955.
Hizo estudios de Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid (España) pero su itinerario profesional le ha embarcado siempre en el mundo publicitario.
En sus comienzos literarios la marca del surrelismo está presente en su obra, sobre todo el de los poetas del Grupo Poético del 27, pero, a partir de su segundo libro, las influencias de una poesía ligada a la experiencia y llena de ironía, que lo entroncan con los poetas del grupo de los años cincuenta del siglo XX se patentizan de manera indeleble.
El amor y la sublimación e la experiencia cotidiana, así como los vaivenes entre la memoria y el olvido son temas fundamentales de su poesía.
POÉTICA
Su poética, comprimida en una obra corta en títulos pero de una sólida intensidad, bien se puede resumir en una reflexión a través de la búsqueda de los paraísos perdidos rastreando en la memoria.
Las referencias cinematográficas y la de esos seres perdedores que nunca pierden la dignidad pueblan también su materia literaria.
PREMIOS
En 1987 fue galardonado con el Premio Internacional de Poesía Antonio Oliver Balmás.
OBRA
-Celebración de la luz. Premio Internacional de Poesía Antonio Oliver Balmás, Editora Regional de Murcia, Murcia, 1987. I.S.B.N. 84-7564-053-2.
-La música del tiempo. Fundación Jorge Guillén, Valladolid, 1992. I.S.B.N. 84-7852-061-9.
-Noticia de un poema inacabado. Cuadernos del Sornabique, Béjar, 2002. I.S.B.N. 84-95327-06-6
-Sentados o de pie, 9 poetas en su sitio (Antología poética). Fundación Jorge Guillén, Valladolid, 2013. I.S.B.N. 978-84-15046-17-2.
-Mientras canta Billie Holiday, edición de la Fundación Jorge Guillén, en la colección Maravillas concretas, 2015.
REFERENCIAS
-Antonio Piedra: Introducción y noticia bibliográfica de la antología de poesía Sentados o de pie, 9 poetas en su sitio, Fundación Jorge Guillén, Valladolid, 2013.
ENLACES EXTERNOS
http://fundacionjorgeguillen.com/publicaciones.php
http://www.ferialibrovalladolid.es/noticia.php?id=402
http://www.20minutos.es/noticia/1826668/
confesionesdeunmiron.blogspot.com.es
diariodeuncopyencrisis.blogspot.com.es
de Celebración de la luz
LA LUZ CON EL TIEMPO DENTRO
Juan Ramón Jiménez
Quiero la luz,
un tiempo de luz desnuda y no tocada.
Quiero la luz fundacional sobre la tierra,
casas que tengan azotea bajo el cielo,
espacios abiertos a la mar abierta.
Quiero días cubiertos de luz,
no de tristeza humana.
Quiero los frutos terrenales,
el júbilo del hombre,
la paz iluminada del instante.
Y ver cómo prospera el color en la mirada
y cómo se dilata un pecho al respirar,
al aspirar la luz con el tiempo dentro.
No me neguéis la luz fundamental,
la pura luz limpísima y total de los raudales,
la luz no arrepentida del mediodía pleno.
PRESENCIA DE MUJER
a Juncal
I
Pujanza en esbeltez
cuando te yergues
como un río puesto en torre
caudalosa.
¡Hacia la luz, hacia la luz!
Derecha como un árbol decidido
asciendes a la luz sin arrepentimiento.
La plenitud se ciñe a ti estatura
y en lo alto de tu pecho
se produce una feliz encrucijada de campanas.
Y cómo se establece la firmeza en tus andares.
Y cómo prospera el mediodía cuando ríes.
Pero sólo cuando miras,
cuando miras tan largo,
se desnuda el instante limpiamente
y cometes un acto silencioso.
II
O bien, serenidad.
La tarde sin esfuerzo
cuando tiendes la mirada abiertamente,
cuando todo lo abarcas sin apenas fijarte.
La mirada no vuela: se posa como un paño,
como un velo apacible por todo el panorama...
Qué amplitud de paisaje se extiende ante tus ojos.
Cómo ensancha la tarde cuando miras en calma.
Todo está bien, nada estorba.
