Carlos Surghi (Villa María, CÓRDOBA, ARGENTINA 1979). Poeta, ensayista, crítico literario y Licenciado en Letras por la Universidad Nacional de Córdoba; ha publicado en diversas revistas del país y del extranjero.
Mujeres enamoradas (Ediciones Recovecos, 2006) es su primer libro de poesía por el cual recibió el Premio Estimulo 2005 de la Agencia Córdoba Cultura. Podemos agregar el libro de ensayos titulado La intimidad y dos libros de poemas: Temporada de verano y Regalo de bodas.
Ungüento para bambis
Cuando me duermo en las reposeras
y el sol me besa demasiado
sueño con todos los muertos…
y acaso eso sea
el principio que resuelve
volver a ser feliz
en los laureles de Diótima
el arco de Diana
o los dieciocho años
de la señorita Fanny Brawne…
así una chica
que tiene tu rostro
y también tu nombre
-pero no sos vos-
me habla al oído,
me despierta al otro extremo
de la siesta de febrero
deja a mi lado
un aparato mágico
con su combustible
para válvulas y bujías
que al usarlo sin querer
aprieta mis sienes
obligándome a decir
¿cómo habré llegado
al ritmo de otra forma
sonámbula o innecesaria
en la cual poder hablarte,
siguiendo qué o a quiénes
arrodillado ante toda
la nueva música de ese idioma?
y al encenderlo cruzo,
como las loritas fluorescentes de los árboles
la armadura de las langostas en las hojas
el aguijón juguetón de las abejas,
los pasos
las sombras
el agua siempre quieta
que separa
la planta alta
el azul de las piletas…
y fumo
adentro de una pequeña vasija
donde el liquido explota sus mil chispas
ruidos por aquí
ruidos por allá
en la escalera de metal
que baja a las cocheras
y mira hacia el oeste…
¿no es extraño vivir tan cerca
para hablarnos con los hilos de un fantasma?
y es la inmovilidad
o la concentración mecánica
que dicta presurosa
el tono de esta fábula
donde Menón, con flores y acertijos para enamorarnos
también quería escribirlo…
esa voz que me llamaba
lo que no le hacía lugar
a la sombra de todas tus palabras,
o la canción dormida
que inventé para las noches
cuando algo de lo que más querés
en la superficie del plasma
tintinea sus
gotitas de sorpresa…
mientras
los peluqueros
los albañiles
los enamorados
que habían arreglado mi cabello
para la consagración del día
también fumaban,
despacio y con estilo
por la tarde
al encontrar
el color verde que marea
cuando yo pensaba en atrapar
eso que supongo entenderías…
¿por qué llevabas unas guirnaldas
para adornar un sueño
y mantenerlo vivo
siquiera por
creer en todo lo dicho entre el silencio?
¿qué vas a hacer con ésto
cómo es posible que te guste
sin llegar a entenderlo,
y si el engaño
se pareciese al nombre
y si el ensueño
se deshilara en dudas?
vivir pendiente del enojo
que puede rifar la verdad
desgasta el mecanismo del corazón
imanta el consuelo que trae
engañarlos por amor…
sentada junto a la ventana
enamorada de vivir
besando con tus pies
la frescura de los pisos de parqué
con tu ropita a la moda
ola vanidosa del verano
creí que aún
podías quedarte…
¡Oh sí qué simpática
dulce y graciosa,
acaso la impunidad que da
querer morir a los dieciocho!
y tener algo
que yo jamás
voy a volver a tener
pero que vos,
ponto lo vas a perder…
¿podría llamarse tesoro
metáforas del vacío
escalofríos de la sensación
incandescencia nocturna
o simplemente
ungüento para bambis
en lo frágil que adormece
las locuras abrigadas del corazón?
para mi son los dientes apretados
que no usamos
tan sólo al escribir
y es que…
hay una musiquita
en la punta de la lengua
resonando en tus orejas
con la cual llamás
pronto y con más deseo
al genio diminuto
que agita entre los dos
todo este cansancio…
yo que la busco
la envidio
sólo porque me pregunto
¿con cuánto apremio
mereciendo su artificio
o su carburante ecológico
me haría dueño de ella?
¡Oh sí, tan sólo se trata de una celebración
una coreografía de máscaras para la lluvia
en la cual lo único que cuenta
son los días y más días consagrados al deporte!
o las cositas escritas
para darle un nombre al próximo dolor
entre horas muertas que nos dicen
“El amor puede hablar
de otro amor
si es preciso…”
como ahora que estás sola
con las guirnaldas quemadas a tus pies
soñando el otro lado
en la intimida que anima
el pulso de las cosas…
y así a veinte minutos de distancia
ya tan pronto
hay que darse vuelta,
reiterar la aplicación
es el sinónimo
que acariciar la piel cansada,
las dermatólogas recomiendan
para parte posterior
también esta serie de cuidados
caros lubricantes del amor…
¿pero de qué sirve lo escrito
si sólo es eso que gané
al tiempo que esperamos
por algo que nos queme
como una insolación?
