Viviana Ayilef (1981, ARGENTINA) vive en Trelew y cursa Licenciatura en Letras en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (UNPSJB).
Ha publicado: “Agua de Otoño/ Kelleñü”, este libro resultó ganador en el concurso Fondo Editorial Provincial en su edición 2009, en el género poesía.
No Naceré aloscuro
No aclamarán tambores mi presencia.
Ni habrá discursos patrios ya.
No vengo a ver vivir, ni a financiar mi muerte.
Vine a surgir sin brisa que me empuje
sin bronces que me auspicien.
Sabía del silencio y la impostura,
he conocido del corazón gimiente.
Compondré mis canciones en sus jardines de otoño,
con sangre
y sello propio.
Y después:
luz desde agónicos ríos,
aguas de lluvia urgente que beber,
golpes de corazón pujando al tiempo
bailes —paganos bailes que molesten—
No gustarán sus aires mi respiro.
Ni segarán la tierra.
Ni dormirán en paz.
Ni calmarán su sed
de siglos.
Saludaré la luna y el invierno.
Comeré de los soles sus sentidos.
Nunca pedí permiso.
Los vastos territorios son el fuego
en que me quemo/
en que renazco
y no hay espera.
Los niños nuevos
El rostro
noble
de un hijo nuevo
estalla como colores,
arcos de iris verdes,
refracciones de luz.
Estalla como caminos plenos
con avispados sauces,
que -felices-
se sublevan, Galileo.
El rostro
nuevo
de un niño noble
remonta barriletes por los azules aires en la siesta
y vuela hacia lo lejos,
para poblar con panaderos
el invierno.
El rostro
niño
de un hombre nuevo
restaura barcos de guerra, heridas,
ausencias tantas:
huecos
sociales.
El rostro
hombre
de un niño nuevo
nunca podrá brillar, curar dolores,
beber agua de manantial, regar sonrisas
contar o crear cuentos
—nunca jamás—.
Los niños nuevos
tienen la libertad
de andar carita al viento
con todo el sol que ampare
sus siluetas
correteando
hacia el atardecer de la mirada
del adulto
que más tarde serán
sólo más tarde—.
Poema para la Resistencia
El niño que yo fui
no entró en El Capital
ni en calles del martirio
ni humedeció brillojos-de-tristeza.
Tuvo su barco de papel
y alguna vez
dolió palabras
en su cuerpo.
El otro niño —niño mismo—,
canciones y poemas tuvo.
Agua de lluvia que beber,
papá y mamá en la tempestad
brazos, caricias.
El hombre viejo de hoy
indaga en el espejo, y ríe.
Termina este poema
y tiende
un mundo pleno de palabras
para el niño que espera
el barco que le salve
del olvido.
¿Dónde crees amor
¿Dónde crees amor
que nace este temblor/
que no termina?
¿Cuáles caminos pretendés que invente
hasta llegar a merecer/
tu suerte?
Nada de lo que digas me convence
nadie nació sabiendo, ni a esta altura.
Poco sentido tiene el que me alejes,
tus razones
se desdicen a una legua de distancia.
Tantas lágrimas lloré, que no las viste
darme al olvido es el error que te atormenta.
Me permitió entrar tu corazón,
no digas que el dolor también se olvida.
Las puertas que se cierran se patean,
voy a encontrarte corazón donde te escondas.
Vencida la honradez, yerto el orgullo
no has derrotado mi ilusión
porque no cesa este temblor/ ni mi desvelo.
¿Cómo pudiste amar
y ahora terminar/
arrepentido?
¿Por qué quisiste corazón amotinarte?
En tantas partes te busqué
y cuando fui feliz
me desgarraste.
¿Dónde crees amor
que pueda descansar
tanta nostalgia?
Temprano
Temprano terminamos la función
mirá que no poder limar la pequeñez
que nos limita.
Que no poder decir amor, te doy la vida,
hagamos barriletes con su tela
y escapemos.
Y cierto día alguno de nosotros se quedará en la tierra
con el cuello torcido y un pedazo de soga
entre las manos.
Así será y el otro habrá inventado la nostalgia
para el uno,
y el perro que notará tu ausencia
te ladrará más fuerte
que no es justo
que fueron muchos años
que siempre él tan fiel y tan sincero
tan torpe de ternura
se desgarró a tu lado con tu llanto.
No será justo, usted allá mi amor
y nosotros padeciendo tierra adentro del olvido.
No estamos preparados, don,
que somos tan humanos y bien hombres.
No nos quites el hueso que roemos,
que no poder decir adiós, te doy su vida
quitáme el barrilete, Dios
que no poder / resignarse
al breve tiempo que nos das
para abrazarnos.
Nos duele este vivir gozoso
sólo para quedar al fin
con este perro viejo
masticando los recuerdos de su dueño
que fue también el mío.
Así llegó la despedida
Así llegó la despedida tan temida
él la miraba sin decir palabra
ella se deshacía en muchas.
Sus manos se juntaron
como se funden las manos de un amigo
y sonrieron.
Así cerraron trato;
cruzó él la calle
ella quedó sentada mordiéndose los labios, ya resecos.
Sus ojos naufragaron sin remedio.
Entonces fue que anochecía-
El hombre se encorvaba sobre el tinto.
La hembra maduraba
-y algo dentro suyo-
Por eso en las mañanas de verano
ella le cuenta al niño que él no supo
la historia del varón que tanto quiso
y que una tarde con el viento
partió para volver en su presencia
sin saberlo.
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