El mundo se dilata
y tú, aserenándote
derramas la paz y la mirada
como si vieras pasar balandros en el tiempo.
La tarde respira en tu pecho sin esfuerzo.
El orbe reposa en tus caderas.
Todo está bien, nada estorba.
III
No hay ahora ascensión en tu presencia.
No hay ingravidez, ni vuelo
sino espesor opaco,
materia remansada pesándole a la tierra.
Gravedad de la forma que la mano acaricia,
palpable temperatura que la carne derrama.
Y escuchar tu oleaje de sangre,
el rumor oscuro que te habita,
el tiempo al pasar por tus caderas.
Ver cómo tu ímpetu se resuelve en armonía,
la mansedumbre reposada de tus muslos,
la marea ondulante que dilata tu pecho.
Eres tierra de nadie: animal de dulzura.
IV
Ver cómo el sueño va filtrándose en el aire
que te cerca,
y cómo apaga y vence,
y cómo se desnuda y cierne.
Ver cómo el sueño va cayéndote despacio,
el instante mismo en que se posa...
la penumbra que ensombrece tus párpados...
el reposo que se esparce y no pesa.
Y ya duermes como entimismada,
y tu animal de fondo respira el tiempo
que te crece.
Eres presencia pura, respiración,
audible pálpito sereno.
La vida invade plena,
libre,
mansamente.
MEMORIA SILENCIADA
Lo que yo llamaba olvido eras tú.
Pedro Salinas
Creímos que el silencio era el olvido,
que con un fuerte silencio nos bastaba,
pero el silencio tan sólo silenciaba
y la memoria no se oscurecía
y el tiempo que creímos olvidado
tan sólo era memoria sumergida.
¿Quién dijo que la ausencia es el olvido?
Bien sabe que no es cierto aquel que lo probó.
La ausencia es el silencio, amor, nunca el olvido.
La ausencia tan sólo deja la luz interrumpida,
suspendido el mirar, el alma en vilo.
La ausencia no es más que un párpado entre dos.
Pero no cunde el olvido,
pues el tiempo habita siempre de ambos lados.
Esta tarde, por ejemplo.
Mira esta tarde larguísima de otoño que nos lleva,
esta tarde como una mano enorme que nos cubre,
como una interminable yegua que pasa entre los dos...
¿De qué sirve el silencio, amor?
¿De qué sirve abrir distancia entre dos márgenes?
No hay distancia.
Entre una y otra orilla: el tiempo.
El tiempo que nos toca y nos lleva.
¿De qué sirve el silencio?
¿De qué ha servido?
Digámoslo ya y para siempre:
No hay olvido. No puede haberlo.
Porque no existe lo que llamábamos olvido.
Tan sólo memoria silenciada. Tú.
De La música del tiempo
ADIÓS A TODO ESO
Robert Graves
Es como si hubiéramos dejado una conversación
interrumpida.
Tanto tiempo después
me urge volver a la palabra,
nombrar aquellos días,
traer a la memoria lo que quede.
Hoy quiero yo saber
qué fue de nosotros por entonces,
cómo era la luz, el aire nuestro,
cómo eran los gestos, las palabras,
todo aquello que fue.
Hoy quiero yo saber
si recuerdas mi voz tal como era.
Porque esta tarde, amiga mía, el tiempo
me da vueltas, me da vueltas,
y no logro fijar la imagen deseada,
el gesto aquel de cada encuentro,
tu forma peculiar de andar conmigo,
el tacto irrepetible
que en vano intento recordar.
Si pudieras traerme tu memoria,
al menos tu memoria, si pudieras.
Pues sucede que ya mis olvidos empiezan
a extenderse,
y hay horas vividas, cuerpos mojados
que se van yendo de mí, que se desvaen,
y ya no soy capaz de recordar aquella música,
las últimas palabras,
la tarde en aquel bar.
Quizá debiera yo decir adiós
a todo eso,
pero esta tarde el tiempo me da vueltas
y un instante he querido creer que tú llegabas,
este mismo verano, aquella tarde.
Por un instante, sí, el gesto aquel
cuando llegabas,
la alegría del mundo si llegabas,
la alegría como un desbordamiento por el pecho
si llegabas.