la concentración que merecemos
para aguardar por el deseo
entre esto y aquello que pensamos
es el peso específico de ese aceite,
como dicen en sus confidencias de oficina
las empleadas públicas infieles:
protege y a la vez broncea
del eco o reflejo
simpática ventolina
radiación enamorada…
y vas a ver que sí, ahí
como un inyector que todo lo impulsa
la poesía
ese fantasma entre las hojas
que lo hecha a perder o lo justifica,
es más que algo
resuelto y magnífico
por la magia de la tecnología
dura la revelación
que tardan los muertos
en dictar su brisa a los oídos
por los movimientos
de su última canción…
¿es acaso la dulce humillación
que trae por la tarde
la fauna ensoñada
de un último verano
o para decirlo de otro modo
por qué escribiremos los dos
en la libertad de estos papeles
sobre los oficios veraniegos
sin mostrarnos o decirnos
esas cosas borroneadas?
los años mal vividos
la tonta equivocación de Eros
se redimen en los libros,
cuando los leas y lo aprendas
a mi máquina le quedará
el recelo de los otros…
¿y quién
podría explicar
lo que vuelve
del primer estado de enamoramiento
como si las estrellas químicas hablasen de ello
sin recuerdo
o cualquier exageración perdonada
y nada
otorgase tiempo a conceder
ventajas y reproches
tan sólo por lo dicho?
¡Oh sí, nada más hermoso
que el ungüento para bambis
con el cual poder mover
todos los vapores de deseo
que animan este sueño!
ALGO HERMOSO
sucede adentro mío,
el milagro habla en mi cuerpo
no puedo confiártelo
le temo a las palabras
y tus preguntas
le temen a mi silencio;
sí, ahora que sonrío
me alejo de todo,
tus reproches
tus excesivas atenciones
la constancia
en mi nombre
y en mi gracia;
lo sé, tuve que dar
una serie de firmes
saltos en el vacío
para caer aquí
y esperarte y saber
si por mí vendrías
y así no quedar presa
de mi propia convalecencia,
o tener que pedir
también por tu agonía;
luego sucedió
simple y tonto
como llorar
y querer detenerlo,
como cambiar el juego de las imágenes
por la ley de los estados sorpresivos;
el milagro habla en mi cuerpo
así, algo hermoso entre los dos,
sucede por los dos, adentro mío;
yo doy vuelta tus palabras
en la desnudez de mi cabeza,
hago de ellas
los tristes adjetivos
al mundo de mi vientre
¿aprenderías a tocarme,
me enseñarías
esa misma lengua
que habla como mi estremecimiento?
te invito a entender
todo lo probable
de querer mi inconstante posibilidad
al desear tenerme y resguardarme,
y es que este amor pide
responder por lo imposible
y ni siquiera yo misma
me he aventurado
en el juego de su desventura;
sólo entonces
sé que las excusas
son intransferibles
a la lengua que habla
en otra pasión,
pero si escucharas
o pudieras ver
sin necesidad de
seguir mirándome que
algo hermoso
sucede adentro mío,
creo, sin pedidos ni ofrendas,
con lo arriesgado que acarrea
toda esta ceguera de
màs y màs amor
que podrías entender,
es algo así como
acostumbrarse a la quietud
¿el remanso de los años?
¿el uso y la conquista
atinada de este cuerpo?
no, tan sólo
tener tu mano en mi sexo
y mi sexo en el gusto de tu boca,
reconocerme
olvidarme
olvidarte
y también a la inversa
al fin y al cabo
de eso se trata
“probar perderse”,
pero sin esa cadena
atada a mi cuello
y tensada en tu mano,
durmiendo y despertando
los dos sin ser ambos
los cuerpos que se extrañan
en la ciénaga de esta
cansada posesión;
algo hermoso
sucede adentro mío,
el milagro habla en mi cuerpo
no puedo confiártelo
¿podrías tan sólo
creer en ello
y esperar por todo
aguardando en mí
por eso que a mis palabras
aún no ha llegado?
De Mujeres enamoradas, Ediciones Recovecos, Córdoba, 2006.
Los nombres
No, es mentira, no escribo sin descanso
en todo caso, descanso en lo que escribo;
y la aclaración es válida como agitar
el fuego del mito que me alimenta.
Detrás de la foto, entre las inscripciones,
esa mañana había un ángel y detrás de él
una luz muy clara… y tras la luz…
mis lentes negros con un dejo de ironía, ya
no había nada… ¿se alcanza a ver?
¿importa que se vea, claro y firme
como un regalo o una coronación?
¿entendés de qué te hablo?
Es así, aunque no lo creas,
lo escrito es igual a lo escuchado
como lo visto lo es a lo invisible.
