Mauricio Rayo Arosteguí (1962) Nicaragua, reside en León desde hace 30 años. Odontólogo y licenciado en Derecho, es pintor (premios locales en afiches, logos, caricatura, dibujo y pintura), fotógrafo (dos premios nacionales) poeta (premio nacional “Leonel Rugama”) y escritor. Ha sido finalista en 3 concursos nacionales de Libros para niños y ganó el premio nacional “Alma Mater” en cuento. Publicó: Mundo de Agua (cuentos)2007 y Breves Historias de Anatomía Humana (cuentos)2009. Actualmente se desempeña como docente desde hace 25 años en la facultad de odontología de la UNAN-León; es director de la revista Cuadernos Universitarios, coordinador del grupo literario FRAGUA y presidente de la Fundación de Artistas Plásticos de Occidente. Prepara su próximo libro: El reloj de arena y otros cuentos e Intrincado Paraíso (poesía).
Historia repetida
La colonia persiste
Somos gobernados por jaurías
avanzando por calles asfaltadas
Conquistadores ahora
con otros yelmos guayaberos
otros cascos con partido al lado
Son distintos sus carruajes
y sus bestias
son los mismos sus encantos
su estrategia
Arrinconados silenciosos
gemimos cabizbajos
con el látigo de la historia
golpeando nuestros huesos
En callejones, buscamos al viento
que se esconde ronco, deshojado
al igual que nuestros ojos
se resbalan
buscando imágenes
en la ventanilla de los carros
Al fin, caen desgajados
con sus pupilas y sus párpados
luego se pierden sobre la tierra mojada
mojada con esa sangre en remolino
que no cesa de fluir
que no cesa…
que no acaba.
Raros
Trepar a la luna
Para recoger una estrella
No es raro
Rara es la vida breve
La noche larga
Raros nosotros
con caballitos de mar
en nuestras manos saladas
Con letras en los ojos
formando la palabra “guerra”
frente a nuestros hijos
Somos animales con cabeza humana
O viceversa
Somos estación lluviosa
Copioso polvo ácido
cayendo en las miradas
para cegar nuestros cuerpos
para bordar una soledad
que nos engaña
Sí, somos raros
por eso, nadie nos conoce
ni nosotros.
Voces
Olores que hablan, silencios que gritan
Nos llegan voces de tierra mojada
de pecho materno, sabores de infancia
No somos los mismos
porque soñamos cuerdos
Ese mar que erosiona
con olas golpeando intestinos
Dormimos abriendo los ojos
pensando que miramos dentro
Nos engañamos
Danzamos ante la muerte que nos muerde
para seguir viviendo chorreados de angustias
en ancianidad perpetua
La inocencia huele a limpio
pero la enlodamos
Nos obnubila el arte y su fantasía
Flotamos sin usar las alas
creyendo que alguien nos despertará temprano
Yo, mientras tanto
escucho el canto del viento
que acurrucado dormita en mi mente
Cuido la lúdica paz que baña y repara
Palpo las palabras con los dedos del alma
y grito en silencio
respondiendo a las voces
desde algún lugar en el mañana.
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