Por un instante, amor, este mismo verano,
aquella tarde en que llegabas
con un pantalón blanco y apenas veinte años.
Pero bien sé que no debo insistir.
Mejor será dejarlo estar,
decir adiós a todo eso,
pues empiezo a comprender
que ya mi juventud, o algo parecido,
se va quedando atrás.
SABEDLO, AQUÍ VIVIERON
¿De qué servirá dentro de un tiempo
que tú y que yo hayamos vivido?
Si al menos quedara algún recuerdo,
una palabra nuestra, una noticia
-sabedlo, aquí vivieron-
pero tú sabes y yo sé
que nada de esto quedará,
ni siquiera los nombres quedarán,
ni tú ni yo, ni el mes de abril,
ni la palabra 'luz'.
De todo cuanto has visto,
y aun cuanto verás
-ciudades y navíos,
luces, labios, lumbres-,
de toda esa belleza que tanto hemos amado,
ni el más mínimo rastro quedará.
Será como si nunca hubieran existido
ciudades y navíos,
veranos, cuerpos, caracolas...
Amor, abrázame tan fuerte como puedas
porque de aquí a la eternidad
no se sabrá que tú y que yo,
una noche de lluvia,
hace un millón de años,
sentimos este frío
y algo muy antiguo que yo no sé nombrar.
LA MÚSICA DELTIEMPO
Y llega el día en que de pronto
uno escucha la música del tiempo.
Llega el día en que descubres
que detrás de los quehaceres
y y el ruido de los hechos,
detrás de los sucesos, las voces y los viajes
se deja oír tranquila la música del tiempo.
En ella reconoces las horas gastadas,
los fallidos pronósticos,
las tardes más hermosas de tu vida.
En ella la voz singular de la amistad,
el vino, las canciones,
la tristeza sonriente
que dejan las esperas incumplidas.
Después de todo -amores y veranos,
nombres, foros, días-
lo que uno escucha es rumor de tiempo usado,
sólo eso: el paso de las cosas sucedidas.
NOTICIA DE UN POEMA INACABADO
I
Tengo un poema a medio hacer que no se acaba nunca;
cien veces lo he dado ya por concluido
y muchas más he renunciado a él de puro hartazgo.
Pero de tarde en tarde el poema reaparece
como un testigo incómodo
al que no acaba uno de comprar su silencio.
Armado de paciencia, lo desmonto,
lo extiendo sobre la mesa y lo examino.
Por momentos todo parece ir más que bien:
unos leves retoques, una sutil perífrasis,
quizá cambiar el color de unas hortensias
y alguna que otra audacia de manual
diríase que obran el milagro.
Mas no tardan en surgir nuevas complicaciones,
asonancias, feas arritmias, piezas de más
que no encajan ni a golpe de martillo.
Y así se van acumulando borradores,
versiones sucesivas que desdicen y acaso empeoran
todo lo anterior.
II
Es curioso, el poema en marcha apenas aumenta
o decrece en su extensión inacabada, todo lo más
un verso sustituye a otro verso,
varios adverbios permuten posiciones,
algún pasaje se elude o enfatiza, según el día,
sin que ello condicione de manera apreciable
el tamaño del júbilo o el aire azul cobalto de un buen lunes.
Aunque también pudiera suceder
que la música que escucho esta vez al rescribir
altere por completo el ritmo de una estrofa
y el curso de los acontecimientos.
El poema sigue siendo el mismo, en gran medida,
pero también es cierto que la noche ya no cae
“azul sobre sus hombros” como entonces,
que las frecuentes metáforas han perdido presencia
en favor de las analogías,
que con el paso del tiempo han caído en desgracia
algunos besos muy precisos
que a mí me parecieron del todo irrenunciables.
III
Llueve más últimamente en el poema,
y si bien es cierto que su pelo sigue siendo igual de oscuro
y encendido, de un tiempo a esta parte aparece más corto,
como cuando volvió de vacaciones, a primeros de octubre,
y entró sonriendo en el bar de Bellas Artes.
Aunque, después de tanta alteración en los horarios
y en la meteorología, el poema a veces se resiente
y deja ver los arrepentimientos, los cambios de humor,
las músicas impuestas que jamás nunca sonaron.
