JULIO ABELARDO LUZA GIRONZINI
Por Fernando Chuquipiunta Machaca
Julio Abelardo Luza Gironzini (Huancané-, PERÚ 1945) hace algunos años llamó la atención de la crítica oficial con Tambores Pluviales, un maravilloso libro, audaz, y de corte vanguardista que reveló a una de las voces más complejas y vitales de los 60s-70s; a través de un extenso y escarpado proceso creativo. Ahora, con Eternidad y Canto, un poemario que denota una búsqueda en los caminos de la consciencia para expresar emociones impregnadas en su ser a través de los caminos que le toca vivir a cada hombre. Ahora, su voz, está mucho más madura y comprometida con la expresión ideo-estética.
“Cuando escribo poesía encuentro algunas vetas temáticas que me permiten desarrollar metafóricamente —digamos— exploraciones emocionales. Sin embargo, con el tiempo esas vetas tienden a confundirse. Porque el poeta es, al mismo tiempo, artesano, arquitecto y genio de la palabra. Cada palabra es como un ladrillo, si no está colocado en el lugar preciso la construcción poética se cae; pero, al mismo tiempo, tiene sensibilidad para que suene bien, para que se vea bien, y si se pudiera tocar el poema es decir si pudiera tener una dimensión más sería algo fantástico; así “Tambores Pluviales”, que en un inicio representó, como un juguete recién descubierto, se fue constituyendo en un desafío, en un proceso de experimentación; eran poco menos que improbables articulaciones, pero luego el libro se fue decantando hacia las figuras que prevalecieron, después de cada intención y ejecución, de manera general que, fuera de tener un edificio e ir de habitación en habitación, en la que se encontraran cosas nuevas cada vez. Eso no implicó que la estructura básica que podría llamarse antológica no se perdiera, ni que se sintiera que existe un recorrido por diferentes caminos poéticos, algunos amigos de la crítica sostienen que es una arquitectura verbal. De “Las Manos Vacías” su libro inicial, nos dice que “tuvo una génesis similar, pero donde el sujeto lírico se hizo con las fibras del alma”, asegura el poeta Julio Abelardo Luza.
“Para la selección de los textos seguí dos criterios: el gráfico y el conceptual. El primero implica evaluar qué tan bien te ha ido en ese corpus dimensional que tiene todo poeta: de hacer imágenes con palabras. Se pueda pensar que la unidad de valor en la poesía es el poema, no la obra, porque hay poemas que identifican al poeta, por ejemplo “Los Heraldos Negros” nos hace pensar rápidamente en Vallejo o el “Poema veinte” en Neruda, pero el poeta se debe a su obra como una integridad, me refiero al texto completo de un libro. Lo mismo un poeta puede escribir muchos libros y lo identifica uno, como en el caso de García Márquez con Cien Años de Soledad, o Vargas Llosa con La Ciudad de los Perros, no siendo su obra cumbre. El segundo criterio pasa por ver de qué manera los poemas se apoyan entre sí de tal manera que se configura un cordón umbilical, una caja de resonancia que les permite potenciarse unos con otros”, reflexiona el autor.
Las descripciones son el elemento básico del libro, y Julio Abelardo Luza Gironzini apela en ellas a todo su talento poético conjugando imágenes, metáforas y símiles con elaborados juegos verbales y un verdadero virtuosismo en el manejo de la retórica. Estas extensas y deslumbrantes descripciones mantienen siempre la frescura y el espíritu lúdico propio de la juventud de los liróforos celestes. Dicho de otro modo, Luza Gironzini recoge estas influencias espirituales, aparentemente contradictorias, para crear a partir de ellas una obra personal, original y valiosa. De la misma manera, sus poemas engarzan las dimensiones líricas, llenas de caligramas dedicadas a la vida y a la esperanza, pero escritos, esencialmente, con una luz poética distinta y renovadora.
POEMAS: Ofrecemos dos poemas que pertenecen a su libro inédito La Epifanía de una Flor
Bohemiada
Han de tardarse en llegar los amigos
con su soledad de rostros humedecidos
de tanto invierno y queriendo morir
en los últimos rincones del alma.
Cuánto han de tardarse los amigos
en llegar y si no me encuentran
se irán con la tristeza de los ojos
o con sólo su soledad
y mis labios humedecidos.
Que no sea tarde cuando regresen
que encuentren intacto mi dolor
y que saquen la cuenta de estar atados
por tanto tiempo.
Que no sea tarde cuando me encuentren
saboteando mi soledad
con ese dolor que me duele hasta en el alma.
Reminiscencia
No se puede hacer la diferencia entre la luz
y el juramento escondido en el manantial
rojo de los atardeceres
desde este rincón de la luna que se extingue azul amarilla
los atardeceres se visten de luz brillante
cuando los caminos se unen
y los amantes recogen sus manos
en oración contrita
el manantial ha recogido sus aguas
desde la última forma de los besos
que le alumbran el alma
y que le escriben versos en roca viva
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