Plinio Chahín
Poeta y ensayista. Nació en Santo Domingo, República Dominicana en 1959. Tras haber pertenecido al taller literario “César Vallejo” de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, emergió como una de las voces importantes de la poesía de la década de los ochenta. Con una licenciatura en letras, estudios y diplomas de postgrado en lengua y literatura, enseña en la facultad de Artes y en la facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Ha publicado los siguientes libros:
“Pasión en el oficio de escribir” (2007)
“Cabaret místico” (2007)
“¿Literatura sin lenguaje? Escritos sobre el silencio y otros textos”, con el que obtuvo el Premio Nacional de Ensayo en 2005.
“Hechizos de la Hybris”, Premio Casa de Teatro del año 1998.
“Oficios de un celebrante”, 1999.
“Solemnidades de la muerte”, 1991
“Consumación de la carne”, 1986.
En 2002 publicó, en colaboración con René Rodríguez Soriano, el texto experimental “Salvo el Insomnio”.
EL PABELLÓN INSOMNE
El pabellón opulento de los insomnes vendedores de opio
En rincones frescos mancebos ofrecían tazas aromáticas
con tal de reincidir en las historias polvorientas
de los monstruos distribuyendo entre sus grandes sacos
alidonas y licores
Luego la plaza y altos templos si por desgracia la tarde
se tornaba amenazante
a las ventanas saturnales alzando trombones de varas
bruñidas de la feria del festejo
Cinco notas repetidas sobre los tambores
Paños menores en la ciudad temerosa de Santo Domingo
y los transeúntes sin detenerse ponían en el cielo
la mirada seria: así
mientras las nubes iban de prisa desgarrándose
en los pináculos
de aluminio de Plaza Central
Por las noches abierto el Malecón un aliento espectral
En los barrios de las hospederías
Hasta muy tarde pisadas y querellas mercaderes de
algún país remoto
Ahora el oficiante
Desde el trampolín el primer saco de productos
pirotécnicos
Ah estruendos esplendores
azul rojo verde
ya empieza a oler desde el púlpito
El halo de la lámpara el dormitorio arrasado
por la vehemencia y el remolino de sus hojas
Sobre las sábanas vacías
un arpa de fuego apoya
en laúd ocre de su presa
En la ciudad confusa abierta en todas las direcciones
donde la furia y la pasión se mezclan con el polen
y otra vez Santo Domingo despliega sus alas y arde de
sed
intacta y sin raíces
XII
Innecesarias y dulcísimas
esas piernas haciéndose
en el vientre
Ayuntando ostras
veniales y verbales
como un lípido principio de lo ilógico
Inmóviles después manos ociosas contenidas
y dominadas
Símbolo de tu imperio sobre el acto
Mágica mano que estoy pensando no blanca no concreta
de afilados dedos creadora prestidigitadora
Peso de vocación voraz sombra de mano aventurada
en el espacio y todavía nauta nerviosa mano
XV
Es el acto anterior
a sus huellas
Y ahora tu presencia
bajo el peligro
estalla
la proporción
percibe
aquel otro finísimo pie
Todo consiste en dejar
que el cuerpo
trace lo escrito con el cuerpo
que limpie cada dedo de la hermosa criatura
que ahuyenta
Bellísimas estatuas
de cara a la pared
II
Ven, domadora del hombro gravitante en el encuentro,
baile de los ritmos sagrados y círculos de furia y torbellinos.
Aparta ya la copa ebria del remordimiento y el odio,
bacante del látigo retorcido y sustancia que circula
en druidas, simientes de la incógnita ragazza
fruto tranquilo y fragancia
del jinete que muerde
la fecundidad y el arco alborotado de la piel.
Danza melancólica, temible arpía en tentaciones exultantes,
principio entrevisto, oblicuidad y carga
en efusión perfecta.
Has venido a entregar el frenético fondo de lascivia horizontal,
cintura de tus ríos
en el llanto helado que escucha tornasol,
cuerpo excitado en el aliento.
X
Todo surge del tormento y la herrumbre
glacial y pitagórico
cuerpo acompañado de la idea,
y el gozo spinoziano de lo pleno,
el arrepentimiento,
y la soberbia y la envidia
la tendida potencia del acorde.
La dulzura, el desamparo.
7
El pensamiento es la consumación de la carne
Las ruinas poseen la circularidad de la locura
Su esfínter descompone honduras gnómicas
Levitan lívidos tántalos disímiles
Como visiones que suben al concepto
Y organizan cerebros en la Idea
¿Qué meandros incuban los amantes
Equidistando sus labios?
Instante instante
El placer solventa delicias a los cuerpos
Con sobrios caldos de suicidios
Que transfiguran sobre el pecho el silogismo del gozo
El pensamiento es la consumación de la carne
XVI
Infinivertida creo que le dije, casi gritándole al oído:
caíste inerme en la lividez de la sangre.
Llorabas de rodillas en el asomo
en el ansia benigna y temblorosa de los besos.
La totalidad poética de Plinio Chahín
Escrito por: JOSÉ MÁRMOL
Considero un acierto el hecho de que el Ministerio de Cultura, bajo la conducción del escritor Jose Rafael Lantigua, a través de la Editora Nacional, que dirige el poeta Leon Felix Batista, haya decidido publicar un volumen contentivo de la totalidad de la obra poética de Plinio Chahín, desde 1986 hasta la actualidad.
La de Chahín es, a mi ver, una de las más singulares expresiones poéticas de nuestra tradición en los últimos treinta años. Esa singularidad descansa, fundamentalmente, en la personalidad de su lenguaje inventivo, por un lado, y por el otro, en el sustrato ontológico, radicalmente existencial, que afincado en la relación pensamiento y poesía, hilvana su cosmovisión, su actitud vital y su propia obra creadora.
Pertenece, por su confesa y ostensible vinculación con la Poética del Pensar, característica de buena parte de lo más granado de la Generación de los Ochenta, a la selecta estirpe del poeta pensador, cuyo linaje se remonta a la articulación imaginativa de la filosofía y la poesía, de larga data en la cultura de Occidente, entroncada, a su vez, en las geniales figuras del gran poeta Hölderlin y del extraordinario filósofo Martin Heidegger, último que acuña el afortunado término que intima, que hibrida, sin desperdicios, los actos de pensar y poetizar.
Más de una visión crítica de la poesía del también ensayista Plinio Chahín ha catalogado su obra creativa como un universo estructurado en base a una escritura fragmentaria; sagaz, eso sí, pero, siempre fragmentaria, sentenciosa. Sin embargo, si bien es acertado el juicio al diseccionar verso a verso la escritura poética en cuestión, no lo es menos el hecho de que en el autor de Consumación de la carne (1986), Solemnidades de la muerte (1991) y Hechizos de la Hybris (1998) encontramos, desde su primera obra, el constante fluir de una poesía de extenso aliento, aunque, de suspiros entrecortados, elipses de silencio, huellas de la palabra diluida, vestigios de una narración deconstruida, de un lenguaje sin lenguaje, de un gesto interrumpido, en fin. Es decir, la búsqueda de la construcción del poema largo, con un mismo telón de fondo discursivo y existencial, con una atmósfera, personajes simbólicos y estructura rítmica definidos, pero, imbricados en una sintaxis del verso o arquitectura del poema que resaltan las virtudes de la síntesis como esencia del lenguaje poético y del brillo del estilo aforístico o la agudeza fragmentaria en la superficie misma del poema.
Esa propiedad hace que la poesía de nuestro autor luzca un aspecto eminentemente hermético, de lo cual no rehúye Chahín, sino que más bien lo procura mediante el contacto y admiración de poetas herméticos como los italianos Eugenio Montale (1896-1981), Giuseppe Ungaretti (1888-1970) y Salvatore Quasimodo (1901-1968), y lo que el propio poeta asume como predecesores de estos y maestros del simbolismo francés Stéphane Mallarmé (1842-1898), Paul Verlaine (1844-1896), Arthur Rimbaud (1854-1891) y Paul Valéry, entre otros de la misma tradición literaria italiana. Sin embargo, hermetismo poético no es sinónimo de oscuridad semántica o de galimatías expresivo.