Vos ahora pareces un fantasma entre
las huellas de las letras y el disimulo
de los nombres y las direcciones,
después, cuando los números ganen el azar
vas a ser para mí que sumo y resto
un animal que come de la voluntad
el corazón cansado, el cristal en la rama
y al fin, cuando ya no queden metáforas,
sólo una profunda forma sin nombre
en el desierto que inunde lo real.
Es así, todo ésto debe encontrar
un cuerpo de sonidos, un delicado tejido
un principio en su estornudo o un final
cuando la cifra acertada se pronuncie
y yo pueda al escucharla robar el oro
de esa música que queda: “puedo sentarme
a su lado, chicos, es que… no me siento bien”
Eso decía tu tímida frase como
una moneda repiqueteando
en el agua profunda de esa noche
cuando así resuena el remolino
el golpe pesado de una piedra
los breves acordes en los bordes de los vasos.
No, la soledad es una excusa a la hora de pensar
simplemente en cómo adueñarse de ella,
lo que sí hace falta es la felicidad extrema,
escribir -bien o mal- trata de
acercar la proximidad de las cosas
¿qué importa poseerlas o guardarlas bajo llave
si un ruido pequeño las llama y las encuentra?
Vos ¿cómo te llamabas?
De Regalo de bodas
El baño de la mañana
Lleno el tiempo con anotaciones o frases que voy a decirte
para poder entender algo de todo o quizás seguir esta convicción;
me levanto, doy unas vueltas locas a los libros en los estantes
simulo concentrar la atención en unos cuantos nombres
y alguna que otra idea que trato de escribir desde hace años
y que a veces, con buenaventura y empeño, termina siendo un libro
igual que ese que te regalé pero más personal, sin tanta corrección.
Las primeras llegan a mi cabeza con el agua de la ducha,
se mezclan con el recuerdo de los amigos riendo, los inexplicables
compromisos del amor vuelto dulce cortesía, boda sin su funeral…
¿cómo estás? ¿cuánto tiempo? ¿te ví por ahí envuelto en halagos?
¿y el hijo de… ya está tan grande que parece más hermoso que nosotros?
¿por qué ella no va tras el ramo de la novia? ¿de qué hablarán sus amigas?
¿pero, qué tiene ese chico que ella aún está a su lado?
¿él siempre elige las mismas novias? ¿por qué todas se parecen entre sí?
Lo sé, son torpes y balbuceantes, hay que traducirlas con esmero
y separar la paja del trigo, la viga del ojo, propio y ajeno
el mal sueño del buen vino, lo que tarde no dije y olvidé
de estas frases y otras más que caen como el agua fría.
Es como si llenara un pozo con la tierra que antes he sacado,
hasta que algo me dice que es inútil, pero tengo que anestesiar
la inmensa voluntad y armo con esos movimientos cerebrales
trabajos de precisión, ejercicios de autoayuda, parlamentos
¿cuántos años tenés? ¿cómo te llamás? ¿por qué te reís? ¿te sentís bien?
¿si yo hubiese puesto mi mano en el sitio equivocado
aún podría saber qué tuvo que vivirse para estar a tu lado de cuerpo entero,
o los movimiento siderales son inalterables y ya nos esperan
aquí y allá, entre tanta gente, ruido mágico o simple encanto de tu parte?
¿y después, cuando uno se queda lleno de preguntas
sin siquiera tener la velocidad mental para intuirlas ante el otro
que sólo atina a hablar como si eso fuese una filosofía desnuda de sofismas,
de qué modo entonces, te contestás ese círculo vació, ese limbo de miradas?
Hundo mi rostro en la toalla que acerca mi mano,
respiro la humedad necesaria como para dejar que
todo se escurra, se pierda en la tela que succiona
las fibras más íntimas de estos pensamientos: ansia, deseo
y hasta el miedo vuelto una pequeña bola de pelo;
todos, uno tras otro, libres o entrelazados por su luz
se vuelven una línea arrugada sobre la palma de mi mano,
con ella escribo ésto, acomodo mi cabello en el espejo
que siempre es la vuelta atrás de todo cuanto he hecho
¿dónde estuve tanto tiempo que llegué a creer en libros,
sentencias escritas por otros, robadas a quienes me amaron,
bien o mal, en la lengua inflamable del payaso que fui?
Pienso, mientras miro mi cabeza iluminada y resuelta:
esta droga de la mañana es mucho más potente
que ese líquido negro del desprecio que probé
me hechizó, me mareó, me transformó y me enamoró.
Estoy desnudo y limpio sobre mi cama protegido de todo,
respiro una profunda fragancia alcalina entre
el sueño pesado de la noche que se levanta
y los rayos blancos que golpean mi espalda
¿me vas a llamar antes de que te vayas?
¿por qué siempre estaré pendiente de un nombre
si he tenido ya mi cuota suficiente de estéril vanidad?
¿será verdad eso que mi novia de los dieciséis me dijo
cuando yo era más joven que ahora, mañana y siempre?
“mirá: es jodido aferrarse a una frazada de células y piel caliente
vos me entendés, hablo del amor perecedero que nos tenemos.”
De Regalo de bodas
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