Pese a todo, en los borradores más recientes
ella está más hermosa de lo que estuvo nunca en los escritos.
Habla menos, es cierto; camina un poco más despacio,
pero la ropa que llevaba le sigue sentando
exactamente como entonces:
le caía igual de igual de bien mi gabardina que un sombrero;
y sobre todo, nunca como ahora ha conseguido
el gesto aquel, tan suyo,
cuando echaba la cabeza hacia atrás, como la Garbo,
y surgía limpiamente la entera carcajada.
IV
Hay un constante ir y venir de pormenores
dándose a la fuga o regresando al poema
cuando uno ya los daba por perdidos,
pero las alusiones a un sexo más o menos explícito
apenas sí aparecen de un tiempo a esta parte.
Me pregunto qué se hizo de aquellas primeras redacciones
en las cuales sus ingles como iguales bahías
recibían la sal, la espuma, las olas del océano…
Y en qué quedó toda aquella retórica,
aquellos juegos fáciles de cama y geografía.
¿En qué zona de su cuerpo situábamos Bomarzo?
¿Y a qué profundidad, en qué latitud o vértebra
se hundió para siempre el Lusitania?
Últimamente, con los cambios sobrevenidos
en la geopolítica y en la cartografía,
ya nada es lo que era ni está en el mismo sitio.
No sé en qué parte del mapa caen ahora mis besos o mis lágrimas.
Todo ha cambiado mucho en el poema, sí, debo admitirlo,
hasta tal punto que ni siquiera los jueves por la tarde
reaparece esa mujer de uno setenta más o menos
que ahora se me acerca sonriendo en la memoria
a la altura del cine Palafox.
V
¿Qué queda, pues, de entonces,
de los primeros borradores y los lejanos días evocados?
Queda la cruel, la irrenunciable y alegre
y violenta memoria de sus pasos por mi vida.
Quedan algunas mentiras necesarias
–las mejores mentiras del mundo–
que se han ido introduciendo en el poema
y ya forman parte indistinta del recuerdo.
Quedan las carcajadas, feroces carcajadas con tequila
en noches de verano un poco irresponsables.
Y queda, cómo no, aquel moldo de bailar
a última hora –“mientras los camareros recogían”–
viejas canciones en francés.
Y también las copas y las risas y las rosas.
Queda casi todo, pero de otra manera,
o sea, casi nada.
Queda la certidumbre de haber amado mucho
y mal, aunque no siempre;
queda su risa irrebatible,
la lluvia aquella tarde en Recoletos…
Quedan la música y el aire de lo que hace ya mil años fue
o acaso pudo ser mi juventud.
Mientras canta Billie Holiday, edición de la Fundación Jorge Guillén, en la colección Maravillas concretas, 2015.
Escribir,
escribir como cantar es lo que cuenta;
poco importa si es pasión duradera
o flor de un día,
si es la risa de la amada lo que escribo
o tarareo
o es esta alegre cólera que raya con el júbilo;
poco importa si es gin o es jazz
lo que me lleva,
o el sexo rasurado de los ángeles,
o este fervor,
esta conspiración del entusiasmo
que tanto se parece a una decena de martinis.
Apetece escribir,
entrar en poesía un poco a ciegas,
salir y entrar de un poema a otro poema
como quien entra y sale alegremente de los bares.
Apetece el mar entero, el mundo,
todas las flores reunidas y las tentaciones;
y la mujer que surge triunfante de las aguas,
y la mujer de cobre que duerme entre caballos,
y la mujer de nadie que respira tendida
al pie del membrillero.
Apetece aspirar el aire usado
que deja tras su paso la pantera.
Y, cómo no, apetece bailar a carcajadas
el tango hasta la aurora,
romper las copas, maldecir,
quemar las naves...
Y luego, después de haber bebido lo bastante,
cortarle la cabeza a un rey cruel,
morir de amor, resucitar con apetito
y devorar a solas un tigre en el jardín.
Sólo la desmesura sacia –y no del todo–
esta apetencia de ebriedad y negras lágrimas
bebidas.
Silencio, corazón,
deja que Billie Holiday nos sirva de consuelo.
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