De lo que sí es dueña, en cambio, esta tendencia es de lograr un balance de orden estético entre lo mas plástico del lenguaje poético, lo más hondo del pensamiento y lo más dramático de la existencia humana. ¿A qué más podrían aspirar la sed de trascendencia y el hambre de vigencia, ulterior o inmediata, propios de un decir poético condicionado por el habla e ideología de un sujeto, su propia cosmovisión y su postura ante el lenguaje, los valores de una lengua-cultura y los avances y retrocesos de la sociedad en un determinado tiempo histórico? ¿A qué más?
Cuando se lee en su totalidad la obra poética de Plinio Chahín, el lector va descubriendo los engarces, la imbricación sutil, sensible e inteligente de la sintaxis del poeta dominicano con versos de grandes poetas universales, elevando a un alto grado de plasticidad simbólica y hallazgo expresivo aquello que M. Bajtin llamó, a secas, intertextualidad; es decir, la vivencia compartida en la corporeidad misma del poema entre vestigios escriturales de distintas épocas, tendencias estéticas, concepciones ideológicas y experiencias vitales.
Cohabitancia en la palabra, pues; arraigo en una misma y esencial emoción o idea, hecho que genera el milagro cotidiano de la sobrevivencia del arte en tiempos aciagos. Pero también, cohabitancia, en la carne del verso y la espigada columna del poema, de múltiples disciplinas del pensamiento y del arte que van, desde la pintura, la escultura o el dibujo, hasta la danza, la música, la arquitectura, la filosofía, las religiones y las ciencias, entre otros.
Y es, precisamente, esta densidad evocativa, polisémica la que plantea al lector un grave y aventurado desafío, antes que simplemente colocarlo ante un muro con escritura rúnica o jeroglífica, o bien, un texto abstruso, oscuro, acomodaticiamente apodado de hermético. Lejos de esto, la poesía de Chahín aparece como un fresco, en cuya lectura van surgiendo alegorías, imágenes, invocaciones y rastros de otras voces, siempre hechas suyas, que remiten a fuentes de considerable significado en las tradiciones literarias y culturales de Oriente y Occidente. Se trata, de lo que virtuosamente podríamos llamar, una escritura poética culta.
Con la publicación en 2007 del volumen Cabaret místico, el cual reúne los tres poemarios antes citados, más, la primera versión de Ojos de penitente, ahora corregido y ampliado, se ofrece la primera posibilidad de una percepción integral de la obra poética de uno de los más relevantes y consagrados integrantes de la denominada Generación de los ochenta, de singular presencia en la tradición literaria dominicana a horcajadas entre los siglos XX y XXI. Ensayista de fuste y poeta de fina estirpe.
El presente volumen, Ragazza incógnita, que además del poemario homónimo, fechado en 2002 y 2006, comprende el libro, también de riquísimas, e implícitas y explícitas, alegorías intertextuales, Narración de un cuerpo, de 2008, abarca el ejercicio poético completo de Plinio Chahín, desde 1986 hasta 2008. El término ragazza, muchacha, en italiano, remite, directamente, a la obra del pintor austríaco expresionista, tempranamente malogrado e iconoclasta; obsesionado con el cuerpo, el erotismo y la muerte; pornográfico e incestuoso; discípulo y sucesor precoz de Gustav Klimt, el genial Egon Schiele (1890-1918), y en especial, a su dibujo Ragazza inginocchiata, de 1917, la Muchacha desconocida, dibujada en distintas facetas, la cual ha impregnado de referencias la literatura contemporánea en distintas culturas y lenguas.
Se puede rastrear, con fruición y facilidad, cómo el cuerpo, en tanto que espacio de las emociones, las sensaciones, el goce, el dolor, las relaciones de poder-saber y la muerte; y de igual modo, la palabra, el lenguaje como intento de nombrar lo innombrable, de decir lo indecible; como aspiración de significar aquello que significado no ha de tener, constituyen el eje central de la escritura poética de Plinio Chahín, con la que construye, aunque en constante deconstrucción, una cosmovisión que no aspira a otra cosa que la entronización del deseo y la libertad del ser sobre la faz mancillada de la página en blanco y la existencia.
Buen viaje, incógnito lector, por las sendas imaginarias de uno de los grandes poetas de la lengua y cultura dominicanas.
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