Foto: Ricardo Garibay.
Ricardo Venegas (San Luis Potosí, S.L.P., MÉXICO 1973) estudió letras hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Textos suyos han aparecido en las revistas Tierra Adentro, Ulrika (Colombia), Agulha (Brasil), Literate World (Estados Unidos), Blanco Móvil, Periódico de Poesía, Cantera Verde, Parva, Los Universitarios (UNAM), La Pájara Pinta (España), Alforja, Carácter, Casa del Tiempo (UAM); en los periódicos Crónica, El Financiero, Excélsior, El Universal, El Nacional –extinto–, y en La Jornada. Su trabajo ha sido incluido en las antologías Poetas de Tierra Adentro II (Conaculta, 1994), Palabras pendientes (poesía y narrativa joven de Morelos, 1995), Catálogo de artistas de la Feria Universitaria del Arte de la UNAM Otoño ´96, Poetas de Tierra Adentro III (Conaculta, 1997), Creación joven, del siglo XX al tercer milenio (Conaculta, 1999), En el rigor del vaso que la clara (2001), Árbol de variada luz (Universidad de Colima), La luz que va dando nombre (Secretaría de Puebla, 2007); Acontraluz (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2006), y en Poemas al viento (Alforja Ediciones, 2008). Ha sido becario del Centro Mexicano de Escritores (2003-2004) y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (2005-2006). Actualmente dirige la revista literaria Mala Vida, Mester de Junglaría. (Beca Nacional “Edmundo Valadés” para la Edición de Revistas Independientes 1996-1997, 1997-1998 y 2003-2004.) Dirige la editorial Eternos Malabares. Desde su infancia radica en Cuernavaca, Morelos.
Es autor de los libros de poesía El silencio está solo (Eternos Malabares, 1994), Destierros de la voz (La Hoja Murmurante, 1995), Signos celestes (Fondo Editorial Tierra Adentro, 1995), Caravana del espejo (Instituto de Cultura de Morelos, 2000), La sed del polvo (Eternos Malabares, 2007), Escribir para seguir viviendo (Universidad Autónoma del Estado de Morelos, 2000), este último de entrevistas con Ricardo Garibay y “Turba de sonidos” (Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 2008).
PARTIDA
Regresa de los vientos del otoño
El niño en la ventana de hospital
recuerda el día en que lo aislaron,
desde el octavo piso
les mostró a sus hermanos
el cartel de un ratón.
Último día en casa,
su espalda dormitaba
en agua tibia.
La madre llegó tarde
con su frasco,
el alivio bendito
del templo de las llagas.
Usamos el rosario para dejarlo ir.
La casa oscureció.
Pasaban el fariseo y el morboso
a contemplar al muerto,
a tomar café,
a bendecir lo que no habían perdido.
Aquella tarde
dejé una bolsa de dulces
en el brazo de mi hermano.
El viaje hacia la luz
podría ser la ensoñación
de un caramelo.
(La Pájara Pinta 26, 2007)
DE La sed del polvo
Farsa
Quiero decir a media calle
que todo es una farsa,
que debemos hablarnos
como si siempre,
siempre,
nos hubiéramos amado.
Alba
Palpita desde el eco
de mis presentimientos.
He despertado
mi propio corazón.
I
¿Por qué no baja Dios
y nos abraza?
II
Miro las tumbas para recordar
a mucha gente que nunca conocí.
Paso a los cementerios a buscar a mi hermano
y le pregunto a un desconocido
¿a dónde fue?,
y aunque ya nadie lo sabrá
pongo mis flores
en una tarde de polvo y de paseo.
VIII
A media calle pasó un arriero entregado a los vientos
pasó sereno con la sonrisa de mi hermano,
pasó en una carreta doblegado por un destino
mirando hacia adelante y embriagado.
VI
Somos muchos
gritó el demonio de la legión,
mientras el hijo del dios impronunciable
los miraba regurgitar el lodo de su ansiedad,
somos muchos, clamaron,
y Éste caminó sobre las aguas
del mar donde se rompen los espejos,
somos la prueba de ácido y el fuego nos levanta,
dijo,
mientras caían al precipicio de los ojos del alma.
1
Renaces en la piel
de cada año,
en la epidermis de la tierra
sucedida,
antigua.
Fugaz,
efímera poesía.
2
Más allá de la niebla
dejamos nuestra fe.
Qué nublado destino
conmueve a precipicio
los sentidos temporales.
En el camino hubo presencias
que abandonamos,
imágenes de tanto espejo.
Sabíamos a dónde ir
sin ver a Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario